Escribe: Dante Bobadilla Ramírez
Ollanta Humala pasará a la historia como el primer caso en que un muñeco parlante accede a la presidencia, porque eso y no otra cosa ha resultado ser Ollanta, una especie de robot programado para llegar al poder sin saber por qué ni para qué. Alguien le metió en la cabeza a Ollanta que tenía que ser presidente. Parece ser que este mensaje le fue inoculado por su propio padre a muy temprana edad, y con ese objetivo fue inscrito en la academia militar. Es decir, Ollanta Humala ni siquiera quería ser militar, pero acató los designios del padre. Más tarde sería Nadine Heredia la nueva programadora mental de Ollanta y la que culminó esa aventura diabólica, no tanto para hacerle un servicio a la nación sino para aprovecharse del poder colocando a su marido como un títere. En esa tarea es claro que le ganó la mano a su suegro, a quien finalmente desplazó junto a su cuñado Antauro. Es decir, Nadine Heredia les robó el proyecto a los Humala.
Para nadie era un secreto que Nadine Heredia era el motor de la campaña nacionalista, como lo fue en el locumbazo. Fue ella la que corrió al rescate del soldado Ollanta perseguido por las tropas. Si bien entonces los planes demenciales de los hermanos Humala Tasso para tomar el poder venían dictados por su trastornado padre Isaac, el destino colocó a Nadine Heredia en el medio. Ella tomó las riendas del proyecto sacando del camino a los Humala y adueñándose del títere. Enseguida fue Nadine la que dirigió la campaña, tal como se consigna al detalle en las agendas hoy descubiertas. Ni siquiera el embarazo la detuvo. Apenas dio a luz a su último hijo, lo dejó al cuidado de la nana y se montó en el camión de campaña. No se perdió ni un solo viaje, ni una sola presentación pública ni dejó de figurar en el estrado. Su sonrisa y mano en alto fueron parte de toda foto.
El afán de poder no tenía límites. Y mucho menos principios. Por eso fue tan fácil para Ollanta tirar a la basura la doctrina inicial de su partido y cambiarla radicalmente. Así pasó de un delirante nacionalismo velasquista pro chavista, un nazismo andino cercano al socialismo del siglo XXI, con sus clásicas monsergas antinorteamericanas y anticapitalistas y con los mismos insultos inflamados al FMI y al TLC de cualquier panfleto izquierdista, a convertirse en una especie de perfumado Bill Clinton criollo, bajo la asesoría de la mafia brasilñera, no la del PT chavista sino la de ODEBRECHT.
La trasnochada, cavernaria y sectaria izquierda peruana, siempre dividida y carente de un candidato cautivador, mordió el anzuelo de Ollanta cuando este hizo suyo el trastornado plan rojo de la Gran Transformación, un mamotreto de 150 páginas que jamás leyó y no tardó en lanzar al basurero apenas pasó a la segunda vuelta. Para entonces no tuvo reparos en firmar cualquier papel y en jurar cualquier cosa con tal de llegar al poder. Tampoco se hizo problemas para aliarse con quien sea. Todo sumaba para lograr el ansiado poder. Entonces fue cuando pasó de la extrema izquierda radical y delirante al centro moderado conciliador donde le hizo guiños a los agentes económicos para que no se inquietaran y le movieran el piso. El discurso antiminero, agitador y provocador se convirtió de pronto en un llamado a la unidad y al diálogo.
Gracias a los tontos útiles de la izquierda, eternos agentes del caos, y a energúmenos que destilan odio antifujimorista Ollanta ganó la presidencia por un puñado de votos que se voltearon a la última hora. Armó su show para la platea durante su juramentación y allí acabó todo. Apenas se sentó en palacio Nadine Heredia tomó el poder. Lo primero que hizo fue largar a los dementes de la izquierda que se mantenían trepados al poder y le quitaban margen de maniobra. Lo demás es historia.
El escándalo que ha suscitado el golpe de Estado de la primera dama dará material para alguna novela de entuertos del poder. Ojalá sea tan buena como la realidad. Nadine se hizo nombrar presidenta de su partido y con ese cargo creyó que podía dirigir el ejecutivo. Nos cansamos de ver a Nadine metida hasta en la sopa del gobierno, enmendándole la plana a los ministros y censurando al premier, sacando y cambiando ministros a su antojo. Para colmo, se tomó la libertad de designar a los presidentes del Congreso, imponiendo finalmente a su mucama Ana María Solórzano, con lo cual el vaso se rebalsó. Desde entonces la oposición le puso la puntería porque era evidente que, tal como lo ha reconocido el congresista Omar Chehade, ex vice presidente de este gobierno, Ollanta Humala estaba secuestrado por su mujer en palacio.
En efecto, lo que tenemos en palacio no es más que un muñeco parlante que repite cual loro amaestrado los dictados de Nadine Heredia. Ya la prensa ha mostrado las pruebas: Nadine Heredia escribía los mensajes y Ollanta los repetía al pie de la letra. Esta historia supera cualquier ficción de telenovela. Supera a las intrigas del imperio romano y deja chico a Games of Thrones. Si los Humala-Heredia salen bien librados ante la justicia por haberse burlado de todos los peruanos, lo que pueden hacer es vender su historia en Hollywod. Sin duda puede salir una buena película que deje atrás a El Padrino. Tal vez una comedia de Eddie Murphy titulada "Un tonto en el poder" o "Un idiota perdido en el palacio".
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