Escribe: Dante Bobadilla Ramírez
El indulto del ex presidente Alberto Fujimori era un hecho cantado. Siempre estuvo en la agenda política del país y era un clamor popular que superaba el 60% en cada encuesta. Solo la cobardía de nuestros ex presidentes demoró una decisión que necesitaba de mucho coraje, pero sobre todo de un gran sentido de responsabilidad histórica. Personalmente pensé que Alan García otorgaría el indulto a Fujimori, pero no estuvo a la altura de tamaña responsabilidad. La edad y salud de Alberto Fujimori ya no permitían seguir postergando esta decisión, y PPK se sentía cada vez más apurado. Es cierto que no lucía muy convencido por sus alianzas con la izquierda y el antifujimorismo. Pero de alguna manera tuvo el valor para otorgarlo.
El indulto es una figura eminentemente política. No es una figura jurídica, no nace de la teoría jurídica sino de las necesidades políticas. Por lo tanto, el indulto está más allá de las discusiones jurídicas emprendidas por los leguleyos de uno y otro lado, especialmente de los especialistas en litigios de DDHH que pululan en las oenegés de izquierda, caracterizadas por su defensa del terrorismo. El indulto no tiene que ver con las culpas del pasado sino con las necesidades del presente, con la historia y el futuro. Es una carta que la Constitución le otorga al presidente para jugarla políticamente cuando estime conveniente. Sus fines son políticos. Así de simple. El resto es floro y leguleyada. La CIDH podrá mostrar su preocupación pero no está por encima de nuestra Constitución que es la carta que nos rige a los peruanos. Así que los rojos solo pueden hacer su berrinche y salir a hacer sus marchitas para gritar consignas y cargar pancartas, pero de allí no pasarán.
No hay que confundir el indulto político constitucional con el que reglamenta una ley para ser otorgada a presos comunes por razones humanitarias, de gestión carcelaria o de cualquier otra índole no política, para lo cual existe una comisión revisora y un procedimiento establecido. Ese indulto masivo y común procesado por una comisión no elimina la potestad constitucional de que goza el presidente para indultar y otorgar amnistías cuando estime conveniente, como un instrumento político para la marcha del país. El presidente no necesita justificar su indulto. Es su potestad. No tiene plazo ni trámite ni "debido proceso".
Desgraciadamente PPK adolece de un carácter pusilánime y ha firmado un indulto con mano temblorosa, escondido detrás de un informe médico que no necesitaba. Hacer pasar el indulto como “humanitario” para ver si los dementes de izquierda se quedan callados era en vano, es un detalle innecesario. El presidente puede indultar a cualquiera, incluso gozando de perfecto estado de salud. Es ridículo exigir que el reo esté a punto de morir para ser indultado. Eso solo cabe en la mente perturbada de un resentido que vive envenenado con su propio odio.
Toda esta cháchara en torno al indulto es pura mezquindad de la izquierda rencorosa y derrotada. Les ha caído como agua bendita al diablo. Se retuercen y vomitan fuego, claman a la CIDH, la ONU, Amnistía Internacional, WOLA, a todos sus secuaces del mundo entero quienes no han tardado en expresar su pesar, como el impresentable chavista español Pablo Iglesias. Todo el mundo ha metido su cuchara en el tema.
¿Por qué existe esta facultad constitucional para el presidente? Precisamente para manejar situaciones políticas. Muchos aluden a la coincidencia del indulto con la salvada de la vacancia por el disenso de diez votos fujimoristas controlados por Kenji. Esa historia no está confirmada, pero aunque fuera cierta no le quita validez al indulto porque es una carta política que la Constitución le da al presidente, y si ha decidido jugarla nadie lo puede cuestionar. Así es la política.
El indulto restablece la justicia. Pero no una justicia de nivel jurídico sino uno aun mayor que es la justicia histórica, aquella que hace un balance de la actuación política de un personaje durante cierto período importante para el país, y decide en función de ese balance. La justicia histórica es pues un balance de hechos históricos, no una formulación de cargos para probar la inocencia, que es la justicia legal del Perú, donde no existe presunción de inocencia. En ese balance histórico, el ex presidente Alberto Fujimori surge como uno de los más importantes gobernantes que ha tenido el Perú. No es eufemismo decir que Fujimori salvó al Perú. Es estrictamente cierto.
Además el indulto restablece la justicia sobre un hombre de talla histórica cuando ha cometido delitos y purga cárcel por un proceso que además fue bastante nefasto. El juicio de Fujimori fue una farsa. Eso lo sabemos todos. El juez San Martín fraguó una condena vil incluso antes del proceso, coordinando el caso con asesores españoles para buscar la fórmula que permita condenarlo a la mayor pena sin necesidad de pruebas. Así descubrieron y aplicaron la figura del autor mediato para los casos Barrios Altos y La Cantuta, como si Fujimori tuviera algo que ver en tales crímenes. Eso es simplemente una felonía legal dictada por un sicario más que por un juez.
A Fujimori se le han achacado secuestros que otros cometieron, crímenes que otros perpetraron. Se le ha acusado de robar 15 millones cuando lo cierto es que ese fue un chantaje de Vladimiro Montesinos para dejar el país y permitir la gobernabilidad. Ese dinero no lo tomó Fujimori para sí y al final fue devuelto al erario. Cometió errores tontos como allanar la casa de la esposa de Vladimiro Montesinos. En fin, hay una lista de cargos entre tontos y falsos que le sumaron 25 años de prisión tras una farsa de juicio donde la condena ya estaba lista antes del proceso. Ha cumplido casi 12 años de prisión. Ahora Fujimori bordea los 80 años y sigue siendo una figura gravitante de la política peruana. El pueblo no lo ha olvidado, todavía sienten enorme gratitud por él. Su indulto es más que justo y necesario.
Solo la miseria humana de ciertos sectores de izquierda y grupos infantiles sin conocimiento de causa pueden oponerse a este indulto. Alegar que no se está muriendo es patético y cruel, y prueba el nivel moral y el grado de odio en que viven estos sujetos. Para colmo, los jóvenes salen a marchar sin saber nada de lo que vivió nuestro país ni tener noción de la dimensión histórica de Fujimori. Son siempre los tontos útiles de la izquierda que se creen todos los cuentos que les cuentan. Pero hay que tomarlo con calma. Van a intentar revertir el indulto y hasta darle un golpe a PPK. Ya conocemos sus niveles de odio y locura. Pero no hay forma de revertir este indulto. Esperemos que los enfermos de odios no puedan llegar a extremos, como en el pasado. Es hora de voltear la página y mirar hacia el futuro. El Perú se merece entrar ya de lleno en el siglo XXI y pensar en el bicentenario en vez de seguir cacareando temas de los años noventa.