Escribe: Dante Bobadilla Ramírez
El Estado peruano es, en los hechos, un estado confesional sometido a los dictados de la Iglesia Católica. Así que ya es hora de dejar de lado ese cuento chino del "Estado laico aconfesional". Las últimas 3 constituciones no han hecho diferencia en cuanto a la independencia del Estado respecto de la Iglesia Católica. Ha sido solo un cambio de redacción bajo el mismo espíritu de sometimiento. La C-33 establecía que "las relaciones entre el Estado y la Iglesia Católica se regirán por Concordantes celebrados por el Poder Ejecutivo y aprobados por el Congreso". (Art. 234). La C-93 repite en su artículo 50 textualmente el texto del artículo 86 de la C-79: "Dentro de un régimen de independencia y autonomía, el Estado reconoce a la iglesia Católica como elemento importante en la formación histórica, cultural y moral del Peru, y le presta su colaboración. ".
No solo se trata de colaboración sino de sometimiento pleno. De otro modo el cardenal Cipriani no tendría las ínfulas que se da para plantear temas políticos al Estado, como lo viene haciendo en los últimos tiempos, incluyendo marchas callejeras como las de cualquier partido político. Así que más allá de los temas puntuales del aborto y la unión civil, lo que deberíamos poner sobre la mesa de debate es la nefasta influencia de la Iglesia Católica en el Estado peruano. Y también la presencia de otras confesiones en el Congreso, incluyendo sectas fanáticas desquiciadas que han tenido representantes gracias a los votos de sus masas.¿No es esto un peligro para la salud del Estado?
El poder de la Iglesia en el Estado se hace visible en el hecho funesto de que hasta ahora no se hayan dictado los protocolos para llevar a cabo el aborto terapéutico, algo que es legal en el Perú, pues se trata de una intervención médica para salvar la vida de una mujer. El obstáculo ha sido la Iglesia y algunos Ministros de Salud que, antes de preocuparse por la salud, se han preocupado por agachar la cabeza ante el cardenal. Si hubiese justicia, ley y fiscales corajudos, estos ministros, así como el mismo cardenal, deberían ya estar denunciados por obstaculizar el cumplimiento de la ley y poner en riesgo la vida de tantas mujeres.
Indigna ver cómo la Iglesia, a través del cardenal y sus acólitos, prostituyen un debate que pertenece al campo de la ciencia médica y la salud pública para llevarlo a la charlatanería barata en torno a creencias ridículas sobre la vida. El aborto terapéutico no es un tema filosófico y mucho menos religioso, pero lo quieren convertir en asunto de fe basados en la falacia de la defensa de la vida. La ventaja de la charlatanería religiosa es que puede decir cualquier fantasía linda y será creída por una masa ignorante acostumbrada a creer sin más. Nada es más difícil de rebatir que la charlatanería. La defensa de la vida se hace dogma de fe y eso basta para aplastar cualquier inteligencia.
Habría que recordar que la Iglesia Católica ha cambiado de opinión como una veleta a lo largo de la historia. No hace falta remontarnos a la Edad Media, cuando quemaban a los infieles y pecadores, incluyendo a los hombres de ciencia. Hace apenas un siglo la Iglesia recomendaba el aborto para salvar el honor de la familia y evitar los hijos extramatrimoniales. En ese entonces importaba más la defensa de la familia que de la vida. Fruto de esa mentalidad fue el Código Penal de 1863 que "consideraba abortos atenuados a los practicados por móvil de honor, es decir, para proteger la reputación de las mujeres y sobre todo, de la familia a la que pertenecían." (Dador Jennie, 1999)
El cardenal Cipriani ha llegado ya a la majadería al proponer un referendum para aprobar el aborto terapéutico cuando acá no hay nada que aprobar. Solo hay que hacer un protocolo de intervención médica de acuerdo a lo que estipula la ley desde 1924. La vida de miles de mujeres dependen de ello. En buena cuenta, ahora dependen de la voluntad de Cipriani. ¿No es eso una majadería? ¿No es eso una vergüenza en un país que cree tener un Estado laico y para una sociedad que cree ser parte de la civilización occidental? A mi francamente me indigna hasta la nausea.
El cardenal Cipriani ha llegado ya a la majadería al proponer un referendum para aprobar el aborto terapéutico cuando acá no hay nada que aprobar. Solo hay que hacer un protocolo de intervención médica de acuerdo a lo que estipula la ley desde 1924. La vida de miles de mujeres dependen de ello. En buena cuenta, ahora dependen de la voluntad de Cipriani. ¿No es eso una majadería? ¿No es eso una vergüenza en un país que cree tener un Estado laico y para una sociedad que cree ser parte de la civilización occidental? A mi francamente me indigna hasta la nausea.
Pues las conclusiones son bastante simples. El Perú es un país subdesarrollado que aun vive en la Edad Media, gobernado por los dictados de la Iglesia Católica mediante la charlatanería más burda y barata en torno a entelequias cojudas y valores abstrusos que prefieren la fantasía a la realidad. La única manera de diferenciar la racionalidad de la irracionalidad es que la racionalidad parte de la realidad y se sustenta en ella, mientras la irracionalidad parte de la imaginación (imágenes, valores, creencias, etc.) y pretende someter la realidad a sus creencias. Esta es, en última instancia, una lucha entre la racionalidad y la irracionalidad, o como siempre fue: entre ciencia y fe. Entre la cada vez más reducida sociedad moderna fundada en la ciencia y el oscurantismo medieval del pensamiento religioso.
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