Escribe: Dante Bobadilla Ramírez
Como ya es oficial y de público conocimiento, el Perú está de regreso a los 80. No es un temor sino una realidad. Solo hay que esperar que la crisis siga creciendo hasta cubrirnos por completo en unos años. Volvió el gran Estado interventor junto al déficit y los paquetazos. No hay otro rumbo cuando se defienden ideas ya fracasadas, como seguir apostando tercamente por la gestión estatal de los recursos y servicios públicos, y por el combate a la empresa privada, mientras se ponen trabas a las inversiones y se estigmatiza la minería que ha sido históricamente nuestra principal fuente de ingresos. La suma de todo esto es la crisis actual y el rumbo al despeñadero. Es el teorema del subdesarrollo.
Somos subdesarrollados no porque nos falten recursos sino porque nos sobran políticos con malas ideas, que solo quieren posar para la foto con discursos buenistas que no enojen a nadie. Nos encanta aplaudir ideas cursis y bienintencionadas, apoyar lo polítcamente correcto, es decir, la hipocresía de apoyar cosas malas porque suenan bien, idolatrar mitos y tótems sagrados, y dejar de lado lo prioritario por preferir lo popular. ¿Cómo hacer reformas sin tocar vacas sagradas como la estabilidad laboral y los derechos laborales? ¿Cómo lograr el desarrollo si se oponen a una carretera por idolatrar el bosque virgen? Son las malas ideas las que nos matan. Pero adoran esas malas ideas. ¿Cómo reducir el déficit sin achicar el Estado eliminando ministerios y organismos públicos ineficientes, redundantes y parásitos, con su consiguiente cuota de despidos?
Ahora mismo veo candidatos a la alcaldía de Lima posando con lindas frases de cliché como “no al cemento” y aplicar una “una visión humana” a la gestión. ¿Otra vez Susana Villarán? No, es el genio que recortó la principal y más congestionada vía de Miraflores para colocar una absurda ciclovía, que no era necesaria ni prioritaria bajo ningún punto de vista racional, y mucho menos en esa avenida. Pero además eliminó los escasos parqueos. Y creo que es el mismo que impedía la instalación de antenas de telefonía para satisfacción de una turba de chiflados temerosos de contraer cáncer.
Lima se ahoga en el caos del transporte y nadie tiene coraje para proponer ideas grandes, del tamaño justo de nuestros problemas, que pongan a la capital en un nivel internacional para el bicentenario. Todo lo que tienen es pose y gestión de crisis pero sin soluciones. Cornejo quiere volver a los 70 con turnos de circulación de autos, como en la era de Velasco. Lima tiene más de medio siglo de retraso en infraestructura urbana. Somos últimos en todo. A estas alturas, la ida y vuelta del aeropuerto debería darse mayormente por viaductos elevados. Tanto Faucett como Javier Prado ya debería ser vías elevadas en casi toda su extensión. Hay avenidas como Primavera que requieren al menos siete pasos a desnivel para agilizar el tráfico. Apenas se hizo el del cruce con San Luis. En todo un siglo la Av. Arequipa solo tiene un paso a desnivel cuando ya debería tener diez. Pero como acá tenemos una cofradía de iluminados, enemigos del cemento, que se opone a las obras parece que vamos a hundirnos en el caos sin ningún remedio.
Las obras tardan décadas en el Perú no solo por estos chiflados anti cemento, sino por la incompetencia del Estado y la mezquindad de los políticos. La carretera Central sigue siendo un desastre desde hace medio siglo. De niño odiaba ir al Bosque por el suplicio que era esa carretera, y hoy, medio siglo después está peor. Belaúnde inició la carretera Ricardo Palma para que vaya paralela a la Central hasta Ricardo Palma, pero no la acabó. La dejó en Huachipa y allí se quedó. Alan García inauguró ese tramo cambiándole de nombre a “Ramiro Prialé”, un líder aprista que acababa de fallecer. Más de treinta años después la carretera básicamente sigue en el mismo punto. Reflejo de la incuria estatal y la ceguera política.
Hace tiempo debieron iniciar la construcción de otra vía que corra paralela a la carretera Central por el lado opuesto del valle, acabar el túnel trasandino, habilitar las vías paralelas de Cañete y Canta, pero nada. Hasta podrían trasladar a la FAP a los arenales de Chincha y utilizar Las Palmas como aeroparque para pequeños aviones comerciales, que ayuden a llegar al centro del país sin tener que usar la tortuosa carretera Central. Uno puede pasarse doce horas atascado allí por cualquier accidente o toma de carreteras. También hace falta habilitar aeropuertos en ciudades de la selva central para vencer su aislamiento. Sin obras infraestructura vial, el discurso de la descentralización y del desarrollo regional solo sirve para posar. Es imposible descentralizar el país y desarrollar el interior sin vías de acceso. Es hora de que dejen de crear ministerios y se dediquen a hacer obras de verdad. Basta de floro y de poses, queremos cemento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario