Por: Alfonso Baella Herrera
El lunes pasado Javier Velarde, gerente general y de Asuntos Corporativos Newmont Norteamerica, fijó –en entrevista a Mariela Balbi de El Comercio– la postura de Yanacocha sobre el proyecto minero Conga. “Se hizo el esfuerzo pero las condiciones sociales lo rebasaron. Más que una garantía del Estado necesitamos un clima social para seguir avanzando. Lo tiene que construir la empresa, pero también el Estado. Para un proyecto de esta envergadura, la empresa siempre debe ir acompañada de la Estado. No puede hacerlo sola”.
Velarde respondió así a lo que fue otra de las sorpresivas afirmaciones del presidente Humala en la semana anterior, cuando se lavó las manos diciendo: “En el caso de Conga nosotros hemos cumplido como Estado con lo que teníamos que hacer, que era garantizar la propiedad privada y el orden público. En eso nos hemos comprometido. Pero creemos que hoy día el ritmo de avance de este proyecto está enteramente en la cancha de la empresa privada””.
Conga no depende solamente de los precios internacionales o de la decisión de la empresa. Un proyecto así se lleva a cabo aún cuando los precios no son los mejores porque dura 30 o 40 años; pero requiere, eso sí, un gobierno fuerte, consciente, con estadistas y políticos que entiendan lo que significa decidir invertir en un país 5 mil millones de dólares en un mundo tan competitivo. Humala mostró temor luego de la caída de sus dos primeros gabinetes y de las protestas antimineras, pero no supo convertir ese miedo en el acicate para explicar a los propios cajamarquinos, y a través de ellos a todo el país, la importancia de un proyecto al que atacó, como candidato, en la campaña presidencial del 2011.
Jorge Vergara, presidente de la Cámara de Comercio de Cajamarca, ha señalado que son alrededor de 150 mil los puestos de trabajos perdidos y que el desempleo aumenta junto con la morosidad en los créditos, siendo los más afectados los comercios que han visto disminuidas sus ventas hasta en un 80%. Cajamarca ha sido una de las regiones que menos creció en el 2012 y hoy está no sólo en crisis sino en franca recesión. Las consecuencias no sólo son urbanas, donde los taxistas han reducido sus ingresos en más del 50%, sino que en las áreas rurales cerca de las minas el comercio de quesos y otros es ahora casi inexistente. Cajamarca ha paralizado en total más de 8 mil millones de dólares en proyectos mineros.
El Presidente tiene, por eso, frente a Cajamarca una enorme responsabilidad. No les puede decir a los cajamarquinos que esta debacle económica es culpa de la empresa o de la baja de los precios internacionales. Menos aún, que salir de la misma está –como les ha dicho a los mineros– “en su cancha”. Esos argumentos son inaceptables porque además son falsos. Las inversiones requieren marcos jurídicos pero sobre todo gobiernos capaces de generar la indispensable paz social que asegure el desarrollo. Ollanta Humala tiene que bajar de esa nube presidencial en la que parece estar. Sería bueno, para comenzar, que deje de mirar Cajamarca desde Palacio y se dé una vuelta por el reservorio de Chailhuagon y por la propio Mina y le pregunte a la gente: ¿En "la cancha" de quién creen que está sacarlos adelante?
No hay comentarios:
Publicar un comentario