Por Felipe Cortijo
Ya es un hecho la deserción a los buenos principios de Humala Tasso. Ya es un hecho consumado el blindaje de los “nacionalistas”, aquellos que fungieron de amantes de la patria para llegar al poder, quienes desplegaron las banderas anticorrupción, hoy resultaron ser la peor lacra de delincuentes que quisieron apropiarse de Repsol. Parece que apoyarán a Toledo Manrique descaradamente, sin ninguna vergüenza, a pesar de las evidencias en su contra, para seguir contando con su apoyo político.
Humala Tasso empezó su carrera política con el mote de “cachaco mediocre” que le endilgara la doctora Martha Hildebrandt muy temprano. En realidad todo hace pensar que para ser presidente del Perú sólo hace falta ser un buen agitador social y mucha pero mucha vulgaridad en el lenguaje, los valores y principios que le acompañen, es decir, ser parte viva de la canalla, del vulgo, del pensamiento corriente del bajo mundo.
Es la misma forma de hacer política de Toledo Manrique, el título de Stanford no es más que mera entelequia para adornar lo que no se tiene, de lo que se carece: “decencia”. Y aquí es cuando se junta a él la señera figura de un soldado, de un ex militar que dice que sirvió a la patria en los momentos más difíciles de la historia republicana -cuando el Perú se desangraba en el combate interno contra el terrorismo de la izquierda- aunque hasta ahora nadie explique lo que realmente pasó en el pueblo de Madre Mía.
Aquí fue cuando Humala Tasso se mostró tal cual es, el talante de persona que es, y muy a su pesar el país en su mayoría ya empieza a mostrarle su desaprobación. Ahora intenta respaldar, a vista y paciencia de quienes lo eligieron, los enjuagues comerciales en el patrimonio de un corrupto. Le da un abrazo, se ríen juntos, así es Humala Tasso, mediocre, vulgar en sus gestos políticos, displicente con la honestidad, pusilánime en todo lo que debe de hacer: ¡Hasta hoy un viejo enfermo espera que la cobardía de un ex comandante del ejército peruano se atreva a otorgarle un indulto!.
No espero más del señor Humala Tasso, lamentablemente no se puede esperar nada de alguien así. La economía del país y el bolsillo de 30 millones de peruanos tendrán que esperar hasta que se alejen del poder esta clase de gentes, duchos en la componenda política, zorros en los malos manejos de la hacienda pública, pero estúpidos para generar riqueza. El peruano no vive de la politiquería de gente como Gregorio Santos, Wilfredo Saavedra o Marcos Arana, que deberían estar en la cárcel por agitadores, así de sencillo, pero en este gobierno se les respeta. ¡Cuánto daño ha hecho siempre el cacicazgo en todas las épocas!.
Al final, este es el problema de nuestra clase política, la vulgaridad en el poder, el gobierno de los zafios. Es muy sencillo ser vulgar, basta a veces llenar de hielo una copa de whisky con las manos, o dirigirse a la nación con chabacanerías como “Estado panzón” siendo uno un perfecto enano. Un estadista evitaria esa fácil vulgaridad, disciplinaria sus gestos y su manera de pensar forzándose así mismo, así lo pretendía Nietzsche: “Es preciso apelar a ingentes fuerzas contrarias para poder oponerse a este natural, demasiado natural, progreso hacia lo igual, al avance del hombre hacia lo semejante, habitual, ordinario, gregario, ¡hacia lo vulgar!”, (aforismo 268, Más allá del bien y el mal). Y en eso estamos.
BUENA TIO, ESOS DOS SON UNOS HIPOCRITAS
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