Escribe: Dante Bobadilla Ramírez
Un librepensador tiene que estar acostumbrado a recibir insultos y condenas de todos los sectores. Ir en contra de la opinión mayoritaria tiene estos riesgos. Me han llamado fujimorista, pese a que jamás he votado por un Fujimori, me han tildado de aprista aunque sigo criticando los dos gobiernos de Alan García, y hasta me han llamado caviar y liberoconfuso, dependiendo de las opiniones que vierto. Pero nada de eso me preocupa. No opino para que me aplaudan ni para sumarme a las masas. El día que mis opiniones coincidan con las mayorías, empezaré a preocuparme.
El Perú vive sacudido por noticias políticas y esto, para empezar, no es una buena señal. Cuando todo marcha bien, la política no es noticia. Los mejores ministros no hacen noticia. Trabajan callados y nadie conoce ni sus nombres. Por el contrario, aparecer en los medios es mala señal, porque los medios son como las moscas que gustan posarse sobre lo que se descompone. Y en estos tiempos, los peruanos vivimos intoxicados de política por la prensa. Algo pasa pues. Y algo malo.
Un buen analista no se concentra en lo menudo, no se deja llevar por la noticia principal del día, no se enfoca en un caso específico y mucho menos sigue el griterío de las masas histéricas. El análisis requiere tomar distancia y mirar el panorama completo, incluyendo un poco de recorrido histórico. Solo la perspectiva general nos permite ver el escenario completo, y eso nos permite entender el sentido correcto de la realidad, y otorgarle a cada detalle su valor. Hagamos esto.
El hecho histórico más trascendental en lo que va de este milenio en Latinoamérica ha sido la caída de la mafia socialista dirigida por el PT desde Brasil. La mafia que montó Hugo Chávez no cayó pero dejó de operar tras la muerte de su mentor y la debacle económica de Venezuela. Lula da Silva trató de mantener la hegemonía regional del socialismo prostituyendo gobiernos al estilo de Hugo Chávez, quien montó la red más grande de monigotes a su servicio, desde las islas del Caribe hasta Argentina, pasando por Nicaragua y Bolivia. El Perú se salvó por un pelo de caer en esa red chavista.
Pero no nos salvamos de caer en la red de Lula que operaba con la maquinaria de sus empresas. La infiltración de Hugo Chávez quedó trunca, pero la de Lula nos penetró hasta los huesos. Desde Alejandro Toledo hasta Ollanta Humala, incluyendo a la alcaldesa Susana Villarán, cayeron en las redes de la mafia brasileña. Pero en esta red no solo hay presidentes y funcionarios públicos. En la red podemos encontrar de todo, principalmente medios de prensa, periodistas, jueces y fiscales.
Ninguna mafia grande puede operar sin el apoyo de la prensa y sin asegurarse de maniatar a la justicia de algún modo. La mafia busca mecanismos para anestesiar a jueces, fiscales y otros funcionarios. No basta con coimear a un presidente, ministro o viceministro. En la planilla de Al Capone había periodistas, jueces y policías. Ese mecanismo no ha cambiado. Así operan las mafias.
En consecuencia, es obvio pues que la mafia de Lula, mediante sus empresas millonarias y generosas, tenía una amplia red que controlaba todo: gobiernos, fiscales, jueces y, sobre todo, periodistas. Hemos visto esas fotos de las juergas en que políticos, periodistas y gentita bien de la socialité caviar, disfrutaba las mieles que servían Barata y sus secuaces. Allí concurrían como moscas todos los implicados en la mafia. Todos recordarán cómo los periodistas eran comprados con talleres a dictar en diferentes escenarios. Aldo Mariátegui denunció esa maniobra negándose a participar, y lo echaron de inmediato de la dirección de Correo poco antes de la revocatoria de Villarán.
Pues bien, queda claro entonces que la red de la mafia era amplia y estaban muchos. ¿Qué ha pasado en el Perú tras la caída de la mafia brasileña? Muy poco. A diferencia de otros países, acá la red de la mafia sigue operando pero ya no dirigida por Lula y Odebrecht, sino por ellos mismos para salvarse. No quieren estar en la lista de investigados ni mucho menos presos. ¿Qué hace entonces? El viejo truco de la distracción cogiendo chivos expiatorios. ¿Y a quiénes eligen? A los más odiados por las masas histéricas y estúpidas: Keiko y Alan.
