Escribe: Dante Bobadilla Ramírez
Para nadie es novedad que el perfil psicológico de los Humala apunta hacia el desequilibrio. En esa condición precaria de salud mental se encuentran tanto Ollanta como Antauro, aunque su padre no lo es menos. Sin duda es el transmisor de esos genes. Pero además de genes, de ideas disparatadas en torno a la concepción de la política. Los resultados están a la vista en sus dos más populares hijos. Pero como el Perú es un país de paradojas donde el absurdo marca la pauta, uno de ellos está en la cárcel mientras el otro nos gobierna.
Ambos son un par de aventureros de escaso coeficiente intelectual y mentalmente perturbados. Es algo que salta a simple vista. Iniciaron juntos su recorrido político en una maniobra que es difícil de catalogar porque tiene más de delirante estupidez que de asonada golpista. Se conoce como el locumbazo, aunque los chiflados de la comedia pretenden convertirlo en "gesta heroica". Ollanta Humala acaba de engañar una vez más al país afirmando que el Ejército se levantó contra la corrupción y la dictadura. Tal vez en sus fueros internos se crea eso, quizá sus hijos vayan a tragarse semejante sapo, pero la verdad está muy lejos de ese cuadro pintado por Ollanta, semejante al de Bolívar cruzando los Andes.
El locumbazo fue esencialmente una payasada urdida por chiflados, si es que creemos que estos son capaces de urdir algo. Ollanta Humala se llevó a un grupo de soldaditos a un patrullaje de entrenamiento y terminó asaltando un campamento minero. Los soldaditos no sabían nada. Más aun, estaban asustados porque eran muy jóvenes y no sabían ni disparar. No les quedaba más que seguir las instrucciones de su demente jefe. Ollanta llamó desde el campamento a RPP anunciando su "levantamiento" y exigiendo la renuncia del presidente Alberto Fujimori. Para entones Fujimori ya estaba arruinado, su régimen se despedía y hasta había convocado a elecciones anunciando que no se presentaría. Es decir, se iba.
Entonces todos se preguntaron ¿qué le pasa a ese idiota de Locumba? ¿No lee las noticias? ¿No sabe que Fujimori ya se despidió? No hacía falta ninguna asonada para exigirle la renuncia a un presidente que se había despedido oficialmente del poder. Entonces ¿para qué sirve esa asonada? Poco después nos enterábamos de que ese mismo día Vladimiro Montesinos escapaba del Perú por el Callao a bordo de un velero, mientras la prensa se ocupaba del locumbazo. Más tarde se comprobaría esta conexión al descubrir las llamadas de coordinación entre el teléfono de Montesinos y el cuartel de Locumba. Además, la actuación del general a cargo del cuartel fue más que sospechosa.
Por supuesto que el locumbazo no sirvió para nada. Luego de su mensaje radial, Ollanta Humala salió a esconderse llevándose a los soldaditos asustados que empezaron a desertar uno a uno. Cuando llegó al primer poblado Ollanta estaba prácticamente solo. Al final se rindió y se entregó sin disparar un tiro. Fue apresado y encarcelado como corresponde. Esa fue su heroica gesta de Locumba. Es obvio pues que su única finalidad fue servir de cortina de humo a la huida de Vladimiro Montesinos. Para ninguna otra cosa servía semejante mamarracho de asonada.
Curiosamente la suerte le cambió a Ollanta y en lugar de purgar condena en cárcel poco después fue amnistiado, premiado con un empleo bien remunerado en el extranjero y a su salida del ejército fue misteriosamente escoltado para liderar a la plaga infecciosa de la izquierda. Vladimiro Montesinos había huido a Venezuela, donde Hugo Chávez lo mantuvo oculto hasta que policías peruanos lo ubicaron. Luego Chávez se convirtió en el financista secreto de Ollanta y armó su carrera política.
Las conexiones de Vladimiro Montesinos son muchas y muy largas. No solo se vinculó a la CIA sino a las FARC y al chavismo. Es un sujeto sin escrúpulos ni bandera. Su organización mafiosa llega a los rincones más insospechados. No sorprende que uno de sus alfiles, Óscar López Meneses, haya seguido operando desde la cárcel y al servicio de la campaña de Ollanta Humala. Tampoco sorprende que hoy salga a la luz otro escándalo que implica a ambos. Detrás de toda la historia oficial hay una realidad oculta que sorprendería a muchos. Mientras tanto podemos seguir oyendo al hoy presidente Ollanta Humala contándonos el cuento de la "gesta de Locumba" y pintándose como el prócer que recuperó la democracia de las manos de la dictadura y la corrupción.
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