Por: Erick Yonatan Flores Serrano
Coordinador General Instituto Amagi - Huánuco
La infiltración de la ideología de género en la currícula escolar, está dando -nuevamente- mucho que hablar. Y al margen de las intenciones del gobierno y las consecuencias que puede generar en la formación de los niños (esto sí es real, es objetivamente un peligro), es bastante llamativo que a nadie se le haya ocurrido hablar de lo verdaderamente importante en este tema, que es la educación para los niños.
La educación, como es por todos conocido, es un proceso de asimilación de conocimientos a través de la interacción. El individuo se relaciona con su entorno y aprende, este proceso se llama educación y en la edad temprana, representa uno de los momentos más importantes en la vida de la persona porque es ahí donde puede formar un criterio sobre las cosas de la vida. Como podemos ver, la educación es un proceso complejo y lo que habría que preguntarse es si lo que el Estado ofrece es educación o no, porque el proceso es mucho más amplio que lo que se enseñan en las aulas.
Si la educación es un proceso complejo, queda por sentado que el Estado no educa a las personas, sólo se enseñan algunas cosas medianamente interesantes pero no es el todo, en realidad es algo minúsculo, casi irrelevante, si uno comprende la dimensión de todo lo que implica la educación de una persona. En las aulas se enseña literatura, está bien pero qué literatura se enseña; en las aulas se enseña historia, está bien pero qué historia se enseña; en las aulas se enseña geografía, matemáticas, lengua, toda una gama de disciplinas pero lo importante aquí notar que existe una intencionalidad con esto. ¿Por qué los niños tienen que leer Paco Yunque y no Ficciones, de Borges? ¿Acaso una obra es menos literatura que la otra? ¿Por qué los niños deben conocer la revuelta indígena de Tupac Amaru?, ¿fue una revuelta indígena?, ¿por qué no se enseña que Túpac Amaru no se reveló contra el virreinato porque era un indígena y sentía empatía por los indios, sino por las reformas borbónicas que -entre otras cosas- representaban una mayor presión fiscal sobre la actividad económica a la que se dedicaba?, ¿es que esta versión no es parte de la historia? ¿Por qué los niños tienen que ver la llegada de los españoles como el apocalipsis en las “pacíficas” tierras vírgenes del sur?, ¿por qué no verlo como un choque cultural que ayudó a acabar con el imperio incaico que conquistaba y saqueaba a otras culturas más pequeñas?, ¿o la única historia que existe es que la sociedad incaica era el paraíso en la tierra?
Estas son algunas preguntas que valdría la pena responder porque es evidente que lo que el Estado hace, a través de la educación estatal, no es educar a la gente; sino adoctrinarla en una serie de ideas que no necesariamente son ciertas, o que tienen un sesgo bastante marcado. Cantar el himno nacional y formar a los alumnos todos los lunes siempre fue un proceso de formación militar, así formaban a los soldados en disciplina y amor a la patria. Y no hay punto de comparación porque un cuartel se encarga de la formación de los soldados, pero que un colegio tenga reglas semi-carcelarias es algo que debería -por lo menos- llamarnos la atención.
Dicho esto, es imperativo que comprendamos dos cosas. En primer lugar, la educación estatal no es otra cosa que adoctrinamiento porque el diseño de los contenidos educativos son definidos únicamente por el Estado; y en segundo lugar, comprendiendo lo anterior, es más que evidente que la educación es demasiado importante como para dejarla en manos del Estado. El reclamo de las personas no debe girar en torno a la ideología de género solamente, si en verdad existe conciencia de lo que está ocurriendo, lo importante no es exigir que el Estado quite la ideología de género del currículo, sino exigir que el Estado se quite de las aulas.
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