miércoles, 4 de septiembre de 2013

El recorrido sinuoso de Alejandro Toledo


Por Miguel Santillana

Alejandro Toledo Manrique (ATM) se hizo conocido ad portas de la elección de 1985. Pepe Mejía (hoy ligado a Fernando Zevallos), entonces operador de medios del APRA, lo contactó con los canales de TV para divulgar la “heterodoxia” económica, novedad que traía un joven Alan García. Había llegado hace poco al país, participando del equipo de Alfonso Grados en el Ministerio de Trabajo.

Se presentó al público como economista graduado en Stanford, cuando en realidad había estudiado para ser profesor de economía (así como hay docentes de matemáticas, lo que no implica que sean matemáticos, o profesores de geografía que no son geógrafos). No importaba si sabía o no de qué estaba hablando, se le abría la puerta de los medios de comunicación y los periodistas lo considerarían un gurú económico. Alan ganó las elecciones y aplicó la “heterodoxia” con los resultados conocidos. No se olvidó de agradecer el apoyo de Toledo y lo nombró en directorios de bancos estatales.

En Caretas, mi primera comisión fue hacer una nota sobre las mini devaluaciones. Para entonces, Toledo había sido “invitado a irse” de la Universidad del Pacífico por apropiarse de las ideas de otros investigadores, y fue asimilado por ESAN como jefe de investigación.

Cuando lo llamé para saber su opinión sobre el tema, me pidió que lo vaya a entrevistar al Club Villa y que lleve al fotógrafo, que lo encontraría sentado junto a la piscina… Buscaba ser aceptado por el establishment limeño, aunque fuera como el “exótico” de la fiesta, y quién diría que fue un peluquero el personaje clave para abrirle las puertas.

En ESAN, Toledo era el encargado de organizar los seminarios y editar los libros. Recuerdo un evento en el Hotel Crillón donde expuso Roberto Zahler (quien sería Presidente del BCR chileno entre 1991 y 1996). Ni bien terminó su disertación, se acercó Toledo y delante de todo el mundo le dio dinero en efectivo y le hizo firmar un recibo. Tacto, le dicen. Luego lo vimos como parte del “dreamteam” de economistas de la gran estafa de CLAE, donde él y sus hermanos tenían enormes cantidades de dinero nunca explicadas.

Fue mi profesor en ESAN luego del fracaso de su primera candidatura de oscuro padrinazgo. Recuerdo que le pregunté cuál era la diferencia entre la teoría del valor en la economía clásica y las nuevas teorías financieras. Me respondió como ha respondido toda su vida: chamullo sazonado con referencias a “sus amigos”. Me cambié de curso. ESAN fue su centro de campaña y la institución sufrió.

Su presidencia fue su reflejo: mediocre. Si el Perú necesitaba una reconstrucción de las instituciones y una limpieza moral, lo suyo fue la francachela, las prebendas para la familia y una hipócrita reivindicación de lo indígena que nunca fue más allá del disfraz. En sus raros pálpitos de lucidez, supo escoger un equipo de gobierno que le haga el trabajo, pero fue malagradecido.

Para Navidad, se sentía ganador y adelantó festejo en Punta Sal con sus amigotes: ya se repartían cargos y embajadas. Perdió las elecciones por su soberbia, pero arrastró a los demás en su derrota. Se sintió el “salvador del Perú” y quien podría evitar un “salto al vacío”. Tuvo el cuajo de pedir, a través de intermediarios, la renuncia de los otros candidatos a su favor. No fueron los diablos azules lo que lo hicieron proclamar “Todos a mí”, era su miedo a los compromisos y promesas ya realizadas. Para salvar su crítica situación personal, ahora endosa la candidatura de quien decía era “un salto al vacío”. Gracias por tu coherencia, Alejandro Toledo Manrique.

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