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lunes, 26 de marzo de 2018

El otoño del patriarca japonés


Escribe: Dante Bobadilla Ramírez

El lío desatado entre los hermanos Kenji y Keiko Fujimori, disputándose la herencia política de su padre, no solo trasciende a la familia Fujimori sino que incluso traspasa las fronteras del país. Ya son muchos los que desde afuera nos miran con compasión. El reality show que tiene al país en vilo ha entrado en una etapa crucial, en que el menor de los hermanos, Kenji, puede ser desaforado del Congreso y puesto en manos de la justicia.

El caso es bastante simple de entender. La heredera natural del legado de Alberto Fujimori era su hija mayor Keiko, quien además lo acompañó en la mayor parte de su gestión en el rol de primera dama, que asumió a los 19 años. Al colapsar el gobierno de Alberto Fujimori y mientras el ambiente se caldeaba con las hogueras encendidas por el antifujimorismo histérico desatado en las calles, Keiko fue la que se quedó hasta el final dando la cara, mientras los colaboradores de su padre eran encarcelados. Desde luego, también se irían luego contra Keiko acusándola de diversos delitos, y hasta la fecha Keiko nunca ha dejado de ser investigada por la Fiscalía. Toda la vesania del antifujimorismo patológico fue dirigida contra Keiko, mientras Kenji jugaba con muñecos.

El antifujimorismo se convirtió rápidamente en la ideología oficial del país, y en la pose correcta para los políticos y la prensa. Aun así, en las elecciones generales del 2006, el fujimorismo no se amilanó sino que presentó como candidata presidencial a la abogada Martha Chávez Cosío y a Keiko al Congreso. En pleno auge la furiosa campaña antifujimorista desatada por el gobierno de Alejandro Toledo y la Comisión de la Verdad, a los que se sumaron las ONG de izquierda y la mayoría de periodistas subidos al cargamontón del antifujimorismo para posar como decentes luchadores anticorrupción y defensores de la moral política y la democracia, Martha Chávez cosechó cerca de un millón de votos quedando en cuarto lugar, y Keiko salió elegida congresista con la más alta votación. Esos fueron los rostros que presentó el fujimorismo en sus horas más duras.

Por su parte, Kenji postuló sin éxito al gobierno regional de Lima en el 2006, pero luego fue elegido congresista en el 2011 con la votación más elevada. Desde entonces se mantuvo con un perfil bajo, siempre detrás de su hermana, sin tener una participación relevante en la escena política. Pero todo cambia en las elecciones del 2016, cuando Kenji da muestras de alejamiento. Ni siquiera fue a votar por su hermana, la candidata presidencial. Al parecer se cansó de vivir a la sombra de su hermana, le crecieron las ambiciones políticas y empezó a abrirse paso buscando construir su propio liderazgo, algo que pasaba necesariamente por quitar del trono a Keiko, y de cualquier manera.

No es pues ningún secreto que a Kenji lo picó el bichito del poder. El problema es que en lugar de mostrar claramente sus intenciones y crear su propio movimiento desde el principio, prefirió ser la oveja negra del partido Fuerza Popular. Sus ansias de poder y figuración lo llevaron a confrontarse públicamente con las posiciones del partido, incluso en cuestiones nimias. Sin embargo, era obvio que con solo malcriadez y rebeldía no iba a conseguir un papel relevante en la política. La prensa pronto lo perfiló como un sujeto díscolo y desorientado que solo buscaba cámaras. Por lo tanto, la estrategia que utilizó Kenji fue asumir la libertad de su padre como meta política.

Fue una buena estrategia, finalmente, porque consiguió jalar la simpatía de las bases fujimoristas que viven idolatrando a Alberto Fujimori como el caudillo mítico. Mientras que la estrategia de Keiko fue no politizar la libertad de su padre, la de Kenji fue exactamente lo contrario, por lo que no le importó meterse a palacio de gobierno a sacurdirle el polvo al saco del presidente Kuczynski. De pronto Kenji se volvió franelero presidencial y prácticamente se pasó a las filas del oficialismo. El punto crucial se presentó durante la vacancia del presidente en diciembre último, cuando Kenji no dudó en negociar la libertad de su padre a cambio de salvar a PPK. En la hora final, fueron los congresistas que Kenji pudo reclutar para su causa quienes salvaron temporalmente a PPK. Una semana después Alberto Fujimori era indultado por el presidente.

Desde luego que la libertad de Alberto Fujimori catapultó la fama de Kenji y este se convirtió en el nuevo líder de la facción albertista del partido. Para pulir más su estrella, Kenji no dudó en culpar a Keiko del encierro prolongado de su padre y de pretender desestabilizar al país con la vacancia. Las bases estaban enardecidas con la libertad del patriarca de los Fujimori y vitorearon a Kenji. 

Pero toda fama es temporal y tal vez la de Kenji sea la más temporal de todas, pues las revelaciones de los enjuagues a los que siguió recurriendo para volver a salvar al presidente de la siguiente vacancia, han puesto su cabeza en la picota. Tal parece que la única expertise política de Kenji es la maquinación y compra de lealtades a cambio de prebendas. El compromiso político adquirido con PPK al liberar a su padre a cambio de votos, lo mantuvo en la misma tarea de reclutamiento de congresistas para superar el segundo proceso de vacancia. Lo que Kenji nunca previó es que sería sorprendido por uno de estos congresistas convocados para vender su voto. 

Kenji nunca contó con la astucia de un tal Mamani. Un congresista puneño que no dudó en filmar los enjuagues sucios en los que andaba el menor de los Fujimori. El escándalo de los #KenjiVideos precipitó la renuncia de PPK y dejó a Kenji como palo de gallinero. Hoy que todo acabó para PPK y que Alberto Fujimori anda suelto, el pobre Kenji parece no tener mayor razón para seguir viviendo políticamente. Su pretendido partido propio "Cambio 2021" tendrá que esperar a que la Fiscalía acabe de investigarlo si es que antes el Congreso no lo desafora. 

El último video de Kenji lo pinta de cuerpo entero como el pobre diablo que es, y deja notar sus evidentes limitaciones mentales, que van más allá de andar identificándose con figuritas de anime. En su video de respuesta desesperada, Kenji no solo abandona a su más leal seguidor, el congresista Bienvenido Ramírez, de quien se desembaraza y marca distancias, lavándose las manos. Además acusa a su hermana de algo que él mismo está practicando: la lucha por el poder. En una evidente confesión de su propia conciencia, Kenji dice que acá no hay ninguna lucha contra la corrupción sino una guerra por el poder político. Habló su subconsciente. Es claramente lo que él ha venido haciendo al tratar de salvar a un presidente hundido hasta el cuello en la corrupción. 

