Susana Villarán y sus amigos de la progresía y caviarada limeña han hecho lo posible por recuperar algo de imagen pública. Y lo han hecho mediante psicosociales montados a través de la prensa chicha de izquierda. La manipulación de las voluntades se expresa en frases como "Estás a favor de Lima o de la corrupción". También suelen engañar a los incautos con anuncios fabulosos como "Lima no puede parar", como si alguna vez la hubieran puesto en movimiento. Otra frase de escándalo es la que anuncia un futuro fabuloso: la reforma del transporte.
Uno de los cuentos favoritos de Susana Villarán ha sido amenazar a los incautos ciudadanos con la suspensión de la mítica reforma del transporte. En toda encuesta sale a flote que la ciudadanía espera con ansias una reforma del caótico transporte público de la ciudad. Por desgracia, las esperanzas en que Villarán resuelva este drama son ilusorias. Todo el valet de ineptos con que Villarán llegó al Municipio carece de la más remota idea de cómo se puede resolver el problema del transporte.
Lo que han hecho es gastar en costosos estudios y en proyectos absurdos como el tratar de reformar el transporte mediante el cambio de ADN de los transportistas. Lo que sueñan los caviares es transformar la personalidad, la mentalidad e idiosincrasia de los transportistas para que dejen de ser los caóticos e informales conductores de hoy y convertirse en ejemplares empresarios que cumplen la ley.
Ya es tiempo de anunciarles a los limeños que no esperen absolutamente nada de la famosa reforma del transporte. Eso no es más que un psicosocial. No hay ninguna reforma. Así como no se puede hacer reformas vistiendo de frac a las ratas de La Parada tampoco se puede hacer reformas disfrazando a los improvisados transportistas que hoy tienen a su cargo el caos de la ciudad.
La revocatoria de Susana Villarán no solo se justifica porque ha paralizado las obras fundamentales de infraestructura que la ciudad requiere con urgencia, sino porque se ha dedicado a cuestiones triviales que bien pueden ser manejados por personal de tercer nivel, como el control de Mesa Redonda. Lima necesita un alcalde que resuelva las necesidades más urgentes de la capital. Y estas no son ciertamente escaleras en los cerros. Se requieren varios pasos a desnivel en la ciudad que esta gestión ni siquiera ha puesto en la mira.
Por todo esto, la revocatoria es una oportunidad para echar a los incompetentes que se metieron a una contienda electoral sin tener la capacidad de gestión que el reto implica Que se vayan todos!
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