martes, 24 de noviembre de 2020
Cómo la mafia controla el poder en el Perú
domingo, 15 de noviembre de 2020
Un golpe callejero de la mafia
jueves, 12 de noviembre de 2020
La marcha de los borricos
Escribe: Dante Bobadilla Ramirez
No nos dejemos engañar. Todos estos marchantes callejeros han salido a defender al corrupto de Vizcarra, al que habían convertido en su héroe luego de que les diera el gusto de cerrar al odiado Congreso “fujiaprista” disfrazado de luchador anticorrupción. Y ahora estos infantes salen con el relamido cuento de que marchan contra la corrupción. Pero si son un chiste.
En este país ya estamos cansados de tantos luchadores contra la corrupción. Tenemos veinte años soportando a esta plaga de luchadores contra la corrupción. Y ahora nos vienen con otra marchita contra la corrupción, justo después de que el Congreso vacara al ídolo de los rojos, progres y caviares, precisamente por corrupto, embustero y traidor. Pero ojo: los marchantes dicen que no es por Vizcarra sino contra Merino. ¿Cuál es el problema de Merino? Hasta donde se sabe, solo es el heredero de la banda presidencial. Quienes vacaron al felón de Vizcarra fueron 105 congresistas de todas las bancadas, incluyendo rojos, naranjas, azules, verdes y descoloridos. Solo faltaron los morados. ¿De qué acusan a Merino?
Obviamente ni los chibolos que han sido arriados a las calles saben por qué marchan ni qué es lo que quieren. Solo han salido a desatar su frustración porque sacaron a su corrupto favorito. ¿Por qué no marcharon contra Vizcarra cuando ya eran evidentes las pruebas de sus coimas? Lo decente hubiera sido que los jóvenes indignados salieran a marchar exigiendo la salida de Vizcarra por corrupto y ladrón. Pero no. A este corrupto lo aguantaron sin asco. Y es que no hay nada más falso en el Perú que la pose anti corrupción. Todos los ladrones han usado el mismo disfraz de luchador anticorrupción. Es como un accesorio de la banda presidencial. Y todos los tontos útiles de la mafia han salido a las calles a protestar utilizando el pretexto de luchar contra los corruptos. Así fue como los hicieron marchar una y otra vez contra Keiko, mientras defendían a los corruptos fiscales que negociaban con Odebrecht la manera de salvar sus intereses y utilizar el caso para perseguir a los rivales políticos de la mafia.
Los que se pasaron los últimos veinte años posando como defensores de la moral y la democracia, llenándose la boca de condenas al fujimorismo y los noventa, y lloriqueando cada cinco de abril por el cierre del Congreso, por los diarios chicha, la persecución de políticos, la captura de la Fiscalía, la compra de la prensa, etc., terminaron finalmente apoyando al corrupto autoritario de Vizcarra que pisoteó todas las instituciones, aplaudieron su golpe de Estado para mantener al Tribunal Constitucional de la mafia, apoyaron la prostitución de la prensa que hoy es mil veces peor que la prensa chicha de Montesinos, alabaron la captura feroz del Ministerio Público luego de una guerra de gánsteres contra Chávarry, callaron ante la presencia de mediocres en el gabinete elegidos solo por sus cualidades serviles, cerraron los ojos ante las evidencias de la corrupción de Vizcarra en su gestión. Ya pues, no frieguen.
Ahora no hay nadie que pueda vendernos el cuento de la lucha contra la corrupción, y mucho menos los que le sirvieron de guaripoleras a Vizcarra. Toda esa mafia de oengés de izquierda que han vivido del Estado corrupto, los ilustres caviares que pasaron por algún ministerio o sirvieron de asesores ya están descalificados para dar lecciones de moral. Todos han sido concubinos de la corrupción. Al fin se les acabó el cuento del antifujimorismo con que les lavaron el cerebro a los chibolos de la generación milennial. Ya no hay fujimorismo a quién echarle la culpa de nada. En el escenario solo están Vizcarra y sus caviares. Y ahora mandan a sus chibolos imberbes a marchar contra la corrupción. No sean payasos.