El fujimorismo tiene solo dos opciones. Seguir a Kenji, un sujeto que ya demostró carecer de escrúpulos y valores, con claras limitaciones mentales, cuyo único logro político es haber negociado suciamente la libertad de su padre, y quien además pretende convertirse en abanderado del viejo fujimorismo noventero bajo la sombra de su padre, incluyendo las artimañas como metodología política, o, de otro lado, seguir apostando a Keiko con un partido ya institucionalizado que pretende renovar la política mirando al futuro. A decir verdad, sería muy tonto para las bases fujimoristas abandonar el barco de Fuerza Popular que marcha sólidamente hacia el futuro, para treparse a un bote flotador infantil que ya empezó a desinflarse en las aguas tempestuosas del desprestigio temprano. Pero todo puede suceder en la política peruana.

Tal vez estemos a poco del final de la telenovela, cuando Kenji acabe haciéndose el harakiri y Keiko termine en la soledad, abandonada por las bases que se irán a sahumar al patriarca japonés en su agonía final.

jueves, 15 de diciembre de 2016

Saavedra ya es historia


Escribe: Dante Bobadilla Ramírez

Y ocurrió lo que todos sabíamos que ocurriría: la anunciada censura del ministro de Educación Jaime Saavedra. Nadie lo podía evitar. Fuerza Popular tenía los votos suficientes para hacerlo y habían anunciado ya su decisión de censurarlo. Así que todo el circo que armaron algunos congresistas solo sirvió para hacer bulla y reiterar, por si hace falta, la pobreza mental de algunos de ellos que se alucinan auténticos defensores de la moral y la democracia. Son solo fanfarrones y charlatanes de plazuela que se llenan la boca con insultos y acusaciones baratas. Lo único que han hecho es hacerle perder el tiempo a todos. Lamentable que el Congreso llegue a niveles de plazuela y hasta de circo por culpa de estos congresistas. Son pocos pero gritan mucho.

Por su parte, la prensa tampoco ayuda nada a aclarar el panorama, parcializados como están en darle la contra al fujimorismo y en defender al ministro estrella de los medios. Dicen y repiten vaguedades y obviedades como si fueran grandes descubrimientos. Por supuesto que detrás de la censura hay razones políticas. De eso se trata el Congreso: de política. No es un juzgado. El Congreso es parte del equilibrio de poderes que existe en toda democracia. Las razones puntuales esgrimidas por la bancada de Fuerza Popular pueden no parecer tan graves para muchos pero son suficientes. Desde luego que nadie está acusando al ministro Saavedra de nada. El solo paga un costo político. El costo de estar en medio de muchas discusiones sobre farras millonarias en consultorías y publicidad, por ejemplo. Pero también, como él mismo lo ha admitido, por ser un heredero del gobierno Humala-Heredia. Todo eso suma y se ha cargado en su pasivo político. 

El gobierno también ha patinado en este affaire. Lo más inteligente hubiera sido solicitar la renuncia del ministro y acabar lo más rápido posible con este impase. Pero no. El gobierno prefirió hacer un berrinche infantil y decidió defender a su "ministro estrella", como si todo el gobierno y hasta el futuro del Perú dependiera de Saavedra. Ridículo, francamente. En todo este penoso incidente se ha podido ver la falta de experiencia política del premier Fernando Zavala, quien resulta apocado y casi anulado ante la furia protagónica de PPK. EL presidente llegó al extremo de pensar en exigir una cuestión de confianza al Congreso. Es decir, pretendía poner en la guillotina la cabeza de todo su gabinete por Saavedra. Algo bastante absurdo, realmente. En este momento estaría en crsis total de gabinete. Menos mal que no lo hizo, pero salió a dar un extraño mensaje a la nación donde en esencia no dijo nada. Aunque quedó claro que se siente respaldado por la progrería pulpín que sale a las calles a gritarle insultos a Keiko. Piensa que esas son sus bases populares para pechar al fujimorismo.

Por desgracia el gobierno está exhibiendo una torpeza motriz absoluta en su desempeño político. El premier es un cero a la izquierda y todo el protagonismo recae en PPK, quien ni siquiera coordinar con su propia bancada. Si eso no puede hacer, menos ha sido capaz de convocar a la oposición a un diálogo, que es lo primero que debió hacer apenas instalado en palacio. Es curioso, porque todos los anteriores gobernantes se preocuparon por asegurar un nivel mínimo de gobernabilidad mediante los pactos, acuerdos, diálogos y gestos. Pero no ha sido el caso de PPK. Llamó a palacio con urgencia solo para armar un te de tías cuando le explotó la bomba de Moreno, pero en ningún momento ha establecido un mecanismo abierto de diálogo y entendimiento político. Es decir, algo que vaya más allá del mero gesto para la foto. Lo que necesita PPK es tener un real acuerdo político que le permita gobernar. Y si para esto debe ceder poder y hacerle campo en el gobierno a otras fuerzas, pues tendrá que hacerlo, más aún cuando carece de partido y de cuadros. Es imperativo.

Ojalá que PPK no caiga en el juego de los incendiarios que andan buscando confrontaciones y guerras totales, buscando que el país arda para que los extremistas salgan ganadores en río revuelto. Hay que dejar de lado a los enfermos mentales del antifujimorismo militante que todo lo ven odio y estigmatización. Es el neofascismo que busca eliminar a todo un colectivo por su color. Ayer fueron los judíos, luego los negros, ahora son los homosexuales, por un lado, y el fujimorismo, por otro. No tienen otro argumento que andar cacareando cuentos de los 90. ¿Qué tienen que ver los congresistas de Fuerza Popular con todo eso? ¿Qué tienen que ver, por ejemplo, Galarreta, Letona, Bartra, Salaverri, Petruzi, etc., con lo ocurrido en los 90? Se trata de toda una generación de gente nueva que ni siquiera tienen pasado político en su mayoría. Tampoco nos olvidemos que casi la mitad de los congresistas de Fuerza Polpular son invitados. No tiene pues sentido alguno estigmatizar a todo un colectivo de personas que nada tienen que ver con ese pasado que atormenta a estos enfermitos y delirantes del antifujimorismo patológico, y que en su mayoría también son jóvenes que no saben nada de los 90 pero que se han tragado los cuentos del progresismo. 

