Por Julio Caballero M.
En estos días vemos las maniobras para sacar al aire los trapos sucios de los posibles rivales políticos de Nadine de Humala, nombre apropiado para la esposa del Presidente de todos los peruanos, pues ella está donde está por su matrimonio. Hago este comentario porque toda la corte de la pareja presidencial niega la candidatura de la Sra. De Humala. Sin embargo, cuando el río suena es porque piedras trae. Es mejor avizorar el panorama y considerar todas las posibilidades, ya que en política todo es posible. Especialmente en el Perú, donde muchas cosas ocurren detrás de las cortinas sin que nadie observe a los que realmente montan los escenarios y dictan el guion.
El poder corrompe, eso es conocido. Pero no solo a los gobernantes sino a todos los que valiéndose de sus puestos le sacan provecho a la circunstancia. Después de la segunda línea de mando ya no se tiene control de los servidores públicos que se contrata. Pero además hay otro tipo de corrupción velada que ya no tiene mucho que ver con dinero sino con poder. Mientras la ciudadanía y los medios persiguen la ruta del dinero, nadie persigue la ruta del poder. Aparentemente nadie es consciente de la red caviar PUCP y de ONGs que hace ya una década domina silenciosamente en nuestro país, dirigiendo no solo el poder sino los escándalos mediáticos digitados mediante titulares, columnas, declaraciones y filtraciones muy oportunas de fotos y chuponeos.
La izquierda, consciente de que la corrupción es parte de sí misma, ha venido manejándola de tal manera que ha creado la sensación de que todo lo que está fuera de la izquierda es “lo corrupto”, y todo lo que sea de izquierda es lo “socialmente ético y correcto”. Si el supuesto corrupto no es de izquierda entonces la izquierda arma el debido proceso de escándalo mediático hasta logar apresar a su víctima y refundir el expediente por años. En cambio, si el corrupto es de izquierda entonces se impide cualquier proceso y se desprestigia a sus acusadores sacándoles trapitos viejos al aire. Al final, toda corrupción de izquierda queda en nada. Como hacen los perros, simplemente le echan tierra y lo cubren.
Esto deja claro que el Poder Judicial en el Perú está profundamente influenciado, invadido y hasta digitado por la izquierda a través de la red mafiosa de ONGs. Ninguna sentencia del Perú se expide sin el visto bueno de los inspectores judiciales que pululan en las ONGs, expertas en acudir a la CIDH para salirse con la suya, sabiendo que tienen allí su infiltrado. Esa garantía de poder es la que permite la corrupción al más alto nivel. Fundamentalmente una corrupción blanca que no pasa por un enriquecimiento evidente como el de Toledo, sino por el chantaje, la prebenda con cargos, asesorías, conferencias, viajes y títulos.
Gracias al poder que la izquierda ha acumulado en el entorno judicial y su influencia en el ejecutivo, la corrupción blanca está garantizada. Ellos pueden manejar la cuestión de la reelección buscando las fórmulas más convenientes. Todo es cuestión de conversar.
Permitir la reelección bajo cualquier fórmula es aceptar que somos parte de la corrupción y que debemos convivir con ella como compañera cotidiana. Ya es tiempo de apuntar los reflectores a la corrupción asolapada de la izquierda oenegienta y la mafia caviar PUCP.
En estos días vemos las maniobras para sacar al aire los trapos sucios de los posibles rivales políticos de Nadine de Humala, nombre apropiado para la esposa del Presidente de todos los peruanos, pues ella está donde está por su matrimonio. Hago este comentario porque toda la corte de la pareja presidencial niega la candidatura de la Sra. De Humala. Sin embargo, cuando el río suena es porque piedras trae. Es mejor avizorar el panorama y considerar todas las posibilidades, ya que en política todo es posible. Especialmente en el Perú, donde muchas cosas ocurren detrás de las cortinas sin que nadie observe a los que realmente montan los escenarios y dictan el guion.
El poder corrompe, eso es conocido. Pero no solo a los gobernantes sino a todos los que valiéndose de sus puestos le sacan provecho a la circunstancia. Después de la segunda línea de mando ya no se tiene control de los servidores públicos que se contrata. Pero además hay otro tipo de corrupción velada que ya no tiene mucho que ver con dinero sino con poder. Mientras la ciudadanía y los medios persiguen la ruta del dinero, nadie persigue la ruta del poder. Aparentemente nadie es consciente de la red caviar PUCP y de ONGs que hace ya una década domina silenciosamente en nuestro país, dirigiendo no solo el poder sino los escándalos mediáticos digitados mediante titulares, columnas, declaraciones y filtraciones muy oportunas de fotos y chuponeos.
La izquierda, consciente de que la corrupción es parte de sí misma, ha venido manejándola de tal manera que ha creado la sensación de que todo lo que está fuera de la izquierda es “lo corrupto”, y todo lo que sea de izquierda es lo “socialmente ético y correcto”. Si el supuesto corrupto no es de izquierda entonces la izquierda arma el debido proceso de escándalo mediático hasta logar apresar a su víctima y refundir el expediente por años. En cambio, si el corrupto es de izquierda entonces se impide cualquier proceso y se desprestigia a sus acusadores sacándoles trapitos viejos al aire. Al final, toda corrupción de izquierda queda en nada. Como hacen los perros, simplemente le echan tierra y lo cubren.
Esto deja claro que el Poder Judicial en el Perú está profundamente influenciado, invadido y hasta digitado por la izquierda a través de la red mafiosa de ONGs. Ninguna sentencia del Perú se expide sin el visto bueno de los inspectores judiciales que pululan en las ONGs, expertas en acudir a la CIDH para salirse con la suya, sabiendo que tienen allí su infiltrado. Esa garantía de poder es la que permite la corrupción al más alto nivel. Fundamentalmente una corrupción blanca que no pasa por un enriquecimiento evidente como el de Toledo, sino por el chantaje, la prebenda con cargos, asesorías, conferencias, viajes y títulos.
Gracias al poder que la izquierda ha acumulado en el entorno judicial y su influencia en el ejecutivo, la corrupción blanca está garantizada. Ellos pueden manejar la cuestión de la reelección buscando las fórmulas más convenientes. Todo es cuestión de conversar.
Permitir la reelección bajo cualquier fórmula es aceptar que somos parte de la corrupción y que debemos convivir con ella como compañera cotidiana. Ya es tiempo de apuntar los reflectores a la corrupción asolapada de la izquierda oenegienta y la mafia caviar PUCP.
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