Pero los chibolos marchantes no están solos. Ellos solo son los tontos útiles de la izquierda, prestos a salir al primer campanazo de las oenegés pro terrucas, de los centros federados de estudiantes terruquitos, de los sindicatos comunistas infiltrados por terrucos y de los partiduchos de izquierda violentista que siempre se apoyan en la juventud por su idealismo y estupidez natural. A ellos se suman los trepadores que quieren liderar a las masas. En el 2000 le funcionó muy bien a Toledo, quien se puso la vincha y apareció como el gran timonel guiando la marcha de los cuatro suyos. Ahora es Julio Guzmán disputándose ese rol con Verónika Mendoza, aunque parece que a estos chibolos no les caen en gracia.
No podemos dejar de lado el rol de la prensa mermelera que no ha dejado de dar amplia cobertura a las marchas infantiles contra Merino. Conductoras sin decoro no tienen reparos en apoyar a los vándalos y convocar a los “ciudadanos” a plegarse al caos callejero. Juristas y políticos en busca de cámaras hablan de un supuesto “derecho a la protesta” que no existe en ningún lugar de la Constitución. Incluso el siempre desubicado Defensor del Pueblo ha mentido cobre este tópico, repitiendo el mito de que hay un “derecho a la protesta”. Mientras tanto, la marcha que no tiene ningún sentido práctico real ni objetivo político claro, empieza a ser capitalizada por la izquierda radical para pedir “nueva Constitución”. Parece que todos están dispuestos a dinamitar a la República. Unos por sus intereses políticos y otros por su estupidez.
Hay que estar atentos. No debemos permitir que la izquierda utilice a los jóvenes como carne de cañón, buscando generar un caos que lleve a una ruptura constitucional grave. Es todo lo que les queda por hacer ya que no tienen ninguna otra posibilidad. Seamos firmes en la defensa de la República. Cuidado con los jóvenes que son los tontos útiles, con las guaripoleras de la prensa prostituta y con los politiqueros y juristas de alquiler. Esos no tienen conciencia.
martes, 10 de noviembre de 2020
La caída de Martín Vizcarra y la mafia caviar
Escribe: Dante Bobadilla Ramírez
Finalmente el Congreso decidió vacar al presidente Martín Vizcarra, en una corta sesión y con una abrumadora mayoría de más de los dos tercios requeridos. Así termina la turbulenta era de Vizcarra que comenzó con un acto de traición en marzo del 2018. Su vacancia fue una especie de justicia divina, ya que Vizcarra había cerrado el Congreso anterior en una bravuconada típica de todo dictador que usa el apoyo popular y mediático para hacer su entera voluntad, pasando incluso por sobre la ley y la Constitución. Anoche, el Congreso que fue fruto del golpe de Estado perpetrado por Vizcarra, le devolvió el gesto.
Describir el panorama tras la vacancia nos da una idea precisa de quiénes estaban detrás de Vizcarra, encaramados en el poder y en el usufructo del dinero público. En primer lugar están las guaripoleras de la prensa que no tardaron en gruñir contra el Congreso, al que llenaron de epítetos de toda clase. Algunas incluso lucieron al borde de las lágrimas en la pantalla del televisor. La mayoría de estos periodistas -que hace tiempo olvidaron los principios de su profesión para convertirse en activistas de Vizcarra- llamaron “golpe” a la vacancia, y no faltaron quienes alentaban a los ciudadanos a salir a protestar. Esa es la prensa prostituida por el gobierno que nos deja Vizcarra. Nunca la prensa había caído tan bajo en este país. Como dicen quienes tienen memoria: las guaripoleras de Vizcarra ganaron por goleada a las geishas de Fujimori. Y es que la era Vizcarra ha superado con creces todo lo visto en los noventa.