Los que tanto invocan a sacar adelante el país, primero deben guardar sus armas, enterrar el hacha, olvidar sus agravios, curar sus traumas y debatir sobre la realidad presente del país, pensando en el futuro. Solo los enfermos se pasan la vida patinando en el pasado y pensando en la confrontación. Si el gobierno tiene a bien convocar a un diálogo, será un buen momento para empezar de cero. 

jueves, 8 de diciembre de 2016

La tormenta perfecta


Todo parece indicar que se nos viene la tormenta perfecta en la política peruana, a raíz de la inminente censura del ministro de Educación Jaime Saavedra. Las cartas están sobre la mesa. El fujimorismo presentará la censura si el ministro, advertido de la situación, no renuncia antes. El ambiente está crispado. Desde luego, la plaga de enfermos mentales del antifujimorismo salvaje no permitirá que la bancada fujimorista y aprista censuren al ministro, no tanto por amor al ministro sino por odio al fujimorismo y al Apra. Así es como funciona el cerebro reptil de estos sectores. Si les preguntas cuáles con las mejoras concretas en el sector educación nadie sabe dar una respuesta. Se limitan a cacarear mitos populares como la "reforma educativa" o la "reforma universitaria". Pero de cosas concretas nada.

¿Cómo llegamos a esta situación? Habría que recapitular los hechos hasta los últimos días de la campaña electoral, pues hay heridas que se infligieron en esa época y nadie se ha encargado de cerrar. La segunda vuelta degeneró en una guerra sucia en la que el mismo PPK tomó parte muy activa. Llegó al extremo de decir, en referencia a Keiko, que "la hija de un ladrón tiene que ser ladrona también". Para completar su faena, PPK se metió en la cloaca del colectivo "No a Keiko" y posó con los insultantes afiches de estos enfermos mentales que llamaban "narcoestado" a lo que representaba Keiko. Para colmo, PPK anunció que acudiría a la marcha de los fascistas anti Keiko. Aunque al final no lo hizo, fue parte de la comparsa de idiotas que se solaza en la guerra antifujimorista callejera.

Adicionalmente, Mercedes Araoz atizó la hoguera con tuits muy agresivos y sucios contra Keiko, donde mezclaba su maternidad con el refrito de las "esterilizaciones forzadas". Al final de esa guerra sucia y denigrante, PPK ganó por un puñado de votos, favorecido por los psicosociales de una prensa asquerosa que hasta la víspera de las elecciones seguían sacando notas falsas contra Keiko, a quien la vincularon hasta con el narcotráfico. Así fue el triunfo precario de PPK, un hombre sin partido, cobijado en un club de amigos ex toledistas y apoyado finalmente por las inmundicias de la izquierda que prefirieron un voto contra natura antes que permanecer neutrales. 

La torpeza política de PPK era visible en todo momento. Parecía que solo quería ganar a cualquier precio, sin pensar en cómo podría gobernar si ganaba. En la segunda vuelta ya se sabía que en el Congreso habrían 73 fujimoristas y 18 ppkausas. Pero obviamente eso no inquietó a PPK quien prefirió seguir con su guerra sin cuartel, abrazando a los nakos como aliados. ¿Realmente pensaba que iba a gobernar con los descerebrados del colector rojo "No a Keiko"? 

Ocurrido el triunfo de PPK obviamente Keiko no iba a correr a darle la mano, como muchos tontos esperaban. Keiko se limitó a reconocer su derrota y a desearle suerte a PPK con sus aliados del rojerío. Ya desde entonces las cosas estaban claras por parte del fujimorismo. ¿Qué hizo PPK? Nada. Absolutamente nada. Prefirió pasearse por palacio conversando con Ollanta Humala antes que tender puentes con la gran oposición del fujimorismo. A PPK no le interesó un comino acercarse a Keiko. Al parecer recibió de Ollanta el consejo absurdo de que el papel del presidente es ser confrontacional con todas las fuerzas políticas de oposición. Pésimo consejo.

La política bien entendida trata de encontrar lazos con los demás, tender puentes con los otros, dialogar para lograr consensos. formar alianzas, pactos, acuerdos, etc. Eso es hacer política. Pero PPK prefirió seguir la escuela de Ollanta Humala y Nadine Heredia. No solo se abstuvo de conversar con Keiko Fujimori, la lideresa del partido que controla la mayoría del Congreso, sino que nombró como ministros a representantes del antifujimorismo, como Salvador del Solar, un cineasta que se plegó a la marcha de zombies anti Keiko. ¿Eso no es provocar a la oposición? ¿No hay intelectuales en el país capaces de desempeñar mejor ese cargo fatuo de ministro de Cultura?

Las torpezas políticas de PPK son dejadas de lado por una prensa que aúlla como lobos infectados de rabia antifujimorista. Desgraciadamente, desde la creación de la CVR y el reinado de la caviarada en varios gobiernos, con su poder económico sobre la prensa, el antifujimorismo es la principal fuerza política del país, incluyendo a la chiquillería histérica universitaria que desconoce la historia y es siempre presa de la progresía. Son los tontos útiles de la izquierda siempre prestos a salir a marchar.

El presente no podía ser más patético. Dados los puentes rotos entre el gobierno y la mayoría de oposición, lo que tenemos es una censura ministerial. Claro que un ministro censurado tampoco es para tanto. Se le cambia y punto. Pero los enfermos mentales del antifujimorismo han hecho de esta censura una cuestión de Estado. Es como si el mundo se viniera abajo porque se va Saavedra. La verdad es que no pasa nada. La reforma universitaria seguirá su curso y el escenario de la educación tendrá oportunidad de enmendar rumbos, pues lo cierto es que Saavedra será un excelente burócrata de organismos internacionales pero no sabe nada del sector educativo peruano. Se le han escapado hasta las tortugas. Se llenó de asesores y le han pasado gato por liebre. Ya es hora de que pongan a alguien que conozca realmente bien ese sector complejo, y que sepa lo que es educación.

Lo que se viene es la censura, por un lado, y la marchita de los pulpines por otro. Si la censura se da el ministro tendrá que irse, y es el panorama más probable. En cuanto a la marchita de los tontos, es claro que no servirá para nada. Sería ridículo que el fujimorismo se deje amedrentar por una marchita de pulpines. Ya bastante roche hicieron derogando la Ley Pulpín por la marcha de estos vagos. El drama que están exhibiendo varios opinólogos no es más que humo. La verdad es que no pasa nada. El ministro Saavedra se va, lo reemplazan y la vida continua. Pero PPK y su gente tienen que tomar esta experiencia como una lección para que aprendan a conversar y pactar con la oposición, a menos que pretendan cinco años de confrontaciones y crispación, al estilo Ollanta y Nadine. 

sábado, 1 de octubre de 2016

¿Qué hay de nuevo en la política?


