La reaparición del senderismo, vivito y coleando, parece que ha tomado por sorpresa a muchos. Sin embargo, es un hecho bien conocido que Sendero Luminoso nunca desapareció. Solo fue derrotada militarmente en los 90 pero el partido o movimiento se mantiene vigente y renovado, pues muchos jóvenes integran las huestes del neo senderismo, lo cual no es tampoco ninguna novedad. Los jóvenes siempre han servido de tontos útiles a las izquierdas de todos los pelajes. Solo basta recordar que los últimos terroristas abatidos del MRTA en la residencia del embajador del Japón eran todos jóvenes que frisaban los veinte años, con la sola excepción de su líder, Nestor Cerpa Cartolini.
El diario de izquierda, La República, sostiene hoy en su editorial que es "irresponsable" sugerir que el terrorismo puede reactivarse. Habría que preguntarles por qué están tan seguros de que eso no puede ocurrir, pues es como asegurar que un perro rabioso que ya antes mordió no lo volverá a hacer. Uno nunca puede estar seguro de lo que harán estos desquiciados de la izquierda más delirante del país. Sendero Luminoso no es cualquier cosa, es la agrupación más sanguinaria del planeta. Ellos no han renunciado a su ideología marxista-leninista-maoista ni al "pensamiento Gonzalo". Solo están en otra etapa de su lucha. Por ahora lo que buscan es liberar a Abimael Guzmán y demás líderes mediante el expediente de la "reconciliación nacional" a través de una amnistía general. Vaya uno a saber lo que harán después estos angelitos del terror de izquierdas.
La tranquilidad que muestran hoy en la izquierda se parece mucho a la pasividad de toda la clase política en los años 70, cuando toda la izquierda era un manicomio repleto de dementes y zombies desesperados por iniciar "la lucha armada del campo a la ciudad" mediante su alucinada "alianza obrero-campesino-estudiantil". Todos los grupos de izquierda tenían en su programa político el inicio de la lucha armada. Solo discutían por el momento del inicio. De todo ese pozo séptico de dementes que era la izquierda setentera, solo dos grupos se atrevieron a dar el salto a la "guerra popular", que de popular no tenía nada. Los dementes de izquierda se la pasaban hablando de "las masas" pero nunca tenían masas. Era siempre cuatro gatos enfermos peleándose entre ellos. Solo hacía falta la aparición de un líder mesiánico, dueño de una prédica alucinada para engatusar a un grupo de jóvenes hasta llevarlos a tomar las armas y asesinar en nombre de su paraíso comunista.
Hoy la izquierda nos dice que no exageremos, que no pasa nada. Sin embargo hay que tomar nota de que la seguridad ciudadana está en crisis, la Policía Nacional está en crisis, las cárceles están en crisis y hasta el Poder Judicial está en crisis, para variar. Y es en medio de las crisis donde florecen las bacterias de la izquierda. Infectan el país al igual que en un cuerpo enfermo. Los jóvenes, en medio de su ignorancia y crisis psicológica, son presa fácil de los predicadores del odio. Allí están los contingentes juveniles que han mamado antifujimorismo rabioso en los últimos 15 años. No saben nada de la izquierda ni del terrorismo pero cacarean de memoria todos los mitos contra Fujimori, son parte de los colectores progres que marchan contra Keiko estigmatizando al fujimorismo con el refrito de la corrupción, mientras se deja de lado el terrorismo y su origen en la ideología funesta que toda la izquierda comparte, aunque ahora estén disfrazados de defensores de los DDHH y del medio ambiente. Disfraces que en el fondo les ha permitido defender a sus terroristas, por un lado, y oponerse a las grandes inversiones que el país necesita en la minería, por otro.
Este país ya debería estar curado de izquierdas. El socialismo impuesto por el velascato en los 70 y refrendado por la Constitución del 78, más el terrorismo de la izquierda en los 80, nos llevó a la peor crisis de nuestra historia. Si a esto le sumamos el mal ejemplo de Cuba y Venezuela, pues resulta difícil entender por qué la juventud le sigue prestando oídos a la izquierda.