Escribe: Dante Bobadilla Ramírez
La descentralización es uno de los peores mamarrachos montados por los políticos ineptos en su afán de dar soluciones de papel a los problemas reales del país, es decir, soluciones declarativas que solo sirven para redactar una vaporosa ley repleta de conceptos rimbombantes, nobles intenciones y grandes ideales, promulgada con fanfarria de gesta histórica, como si al fin hubiésemos conquistado la cima de la grandeza. Al cabo de una década todo lo que tenemos de la famosa descentralización es un puñado de feudos a cargo de ex terroristas, comunistas delirantes y capos de la mafia que se sustentan en el sicariato político, tomas de carreteras, nepotismo y enriquecimiento ilícito.
Por supuesto el país sigue tan centralizado como lo estaba desde hace un siglo. En ese aspecto nada ha cambiado porque nada se ha hecho. El puerto del Callao sigue siendo el único por donde se puede exportar e importar, el aeropuerto Jorge Chávez es el único por donde se puede salir al extranjero y llegar de afuera, la vialidad del interior del país sigue incompleta y no hay comunicación entre las principales ciudades entre si, no tenemos ni 500 kilómetros de autopista en un territorio con una costa de 2,500 kms. O sea, las cosas que de verdad generan descentralización no se han hecho un ápice. Lima sigue siendo el centro del Perú, aunque el jirón de la Unión ya sea una paradita.
En la mentalidad de nuestros políticos mediocres y sus burócratas asesores, adoctrinados por organismos internacionales y ONGs, la descentralización consiste simplemente en cambiarles de nombre a los departamentos, inventarles una burocracia dorada propia, arrojarles un poco de dinero, repartirles funciones a los gobiernos municipales y regionales y montar una fiesta electorera regional. Creen que así es como se descentraliza el país. Los resultados los tenemos a la vista.
Hay una gran diferencia entre descentralizar la burocracia del Estado y descentralizar el país. Habría que explicárselo a los políticos y sus burócratas asesores. Descentralizar el Estado es fácil si se asegura la calidad de la burocracia que se hará cargo de las funciones repartidas, pero ni esto han hecho los incapaces. Lo han dejado todo en manos de la "democracia", es decir, del patético circo electoral que tenemos como sistema y que no funciona ni en Lima, pues solo sirve para elegir a los más ineptos.
Por otro lado, para descentralizar el país en los hechos, lo que se requiere es algo muy diferente, pasa por dotar a las regiones de puertos y aeropuertos internacionales, junto con buenas carreteras que comuniquen interiormente las regiones de modo que permitan crear o dinamizar el mercado interno, promover la economía simplificando la tramitología y la legislación laboral, reduciendo los impuestos a la renta y a las ventas, pero todo eso cubierto con un manto de seguridad policial y justicia eficiente y rápida. Lo demás es puro cuento y demagogia. Hacer leyes es fácil. Solo hay que ponerse a escribir. Lo difícil es hacer obras de verdad. Y eso es lo que necesitamos.
Ya es tiempo de parar el cuento de la descentralización y colocar gobernaciones manejadas por profesionales elegidos por concurso público de méritos y no papanatas puestos por votos populacheros. El destino del país está en juego. Es hora de detener la fantasía de la regionalización.
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