Escribe Dante Bobadilla Ramírez
Todo peruano bien nacido debería sentir indignación y vergüenza en estos días, al ver el nivel de prostíbulo al que ha llegado la política peruana en el Congreso de la República, pues como triste corolario a la incapacidad mostrada durante los últimos años para nombrar a los titulares de nuestras instituciones más importantes como el Tribunal Constitucional, el Banco Central de Reserva y la Defensoría del Pueblo, ahora vemos el intento de prostituir además estas instituciones, colocando felones de medio pelo que solo están siendo enviados allí para acatar consignas partidarias.
Y lo más humillante es ver que a nuestros "representantes" les importa un comino la indignación popular expresada en todos los medios, desde un comunicado de la CNDDHH hasta un editorial de El Comercio, pasando por las declaraciones de los más connotados opinólogos. A nuestros congresistas simplemente les importa un rábano todo eso. Ellos están dispuestos a seguir adelante con su repartija. Esto sí que merece una marcha de indignados, pero a todo dar.
Hemos llegado a un punto en que el Congreso de la República ya no tiene ningún valor. Los bajos índices de aceptación ciudadana que reflejan las encuestas no ha cambiado porque a estos sinvergüenzas no les interesa nada. Tienen la misma mentalidad de todo burócrata: mientras les llegue su pago puntual a fin de mes, nada les importa. El Congreso es el resultado de un sistema electoral perverso y absurdo que no ha querido ser cambiado. No es problema del voto preferencial sino del voto universal y obligatorio, además de la majadería de no querer exigir ninguna calificación para acceder al Congreso, así como la estupidez de permitir que cualquier combi de amigos, organizada seis meses antes de las elecciones, sea considerado un "partido político" y pueda presentar candidatos, incluso metiéndose a un "vientre de alquiler", como ocurrió con el Partido Nacionalista, madre nodriza de las peores escorias que han arribado al Congreso peruano.
Los intentos de meter a un incompetente comunista como Víctor Mayorga nada menos que al Tribunal Constitucional es algo que debe merecer el rechazo unánime. Y de hecho esto existe, pero la escoria congresal no se conmueve. Hay un rechazo unánime a personajes como Rolando Sousa y Pilar Freitas por no tener una trayectoria diáfana, que es lo que exigen estos importantes cargos. De concretarse esta maniobra política que ya tiene niveles de delincuencia política, las protestas estarán más que justificadas. El gran peligro para el Perú es que ya ninguna institución será respetable.
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