Por Felipe Cortijo Medina
Todo parece
indicar que la Comisión de Fiscalización del Congreso de la República tendrá
una nueva tarea, la investigación del patrimonio familiar del ex presidente
Alejandro Toledo Manrique que, a toda vista, muestra un desbalance
difícil de explicar. En aras de esa
transparencia con que nos suele recalcar una y otra vez, tendrá que demostrarse
la inexistencia de corrupción.
Y es que su
sola palabra ya no cuenta, no es suficiente para esclarecer lo que se muestra como un enredo de explicaciones contradictorias, en donde lo único claro es que no hay una historia convincente para nadie, y lo que es más: ni siquiera para el mismo Toledo, como lo ha reconocido. No se puede jugar con la verdad.
Ya basta de poses de autoridad que no se tiene. Tendremos que forzarlo a
mostrar la verdad. Como alguna vez observó Baltazar Gracián: “La verdad por
lo general se ve, muy raras veces se oye”, y lo que vemos hace rato es el
desvergonzado alarde de una solvencia económica imposible para quien se declara vivir como un simple académico. Y su suegra, menos aún.
Esperamos que el Congreso esté a la altura de las circunstancias, esperamos no tener que criticar
la falta de compromiso con la decencia y dignidad de algún parlamentario. Ya
sabemos quienes serán los felones de siempre, nunca faltarán el arreglo y la componenda política, pero una vez más
queremos ver nombres y apellidos. Queremos ver quienes mantienen el prestigio
de verdaderos ciudadanos, con voz y voto para fiscalizar a funcionarios e
incluso mandatarios corruptos, a ex presidentes o presidentes inmersos en
flagrante delito, el Congreso debe recuperar su majestad y ser la conciencia de
todo el Perú, poner fin a la mediocre
política caudillista, no hay “Pachacutec” o ídolo que valga.
El mundo nos
observa, demos nuevamente una lección maestra. Estas líneas sólo tratan de
apelar al honor y a la honestidad de las personas, ello implica tomar una
posición dura e insobornable con la ética, que no dependa del dinero ni de los
favores del poder, que rescate la honra y mantenga erguida la reputación moral
del país. Terminaré una vez más con otro precepto de Baltazar Gracián, escrito
en el siglo 17, espero no se tome como algo arcaico y sin vigencia, así lo
espero de veras, por el bien de todos y quienes se atrevan a leerlo, y sobre
todo, a practicarlo: “Nunca pierda el respeto por usted mismo ni se muestre
demasiado relajado cuando esté a solas. Haga que su integridad sea su propio
estándar de rectitud, y dependa más de la severidad de su propio juicio sobre
su persona que de todos los preceptos externos. Desista de toda conducta
indecorosa, más por respeto a su propia virtud que a las prescripciones de
cualquier autoridad externa. Respétese a sí mismo y no necesitará del tutor
imaginario de Séneca”.
Politcos y siempre politicos.
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