Escribe: Dante Bobadilla Ramírez
Desde el surgimiento de las grandes religiones, la existencia de la mujer ha sido difícil, y sigue siendo difícil en pleno siglo XXI, incluso en un país como el Perú, con un Estado que -al menos en el papel- se declara autónomo e independiente de la Iglesia, y donde se supone que la ley está por encima de cualquier otra norma, según la Constitución. La realidad, sin embargo, es que la mujer sigue sometida a una gran cantidad de estereotipos que derivan del machismo, y de un machismo que tiene sus fundamentos ideológicos en esa gran fuente de pensamiento que es la religión imperante. El rol de la mujer en la Iglesia Católica ha estado siempre en un segundo plano, y según la ideología machista del catolicismo la mujer solo debe cumplir una función reproductora, como sierva del marido o del hombre. Por ello la mujer idealizada por el catolicismo es la madre, simbolizada en la virgen María.
La histérica reacción surgida frente a la aprobación del protocolo médico para el aborto terapéutico, lleva toda la impronta del machismo religioso de nuestra sociedad. De inmediato se han escuchado voces con eco de catedral clamando en contra de tal protocolo. ¿Cómo puede alguien oponerse a un protocolo de acción médica destinado a salvar la vida de una mujer? Precisamente porque se trata de la vida de una mujer, pero no de cualquier mujer sino de una mujer gestante, donde lo más importante pasa a ser "el concebido". La mujer deja de existir para estos lunáticos de la fe, convertidos ahora en soldados defensores de una entelequia llamada "vida", pero referida a la vida del que "está por nacer" y en ningún caso a la vida de la mujer, que ni siquiera cuenta.
El derecho a la vida es reclamado histéricamente para algo que existe solo en la imaginación con diversos y cándidos apelativos como "indefenso niño", "criatura sin voz", bebe, etc. Muy lejos de su verdadera realidad. Para estos sectores fanatizados la realidad ya no cuenta sino los dogmas de fe y los fines doctrinales. La ideología del "no nacido" parte de hacer invisible a la mujer para ocuparse del "concebido", otorgándole todas las características de una persona humana real. En un acto de verdadera intrepidez intelectual, por no llamarla deshonestidad o simple chifladuría fanática, se pretende que la condición de "persona humana" se alcanza por el solo acto de la concepción, y luego se considera al "concebido" sujeto de derechos. Algo salido de un pensamiento discontinuo y maniqueo, donde la idea de proceso y el concepto de desarrollo ontogenético perdieron todo su sentido. Así es como el concepto "persona humana" acabó reducido a una sola molécula: el ADN. Desde luego, la gran mayoría de estos ideólogos de la vida no cree en la evolución de la especie sino en la creación divina. Por eso aseguran que "solo Dios puede quitar la vida". Todo calza. No en vano es una ideología.
Mientras tanto a la mujer se le niega sistemáticamente su derecho a decidir y hasta a vivir. Escucho verdaderos monstruos disfrazados de ángeles afirmando que no hay nada más sublime que dar la vida por un hijo. ¿Quiénes son estos sujetos que se arrogan el derecho a decidir por la mujer y condenarla a la muerte? Tamaña infamia solo cabe en una sociedad enferma que preconiza el dogma de fe y relativiza a la mujer o, mejor dicho, la posterga, la ignora y la descarta. Si no eres madre no tienes derecho a existir como mujer. Tu sexualidad debe reducirse a la procreación. Si eres madre, ya puedes morirte feliz porque cumpliste tu misión bíblica. Y si el embarazo pone en riesgo la vida de la mujer, la confrontan cínicamente: ¿qué derecho tiene la mujer para decidir por otro ser? Aunque claro que en los hechos no hay todavía ningún "otro ser" porque el proceso no ha concluido y aun está lejos de concluir. Sin embargo la entelequia es suficiente para ser mostrada como algo superior a la mujer, que es el único ser real y concreto, de hecho pero sin derechos.
La hipocresía y fanatismo de estos sectores religiosos llega a la nausea. Empleando las mismas estrategias de desinformación que los nazis, tergiversan los hechos y juegan con los conceptos, manipulan la verdad, engañan y mienten con descaro y cinismo. Así es como el embrión se convierte en "inocente niño" o "indefenso bebe", el aborto indispensable para salvar la vida de una mujer es "asesinato de un niño", y quienes defendemos el derecho de la mujer a decidir somos "asesinos". El propio cardenal Cipriani ha tenido la desfachatez de afirmar muy orondo, hablando del protocolo médico del aborto terapéutico, que "se promueve el aborto". ¿Alguien en su sano juicio puede promover el aborto? Según el pensamiento de estos histéricos, serían las "clínicas abortistas" las que estarían detrás del gran negocio de los "abortos indiscriminados y masivos". Nada que envidiar a la propaganda comunista. Es la ética y la moral de los dueños de la moral y la verdad.
La majadería de tales sectores llega al extremo enfermo de negarle a la mujer víctima de violación el derecho a decidir si quiere convertirse en madre de un hijo no deseado y producto de una agresión brutal. El mensaje es simple: "qué pena pues hijita que te violaron, de repente tuviste tu la culpa, pero igual debes parir y ser madre porque ya tienes una vida adentro". A la mierda con la vida de la mujer y su existencia como persona. Ella no cuenta para nada. No tiene derechos. Lo que cuenta es esa abstracción llamada "vida". Si, una abstracción, porque a esas alturas el producto de la concepción es más una mera abstracción idealizada de lo que será, antes que una realidad concreta.
Pero la insanía mental de estos lunáticos llega al extremo de engañar al decir "¿cómo le vamos a aumentar al trauma de la violación el trauma del aborto?" ¿Cuál trauma del aborto? La mujer es sedada un par de horas y cuando despierta ya todo acabó. Con una adecuada psicoterapia puede recuperar luego plenamente su vida. Pero no. Para la jauría religiosa defensora de la sacrosanta vida, la mujer debe ser condenada a parir, ser madre y vivir para siempre con el fruto de la violación. Realmente es indignante.
La defensa de la mujer no solo debe ser contra acosadores, violadores y agresores sino contra todo lo que hay detrás de ellos que es una perversa ideología machista, surgida silenciosamente desde la religión imperante que constituye la estructura básica de nuestra cultura, y que es casi el único aprendizaje y base del pensamiento de la gran mayoría. El frente sacerdotal junto a sus acólitos más rabiosos, han levantado su voz para defender su patética ideología de la vida y mantener el sometimiento de la mujer, su condición de ser de segunda categoría y máquina reproductora. Los fanáticos viven para su ideología y defienden sus abstracciones y símbolos antes que la realidad y sus consecuencias. En una sociedad dominada por esta estructura mental anacrónica y perversa, la imagen de la mujer se reduce a dos versiones: casta o madre. Por desgracia, el desprendimiento mental de esta ideología no será fácil mientras la Iglesia Católica detente tanto poder y tenga el cuajo de confrontarse al Estado, como lo viene haciendo hoy.
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