Escribe: Dante Bobadilla Ramírez
Esta es la campaña presidencial más aburrida de todos los tiempos. Y es que esta vez el modelo económico no está en riesgo como en otras ocasiones. Habría que recordar el terror que se apoderó de la nación con el regreso de Alan García en el 2001, todavía con el olor del peor presidente de la historia, causante de la mayor debacle nacional desde la guerra con Chile. Solo por eso tuvimos que votar por el impresentable Alejandro Toledo.
En la campaña del 2006 se repitió la historia con la aparición del chavista Ollanta Humala, incluso con la intromisión del mismo Hugo Chávez en persona, atacando a Alan García como "ladrón de siete suelas" y defendiendo a su peón Ollanta Humala. Desgraciadamente en esta ocasión tuvimos que votar por Alan García, quien juró haber aprendido la lección, aunque seguía combatiendo el TLC con EEUU que prometió eliminar y no lo hizo.
En el 2011 tuvimos- sin ninguna duda- la campaña más asquerosa de toda la historia republicana con el cargamontón antifujimorista contra Keiko. La pestilencia de esa campaña fue tal que prefirieron endiosar en el poder a un trepador sin oficio como Ollanta Humala. Hasta Mario Vargas Llosa se sumó a la campaña antifujimorista, junto con el lupanar de progres pulpines reclutados por las ONGs marxistas que organizaron corsos y colectivos.
Pero en esta ocasión las aguas están más calmas. Si no fuera por el escándalo desatado alrededor del plagiario César Acuña y sus títulos falsos, la campaña caería en la modorra porque hasta el antifujimorismo ha decaído. Claro que nunca faltan los enfermos mentales del antifujimorismo, que ya es una patología mental en el Perú, y siguen con su obsesión enfermiza hablando del gobierno de los 90, persisten en sus condenas y memorias, y atormentan al ciudadano con el estúpido refrito delirante de que Keiko no ha deslindado con su padre, no ha condenado el pasado, no ha calificado de tal o cual forma el gobierno de los 90, etc. Esa cantaleta repetitiva es parte de lo que aburre en esta campaña.
Estamos ya en pleno 2016 pero la cofradía de obsesionados con los 90 siguen combatiendo a Keiko sacando asuntos del gobierno de su padre, como las esterilizaciones forzadas. En el colmo de la bajeza le restriegan que no defendió a su madre, vuelven a sacar por cuchucienta vez la financiación de sus estudios (tantas veces investigados y aclarados) le sacan cosas burdas al marido, etc. Realmente debe ser agotador para Keiko tener que enfrentar toda esa miseria. La prensa de izquierda no habla más que de los años 90 reavivando mitos. Ya no tienen nada original que mostrar. Todo es una cansada repetición de lo mismo. El pueblo está aburrido de eso y solo los muy fanáticos siguen la corriente. En realidad ya es un oficio de izquierda rajar de Fujimori. Hay gente que no hace otra cosa que rajar de Fujimori. Ya deberían fundar su iglesia antifujimorista.
Si quisieran confrontar a Keiko, deberían hacerlo por su ambigüedad en el presente, por sus idas y venidas en el apoyo a reformas y leyes de este gobierno, por sus planteamientos estatistas y su apoyo a los programas sociales, por su falta de coherencia ideológica, etc. Hay muchas cosas más importantes del presente por las que se pueden criticar en Keiko antes que por la experiencia de los años 90 con las que ella nada tuvo que ver. Pero la mediocridad de la prensa peruana es patética. Solo piensan en el cargamontón antifujimorista con refritos y mitos. El pasquín progresista La República le ha dedicado varias portadas a las torturas de Susana Higuchi como si acabaran de ocurrir ayer. Y lo hacen para criticar a Keiko. ¿Se puede ser más imbécil en el periodismo político?
Más allá de estos detalles secundarios y lamentables, esta campaña languidece en la mediocridad más absoluta de ideas. Nadie plantea nada importante. Todos apuntan a más programas sociales y a más estatismo. La reforma del Estado brilla por su ausencia. De Alan García solo cabe esperar más de lo mismo: más ministerios. César Acuña ya debería renunciar y desaparecer para siempre de la política. PPK, siendo el más audaz, se muestra temeroso de ofrecer más reformas. El baby saurio Julio Guzmán navega en la más absoluta incoherencia ideológica. Es un comodín que ajusta su discurso a la situación, por lo que no le importa decir una cosa hoy y otra mañana. Ha apostado todo a su eslogan de campaña "la gente ya está cansada de lo mismo" y "yo soy el nuevo". Pero no es más que otro trepador sin ideas claras.
De los demás candidatos mejor ni hablar. Bernechea se cree muy original robándole a Manuel Dammert la idea de renegociar los contratos del gas, que fue también el caballito de batalla de Ollanta Humala, junto con el gas a 12 soles. Eso es todo. Apagamos la luz, cerramos el local y nos vamos. Así como van las cosas, parece que esta vez nada impedirá que Keiko llegue a la presidencia, a pesar de todo. Esperemos la segunda vuelta para confrontarla con sus ideas y planteamientos, porque por ahora los idiotas de la prensa todavía siguen sumidos en los años 90.