Escribe: Dante Bobadilla Ramírez

La política peruana muestra un escenario completamente diferente en estos días. Lo que hemos visto recientemente es un tira y afloja entre el gobierno y el legislativo, en torno al pedido de facultades legislativas hechas por el gobierno al Congreso. Tras veinte días de negociación y debate el resultado final ha sido satisfactorio para ambos y para el país. De esto es que trata exactamente la política: negociar, razonar, discutir exponiendo argumentos, hasta llegar a un consenso. Debemos expresar nuestra satisfacción por el modo cómo se han conducido tanto los representantes del gobierno como los congresistas de los partidos que han participado en estos debates con la madurez requerida. 

No cabe ninguna duda de que este Congreso es infinitamente superior a los dos anteriores, que fueron infectados por el nacionalismo humalista con toda clase de improvisados de baja estofa, sin dejar de lado la responsabilidad de otros partidos por los personajes faranduleros que llevaron en sus filas. En este Congreso vemos gente más preparada y dialogante, lo cual no impide exabruptos y pataletas muy aisladas. Esperemos que este parlamento detenga la mala costumbre de dar leyes tontas con el habitual refrito de "defender" a determinados grupos como los consumidores, trabajadores o mujeres, o combatir males sociales como la obesidad, el bullying o la violencia. Para eso no sirven las leyes, y menos si junto con la ley se crea un organismo burocrático salvador. Esa es la fórmula del fracaso. Las leyes deben concentrarse en el propio accionar del Estado.

Pero volviendo al tema, el cambio que apreciamos en la política peruana es notable porque resulta un hecho histórico, pues es la primera vez que un gobierno que no tiene mayoría en el Congreso puede gobernar sin sobresaltos. Las experiencias de Congresos dominados por la oposición han sido desastrosas. Empecemos recordando la coalición APRA-UNO de 1963 que le hizo la vida imposible a Fernando Belaúnde en su primer gobierno, lo cual facilitó el golpe del general Juan Velasco Alvarado, con las funestas consecuencias que eso acarreó para el país en los siguientes 25 años. En 1980 Fernando Belaunde alcanzó mayoría propia en el Congreso, lo mismo que Alan García en 1985 y ambos pudieron hacer un gobierno a su manera. Hasta que llegó 1990 y Alberto Fujimori quedó en minoría frente a un Congreso opositor dominado por el FREDEMO y el APRA, que le hicieron la vida imposible a Fujimori, llegando a dar la "ley de control parlamentario de los actos del presidente", que motivó el golpe del 5 de abril de 1992. En buena cuenta, se trató de un contragolpe.

Desde entonces no se ha producido el caso de un Congreso mayoritariamente opositor. Tanto Toledo como García supieron sellar pactos políticos para ganar espacio en el parlamento. Ollanta Humala no tuvo mucho apoyo en el Congreso por su incapacidad para hacer política, pues la concebía como una guerra permanente con los demás, pero su pérdida de apoyo se hizo más notoria hacia la segunda mitad de su mandato. De todos modos el humalismo no fue un gobierno con muchas iniciativas. Algunas de sus leyes fueron derogadas y hasta ningunearon a uno de sus gabinetes. Acabó con un mal sabor en los labios y salió con el rabo entre las piernas. De hecho hubo consenso en apoyarlo para que termine su mandato legal y se vaya. 

Pero hoy tenemos un gobierno políticamente débil en el Congreso, al menos en apariencia numérica. Es la tercera fuerza en el Congreso con solo 18 representantes, algunos de los cuales incluso no parecen muy convencidos de su filiación. Pero eso no les hace mella frente a la calidad de algunos de sus miembros. En política no solo cuenta el número sino también la calidad de los representantes como lo demostró el APRA en el período anterior, en que con solo cuatro congresistas se bastaron Mauricio Múlder y Velasquez Quesquén para hacer bailar a toda la recua nacionalista. Pese a su escaso número, Peruanos por el Kambio tiene gente de mucho oficio, recorrido político y sapiencia. No se van a dejar pisar el poncho, de manera que el panorama pinta muy interesante.

Esperemos que todo esto redunde en una mayor madurez de nuestra clase política y ojalá derive en la consolidación de dos o tres grupos políticos firmes. La nota discordante, sin embargo, corre por cuenta de la siempre nefasta izquierda peruana, no solo al interior del Congreso, en donde no atan ni desatan, votando a favor de la dictadura de Venezuela, por ejemplo, o contra la presencia de tropas norteamericanas en el Perú. El delirio mental de la izquierda se aprecia en su mayor magnitud fuera del Congreso, en la prensa progresista que, lejos de aportar o informar objetivamente, sigue en su guerrita estúpida contra el fujimorismo. Desde el principio se mostraron como agoreros del desastre, pronosticando una oposición fujimorista radical, repitiendo refritos como "siguen con la sangre en el ojo". Cuando el Congreso, en el cabal ejercicio de sus funciones constitucionales, decidió revisar en detalle el pedido de facultades del Ejecutivo, el progresismo cacareó en grandes titulares que ya se venía la guerra del fin del mundo, que el fujimorismo le haría la vida imposible a PPK y otras estupideces por el estilo. 

Connotados columnistas del progresismo no hacen otra cosa que seguir en su patológica batalla contra el fujimorismo. Para ellos la vida se ha detenido en los 90. La caviarada oenegienta sigue alentando juicios por casos de hace 30 años. De eso viven estos buitres. El antifujimorismo se ha convertido en un credo, una pose y hasta en un gran negocio del progresismo, aunque no podemos negar la posibilidad de una enfermedad mental. Tienen el mercado de los siempre desinformados pulpines atraídos por el progresismo en esa etapa de su vida. En todo caso, el antifujimorismo salvaje de la izquierda es un cáncer de la política peruana que ya sería bueno extirpar. Son como un gran tumor purulento que destila su pus visceral y apestoso en cada columna diaria. No sirven para nada, salvo para que esa masa de extraviados mentales, socialconfusos y onanistas pulpines siga disfrutando del bullying al fujimorismo. El Perú ya no está para esas cosas, no necesitamos seguir patinando en el fango en el que se revuelcan los cerdos de la izquierda patológica antifujimorista. Todo el país ha cambiado. El terrorismo de la izquierda fue derrotado hace 20 años y sería bueno que ya dejen de vivir de la venganza, dejen de escribir con la sangre en el ojo, pasen la página. Hoy la política es otra y diferente. 

viernes, 29 de julio de 2016

La oposición fujimorista


Escribe: Dante Bobadilla Ramírez

Empiezan a atisbarse los oscuros nubarrones de la relación entre el ejecutivo y el legislativo. Para empezar, el fujimorismo se opone a la reducción del IGV con argumentos bastante infantiles como los expuestos por Cecilia Chacón: “No estamos de acuerdo porque creemos que ese 1% va a los bolsillos de los empresarios, no de la población. Hay otras maneras de formalizar al país”. Más que argumentos, estos son prejuicios.