El dinero de Odebrecht y demás empresas de la mafia brasileña llegó a los bolsillos de muchísima gente, incluyendo ONGs y medios de prensa. Si un fiscal coge a una cualquiera de estas empresas de medios o alguna ONG o cualquier periodista de estos que se paseaba por el Perú dictando "talleres de periodismo", y los sacude, van a caer muchas evidencias de que fueron parte de la mafia. Pero no lo hacen. ¿Por qué? Porque la misma Fiscalía de la Nación estuvo aceitada por la mafia. ¿O creen que Pablo Sánchez no movió un dedo para investigar el caso Odebrecht solo por flojo?
En medio de este panorama, surge la persecución de Keiko Fujimori por un caso insólito: el financiamiento de su campaña del 2011. No se trata de un gobierno corrupto, no compromete obras públicas, ni los dineros del Estado. Es un lío entre privados donde una empresa dona fondos para una campaña. Pero el fiscal mete las narices aduciendo "lavado de activos", con figuras estrambóticas como tildar de "organización criminal" a un partido político. Esto es una aberración que solo a un deficiente mental puede engañar. Se parece más a un circo que a un proceso judicial. El direccionamiento político está clarisimo. Odebrecht financió campañas a todos los partidos, desde Ollanta hasta PPK. ¿Y dónde están los otros? Ya pues...
Y si eso no los convence, debería hacerlo el hecho de que el siguiente en la lista sea Alan García, y con otro cuento similar: el pago por una conferencia. Increíble. Se trata de los dos partidos que conforman una alianza opositora fuerte en el Congreso, que ha impedido que saquen al nuevo Fiscal de la Nación y que está por nombrar a los nuevos titulares del Tribunal Constitucional. Solo es cosa de sumar dos más dos. ¿Y quiénes están detrás de toda esta maquinaria de demolición política direccionada? Los medios de prensa del conglomerado mafioso que fue parte de la red de Odebrecht, tanto en su rol de medios como de accionistas de las empresas cómplices.
Los otros interesados en armar este show de distracción son los miembros del clan caviar, esos que se paseaban por las fiestas de Barata y dictaban talleres pagados por Odebrecht y que recibían aportes para sus ONG. ¿Alguien cree que la fiscalía casi capturada por IDL va a poner en el banquillo a la gentita bien de la mafia caviar? ¿Creen que se atreverán a investigar al Grupo El Comercio o a la mafia de La República que nadie sabe de qué viven?
Hasta donde puedo ver, Keiko Fujimori es solo víctima de la insanía mental de un fiscal que no tiene nada mejor que hacer que perseguir políticos incómodos para el poder de la mafia caviar. Alan García puede ser un gran pericote pero hay que juzgarlo con pruebas directas, no con payasadas como "autoría mediata", que es el recurso de la mafia judicial en estos tiempos. Nadie puede creer en una justicia que es selectiva y que abusa de la prisión preventiva por plazos exagerados. Nadie puede creer en la justicia con fiscales como Domingo Pérez, que solo muestra su perturbación mental saliendo a vociferar contra el Fiscal de la Nación, como un muñeco de ventrílocuo accionado a control remoto por Gustavo Gorritti.
Me parece bien que la chusma festeje y celebre el show que le han montado alrededor de Keiko y Alan. No se puede esperar otra cosa de estas masas ignorantes y vociferantes que se guían por las emociones y las bajas pasiones, sin ver más allá de un titular. En especial los jóvenes que cada día leen menos y entienden peor, y solo se prestan a formar parte del borreguismo progresista. Pero no hay que perder de vista que quienes orquestan toda esta campaña son también quienes deberían estar siendo investigados y juzgados. Pero no lo serán. Los titiriteros que manejan a Domingo Pérez y a una buena legión de periodistas y opinólogos se ocuparán de que el circo siga alrededor del fujimorismo y el aprismo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario