Nada más patético que ver a la izquierda justificando todas sus fechorías electorales de los últimos 16 años. A estas alturas queda claro que a la izquierda nunca le importó el país, sino su venganza contra Alberto Fujimori. Como muchos han dicho, el antifujimorismo se convirtió en el partido más grande del Perú en este siglo. Guiados por esta enfermiza ideología del odio, no tuvieron reparos en apoyar a cuanto mamarracho se ponía al frente. Fue así que apoyaron a Alejandro Toledo y Ollanta Humala. Hoy ambos personajes están a un paso de la cárcel por corruptos, y el último incluso por asesino.
Ahora los eternos cucufatos del progresismo, insobornables defensores de la moral pública, permanentes acusadores de las faltas ajenas y candelejones promotores de los derechos humanos, han quedado más embarrados que palo de gallinero tras el huaico de revelaciones del caso Lava Jato, los audios de Ollanta y las agendas de Nadine. Y sin embargo, todos los progres han salido a disculparse con alguna estúpida excusa, a justificar sus apoyos y, por último, a decir que ellos votaron en blanco.
La historia del cinismo de izquierda es de antología. Veamos rápidamente a los dos candidatos apoyados por la izquierda y que hoy están quemados. ¿Quién era Alejandro Toledo? Un borrachín sin escrúpulos que alucinaba con ser presidente. Vladimiro Montesinos le armó el partido Perú Posible con firmas falsas para dividir a la oposición en el 2000. Para entonces Alejandro Toledo ya había sido parte de las crónicas rojas luego de su escandalosa francachela de drogas, alcohol y putas en su encerrona del Melody.
Para las elecciones del 2000, Alejandro Toledo apareció con partido propio creado en tiempo récord. Montesinos se encargó de bajarse a los candidatos más fuertes: Alberto Andrade y Luis Castañeda, utilizando la prensa chicha y medios comprados. Al final Alejandro Toledo pasó a la segunda vuelta, pero se quejó de fraude y se retiró de la segunda vuelta por carecer de apoyo real. Tras la revelación de los vladivideos, Toledo aprovechó para liderar al antifuijmorismo y fue llevado en hombros hasta palacio de gobierno, convertido en Pachakuti y choro sagrado. Desde que le abrió las puertas a la caviarada y montó el circo de la CVR, sería el protegido de la izquierda.
Por su parte Ollanta Humala fue otro invento de Montesinos. Lideró la payasada del locumbazo como cortina de humo mientras Vladimiro Montesinos se escapaba. Tuvo la genial idea de disfrazarse de antifujimorista y solo por eso lo dejaron entrar en la argolla caviar. Le perdonaron el locumbazo, lo ascendieron a comandante y lo mandaron como agregado militar a Seul. Desde allí los dementes hermanitos Ollanta y Antauro idearon una asonada militar en Andahuaylas para darle un golpe a Toledo. La payasada acabó con cuatro muertos. Sin embrago, y pese a que Ollanta dio su mensaje a la nación desde Seul pidiendo la destitución de Toledo, lo limpiaron olímpicamente de la asonada. Fue así que solo Antauro quedó preso, cuando ambos fueron los conspiradores.
Para las elecciones del 2006, Ollanta Humala tuvo la desfachatez de presentarse como candidato presidencial, gracias al vientre de alquiler que consiguió en UPP. En lugar de una combi electoral, Ollanta Humala organizó un verdadero camión de basura electoral cargando con toda clase de inmundicias que iba recogiendo por todo el país, empezando por las narcococaleras Nancy Obregón y Elsa Malpartida, quienes inauguraron sus funciones en el nuevo Congreso con una bronca de callejón en pleno hemiciclo. El basurero legislativo que el nacionalismo llevó al Congreso fue de vergüenza. Ya para entonces, Nadine Heredia anotaba rigurosamente cada uno de sus enjuagues judiciales poniendo nombres clave de jueces y fiscales, proveedores de dinero y otras perlas en sus agendas, con la estrecha colaboración de una calabacita hueca que se le arrimó en París: Verónika Mendoza.
Para variar, Ollanta Humala también intentó darle un golpe a Alan García utilizando a sus congresistas para pedir la vacancia presidencial. Cuando llegaron las elecciones del 2011, Ollanta ya había cambiado de camiseta. Se quitó la camiseta roja chavista y se puso la blanca lulista. Toda la mafia brasilera se encargó de montar al muñeco electoral que se enfrentaría a Keiko Fujimori, una de las principales candidatas. Una vez más las escorias del antifujimorismo patológico salieron de sus cloacas y prefirieron votar por el cachaco ignorante, sin importarles nada su pasado y sin que les interesara un bledo la suerte del país. Al contrario, lo disfrazaron de blanco pureza y le colocaron el cartel de defensor de la honestidad. Pero al final ganó solo gracias al antifujimorismo.
La ridícula excusa que presentan ahora los progres que apoyaron a Ollanta es que preferían cualquier cosa a "la hija de un asesino". Es difícil entender la lógica retorcida de un rojete. ¿Qué diantres tiene que ver el hijo de quién es uno? ¿Desde cuándo se juzga a las personas por lo que fue su padre? Pero esa es la mentalidad atormentada del antifujimorismo patológico. Debe ser la excusa más patética de la historia. El hecho es que prefirieron votar por un asesino. Y nadie puede decir que no sabían que Humala era un asesino. El caso Madre Mía fue cerrado por la mafia caviar del PJ luego de una escandalosa compra de testigos y otras sucias maniobras, pero nada de eso borra los hechos.
Así que mientras se llenan la boca llamando "asesino" a Fujimori sin que este tenga absolutamente nada que ver con los casos Barrios Altos y La Cantuta, en los que fue mañosamente implicado mediante una treta jurídica, en cambio callan frente al verdadero asesino de Ollanta Humala que fue encubierto y protegido por la misma mafia caviar del PJ que condenó a Fujimori. Así es como funciona este país en manos de la mafia caviar. Lo blanco es negro y lo negro es blanco. Así seguirá siendo mientras no enfrentemos a estos miserables de la izquierda pro terruca que se creen los dueños de la verdad y defensores exclusivos de los derechos humanos. Se les ha caido la carpa del circo y sus payasos se despintaron. Es hora de decirles que han dejado de mandar en el Perú.
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