Escribe: Fritz Du Bois
Ayer murió la decencia política en el Perú al presenciar, por televisión, cuando se estaba planteando la reconsideración para la defensora, a un congresista de Gana Perú que tiene 30 denuncias penales –desde homicidio hasta robo agravado, pasando por falsificación– tratando de calmar a Pantaleón. Quedamos congelados. En ese momento nos quedó muy claro en manos de quién estamos, y todavía nos faltan tres largos años.
Ayer el PPC firmó su sentencia de extinción. Un partido que se consideraba un guardián de la legalidad se metió a la cama con violadores constitucionales –pasados y futuros– a cambio de colocar en el tribunal a un vocal allegado. Aquí no había gobernabilidad en juego ni riesgo alguno al proceso democrático. Simplemente vendieron su alma al diablo.
Ayer destruyeron la Defensoría del Pueblo y la convirtieron en un anexo de un partido desesperado por sobrevivir ante tanto escándalo. Considerando que hasta la Fundación Canevaro fue tomada al abordaje por Perú Posible para fines partidarios, ¿se imaginan cómo se aprovecharán de una institución con credibilidad y de alcance nacional, que cuenta con un abultado presupuesto pagado con el dinero de todos los peruanos?
Ayer arremetieron contra el Estado de derecho al otorgar un veto para impedir declarar la inconstitucionalidad de futuras leyes a un gobierno que le gustaría arrojar la actual Constitución al tacho. En realidad es ingenuo pensar que con argumentos legales convencerán a vocales colocados por un oficialismo que lo único que conoce es el carpetazo. Así que por un par de nombramientos están arriesgando el principal escudo que tenemos los peruanos para protegernos de la tendencia de los que actualmente nos gobiernan de ir a un chavismo desaforado.
Ayer fue un día negro para los ciudadanos, que quedamos desprotegidos frente a la demagogia y el Estado. Solo queda esperar que no hayan enterrado también nuestro futuro democrático.
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