Un nuevo escándalo sacude el ambiente político peruano. En realidad no es nada nuevo, pues se trata de otro caso de corrupción al interior del Estado y, particularmente, en los programas sociales de reciente inauguración por este gobierno. Se trata de Pensión 65, uno de los programas sociales de bandera del presidente Ollanta Humala. Hoy se sabe que es una coladera. Lo que no se sabe es cuántos colados hay dentro del programa.
Pero esto no es historia nueva. Este gobierno acaba de cerrar el Banco de Materiales porque ha dilapidado sus activos en medio de una farra descomunal de corrupción. También se acaba de cerrar el PRONAA a causa de su lamentable estado de descomposición interna, corrupción e ineficacia. Lo bueno es que por lo menos se atina a cerrarlos y no a cubrir sus pérdidas, como se acostumbraba en la década de los 80.
La pregunta que todos debemos hacernos es ¿hasta cuándo vamos a seguir creando más burocracia? ¿Qué hace falta para que los peruanos entendamos de una buena vez que todo lo que está a cargo del Estado no sirve, cae en la corrupción y al final el muerto nos cuesta a todos?
Francamente resulta increíble la magnitud de la tozudez que algunos políticos exhiben. Ni siquiera por todas las pruebas que la historia reciente de nuestra patria nos ha dado aprenden a que el Estado no debe tener nada en sus manos, ¡pero nada! Sin embargo, dale la mula al trigo, siguen proponiendo oficinas, ministerios, programas sociales, etc.
Lo peor es que muchos programas sociales se convierten en mafias institucionales a las que ya no se les puede combatir sin ganarse un tremendo pleito. Este es el caso del vaso de leche. Todo el mundo sabe que ese programa se ha prostituido, pero nadie quiere enfrentarlo.
Hace falta adquirir una cultura antiestatista que destierre esa ominosa costumbre peruana de esperar que el Estado se ocupe de todo. Si los deportistas van mal en las olimpiadas, culpan al Estado por no hacer nada y piden un Ministerio del Deporte. Lo mismo pasa cada vez que fracasa el fútbol o el cine. Claman por la intervención del Estado. Ahora quieren que el Estado financie el retorno de los que se fueron al extranjero.
¿Qué hace falta para cambiar esa patética mentalidad estatista? Es obvio que mientras tengamos esa mentalidad jamás ganaremos nada. Las verdaderas soluciones deben venir de la sociedad. Solo cuando la sociedad valore el deporte surgirán los deportistas por el apoyo de sus propias familias. Hoy las madres llevan a sus hijas al gimnasio durante las vacaciones útiles, las filman en el acto de clausura, y pese a que las niñas demuestran talento y condiciones, les impiden seguir con el adiestramiento porque les han preparado un futuro mejor en alguna universidad con una carrera del montón.
Es urgente cambiar esa mentalidad y erradicar la idea de que el Estado debe intervenir en todo. Hay que impedir que sigan creando entidades burocráticas y programas sociales que acaban invariablemente en la corrupción y el desfalco. Hay que luchar para que el Estado deje de administrar las pensiones, la seguridad social y la educación. Que todo pase a manos privadas. ¿Cuál es temor? Si total peor no vamos a estar.
Dante Bobadilla Ramírez
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