Escribe: Dante Bobadilla Ramírez
La izquierda ha perdido soga y cabra en los últimos años. En el 2011 parecía que el Perú se iba al pozo séptico del socialismo cuando Ollanta se impuso por poco margen a Keiko Fujimori, con la ayuda de la derecha acomplejada y antipatriota que prefiere ver jodido al Perú antes que apoyar a quien detesta. Es ya una vieja historia. Son los mismos que prefirieron a los chilenos antes que a Piérola. Y a la hora del desastre simplemente se van afuera, como lo hicieron durante la época del terrorismo. Luego, cuando el terrorismo fue derrotado, regresaron muy orondos a darnos lecciones de democracia y derechos humanos, y a condenar a Fujimori. Esa es la derecha que prefirió a Ollanta y su peligrosa carga de chiflados rojos, progres y caviares.
La apuesta por Ollanta fue para la izquierda un tiro que les salió por la culata. Hoy lo consideran un traidor. En realidad no fue más que un trepador de poca monta, igual que Toledo, dispuesto a aliarse con quien sea y prometer cualquier cosa con tal de llegar al poder. No tienen ideología ni principios. Hoy ambos son personajes quemados y casi sin partido. Su club de arribistas que fungía de partido se desintegró como un cadáver en descomposición. Unos y otros fueron abandonando al trepador y su mujercita que se creían Manco Cápac y Mama Ocllo. Tarde o temprano tendrán que dar cuentas a la justicia.
Por su parte la alcaldesa Susana Villarán, auténtica líder de izquierda, caviar en toda su dimensión, con vínculos de larga data a la subversión setentera y a la izquierda pro terruca ochentera, resultó ser la incapacidad hecha mujer. Su único activo político era el perfil de honestidad que poco a poco se fue difuminando hasta desaparecer tras su alianza con Toledo. Nunca pasó del floro progresista y del gesto fútil, tan típico de la caviarada. Su incapacidad quedará registrada en la historia como la primera alcaldesa que no logró ser reelecta y, para colmo, quedar tercera en las elecciones con apenas un 10% de los votos. Es decir, un desastre total. Y todo eso pese a su multimillonaria campaña, el apoyo de la prensa mermelera y su ilícito uso de publicidad municipal.
La cereza del pastel fue Gregorio Santos, líder comunista cajamarquino que hizo de su oposición al proyecto Conga su razón de ser. Evidentemente le dio resultados. Tiene arraigo en la zona pues es un viejo líder rondero. Para su desgracia, quedaron al descubierto sus manejos sucios en la conducción de la presidencia regional y hoy está preso. De hecho se quedará mucho tiempo en prisión y, si la ley es justa, se le sancionará con la muerte civil para que nunca más ejerza un cargo público por corrupto. Las pruebas de sus delitos están sobre la mesa del Poder Judicial. Así que la anunciada marcha hacia Lima para exigir su libertad puede ser otro tiro que les salga por la culata, como lo fue su cantaleta en Lima con la frase "roba pero hace obra", mientras en Cajamarca el agitador Marco Arana acuñaba la triste frase "roba pero dice no a Conga" para pedir el voto por su corrupto amigo.
Ante este panorama desolador de la izquierda peruana solo queda preguntarse cuál será su estrategia para montar otro circo electoral que atraiga a los incautos. En todo ese montón de chatarra y fierros viejos no hay nadie con el perfil de líder. Claro que en este país no hace falta un líder idoneo para ganar las elecciones. Cualquier mamarracho como Ollanta o Toledo pueden ganar si se juntan los odios para impedirle la llegada a otro. Así es como eligen en el Perú. Así que no sería raro que Marco Arana, por ejemplo, acabe liderando una combi de izquierda y que la derecha arrogante y estúpida lo apoye solo para impedir que alguien digno de sus odios gane.
Por ahora la izquierda ha perdido ya sus dos argumentos clásicos: que nunca gobernaron y que son los representantes de la ética política. Ahora ya gobernaron y fueron un desastre. Para colmo están envueltos en procesos de corrupción. Sus personajes más emblemáticos son una suerte de bufones de la charlatanería y parásitos de la vida oenegienta. Han caído en la contradicción política al defender regímenes totalitarios, genocidas y corruptos como el de Venezuela y Cuba, mientras acá fungen ser defensores de la democracia y los DDHH con su antifujimorismo enfermizo. Ya se quedaron sin máscara y sin argumentos. Vamos a ver si en las próximas elecciones vuelven a salir con su circo de roba pero hace obras, o resucitan viejos cuentos como las esterilizaciones forzadas, nosotros matamos menos, por corrupto y por ladrón, etc. Por ahora la izquierda es una fosa común de fracasados.
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