miércoles, 31 de marzo de 2021

No existe identidad de género


Escribe: Dante Bobadilla Ramírez

Como ocurrió en Constantinopla, cuando los sacerdotes se pusieron a discutir sobre el sexo de los ángeles mientras las tropas turcas sitiaban la ciudad, ahora en el Perú los congresistas se han puesto a discutir sobre la “identidad de género” en medio de una pavorosa pandemia en su pico más alto de mortandad. Esas son las prioridades del progresismo nacional. Una vez más se alborota el gallinero de izquierda con un proyecto de ley sobre el “género”, una de las causas más obsesivas del progresismo mundial. 

Los fundamentos que suelen esgrimir los defensores de la “equidad de género” pasan por tautologías retóricas que apelan a la autoridad incuestionable de tratados e instituciones internacionales, erigidas como los oráculos de la verdad en el mundo, ante los cuales solo queda agachar la cabeza. Pero lo cierto es que no existe ningún fundamento racional en el ardid de ampararse en un tratado, acuerdo, sentencia o encíclica, para que una nación deba ordenar su existencia bajo tales parámetros universales, acogiendo modismos ajenos a su propio sentir, modos de vida, tradiciones y cultura. Una nación debe regirse por sus propias normas surgidas desde su realidad sociocultural, tradiciones y costumbres, así como sus propias concepciones. Imponerle otras perspectivas es violentarla.

Podríamos decir, en este mismo orden de ideas, que se debe respetar la identidad cultural de cada pueblo y no someterlas a la imposición  de doctrinas extrañas, elaboradas en laboratorios ideológicos de entidades de carácter global creadas para otros fines. El Derecho no puede ser impuesto desde entidades globalistas exigiendo el acatamiento de concepciones extrañas al sentir y vivir de cada nación. Lo mismo que se exige para las comunidades nativas, vale para toda una nación: respeto a su identidad cultural.

Eso en cuanto a los argumentos jurídicos que se alegan como fundamento para imponer lo que se llama la “identidad de género”. Lo otro es el relamido argumento de la igualdad, convertido en dogma de fe del progresismo. Una aberrante pretensión ideológica que quiere pasar por encima de la realidad. No existe ninguna clase de igualdad en la realidad social humana. Cada persona es única. Cada familia es única. Cada pueblo y nación es único. No existe igualdad. Lo más que se puede pretender es que todos seamos tratados iguales por el Estado, pero ni eso es correcto porque el Estado debe hacer diferencias entre menores y mayores de edad, entre gestantes y madres, entre adultos mayores, etc. 

Es alucinante cómo se le ha impuesto a la gente el dogma de la igualdad. A tal punto que en muchas ocasiones ya es un delito hacer algún tipo de discriminación. Es decir, debemos anular una facultad mental, contener la risa, evitar un comentario, abstenernos de un silbido o un piropo para no caer en el delito. Nos obligan bajo leyes totalitarias a no hacer ningún tipo de discriminación bajo amenaza de ser castigados por la Santa Inquisición del progresismo. ¿Qué clase de dictadura de la bondad es esta? Es todo un atentado a la libertad. Hemos vuelto a la Edad Media en que cualquier idea contraria al dogma de fe se castigaba.

Y ahora resulta que un disfraz, un sentimiento y hasta una tara biológica determinarán lo que es una “identidad de género”. Vaya disparate. Una identidad es algo que identifica a alguien, y por lo tanto debe estar fundado en caracteres naturales permanentes, los cuales ya se anotan desde el nacimiento. Es absolutamente ridículo sostener que son parte de una identidad los elementos ideológicos y conductuales de una persona. ¿Qué clase de doctrina es esa? Es un absurdo jurídico elaborado expresamente para dar cabida a las diferentes versiones de conducta sexual o “de género”. El género no es nada más que una manera de designar a las diferentes formas de ejercer la sexualidad, pero eso no cambia el sexo que es lo constante. Sin embargo, el proyecto de ley que pretende aprobar el Congreso peruano permite que cualquiera pueda alterar y falsear su sexo en un documento de identidad. Claro que eso es solo el comienzo. Aprobado esto ya puede venir cualquier otra barbaridad semejante, como declarar ya no el sexo sino el “género”. Es abrir la puerta al delirio. 

De aprobarse esta ley, se estaría consagrando una gran variedad de trastornos de la sexualidad como elementos de identidad personal. Y si eso vale para el sexo ¿por qué no para otros trastornos? Hasta podrían añadir características de conducta sexual como ser voyerista, fetichista, pedófilo o exhibicionista, dentro de una “identidad de género”. ¿Qué tal? 

