Escribe: Dante Bobadilla Ramírez
Celebrar un año más de la captura de Abimael Guzmán Reynoso es siempre digno de reflexión, aunque solo sea para recordarle a los jóvenes quién fue este despreciable sujeto. Abimael Guzmán es el ser más repugnante de la izquierda peruana, el más alienado con esa enfermedad mental que es el marxismo. Fue promotor de la epidemia salvaje del comunismo que padeció el Perú junto a toda Latinoamérica durante el siglo pasado. Es un fruto podrido del marxismo, la ideología perversa y maligna que se esparció por el mundo como una fábula infantil que hablaba de buenos y malos, de liberación de pueblos oprimidos y otras fanfarronadas. Una fábula propia de mentes débiles y de estúpidos militantes.
No debemos ahorrar ningún adjetivo para calificar a este demente y a su ideología del mal. Pero no debemos quedarnos en la mera adjetivación. Es indispensable exponer con amplitud el escenario histórico en el que se produjeron los hechos, porque la violencia terrorista padecida por los peruanos fue un fenómeno mundial, vivido en casi todos los países de Latinoamérica y promovido por potencias comunistas. Esto es lo que no dice la CVR que nos quiere contar el cuento de que la causa de la violencia senderista fueron las condiciones de pobreza y marginación de Ayacucho. Es decir, los terroristas eran luchadores sociales que buscaban justicia social. Esa tesis, por supuesto, es basura.
La captura de Abimael Guzmán se produjo gracias a un gobierno que se puso los pantalones y tomó la firme determinación de derrotar al terrorismo. Eso tampoco se puede negar. Los gobiernos anteriores nunca dieron un solo paso firme para derrotar la lacra del terrorismo. Fernando Belaúnde se vio sorprendido por la aparición del fenómeno y solo atinó a pasarle el problema a las FFAA sin ninguna directiva ni estrategia. La única doctrina de guerra que tenían las FFAA para entonces era la derivada de la guerra contra las guerrillas en Vietnam. Lamentablemente lo aplicaron.
El primer gobierno de Alan García (si se puede llamar así al caos y el descontrol total), fue pusilánime frente al terrorismo. Sendero Luminoso y el MRTA hicieron lo que quisieron en el país, y hasta se adueñaron de los penales. Para colmo, el gobierno aprista demostró simpatías con el terrorismo. Alan Gacía elogió el compromiso y la entrega de los militantes senderistas, mientras que su premier Armando Villanueva del Campo iba a rendir su homenaje a la tumba de la terrorista Edith Lagos. Para terminar ese patético gobierno se produjo la fuga masiva de todos los terroristas del MRTA.
Cuando Alberto Fujimori llegó al poder el Perú era un desastre total. Se vivía el Apocalipsis. La inflación era de 2,700%, el Estado estaba quebrado, sin fondos y con una tremenda deuda impaga gracias a las poses antimperialistas de Alan García que fue una mezcla de Velasco Alvarado y Hugo Chávez. El Perú no tenía crédito y estaba en calidad de paria internacional. El Estado casi no tenía recaudación fiscal, no tenía dinero para pagar a sus casi dos millones de empleados y, encima, manejaba más de 130 empresas públicas quebradas que daban pésimos servicios y a las que El Estado les reponía todas sus pérdidas año tras año. Sendero Luminoso ya había llegado a Lima y empezaba a tomar el control. Se vivía con miedo en medio de apagones y tranqueras que cerraban el paso por todas las calles por miedo a los coches bomba que explosionaban en todos lados.
Por su lado, el MRTA se había especializado en secuestrar empresarios que eran encerrados en "cárceles del pueblo" para exigirles "cupos revolucionarios". Luego eran asesinados y sus cuerpos arrojados a las calles. Frente a todo esto, los peruanos emigraban en masa al extranjero en busca de mejor destino, los campesinos andinos hacían lo mismo rodeando Lima con asentamientos humanos. No podíamos viajar al interior del país, en primer lugar porque las carreteras habían desaparecido destruidas por la incuria del Estado, y en segundo lugar porque habían bloqueos de terroristas (verdaderos o falsos) pidiendo cupos en todos lados, además de los mismos policías. Las universidades públicas eran antros donde el comunismo campeaba sin rubor y formaba terroristas.
Alberto Fujimori cambió radicalmente todo ese macabro panorama que tenía el Perú. Resolvió el problema de la inflación, reestructuró el Estado y se deshizo de las ineficientes empresas públicas, consiguió créditos internacionales y empezó a pagar la deuda pendiente, reestructuró la SUNAT y el Estado empezó a cobrar impuestos, etc. Por supuesto que la cura fue dolorosa. Pero no había otra solución. Decir ahora que Alberto Fujimori no tuvo nada que ver con la derrota del terrorismo, con la captura de Abimael Guzmán y de todos los mandos terroristas, además de mezquino resulta estúpido. Pese a todo, el Perú tiene mucho que agradecer a Alberto Fujimori.
Sin embargo, la miseria de la izquierda se hizo patente en la CVR. El informe final de la CVR lo que hace es ocultar las responsabilidades históricas de la izquierda peruana y de su nefasta ideología detrás del patético cuento de la pobreza y la marginación. No nos dice nada de las condiciones políticas mundiales donde el avance del comunismo en todas sus formas era patente en toda la región y en casi todos los países. Hubo financiamiento extranjero para Sendero Luminoso, y comunistas chilenos se incorporaron a la dirección del MRTA, cuyos cuadros recibieron entrenamiento en Cuba y Nicaragua. Decir ahora, como hace la CVR, que toda la causa de la violencia fue la pobreza de Ayacucho es mentir descaradamente.
Pero quizá lo que más debe indignar a cualquier peruano bien nacido es el trato que la CVR dispensa a Alberto Fujimori. Cualquiera que se tome la molestia de leer el informe de la CVR, incluso tan solo sus conclusiones finales, descubrirá que hay una clarísima animadversión contra Alberto Fujimori. La CVR trata a Abimael Guzmán cabalmente sin llamarlo homicida, criminal o terrorista. Solo le llama por su nombre: Abimael Guzmán. Digamos, como debe ser. En cambio cuando se refiere a Alberto Fujimori, en todas las ocasiones, sin una sola excepción, se le llena de adjetivos como dictador, corrupto, autoritario, militarista, etc. Hay allí una clara diferencia en el trato que nadie puede negar. Es muy fácil verificarlo.
Todo eso es una prueba de que el informe de la CVR es totalmente sesgado a favor de la izquierda y del terrorismo. Su informe fue la preparación para la condena de Alberto Fujimori, el hombre que salvó al Perú. En el contexto histórico en el que se produjeron estos hechos, no me cabe duda alguna de que la izquierda se cobró la venganza de su derrota. Alberto Fujimori fue enviado a prisión por haber derrotado al terrorismo y humillado a la izquierda. Pero quizá lo más repugnante de toda esta historieta sea que hoy la izquierda pretenda ser defensora de los DDHH cuando se pasaron el siglo XX asesinando en nombre de la justicia. La izquierda nunca ha sabido lo que son los DDHH ni la justicia.
Lo que nos queda a los peruanos que tenemos memoria y dignidad es señalar a estos farsantes de la verdad.
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