martes, 13 de octubre de 2020

El neocomunismo del siglo XXI

 


Escribe: Dante Bobadilla Ramírez

Tal parece que la advertencia de Marx “un fantasma recorre Europa: el fantasma del comunismo”, no solo no ha pedido vigencia luego de 170 años, sino que se ha extendido a Latinoamérica e incluso a los EEUU, donde la izquierda amenaza con tomar el poder, luego de haberse tomado ya las calles, en feroces y salvajes acciones de vandalismo y terrorismo urbano que van desde Seatle en los EEUU hasta Valdivia en Chile. Pero claro que ya no se trata del comunismo original promovido por Marx, sino de una versión intelectualmente más pobre pero de un accionar tan radical y letal como su versión primigenia.

Los promotores del comunismo se han extendido en el ambiente académico. Ya no profetizan la rebelión de las clases oprimidas para tomar el poder e imponer la dictadura del proletariado. Esa profecía fallida de Marx ya no vende en estos tiempos. Las “clases oprimidas” nunca les hicieron caso y jamás estuvieron más oprimidas que bajo el yugo del comunismo. Hoy los intelectuales de izquierda prefieren la versión del apocalipsis climático “a causa del capitalismo salvaje”, y ven como toda salvación el cambio del modelo económico. Se impone la tesis de un Nuevo Orden Mundial, defendida no solo por intelectuales de izquierda sino también por la burocracia internacional desde la ONU y sus agencias. Y como si eso fuera poco, también debemos incluir al Vaticano en su moderna versión progresista bajo el papado de Francisco. 

Las posturas del establishment y de la izquierda intelectual, apuntan ahora a desestabilizar y destruir el sistema capitalista mediante el repudio general hacia los valores socioculturales que le dieron sustento, tales como el cristianismo, la colonización civilizadora del Nuevo Mundo, los principios jurídicos que encendieron la chispa de la libertad y la tolerancia para formar una nación pujante, donde el progreso definió su curso histórico a pesar de los problemas sociales que siempre conviven con la especie humana. El activismo de esta izquierda ambientalista y snob se ha extendido como una epidemia cultural que atrae a los más connotados personajes del progresismo mundial, desde artistas de Hollywood hasta movimientos políticos que solo tienen el ambientalismo como bandera, y pasa por promover actos tan ridículos como cursis, desde la llamada “Hora del Planeta”, en la que se insta a apagar las luces, hasta los plantones de la adolescente sueca Greta Thunberg, convertida por los medios y las oenegés en heroína por su “lucha” contra el tenebroso “cambio climático”.

La prueba de que el ambientalismo es solo una fachada del comunismo mundial para combatir el capitalismo es que su principal exigencia es el cambio hacia un “nuevo modelo económico”, además de que las críticas del ambientalismo se centran en la actividad industrial, utilizando esto como fundamento para detener las actividades extractivas (mineras y petroleras) y dejar sin energía y materias primas a la industria. Esta actitud del ambientalismo actual es muy radical y extremista. Claramente están forzando las cosas. El activismo ambientalista se inicia originalmente en los años 60, como genuinos actos de defensa de la flora y fauna amenazada por la caza y pesca indiscriminadas, así como la actividad industrial irresponsable. Desde entonces existe abundante legislación para proteger el medio ambiente, así como organismos especializados en esta tarea. La EPA (Agencia de Protección Ambiental) del gobierno de los EEUU fue creada por Richard Nixon en 1970. Así que los esfuerzos del propio capitalismo en la defensa del medio ambiente preceden con mucho al progresismo socialista disfrazado de ambientalista, que solo busca detener la actividad industrial en seco.

Los gastos multimillonarios hechos por la ONU en el activismo ambiental sobrepasan de lejos la ayuda a los países más pobres en el último medio siglo. La conferencia anual sobre cambio climático que moviliza al mundo entero de país en país para oír tediosas conferencias sobre el apocalipsis climático, no han logrado consensos ni han resuelto nada, pero contribuye a mantener viva la flama del ambientalismo para que pueda ser usada por los ejércitos del progresismo mundial para incendiar la pradera con acciones vandálicas contra los proyectos mineros, petroleros, portuarios y hasta de carreteras, paralizando la inversión y el desarrollo. A ellos se suman los que protestan contra los valores occidentales y usan como pretexto el racismo y el colonialismo, mediante una revisión absurda de la historia.

De manera pues que hoy estamos frente a la segunda ola del comunismo, con una versión que trata de esconder su versión fracasada del siglo pasado. Desde la caída del muro de Berlín y el desplome del comunismo mundial, solo tardaron veinte años en recoger sus ladrillos y crear una versión moderna pero igual de peligrosa y letal. Debemos hacerles frente, pero -sobre todo- desenmascarar sus causas y responder sus falsos argumentos.

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