En primer lugar, esta señora debería saber que por principio TODA reducción de impuestos es un beneficio para la población contribuyente porque, efectivamente, pagará menos. Y esto es algo que será muy fácil de percibir en las facturas del mundo formal y en especial en los recibos de los servicios públicos que nos llegan cada mes. Es ridículo decir que una reducción de impuestos no beneficia a la población. Si lo hace. Para empezar los servicios públicos costarán un poco menos. 

En segundo lugar, una reducción del IGV del 1% no es una medida destinada a formalizar nada. Tal vez una reducción más audaz como del 5% si podría ser algún incentivo para la formalización. Pero la tímida reducción del 1% difícilmente funcionaría como incentivo. Además hay otros aspectos a considerar en el tema de la formalización que van más allá del IGV.

En tercer lugar, una reducción del IGV siempre es un incentivo al mayor consumo porque, como todo el mundo sabe, a menor precio se compra más. Bastaría ver lo que ocurre con las ofertas del supermercado. El que quiere comprar un jabón de 5 soles termina comprando dos porque le regalan uno, y así cada jabón le sale a 4 soles. Es decir, en vez de gastar 5 soles en un jabón gastó 8 en tres. La reducción del IGV en el mundo formal es un aliciente al mayor consumo, y a mayor consumo, mayor recaudación. Pero claro que esta fórmula también funcionaría mejor con una mayor reducción del IGV. Por ejemplo de 5%.

Por último, a la Sra. Chacón se le sale lo progre cuando antepone sus prejuicos anti empresa. Debería saber que aun cuando esa plata se quede en el bolsillo de las empresas, esto siempre será mejor a que vaya a parar al Estado, donde solo pagamos una excesiva planilla que ya llega a 700 mil burócratas apiñados en 19 ministerios y varias docenas de viceministerios y otros organismos estatales que de muy poco sirven para el ciudadano corriente. Si les preocupa el déficit, como ha manifestado el señor Daniel Salavarrey, la solución no es aumentar impuestos sino reducir los gastos. Ya es hora de que empiecen con la reforma del Estado que tanto se anuncia hace 20 años y que nadie emprende. El Estado ya es una rémora que cuesta muy caro y no ofrece beneficios. Todas las obras importantes de infraestructura se hacen con préstamos, concesiones, peajes o a cambio de impuestos. La mayor parte del presupuesto que ya supera los 130 mil millones y sigue subiendo año tras año conforme crece el Estado, se va para pagar planillas y gastos corrientes de las frondosas oficinas del Estado. Ya basta de exprimir a los contribuyentes. Ahora que el fujimorismo está en el control del Congreso, a ver si dan el ejemplo y reducen el aparato burocrático del Congreso cuyo presupuesto se ha triplicado en los últimos diez años. 

Desde acá apoyamos la rebaja del IGV, alentamos a que lo sigan haciendo progresivamente hasta llegar a una tasa más racional del 15% y paralelamente iniciar ya la reforma del Estado reduciendo el número de ministerios y otras oficinas. Por supuesto, invocamos al fujimorismo a que depongan su oposición con esos argumentos netamente progres: pro estado y anti empresa.

sábado, 4 de junio de 2016

ROMA NO PAGA TRAIDORES


Escrito por: Elvis Occ

Cuenta la historia que Roma libraba batallas desgastantes en dos frentes: Cartago de un lado y contra unos pastores inusitadamente complicados en la península ibérica, del otro extremo. Viriato era el nombre del pastor obligado por la circunstancias belicas a liderar un batallón de pastores, también vueltos combatientes para defenderse de los romanos. Uno tras uno fueron derrotados, todos los generales romanos enviados a someter la parte de la península que hoy es Portugal. Agotados por el costo humano y economico, el cónsul Serviliano llego a un acuerdo de paz con los comandados por Viriato, pero el senado romano se negó a ratificarlo y arranco el asedio.

Astutamente, Marco Pompilio soborna a tres emisarios enviados por Viriato al campamento romano para negociar la paz, quienes a su vuelta asesinan al caudillo lusitano mientras dormía. Se dice que los emisarios regresaron por su recompensa, pero a cambio fueron ejecutados por órdenes del cónsul Serviliano. ¿Su crimen? Ser traidores. Roma no paga traidores, se cuenta dijo el cónsul. El campamento de PPK está a reventar de traidores. Los hay de todo tipo y pelaje, pero un grupo resalta entre tan ingrata ralea de malinchistas y esa es sin duda la izquierda local. Los hechos parecieran indicar que de nada sirvió décadas de adoctrinamiento político con textos, conferencias, marchas y hasta visitas a las mecas del comunismo mundial. Al final se impuso el leninismo básico por encima de cualquier consideración deontológica.

También hay odio contra Alberto Fujimori y lo que huela a fujimorismo, odio en cantidades industriales. Y es que la izquierda nunca le perdonara al japonés, el haber destruido la estrategia de su Lenin arequipeño, Abimael Guzman. Esa izquierda cobarde y convenidamente tecnócrata que esperaba el triunfo de su Che Guevara, o sea de Polay, nunca conciliara con su enemigo natural, el fujimorismo. Así que traicionando todo precepto y concepto marxista, maoísta y trotzko decidieron entregarse a PPK, el personaje más representativo del capitalismo yankee. Ese modelo politico occidental contra el cual han luchado desde que se convirtiera en pais a imitar, personajes como José Carlos Mariáttegui, Victor Raul Haya de la Torre y hasta el mismísimo Javier Diez Canseco. El fin justifica los medios para destruir a tu enemigo, no?