La sexualidad es una parte muy compleja del individuo que depende no solo de un par de cromosomas, sino de una serie de procesos delicados, precisos y complejos que se producen durante el desarrollo embrionario. Una falla en cualquier parte de esta cadena de procesos da lugar a un trastorno específico de la sexualidad que se presentará en cualquier momento de la vida del individuo. Pueden ser trastornos en la producción hormonal o en el procesamiento cerebral de las señales sexuales, etc. Son muchas variables que no tienen nada que ver con el “desarrollo de la personalidad” ni con la “construcción social del género”, como afirman los teóricos charlatanes de la ideología de género. 

Es cierto que las personas pueden desarrollar su sexualidad de mil formas. ¿Y eso qué? Del mismo modo pueden desarrollar sus afectos sociales, sus ideas políticas, sus preferencias laborales, etc. Así es el desarrollo personal. ¿Por qué otorgarle un carácter especial a las formas en que manifiestan su sexualidad? Después de todo, la sexualidad es algo íntimo más que social. Las características externas de apariencia y comportamiento sexual forman parte de muchas otras expresiones de la personalidad. No hay por qué desligarlas, y menos para usarlo como elemento de identidad. Es absurdo. 

Antiguamente se consignaba la raza en los documentos de identidad. Eso diferenciaba a un Juan Pérez de raza blanca, de un Juan Pérez de raza negra. Era un elemento natural, útil y permanente que servía como rasgo de identidad. Pero a la cucufatería progresista le pareció indignante usar la raza y la eliminaron. Ahora pretenden emplear una fantasía sexual como rasgo de identidad. ¿Tiene eso algún sentido racional?

Las personas son libres de ejercer su sexualidad como les plazca, sin que eso sea un rasgo de identidad. Las que sufren un trastorno de la sexualidad deben ser tratadas con respeto, como corresponde, pero ellos no están en condiciones de exigir que se les haga leyes especiales para que su “identidad” dependa del trastorno específico que padecen. Un hombre que se mutila los genitales, que se acuesta con otros hombres o que se viste de mujer sigue siendo un hombre. Un “trans” es cualquier cosa que se sienta ser, pero eso no puede determinar su identidad legal, porque eso abre puertas que dan acceso al caos. Si alguien quiere cambiar su nombre de Guillermo a Gahela, nadie se lo impide. Puede hacerlo. No hace falta ninguna ley de “identidad de género” para hacerle un favorcito a los amigos.


La ensalada provida de Agustín Laje

 


Escribe: Dante Bobadilla Ramírez

“¿Cuándo empieza la vida?” pregunta el agudo polemista Agustín Laje. “Dime: ¿cuándo empieza la vida?” insiste y arrincona a su oponente, la libertaria Gloria Alvarez. “¿Acaso no empieza en la concepción?” inquiere impetuoso el defensor de la vida. “¡Quiero que me respondas a eso!” gruñe Agustín y luego añade con total convicción: “toda mi argumentación girará en torno a la ciencia, la biología, la embriología y la genética, además de la filosofía y la metafísica”. Luego espera ansioso y con aires de triunfo asegurado la respuesta de su oponente.

Aunque lo parezca, obviamente esto no es un debate científico. No existen esta clase de debates en la ciencia. Y aunque muchas disciplinas científicas parecen estar comprometidas en la polémica, ninguna tiene nada que decir sobre el tema real del debate que es el aborto. ¿A qué viene entonces toda esta ensalada argumentativa? Es un artificio retórico para confundir al oponente y al auditorio apelando a la falacia de autoridad mediante la manipulación de la ciencia. Pero lo cierto es que ninguna de las ciencias aludidas dice absolutamente nada sobre el aborto.

El polemista provida argumenta a su manera tratando de hacer escarnio y burla de su oponente. Es un ilusionista del verso que mediante artimañas retóricas es capaz de transfigurar un cigoto en un "ser humano autónomo", luego en "persona humana" y enseguida en "sujeto de derechos", afirmando finalmente que "el aborto es un asesinato". Más aún: "el asesinato de un ser inocente". Ha saltado como un grillo desde la embriología a la genética, para dar un triple mortal girando en el aire hacia la filosofía, y en maniobra veloz llegar hasta la política y deslizarse rápidamente al Derecho y terminar en la esquina de la moral. Maniobra impresionante para convencer al auditorio de su trascendental verdad.

