lunes, 16 de junio de 2014

La megacomisión rompe fuegos


Escribe: Dante Bobadilla Ramírez

No hay nada más ridículo que ver a las ratas pretendiendo moralizar a los pericotes. Esa es la impresión que nos deja la megacomisión que preside el congresista Tejada. ¿Quiénes son los nacionalistas para pretender moralizar la política peruana? ¿Cuál es su trayectoria? ¿Qué méritos tienen? Ninguno. Para hablar con franqueza ni siquiera son un partido político, pues carecen de ideología, doctrina, programa y hasta de principios. Llegaron al gobierno trepados en una combi de asaltantes del poder, adonde se habían subido desde narcoterroristas hasta la más variada, pintoresca y raleada gentuza del país. El Partido Nacionalista está hecho de peleles improvisados y tránsfugas que se mudan de partido en cada elección, según les ofrezcan mejor posición en las listas con menores cupos.

Para colmo, el líder del partido manicomio nacionalista tiene varios sancochados con la justicia. Ollanta Humala se escabulló del proceso del Andahuaylaso y de Madre Mía, en el que no tuvieron reparo alguno en desaparecer su expediente completo del Ejército para que no pudiera ser investigado, y al final acabaron comprando a los testigos. ¿Ellos quieren moralizar la política? No me hagan reír. Y no hablemos de las perlas que ya se ven en este gobierno, cuya secuela de corrupción empezó cuando el hermanito menor de los locos Adams y un congresista ya negociaban contratos en Rusia antes de asumir el poder. Y no digamos nada de la trayectoria de los congresistas nacionalistas. En fin. 

Pero ya se ha hecho costumbre en este país que los delincuentes corran gritando "al ladrón, al ladrón". En todas las provincias existen ahora frentes "anticorrupción" que en realidad no son más que bandas de delincuentes empeñados en tumbarse al alcalde o presidente regional a base de denuncias y psicosociales, luego de que el proceso de revocatoria no les funcionó. Se trata de una variante de los frentes de defensa de los intereses de la provincia o región y de los frentes de defensa ambientalistas o del agua. Nada mejor que disfrazarse con los ropajes del movimiento de moda, tal como hizo el propio Partido Nacionalista en campaña. 

En el Perú la cantaleta de la "lucha contra la corrupción" es una bandera de todos los políticos, incluso antes de la caída del fujimorismo. Es típico de los improvisados y neófitos que carecen de propuestas serias. No hay nada más fácil que culpar al gobierno anterior de todos los delitos y prometerle justicia moralizadora al pueblo. El circo aguanta todo. Pero una cosa es el circo político y otra la justicia de verdad, que debe pasar el filtro de la Constitución y las leyes. La megacomisión del señor Tejada se ha saltado todos los procedimientos de ley y hasta pretende pasar por encima del Poder Judicial que ha anulado sus informes por no respetar las formalidades mínimas que exige un proceso serio.

En realidad las faltas al debido proceso se iniciaron con la creación misma de la megacomisión, pues su motivación no fue más que el circo. ¿Qué payasada es esta de abrir una investigación a todo un gobierno para ver si le encuentran algo? ¿Es eso serio? Claro que si se investigan las funciones públicas de todo un gobierno que involucra a miles de funcionarios en cientos de tareas, algo pueden hallar. Pero el truco consiste en vincular esos hallazgos, cualquiera que sea, con Alan García, porque eso es todo lo que les interesa. La verdad y la justicia les tiene sin cuidado desde el inicio de todo este circo. El objetivo es Alan García. Y los nacionalistas no quieren defraudar a su público.

Parece ser que Ollanta Humala pretende cumplir su promesa electoral de ejecutar a Alan García por corrupto, condena sentenciada en campaña con aplausos de la muchedumbre congregada en cada plaza. A la felonía se sumará, como es de esperar, la izquierda troglodita que lleva el antiaprismo en la sangre desde los días de Mariátegui, y los defensores del borracho de Cabana y lavador de activos. Según lo que hemos escuchado en el Congreso, ya no importa nada el procedimiento constitucional ni lo que diga el Poder Judicial. De lo que se trata es de un proceso político. Un juicio político es lo más parecido que hay a un juicio popular. A eso se ha reducido la justicia y la política con la llegada de esta plaga de nacionalistas de barracón.

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