No han entendido (con excepción de Carlos Tapia) que semejante traición puede ser politicamente fatal. Ya en su momento Ollanta Humala se deshizo de ellos y no debiera llamar a sorpresa que de triunfar PPK, los primeros en ser “ejecutados” por un Serviliano ppkausa, fueran los rojos. Si traicionan sus convicciones políticas, nada le asegura a sus aliados que respetaran las que no son suyas. Además, premiarlos a veces es de un costo político elevadísimo que se podría ahorrar, “ejecutándolos”. Y es que no queda allí. Tamaña deslealtad ideológica también tuvo sus víctimas en el 20% que voto por el Frente Amplio, pero eso no debiera preocuparnos. En algún momento buscaran esos votos por enésima vez y sufrirán esa lapidaria frase que a pesar del tiempo no pierde vigencia: Roma no paga traidores…en estas elecciones?

www.elvisocc.org    

domingo, 13 de diciembre de 2015

El cachaquito valiente


Escribe: Dante Bobadilla Ramírez

Una vez más, Ollanta Humala expone en toda su magnitud, su verdadera naturaleza de hombrecillo miserable y poco cultivado, soltando una andanada de improperios contra un ex presidente preso, que no está en campaña ni se puede defender. Más aun, ni siquiera hace falta, no viene al caso. ¿Para qué lo hace? Solo para posar. Nuevamente Ollanta Humala deja en claro que está muy lejos de la investidura presidencial que por error de la democracia detenta. La presidencia nunca había estado en peores manos ni había caído tan bajo. Desde los tiempos de Velasco, no habíamos escuchado a un presidente insultando a otros, maldiciendo el pasado, atizando odios ni creando la división entre peruanos.

Ollanta Humala solo está al nivel de un patán de callejón de mala muerte. Su carga de insultos contra Alberto Fujimori ha dado la vuelta al mundo, y deben estar viéndonos como un país de salvajes a cargo de un matón al mejor estilo de Maduro, Hugo Chávez o Fidel Castro. Es una vergüenza para todos los peruanos que un sujeto de esa calaña sea nuestro presidente. Definitivamente no nos representa. Y por supuesto, su mujercita no está muy lejos de ese nivel, lo secunda perfectamente. Se trata claramente de una pareja de delincuentes de la política que hoy no saben como explicar sus trapacerías y enjuagues llevados a cabo para treparse al poder y vivir de la política.

Se ha hecho una patética costumbre en el Perú que cualquier papanata que quiere un perfil de "luchador anti corrupción" se sume la rabiosa jauría antifujimorista generada por la izquierda pro terruca rencorosa y vengativa. Algunos se esmeran en elevar la voz y el tono de sus insultos, como si su agresividad radical contra el fujimorismo les diera mayores méritos y brillo. Para estos idiotas de la política y la prensa, mostrarse como antifujimorista equivale a exhibir credenciales de honradez y sabiduría. Lo "políticamente correcto" en estos tiempos es colocarse la camiseta de "No a Keiko" y vivir criticando los 90. Los tontos tienen una especie de fijación con la idea de que insultar al fujimorismo les da nivel intelectual y moral. No es raro pues que tanto los politicastros de baja estofa como los más limitados periodistas hagan uso de este recurso tan manoseado. 

A nadie se le ocurre hoy reconocer un solo mérito al fujimorismo de los 90 porque resulta peligroso para su imagen de luchador anticorrupción y demócrata cabal. Ya nadie tiene huevos para decir la verdad y separar la paja del trigo. El antifujimorismo es la paja mental del mediocre común y corriente en estos tiempos, empezando por los delirantes de la izquierda pro terruca y acabando con los poseros de la moral, que hoy andan por todos lados predicando anticorrupción. Esta postura es parte del teatro político actual, lleno de actores que solo se han aprendido el guión de una farsa. 

Según estos fabuladores los 90 fueron la peor época de la historia. Ya no recuerdan lo que era el Perú antes de los 90. Han olvidado (o nunca conocieron) la endémica crisis económica que nos hundía en la escasez con colas diarias para comprar lo básico y racionado, el terrorismo que nos asolaba con muertos cada día, la pobreza que crecía, la gente que se iba del país en masa, la corrupción que copaba todos los ámbitos del mega Estado con sus 300 empresas públicas quebradas y deficientes. Tal vez muchos son jóvenes y no conocieron nada de esto. Hoy disfrutan de un país que crece y todavía se quejan. Jóvenes imberbes salen a insultar a Fujimori como si solo la corrupción hubiera existido en el gobierno que recuperó al Perú de la miseria durante los 90. Nadie ha hecho un verdadero esfuerzo por estudiar la corrupción en el Perú. Nunca se hicieron comisiones investigadoras de la dictadura militar que hizo lo que le vino en gana con el país, dejándonos como herencia deudas cuantiosas y un país en franca decadencia.

Actorcillos de tercer nivel que apenas califican como extras de la política, como Fernando Andrade, han llegado al ridículo de afirmar que nunca se aliarían con el fujimorismo porque son estrictos en su postura anticorrupción. Acto seguido corrió a aliarse con César Acuña, el más prontuariado candidato en campaña. Lo mismo pasa hoy con el PPC, tan críticos de la moral de otros, y ahora acabaron de aliados del APRA, un partido que carga con su propia historia de corrupción en dos gestiones, aunque la primera fue recubierta con polvo y paja pese a la pestilencia que emanaba. Hasta ahora nadie entiende por qué a Alan García no lo incriminan también como "autor mediato" de la matanza de El Frontón y otros genocidios cometidos durante su gestión, en especial por el Comando Rodrigo Franco, una versión aprista del Grupo Colina. ¿Por qué solo se ensañan con Fujimori?

Por último, cabe mencionar al pastor Lay, predicador de la fe y la moral, hoy aliado de Acuña. En este país nadie está para predicar moral, y menos en la política, y mucho menos desde la izquierda, lo cual ya da náuseas. Y por supuesto, el menos indicado para posar como abanderado de la moral es Ollanta Humala y su mujercita, firmes candidatos a ocupar una celda si existe la justicia para todos y no solo para algunos.

lunes, 16 de noviembre de 2015

El sancochado rojo y naranja


Escribe: Dante Bobadilla Ramírez

Cada día se hace más grande la brecha entre lo que la gente cree que es el fujimorismo y lo que Keiko pretende montar como proyecto personal. Se trata de dos cosas diferentes. Ya es tiempo de que lo tengamos claro. Fuerza Popular no es el fujimorismo que todos conocimos y que una buena parte de peruanos se imagina que todavía existe. En realidad se trata de un nuevo partido que muy poco o nada tiene que ver con el fujimorismo de los 90. Hasta es muy probable que las personas más vinculadas al fujimorismo histórico sean relegadas del proyecto. Así es como están las cosas.

Es un error seguir considerando "estrategias de campaña" los actos y dichos de Keiko. Su presentación en Harvard reconociendo los méritos de la CVR, cuyo informe final señala a Alberto Fujimori como el principal enemigo del Perú, así como su reconocimiento de la política de esterilizaciones forzadas, no fueron una estrategia de campaña. Es Keiko tal cual. Tampoco es una estrategia de campaña sumar a su equipo al dirigente de izquierda Vladimiro Huaroc, ex militante de Fuerza Social y compañero de ruta de Susana Villarán. No, no es una estrategia de campaña. Como no era una estrategia de campaña cuando Keiko dijo que era de centro izquierda, porque entonces ni siquiera estaba en campaña.

