Este fin de semana los poderes fácticos lograron voltear la tortilla y convertir al contralor Édgar Alarcon de denunciante en denunciado. Es el precio que debe pagar por atreverse hacer su trabajo y cuestionar la adenda del gobierno al contrato de Chinchero, frenando otro escandaloso caso de farra fiscal en megaobras. La reacción no se ha dejado esperar. Empezó en el propio gobierno luego de dar marcha atrás dejando sin efecto el contrato, con la consiguiente renuncia del Ministro de Transportes Martín Vizcarra. De inmediato salió el premier Fernando Zavala a dar una conferencia con la pierna en alto. Se quejó de la Contraloría y del Congreso. Ese fue el santo y seña para que los medios caviares, y toda la mafia enquistada detrás de bastidores, emprenda la demolición del contralor con un furibundo ataque al fujimorismo.
Ahora ya no se habla más del negociado de Chinchero sino de los negocios del hijo del contralor. Le han puesto un puñal al cuello al fujimorismo para que lo denuncie y destituya, acusándolos de haber archivado una denuncia contra él. El alboroto se armó de tal forma que los mafiosos hoy parecen ser los luchadores anticorrupción, mientras que quienes destaparon los chanchullos millonarios de Chinchero figuran como los bandidos de la película. Ese es el arte que maneja la caviarada a través de sus medios, con sus ya clásicos psicosociales domingueros. Nadie les puede arrebatar la bandera de luchadores anticorrupción a ellos.
Pero el mito montado por la mafia es más falso que pisco chileno. En primer lugar, porque la opinión del contralor no es vinculante. Así que si el gobierno estaba seguro de las bondades de su adenda, podía haber seguido adelante contra viento y marea y sacar el aeropuerto de Chinchero. Pero se echaron para atrás por su propia voluntad y luego salieron a quejarse cual señoritas agraviadas por albañiles faltosos. Fuira de acá.
En segundo lugar, apelaron una vez más al recurso barato y relamido del antifujimorismo. Ya es una vieja costumbre que cualquier mamarracho en apuros salga a buscar amparo entre la chusma del antifujimorismo. Lo acaba de hacer el mismo Toledo, más falso que nunca, diciendo que lo quieren liquidar para que no impida la elección de Keiko. No se sabe qué está consumiendo Toledo en estos tiempos para que tenga tamañas alucinaciones. El ya es un cadáver político en descomposición, ya no tiene partido ni gente que lo siga. Los únicos que lo siguen son los fiscales y jueces. Es un apestado y la gente lo detesta. Pero siempre cree que apelando al antifujimorismo se puede ganar alguito. Es la táctica a la que recurre todo mamarracho político.
Y es lo mismo que ha emprendido el gobierno con su artillería mediática progre-caviar, tratando de llamar a las filas del frente amplio de zombies comecerebros del antifujimorismo patológico, para que vayan a linchar a la oposición en el Congreso. El fin de semana ha estado nutrido de columnas hepáticas y babeantes de odio, de connotados caviares antifujimoristas que no tienen ningún reparo en pedir la disolución del Congreso. Para ellos toda la culpa del fracaso del aeropuerto de Chinchero es del fujimorismo. Es más, cualquier cosa que haga o no haga el fujimorismo merece condena. Los caricaturistas siguen llenando los diarios con dibujos de Keiko. Se han dado un festín.
Sin embargo, la realidad es muy diferente. Los principales y más furiosos opositores a la adenda y al contrato de Chinchero han sido congresistas de Acción Popular, el Apra y el Frente Amplio, incluyendo a la ex candidata roja Verónika Mendoza. Es decir, ¿a qué viene tanto antifujimorismo? No tiene sentido, salvo que permite movilizar a los enfermos mentales del antifujimorismo patológico para que salgan a gritar contra el Congreso en vez de criticar al gobierno. Esa es toda la estrategia. Lo que quieren es mover el foco de atención hacía el Congreso.
También están tratando de que las críticas no se dirijan al gobierno sino a la Contraloría, a la cual han pintado de naranja tratado de vincularla con el fujimorismo para que la jauría salvaje y rabiosa del antifujimorismo se ocupen también de devorar al contralor. Y es que no hay tontos más útiles que los discapacitados mentales del antifujimorismo. Lo han demostrado en cada elección. Es por eso que todos tratan de utilizarlos. Y ahora el gobierno está sentado cómodamente viéndolos ladrarle con rabia canina al contralor y al Congreso, mientras piensan cómo recuperan algo de apoyo popular.
Así están las cosas. La pregunta es si la gente se va a tragar los cuentos de los medios, si van a caer en las trampas de la caviarada y el gobierno, si le seguirán el juego a los columnistas a sueldo que defienden al gobierno, o al fin tomarán conciencia de quiénes son los que en realidad manejan todo en este país desde hace bastante tiempo. Ya es hora de pararlos.