Por Felipe Cortijo Medina
Según
Sócrates, cuatro virtudes le corresponden necesariamente al juez: escuchar
cortésmente, responder sabiamente, ponderar prudentemente y decidir
imparcialmente. Sin embargo, cuando el juez tiene el ánimo de injuriar y
prevaricar movido por conflictos ideológicos muy arraigados, cuando pierde la
imparcialidad y la prudencia porque le parece tener al frente al peor tirano de
la historia, a un criminal de lesa humanidad, todo eso afirmado como verdad a
priori, la objetividad se convierte en farsa y la justicia en una simple y
asquerosa patraña.
Gracias a la
prensa fuimos testigos de cómo se fabricó la sentencia de Fujimori, cómo César
San Martín dejó que el abogado Gonzalo del Río Labarthe inventara en la
legislación peruana la ya famosa tesis de la “autoría mediata”, una figura
jurídica que no existía y que no aparece en el Código Penal. No voy a
argumentar contra esta aberración porque muchos juristas ya lo han hecho, demostrando
que de lo que se trataba era de condenar a alguien sin pruebas.
Este domingo 7
de abril la izquierda festejará un año más de aquella emboscada jurídica. Algunos
protagonistas de esa miserable cacería ya han tenido la desfachatez de
pronunciarse, como el ex fiscal Avelino Guillén, quien no tiene empacho en
declarar que se siente orgulloso “ante el mundo y ante los jóvenes” por su dedo
acusador. Nunca será un mérito arrojar a las mazmorras a alguien bajo una tesis
forzada, y condenarlo a 25 años con prepotencia sin mostrar prueba alguna.
Guillén, con el pecho inflado por la soberbia, olvida que su triunfo se lo debe
a la complicidad del juez. Ambos se estrecharon las manos y felicitaron a la
relatora que por más de cuatro horas leyó la sentencia sin equivocarse. Tardaron
sólo dos días en transcribir 400 folios. Fueron expeditivos, como no suele
serlo el PJ.
A estas
alturas ya no tiene caso exigir enmiendas sobre algo que no pudo ser manejado
por la defensa, pues mientras esta exigía pruebas, los otros predicaban
teorías. La implacable furia de la izquierda operó sin descanso desde sus ONGs
y sus medios en los que destilaban todo su odio, exigiendo a gritos la crucifixión
como en los días de Cristo. Los tristes tribunales de un sótano, azuzados y
refrendados sin ninguna vergüenza por ex reos terroristas como Aníbal Apari,
extrañamente puesto en libertad después de haber integrado cuadros como miembro
activo del MRTA. Ya no tiene caso exigir ni insistir en la revisión de la
sentencia, ya no le alcanzaría la vida a Fujimori para restablecer su derecho
ciudadano, seria muy obvio adivinar que dilatarían eternamente dicho proceso,
esto ya es asunto cerrado.
El presidente resolverá
finalmente el indulto a Fujimori. Si el señor Humala hace honor al uniforme que
alguna vez vistió, si en verdad un día enfrentó al terrorismo desde su puesto
de oficial del Ejército Peruano, si es un hombre de familia y de palabra, deberá
otorgar el indulto, aunque tenga que contrariar la opinión de gente cercana. Como
lo ha demostrado en el caso de su hermano y a pesar de la opinión de su
familia, si el presidente sabe lo que es el deber patriótico deberá liberar a
Fujimori. Usted, y sólo usted tiene la palabra.
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