Escribe: Dante Bobadilla Ramírez
Fuente: El Montonero
Una tradición es algo que se hace durante años sin saber por qué, hasta que un día acaba siendo un acto fuera de lugar y la gente empieza a cuestionarla. Esto ocurre con la misa y Te Deum de fiestas patrias, cuyo origen se remonta a San Martín, quien pidió una misa para celebrar la independencia. Tal vez entonces dicho acto tuvo mucho sentido, pero hoy aparece como un rezago inapropiado para una época en que se habla de, y se pide, un Estado laico.
El Estado no es muy laico. Según la Constitución, aun debe prestar colaboración a la iglesia Católica en un régimen de “independencia y autonomía”. Es bastante difícil acabar con una larga serie de tradiciones religiosas que son parte del vivir cotidiano de las personas, aunque muchos hagan estos actos ya sin mayor sentido religioso, como la juramentación de los funcionarios públicos, o la colocación de la Biblia y crucifijo en la mesa de los jueces, y otros que ya deberían eliminarse en el Estado, en especial toda esa parafernalia religiosa de las instituciones armadas y policiales. Es imposible tener un Estado laico mientras se permanece conviviendo con tantas manifestaciones arcaicas de religiosidad dentro de sus estamentos.
Personalmente creo que un Estado laico puede convivir con ciertas tradiciones religiosas siempre que no lo comprometan. Por ejemplo, la tradicional misa y Te Deum de Fiestas Patrias podría seguir siendo parte de las celebraciones y ceremonias patrióticas si no se vuelve un acto político, dando la impresión de que el Estado se arrodilla para solicitar la bendición de la Iglesia y recibir las indicaciones del arzobispo, como si estuviéramos en el siglo XIX. Las críticas a esta ceremonia van en aumento, y hace mucho está en el centro de la controversia por lo que se dice en ella. Al parecer la Iglesia Católica no entiende eso del Estado laico, ni le interesa.
Es por eso que monseñor Cipriani se toma la libertad de disertar lineamientos políticos en plena misa del Te Deum, olvidando que los representantes del Estado se hallan allí de visita meramente protocolar, cumpliendo con una ceremonia patriótica. No han ido a la catedral a ser aleccionados por el cardenal. Es cierto que el cardenal tiene libertad de opinión y puede decir lo que quiera, pero también es anfitrión y representante de otro Estado que es la Iglesia Católica, por lo que debe conservar las formas. Hay momentos más adecuados para su libre opinión. Para eso tiene un programa de radio semanal en la emisora más escuchada del país. La misa del Te Deum de Fiestas Patrias es para rendir homenaje a la patria y no para dar proclamas políticas. Se trata solo de una mera formalidad protocolar que debe ser cumplida de la manera más expeditiva, simple y respetuosa posible, sin mayores aspavientos ni afán de figuración en la escena política.
Al margen de esto, me parece correcto que el presidente Ollanta Humala no siga esa costumbre de Alan García y otros políticos de acudir a las iglesias evangélicas. Esto sí es algo que colisiona frontalmente con el sentido de un Estado laico. Es comprensible que la Iglesia Católica forme parte de las celebraciones patrióticas porque ella contribuyó –y en gran medida- a configurar esta patria. No olvidemos que el primer presidente del Congreso fue el arzobispo de Lima Francisco Xavier de Luna Pizarro. Pero que, al margen de la historia y las tradiciones, el presidente de la República y otros representantes del Estado se presten a ceremonias religiosas de otros credos resulta absolutamente aberrante. Es de mal gusto y no tiene ningún sentido en una época como la nuestra.
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