Sus seguidores aplauden extasiados afirmando que el filósofo provida venció sustentado nada más que en la ciencia, sin apelar a la religión en ningún instante. Aclaración necesaria habida cuenta de que el susodicho, Agustín Laje, es miembro de una cofradía de fe, y que la causa provida es -en su esencia pura- una causa de fe, promovida y financiada por la iglesia católica y otras confesiones cristianas, y sustentada básicamente en la Biblia y encíclicas papales. No obstante, semejante proeza retórica del filósofo provida apeló a una arrogante “argumentación científica, filosófica y metafísica” para determinar que las niñas violadas deben parir a sus hijos, y para despojar a la mujer de toda capacidad de decisión sobre su propio cuerpo, vida y destino como mujer y persona humana. Hasta un cigoto tiene más derechos y prerrogativas que una mujer, según la visión provida. Pero vayamos a la verdad.

No es la primera vez que se invoca a la ciencia para justificar proyectos totalitarios. Hasta la segregación racial se justificó mediante argumentación científica. Está de moda en estos días, pero en otros tiempos se invocaba la Biblia para defender la esclavitud y hasta los abusos contra los negros. No son pocos los que aun desglosan versículos bíblicos para amparar la segregación de los homosexuales y la sumisión de la mujer ante el hombre. Sin embargo, nada es más efectivo hoy que invocar a la ciencia. Aunque sea de cualquier manera. ¿Quién lo va a notar? ¿Dice la embriología que la mujer no puede interrumpir su gestación? ¿Asegura la genética que el ADN otorga derechos de ciudadanía? ¿Afirma la Biología que el embrión es persona humana? No. Nada de eso dice.

Todo ese artificio discursivo es solo fanfarronada y charlatanería destinada a ocultar las originales razones de la causa provida, que no tiene nada que ver con la vida sino con la mujer. Es la mujer el verdadero objetivo del acoso y persecución moral del cristianismo por ser la pecadora, la culpable de la desgracia de la humanidad al desobedecer al Creador en el Paraíso. Es la incitadora del pecado de la carne y la lujuria. Es la tentación demoniaca que lleva a los hombres a la perdición, pues obnubila su pensamiento haciéndole perder su santidad y su devoción por Dios. La única mujer digna es la mujer virgen. Si fue mancillada por el sucio pecado del sexo, lo único que puede devolverla a la gracia del Señor es la maternidad. La única razón bíblica de la mujer es acompañar y servir al hombre y procrear sus hijos. Es la voluntad de Dios y el sentido de su gloriosa creación. Nadie puede osar cambiar ese designio divino. Así es como piensa toda la cofradía provida. Su causa es una misión de fe: hacer que la mujer cumpla el designio divino: parir con dolor.

Pero es más prudente en estos días intentar una argumentación científica para negarle a la mujer su independencia y autonomía, para impedir que haga de su vida lo que quiera, para evitar que pueda controlar su maternidad y -más aun- su sexualidad. Y nada mejor que disfrazar esta cruzada de fe y toda esta misoginia histérica como un noble interés por la vida. Aunque los únicos embriones que le preocupan a los provida son los que están en el útero de la mujer, no los miles de embriones congelados en laboratorios y que son eventualmente desechados. La moderna idolatría del “no nacido” devuelve a la mujer a su segundo plano, a su rol accesorio. Incluso la invisibiliza totalmente. No existe. No tiene derecho a nada, salvo a parir y cumplir con su misión divina. 

No es casual ni gratuito que las feministas hayan identificado a la iglesia católica como el principal símbolo de la opresión cultural de la mujer. Los conservadores creen que se trata de una “guerra cultural”. Puede ser, pero lo cierto es que no todos los aspectos anacrónicos de nuestra cultura son defendibles, ni apelando a la Biblia ni comprometiendo falazmente a la ciencia.


domingo, 7 de marzo de 2021

El escándalo de las vacunas chinas


 Escribe: Dante Bobadilla Ramírez

Un nuevo escándalo alborotó el gallinero político del Perú, luego que el periodista Beto Ortiz revelara en su programa de Willax, los resultados preliminares del estudio que sobre las vacunas de Sinopharm se están haciendo en la Universidad Cayetano Heredia. Beto Ortiz acompañado del Dr. Ernesto Bustamante, informó que los resultados del ensayo clínico de la vacuna contra el COVID-19 de Sinopharm habría arrojado una eficacia del 33.3% en el caso de la cepa de Wuhan y de 11.5% para la cepa de Beijing.

