Escribe: Dante Bobadilla Ramírez
Al tercer día de iniciado el incendio en el edificio Las Malvinas, no han tardado en aparecer los sabuesos buscadores de culpables, en especial desde la izquierda, donde abundan expertos en esta especialidad, sobre todo cuando los responsables se ubican en la vereda de enfrente. Por supuesto, siempre hallan culpable al alcalde de Lima, Luis Castañeda, uno de sus favoritos objetivos de campaña. Pero también es típico encontrar genios progresistas que aprovechan este tipo de tragedias para culpar al "sistema".
No son pocos los gurús caviares que salen en la TV anunciando con voz engolada que "el sistema se ha agotado". Tampoco hace falta posar como genio para decir estas cosas, ya que hasta el desequilibrado mental de Daniel Abugattás lo repite incansablemente: "el sistema ya no da más". Hoy leo un artículo que va por lal misma línea, del siempre cándido caviarón Eduardo Dargent titulado: "La tragedia es también ideológica", donde arma una buena ensalada de conceptos errados, confundiendo fiscalización con regulación e informalidad. Habría que aclararle algunas cosas.
Se dice, me parece, que estamos equivocados quienes pedimos menos Estado y menos regulación, ya que las consecuencias son las que hemos visto en el incendio: trabajadores informales prácticamente explotados que han muerto encerrados con candado. Lo primero que habría que preguntarse es ¿por qué esos jóvenes arriesgan sus vidas para trabajar en tales condiciones? La respuesta es simple: porque no encuentran otras alternativas. Es así de simple. La tasa de desempleo juvenil en el Perú es la más alta de la región y ya ronda el 20% de la juventud. En otras palabras, a los jóvenes les resulta muy difícil encontrar empleo, por lo que acaban recluidos en un contenedor metálico explotados bajo llave.
Debemos analizar las causas de este desempleo juvenil. Y la causa es solo una: la excesiva sobreregulación laboral que padece el Perú. Esto no es un cuento ni un mito de la derecha. Es lo que establecen diversos organismos internacionales, empezando por la propia OIT. El Perú está entre los 15 países con mayor rigidez laboral en el mundo. Contratar empleados legalmente es muy caro, y luego es casi imposible despedir un trabajador cuando ya no lo necesitas. Tenemos décadas de frustración laboral, con una tasa de 70% de informalidad en el empleo, porque nadie quiere cargar con el 60% de sobrecosto al trabajo exigido por las leyes peruanas. Es así de simple. Esta realidad no es otra cosa que el fiel reflejo de la sobreregulación estatal.
Lamentablemente el progresismo es ciego ante las evidencias de la realidad. Para ellos pesan más sus delirios ideológicos, sus clichés baratos como el "derecho al trabajo digno", la sacrosanta "estabilidad laboral" y los consabidos "derechos laborales". Toda esta indigesta parafernalia ideológica alrededor del empleo es lo que nos tiene con las patéticas cifras que hemos indicado, y esta situación penosa es la gran responsable de tragedias de explotación juvenil como la que acabamos de descubrir con horror en el edificio siniestrado, y otras muchas que aun no vemos.
Por desgracia, los intentos del gobierno por paliar el desempleo juvenil han sido respondidos por la juventud progresista con marchas de protesta, pues prefieren seguir ociosos, con un "desempleo digno", antes que trabajar sin las clásicas gollerías otorgadas por ley. Estos jóvenes progres prefieren vivir soñando con sus castillos ideológicos antes que trabajar formalmente. Lo peor de todo es que con esta actitud inmadura, condenan a miles de jóvenes pobres a recurrir a centros clandestinos de explotación laboral, bajo condiciones realmente penosas por carecer de alternativas.
Respondiendo al señor Dargent, habría que decirle que sí, la sobreregulación laboral es la gran responsable de la tragedia de explotación juvenil, y también es la sobreregulación y la sobreposición de responsabilidades diseminadas entre un sinnúmero de autoridades, la responsable de la falta de supervisión y del peloteo de las culpas. Menos Estado y menos regulación no implican menor autoridad ni menor rigor. Es todo lo contrario.
Respondiendo al señor Dargent, habría que decirle que sí, la sobreregulación laboral es la gran responsable de la tragedia de explotación juvenil, y también es la sobreregulación y la sobreposición de responsabilidades diseminadas entre un sinnúmero de autoridades, la responsable de la falta de supervisión y del peloteo de las culpas. Menos Estado y menos regulación no implican menor autoridad ni menor rigor. Es todo lo contrario.