Luego aparecieron los indignados caviares, muchos de los cuales sirvieron al régimen como asesores y hasta gurús de las reformas políticas perpetradas con autoritarismo por Vizcarra. Fueron los primeros en ser llamados por la prensa vizcarrista para que muestren su indignación ante el público. Abrazados periodistas y caviares, se pusieron a rajar en vivo y en directo del Congreso, y no paraban de asustar a la gente con el cuco de la postergación de las elecciones, cuento inventado por ellos mismos y repetido hasta el cansancio. Enseguida fueron llamados a opinar los constitucionalistas de bolsillo acostumbrados a las interpretaciones alucinógenas de la Constitución para avalar las tropelías de Vizcarra. Allí fue cuando Omar Cairo llamó “golpe de Estado” a la vacancia e invocó a las FFAA a no obedecer a “un gobierno usurpador”. Ya antes habían dado varias vueltas al universo dilucidando lo que significaba la “incapacidad moral permanente”, tratando de que Vizcarra no encaje en esa definición.
Por último está la plaga entera de la izquierda variopinta, que no tardó en salir a las calles a armar sus clásicos berrinches y llenar las redes sociales con su activismo desbocado. Políticos de pacotilla como Julio Guzmán y Verónika Mendoza se mostraron “indignados” por lo que llaman “golpe”. Y son los mismos que le pedían a gritos a Vizcarra cerrar el Congreso anterior como sea, y que luego aplaudieron emocionados el golpe express de Vizcarra. Es así como se conducen estos hipócritas de la izquierda que nunca han sabido defender la democracia ni las instituciones ni la Constitución. Ellos solo defienden sus propios intereses políticos. Y Vizcarra era parte de sus intereses, ya que les servía como el tonto útil que estaba destruyendo a la clase política tradicional para luego quedarse como únicos dueños del mercado electoral.
Pero los peruanos debemos sentirnos satisfechos por haber expulsado del poder a un fantoche sin escrúpulos que solo se dedicó a pisotear las instituciones, a quebrantar el equilibrio de poderes y el orden democrático, y a prostituir a la prensa a con dinero público. Eso y poco más es lo que hizo Vizcarra. Si no hubiese sido por la pandemia, su labor hubiera quedado en la simple destrucción de las instituciones y la liquidación de la clase política con reformas perversas, hechas no para mejorar el nivel de la política sino para eliminarla. No tienen otros propósitos la prohibición de la reelección de congresistas, la imposición de de la paridad y la alternancia en las listas, la obligatoriedad de las elecciones primarias intrapartidarias bajo supervisión de la ONPE y otros disparates por el estilo, inventados por asesores caviares que jamás han salido de sus ONG ni han pisado nunca un partido político.
El saldo final de la era Vizcarra es la captura del Ministerio Público a manos de la mafia caviar, la consagración de fiscales que en vez de querellar a Odebrecht para cobrarle sus fechorías, usaron el caso para perseguir políticos de oposición y favorecer a Odebrecht. También debemos a Vizcarra los abusos fiscales contra líderes políticos que fueron vejados sin un juicio justo, y uno que prefirió el suicidio antes que la humillación. Todo eso no se podía haber perpetrado sin el apoyo incondicional de una prensa abyecta, que se dedicó al activismo descarado en apoyo de Vizcarra y en contra de los enemigos señalados por el dictador. Ya está en los anales de la historia negra del periodismo peruano las 1,500 portadas difamatorias contra Chávarry, en busca de recuperar el control del Ministerio Público para la mafia caviar.
Nunca olvidaremos la obsesión y desesperación de Vizcarra por cerrar el Congreso. Una tarea vil que le fue encomendada por la mafia, como parte de la estrategia integral para eliminar al fujimorismo y al Apra de la escena política. Luego vendrían las prisiones de Keiko y Alan, los allanamientos a los locales partidarios, estudios jurídicos y a las empresas que tuvieron el atrevimiento de aportar a la campaña de Fuerza Popular. Toda la clase empresarial fue amenazada por la mafia a través de sus fiscales chacales por apoyar a FP. Luego vinieron las reformas políticas para prohibir todo apoyo privado a las campañas. Vizcarra solo fue el tonto útil de la caviarada. De allí la desesperación de la izquierda en pleno por su vacancia. Pero el legado de Vizcarra no cambiará. Nos deja un país envilecido, dividido y con las instituciones debilitadas y en manos de la mafia caviar.