Por ello mismo ya no debe extrañarnos que su grupo parlamentario apueste por el estatismo apoyando las aventuras de Petroperu o eliminando la ley pulpín, y muchas otras posiciones en las que coincide con la izquierda. No sigamos en el engaño. Estamos frente a un nuevo partido que no representa para nada al fujimorismo que todos tienen en mente. Como me dijo la Dra. Martha Chávez: "Keiko tiene todo el derecho de formar su propio movimiento acorde con sus propias ideas". En efecto, lo tiene. Solo que debería decírselo a toda esa gente que anda equivocada pensando que apoya al fujimorismo histórico. Hay que ser claros en la campaña. Por ahora nadie debería tener una idea de lo que será al final Fuerza Popular. Yo sugeriría que empiecen por llamarla Fuerza Populista.

viernes, 2 de octubre de 2015

Keiko sepulta al fujimorismo


Escribe: Dante Bobadilla Ramírez

Las reacciones ante el sorpresivo cambio de giro de Keiko Fujimori no cesan. Por el lado del fujimorismo han apelado al cinismo más descarado, tratando de convencernos de que no ha pasado absolutamente nada, que no existe ningún cambio y que el discurso es el mismo de siempre. Podemos asumir que es la actitud de todo franelero que siente que su trabajo es defender a capa y espada a su líder, tratando de cuidar además su propio puesto en la política. Pocos son capaces de enmendarle la plana a su lideresa y decir abiertamente lo que piensan. Y menos, renunciar como lo hizo el pastor Julio Rosas, cuyo gesto después de todo resultó muy digno.

En el otro lado del espectro político, la caviarada sigue celebrando con champagne un triunfo que no se lo esperaban. Al fin el Informe de la Comisión de la Verdad y Reconciliación será reconocido como documento sagrado del Estado peruano y verdad histórica oficial y absoluta a ser enseñada en todas las escuelas, para que los niños aprendan que nunca hubo terrorismo en el Perú sino un conflicto armado, donde un partido político se alzó en armas para protestar por la pobreza mientras el Estado respondía como un terrorista que atropelló los DDHH. Y también que Alberto Fujimori es el peor asesino de masas de la historia. Sobran motivos para celebrar en la izquierda.

Evidentemente lo que está pasando acá es que Keiko Fujimori ha decidido forjarse un perfil propio como política y candidata. Ya no quiere seguir siendo la hija de Alberto Fujimori y cargar con la herencia del fujimorismo de los 90. Es obvio que ha contratado un asesor y han emprendido la gran transformación de Keiko. Lo único que falta es que le cambien el apellido y le arreglen los ojos rasgados mediante una cirugía. Lo malo de crear un frankenistein político para convertirlo en un buen producto comercial electoral, es que se arma un sancochado ideológico que tiende a caer en el lado izquierdo del espectro, es decir, en la pose de lo "políticamente correcto", pero al final no tienes nada. Tan solo un maniquí hueco. Que es precisamente lo que acabó siendo Ollanta Humala.

El precio que hay que pagar para ser un candidato ideal, de folleto de oferta electoral, es dejar de ser quien se es para convertirse en un fantoche. Keiko quiere dejar de ser la hija de su papá y ser alguien por si misma. Y es que realmente Keiko no es nadie politicamente hablando, más allá de ser la hija de Alberto Fujimori y representar algo en el imaginario popular, sea lo que sea eso. Ha decidido construir su propio perfil con un albañil que recurre a los productos más comerciales del mercado, convencido de que vestir al maniquí con los ropajes de moda le dará mayor arraigo popular. Una apuesta bastante riesgosa.

Por lo pronto, las reacciones mayoritarias en los círculos del fujimorismo han sido de enojo y decepción. Sienten que hay una especie de traición a los principios que tanto ha costado defender. Hoy se le pide a los soldados que se han batido en las trincheras soportando el fuego graneado del enemigo que salgan, arrojen sus armas, se rindan ante el enemigo y se sometan a ellos en aras de la paz. Hay que abrazar a los defensores de los terroristas, quizá a los mismos terroristas, a los jueces que encarcelaron a tantos inocentes entre funcionarios y militares que aun siguen presos, a los políticos que urdieron campañas sucias de desprestigio, a los que armaron colectivos dedicados exclusivamente al vil oficio de arrojarle basura al fujimorismo, a los profetas de la moral que prefirieron posar al lado izquierdo, junto a los defensores de terroristas, antes que salir junto a un régimen caído en desgracia. Los fujimoristas deben ahora abrazar a todos ellos.

Hay que decir las cosas como son: Keiko quiere ser alguien por si misma y para ello está dispuesta a condenar al fujimorismo, asumiendo incluso las banderas de la caviarada y el estatismo popular. Es lo que debe quedar claramente establecido. Lo que falta ver es si el fujimorismo estará dispuesto a secundarla en su gran transformación.

jueves, 1 de octubre de 2015

El retoque de Keiko


Escribe: Dante Bobadilla Ramírez

Keiko Fujimori ha saltado a las primeras planas por las declaraciones que viene dando desde el domingo pasado, tomando nueva posición sobre diversos temas y causando sorpresas a más de uno. Tanto así que ya se produjo la primera baja en la bancada parlamentaria de Fuerza Popular con la renuncia del pastor Julio Rosas, lo cual, después de todo, ha sido como abrir las ventanas para que ingrese aire fresco al ambiente enrarecido de conservadurismo religioso medieval.

Varios miembros del fujimorismo han salido a calmar las aguas y controlar los daños, pero todo parece indicar que el viraje de Keiko ha tomado por sorpresa a más de uno. Ahora muchos están tratando de ver cómo encajan en el nuevo perfil del fujimorismo. Por lo pronto ya hemos escuchado a varios de sus miembros tartamudeando incoherencias ante las cámaras mientras muestran una sonrisa nerviosa. La sensación es que el fujimorismo trata de correrse al centro o incluso a la izquierda. Es decir, una pose enteramente electoral.

Ahora bien, en estos cambios hay cuestiones que son fundamentales y otras, accesorias. Por ejemplo, el tema de la Unión Civil es francamente secundario y hasta ridículo. Ni siquiera deberíamos estar discutiendo algo tan elemental como que el Estado reconozca la unión de dos personas adultas que quieren vivir juntas. Es algo tan simple que solo los muy confundidos quieren verlo como algo vital para el avance de la patria. Es un asunto que no afecta absolutamente a nadie, pero beneficia a un sector marginado de la sociedad, y que solo el obtuso fundamentalismo religioso y la inquina homofóbica de otros, impide que se concrete.