Consultada al respecto, la doctora Coralith García, nueva investigadora principal del ensayo clínico de la UPCH, indicó que la información difundida es “preliminar”.

“Esa información está basada en los resultados PCR positivos. Ahí no dice si es un caso leve, moderado o severo, asintomático o sintomático”, señaló la investigadora al precisar que para evaluar la efectividad de una vacuna se deben medir los casos sintomáticos. Esa información limpia no la tenemos en este momento. Vamos a contar con esa información en un tiempo futuro, digamos 8 semanas”, añadió.

En todo caso el debate quedó abierto para la gran mayoría que desconoce los detalles técnicos y las nomenclaturas de laboratorio. La duda quedó flotando y las iras también, sobre todo debido al ambiente de secretismo en que se han desarrollado los tratos entre el gobierno y los chinos, algo que se arrastra desde la funesta gestión de Martín Vizcarra, en la que incluso se inició el escándalo del vacunagate, que prosiguió en esta gestión de Sagasti, y que le costó el puesto a dos de sus ministras.

La gente no confía en el gobierno ni en el Estado en general después del desastre que han provocado en la pandemia. No han sido capaces de comprar a tiempo las vacunas ni los respiradores ni las plantas de oxígeno, ni de acondicionar los hospitales que están a medio construir, ni repartir la ayuda económica ni de pagar al personal sanitario. Nada de nada. Todo lo que hace el Estado lo hace tarde y mal, si es que lo hace. La mejor especialidad del Estado es ponerle trabas a todo. 

Esto no ha cambiado con la gestión de Sagasti, quien muy suelto de huesos ha salido a decir que no puede comprar las vacunas de Astrazeneca porque “ellos no han iniciado el trámite de su registro ante la Digemid”. Es decir, en plena pandemia seguimos con la misma mentalidad burocrática de siempre, donde los trámites y las licencias ante entidades del Estado son lo primero. Es decir, el pueblo peruano tiene que esperar los seis y ocho meses que le tomará a la Digemid tramitar el registro de Astrazeneca y otras vacunas que ya se están aplicando en el mundo desarrollado y que ya cuentan con aprobación de las entidades reguladoras más importantes del mundo.

¿Cuántos peruanos morirán mientras los burócratas del Digemid pasean los documentos de oficina en oficina hasta otorgarles la respectiva licencia a las vacunas? Esto por supuesto indigna a la población. Más aún cuando en el caso de la vacuna china no esperaron nada para empezar el negociado. Solo hicieron falta, por lo que parece, unas cuantas vacunas de obsequio. Así es como se conducen los gobiernos de Martín Vizcarra y de Francisco Sagasti, que son prácticamente lo mismo. Primero están sus intereses y los de sus amigos, para todo lo demás primero están los requisitos burocráticos. 

Lo más penoso de este escándalo de los resultados preliminares ha sido la actitud de esa casta de politiqueros y periodistas adulones del régimen y dependientes de la mermelada, pues han salido despeinados y alterados a gritar maldiciones contra Willax y Beto Ortiz, pidiendo que se cierre ese canal y se denuncie al periodista por no sé qué cargos. De hecho ya han aparecido denuncias de indignados anónimos.

La oportunidad dio paso también para que el candidato morado Julio Guzmán, hiciera su aparición pública para exigir toda clase de sanciones contra la prensa incómoda de Willax y hasta contra el candidato Rafael López Aliaga, quien en una entrevista opinó que el gobierno de Sagasti debe ser cesado por el Congreso, sugiriendo que se nombre al general (r) Otto Givobich en la presidencia. Esto provocó el ataque histérico de Julio Guzmán, quien salió despavorido a chillar ante la prensa toda clase de adjetivos, desde “golpista” hasta “sedición”. En suma, la reacción de esta gente ha sido patetica.

Es obvio pues que estamos ante una cofradía corrupta que se ha atornillado en el poder por puros enjuagues y chantajes callejeros, y que carece de representatividad. ¿A quién representa Sagasti? Un presidente designado entre rojos y morados en un Congreso donde solo son el 10% y luego de obligar a la mayoría a no poner candidato, bajo el chantaje de las hordas salvajes que salieron a las calles en defensa del régimen corrupto de Vizcarra, como lo manifestó públicamente Julio Guzman, exigiendo la reposición del vacado.

Este gobierno carece pues de representatividad. Y si está tan tranquilo en el gobierno es porque ha seguido la misma fórmula de Vizcarra que consiste en comprar la conciencia de la prensa con publicidad estatal, y el apoyo de la mafia caviar oenegera con contratos de asesoría y consultorías.