Escribe: Dante Bobadilla Ramírez
Fuente: El Montonero
Los intelectuales de izquierda suelen ser buenos embaucadores, pues gracias a su verso ilustrado aparentan ser expertos en todo. Es así como cualquier sociólogo progresista se da el lujo de hablar de economía, condenar el “modelo económico” e incluso mofarse de la confianza empresarial, como si la economía no se sustentara en buena medida en la confianza y las expectativas sobre el futuro. El último artículo de Alberto Vergara, uno de los profetas más venerados por el progresismo local, es un verdadero sancochado donde mezcla la economía, la psicología de los mandatarios y de los empresarios, la institucionalidad, la política, la tecnocracia, El Niño, Odebrecht, Basadre, Nixon, el indulto, etc. Solo le faltó meter al papa y a la selección de Gareca. Al final de tantas piruetas retóricas queda muy poco que rescatar.
Me parece válido criticar a la derecha por conformarse con la economía y no interesarse en las reformas, aunque esta no es una crítica original. Y más allá de esto no le veo nada de bueno al artículo. La perorata navega en la tradicional criticología de izquierdas que no deja títere con cabeza. Basta ser incisivo con la derecha para desatar la algarabía general en el jardín del progresismo, donde todos los infantes le renovaron su leal pleitesía.
Estoy viejo para comprar el sebo de culebra que la izquierda vende hace décadas. Cambian de charlatán, pero el sebo es el mismo. Ahora quieren convencernos de que hay un "modelo económico neoliberal" que es el malo. Siempre lamento que un “científico social” (sea lo que sea eso) hable tanto de economía. Es el clásico problema de la izquierda. Estoy ansioso por saber qué entienden por “modelo económico”. Incluso el “modelo neoliberal”. ¿Cuál es exactamente ese famoso “modelo económico neoliberal” que supuestamente defiende la derecha? Alguien debería explicarlo. En realidad no pasa de ser otro concepto de izquierdas que trata de confundir a la gente.
Desde los noventa nuestra economía se sustenta en la realidad del mercado y la racionalidad en el gasto; que consiste en cuidar el déficit fiscal, mantener al Banco Central fuera de la política y evitar que el Estado emprenda aventuras empresariales, aunque en esto último hemos fallado. ¿Desde cuándo eso constituye un modelo económico? Es como decirle al ama de casa que limitarse al presupuesto y al dinero ganado trabajando es un modelo económico. Y encima “neoliberal”.
En el siglo pasado la izquierda recetaba la economía centralizada bajo control del Estado y dirigida supuestamente al bienestar del pueblo. Era propio del comunismo, y fracasó estrepitosamente en el mundo entero. Obviamente no era ningún modelo económico. En realidad nunca fue más que un delirio político.
Luego llegaron los genios de la CEPAL vendiendo el humo de la sustitución de importaciones. Hoy nos hablan, como gran novedad, del modelo primario exportador y la diversificación productiva. Tampoco son modelos económicos sino alucinaciones teóricas. La economía se sustenta solo en la realidad y un país vive de lo que es capaz de producir en un mercado abierto, libre y competitivo. Toda direccionalidad fracasa. Los genios sociales de izquierda creen que la economía puede diseñarse como si fuera una sala de estar; y tienen lindos modelos para escoger, pensando no en las reales fuerzas productivas, sino en los derechos y la comodidad de la gente. Eso es cualquier cosa menos economía. Alguien tiene que decírselos. La economía es realidad. Todo lo demás es delirio.
Antes de los noventa era normal que el ministro de Economía apareciera cada cierto tiempo en la TV anunciando la nueva lista oficial de precios. Nos decía cuánto iba a costar el arroz, el azúcar, el aceite, la leche, la gasolina, el pan, etc. Ese mundo del absurdo no puede calificarse como “modelo económico”. Quienes padecimos el desastre de un país que vivía con los sueños de la izquierda, controlado por políticos demagogos y burócratas irresponsables, desde un gran Estado todopoderoso repleto de empresas públicas deficientes, hoy respiramos aliviados cuando un nuevo Gobierno anuncia que no irá por ese rumbo. Todo lo demás nos parece irrelevante. Es cierto.
Para no repetir la historia nuestros jóvenes deben mirar a Venezuela. Nosotros ya vivimos esos tiempos de escasez, de colas enormes para comprar productos básicos racionados, del Ministerio de Alimentación que importaba todo lo que el agro dejó de producir (gracias a la maravillosa reforma agraria de Velasco), del abuso de leyes confiscatorias que no respetaban la propiedad privada, la falta de empleo, el control estatal de precios, la prohibición de importaciones, la crisis que empujó a varias generaciones a migrar. Todo eso ya lo vivimos. El sueño de la izquierda fue la pesadilla del país. No queremos repetirlo, de ninguna manera, nunca más.
Pero me parece válido criticar a la derecha por su ociosidad política y su falta de interés en las reformas. Es cierto que no todo es economía y debemos tener cuidado con el desastre que la izquierda está haciendo en la educación y la cultura. Lo que hemos tenido en este nuevo milenio es una seguidilla de gobiernos mediocres, elegidos con los favores de la izquierda e infiltrados de progresismo caviar, que han dejado la economía en piloto automático para entregarse a la demagogia política y social, haciendo que el Estado engorde año tras año, devorando una porción cada vez mayor del PBI y sin revertirle al país mejoras equivalentes. Ese es el modelo que debemos detener cuanto antes. Más aún ahora, que el piloto automático dejó de funcionar y empezamos a caer. Es hora de abrir el capot.