Escribe: El Cherry
O sea, uno que se sacó la mierda toda la vida para tener algo decente al cabo de 30 años de sacrificio termina siendo el miserable de la película social del progresismo, donde los invasores de terrenos son las víctimas y los héroes. Así está la cosa en este país subdesarrollado y misio donde la hipocresía del progresismo ya me ha llegado al pincho. Ya me cansé de ver el llanto de los progres en cada columna de La República, y en otros diarios monses donde también les dan cabida a estos huachafos de la política para posar como defensores de los pobres. A mi no me van a contar el cuento porque yo nací pobre, me eduqué en Gran Unidad Escolar y me gradué en universidad pública. Mis viejos eran ancianos y apenas me apoyaron con lo básico. El resto lo hice yo chambeando.
Me marca choro que uno se queme las pestañas estudiando en la UNI, (primero para postular y agarrarla aunque sea a la tercera que va la vencida) luego buscar chamba como loco hasta que te llega la suerte, chambeas 20 años como negro, ahorras, te enamoras pero no te casas porque quieres hacerlo cuando ya tengas todo bien bacán, y pedir la mano un año antes y no un mes después del embarazo, me enyuco una deuda con el banco a 20 años, me hago una casita al pie del cerro, aunque sea lejos, pensando que después de todo estás alejado del mundanal ruido y otras pajas mentales que hacen que te olvides que estás en el límite de la ciudad, casi en el culo de Lima.
En fin, todo bien bacán por unos años hasta que una mañana triste abres la cortina y te encuentras con unas chozas de estera en la cima del cerro. ¿Juat? ¿De dónde salió eso? Se armó el chongo esa mañana. Salimos todos a ver lo que pasaba. Invasión, dijeron unos. Nos cagamos. Llamamos a la comisaría y se hicieron los tercios, llamamos al Municipio, idem. A las dos horas llegó un serenazgo con un tombo y solo se quedaron mirando, sin hacer nada. Subimos a enfrentar a los invasores y nos dimos cuenta que estaban recontra bien organizados. Ya se sabían todas las respuestas. Tenían papeluchos con sellos y te atarantaban con un trámite. Hasta tenían un abogadillo barato de esos que se pasean por los pasillos del PJ.
No tardamos mucho en darnos cuenta de la complejidad del asunto. Tenían mapas y planos que solo se consiguen en el Municipio, la comisaría sabía lo que estaba pasando pero igual no hicieron nada. Se trataba de toda una mafia bien organizada que involucraba al Municipio y la comisaría, y frente a la cual, la de Orellana se quedaba chiquita. Los policías que llegaron más tarde, casi al medio día, más bien se pusieron del lado de los invasores. Fue entonces cuando un vecino que era general retirado se cansó de tratar de razonar con esta gente y de apelar a la ley sin conseguir nada, y se fue a su casa, sacó su arma, una Beretta 9 mm de color negro y regresó blandiendo su pistola, metió un tiro al aire y los amenazó. Los policías se le fueron encima. Nosotros nos fuimos encima de los policías. Los invasores sacaron palos, huaracas y a más de uno le pude ver un revólver. Se armó el chongo. Al final pedimos serenidad. Entonces el general guardó su arma y les dijo a los policías que si ellos no iban a hacer nada, por lo menos tenían la obligación de protegernos. Acto seguido nos fuimos a tumbar las esteras. Fue una broncaza. Al final logramos quitar las chozas. La policía al menos evitó que nos masacraran los invasores.
Días después los vecinos nos organizamos y decidimos hacer un muro. Se cumplió la tramitología y la hicimos contra viento y marea. Allí está el muro y nos sentimos orgullosos de él porque es la única manera de defender tus derechos en este país sin ley ni autoridad, donde el informal y el ilegal es el que manda, gracias a la incuria y corrupción de la burocracia, y con el auspicio de la izquierda, el apoyo del progresismo y la defensa intelectual de la caviarada. Acá no vale la pena trabajar bajo la ley, comprometerse con el desarrollo, ahorrar, esforzarse, progresar a pulso y con esfuerzo, porque en cualquier momento aparecen los delincuentes y te arrebatan todo, incluso la vida. Y lo hacen, entre otras cosas, gracias a una clase intelectual delirante que la defiende y la promueve, porque ve a los delincuentes como "víctimas de la sociedad y de un sistema explotador".
Ser pobre no es escusa para delinquir ni para eludir toda responsabilidad sobre sus propias vidas y frente a la sociedad. Cada quien es responsable de sus decisiones y pueden, si así lo quieren, salir de la pobreza, como lo hicimos muchos durante años de esfuerzo. La pobreza no es una enfermedad terminal. Yo he aprendido que es una simple etapa inicial en la vida de muchos. La mayoría de la gente rica que conozco, era pobre hace solo 30 años. No necesitamos de mafias para tener una casa, ni de políticos que nos conviertan en víctimas para montar políticas de ayuda social. Lo único que necesitamos es que nos den un trabajo y nos dejen trabajar, y que defiendan el fruto de nuestro esfuerzo.
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