Más grave es el tema de la CVR. Reconocerle méritos al informe de la CVR es un error, sin duda, pues ese informe es el manual del antifujimorismo reclacitrante, la Biblia de la secta fundamentalista del antifujimorismo rabioso y la base de las acusaciones de Alberto Fujimori. Pero más allá de eso, es un informe sesgado y de mala calidad, llegando al nivel de panfleto. Tampoco debemos olvidar que la CVR fue una imposición sorpresiva de la caviarada dirigida por Diego García Sayán y la logia de su ONG de DDHH. No nació del consenso político, no se consultó con nadie como debió ser, al tratarse de algo tan importante para el país. Más allá de algunos de sus miembros (como el Tnte Gral FAP Arias Grazziani que no firmó el informe) la CVR estuvo manejada por una secta caviar PUCP y algunas ONGs de izquierda. Su interés se centró en las víctimas del Estado y acabó condenando al Estado y al gobierno de Fujimori. No hay pues razón para rendirle culto a ese mamarracho.

También me sorprende que Keiko deslindara de una manera tan tajante con el liberalismo, como si fuera un partido de terroristas. El liberalismo es una corriente muy amplia que alberga a muy buenos elementos, quizá los mejores del país. Sería muy largo enumerarlos, entre abogados y economistas brillantes. Es una lástima que en el Perú se haya impuesto la argolla caviar y los liberales sigan siendo marginados y hasta estigmatizados. Keiko ha llegado a decir que es un error confundir al fujimorismo con el liberalismo, y que su padre privatizó empresas públicas porque ya estaban quebradas. Luego añadió que no se privatizó SEDAPAL "porque el agua es un derecho". Nadie sabe qué quiso decir con eso. Es plenamente un discurso progre.

En síntesis, no me parece una buena idea que la candidata Keiko empiece a despintarse para cambiar de color y coquetear con otros sectores. Tal como estaba iba muy bien, acercándose raudamente al 40% de las simpatías y con chance de ganar en primera vuelta. Al menos tenía asegurado el pase a la segunda vuelta y triunfo asegurado. No nos olvidemos que en las elecciones pasadas perdió por un pequeño margen de 1% a pesar del rabioso antifujimorismo desatado. Algo que ahora no parece tener el mismo poder de convencimiento. Me parece que Keiko no necesitaba decir ni pio para seguir creciéndo. A veces la pose del muertito rinde dividencdos mientras los demás se matan.

Lo que un país necesita son líderes que tengan principios claros con rumbos definidos, y que salgan a explicar y convencer a la gente de que ese es el camino. No necesitamos productos edulcorados y candidatos maquillados por alquimistas electorales. Creo que es un error de Keiko pretender que va a convencer al votante de izquierda. Lo que es más probable es que pierda votos.

viernes, 4 de septiembre de 2015

Un país en retroceso


Escribe: Dante Bobadilla Ramírez

Lo ocurrido anoche en el Congreso nos ha recordado que somos un país chicha, con instituciones de cartón que solo sirven para la fachada y partidos políticos sin norte definido. Acá ya no funcionan los analistas políticos. Se necesita convocar videntes, astrólogos y chamanes para adivinar qué es lo que puede pasar en el futuro de la política peruana. Lo único que parece seguro es que las turbas siempre se salen con la suya. No importa de lo que se trate. La chusma -perdón, "el pueblo"- siempre tiene la razón. 

Lo más gracioso de todo es que tremendo alboroto es por casi nada. Hasta resulta cómico. Se pelean apenas por un hueso. Parece que los hermanos loretanos alucinan que están en el golfo de Maracaibo, flotando en petroleo, pero lo cierto es que se trata de un pocito de 10 mil barriles diarios que salen con mucho esfuerzo y costo. En todo caso, si lo que les preocupa es la explotación eficiente de ese recurso, ¿no deberían asegurarse de que lo haga una empresa experta y reconocida mundialmente? Al contrario de lo que indica la lógica más elemental, los loretanos exigen que lo haga Petroperú, una empresa que no sabe lo que es explotación desde hace 30 años y que, si le dieran el encargo, tendría que hacerlo subcontratando a otras empresas, y lo haría mediante los tejes y manejes oscuros en lo que son tan expertos nuestros burócratas. ¿Alguien puede entender a estos "de la selva sus revoltosos"?

Lo más patético de esta comedia corrió a cargo del fujimorismo, que acabó convertida en furgón de cola del Frente Amplio y obedeciendo los mandatos de Manuel Dammert. Si alguien pensó que Fuerza Social podía ser la última fortaleza para defender el liberalismo, pues ya es hora de que se quiten ese sueño. Lo cierto es que no pasa de ser otro partido chicha, formado con improvisados sin calidad intelectual ni formación política alguna. Solo les falta repetir el discurso acerca de la "soberanía energética", la "actividad estratégica" y toda esa basura retórica inventada por el velascato hace 40 años para justificar el estatismo en todas las áreas de la economía, y que hoy se ha vuelto a oír en boca de nuestros padres de la patria. 

No cabe duda de que el Perú es un país en retroceso. Vamos camino de vuelta al estatismo. No tan rápido como lo hace una revolución pero si a paso lento. Es la dirección que hemos tomado y que seguimos hace 20 años, desde el segundo gobierno de Alberto Fujimori, quien fue el primero en empezar a desmantelar el modelo impuesto por un equipo técnico a principios de los 90. El rumbo es efecto del populismo electorero. Uno tras otro, los gobiernos han sucumbido a las muchedumbres histéricas manipuladas generalmente por la izquierda, que nunca gana en las elecciones pero acaba siempre imponiendo su agenda a punta de movilizaciones populares y tomas de carreteras, puentes, instalaciones y violencia descontrolada.

El Estado sigue creciendo sin control alguno. Cada gobierno inventa sus ministerios favoritos en busca de votos. El primero fue Fujimori quien inventó el inservible Ministerio de la Mujer. Ya en la Constitución habían creado el adefesio de la Defensoría del Pueblo, un jarrón chino que adorna los salones del Estado sin utilidad alguna. Toledo inventó docenas de organismos parásitos llamados "Comisión Nacional". García nos heredó el lastre de los ministerios del Ambiente y de Cultura, que paralizaron las inversiones en esta gestión, la que se dio el gusto de crear su Ministerio de Inclusión Social y otros mamarrachos inútiles como la Oficina del Diálogo. La planilla del Estado crece sin que a nadie le preocupe, al punto que el ministro de trabajo José Villena admitió que nadie sabe cuántos empleados públicos hay. Por lo pronto, el Congreso ya superó los 4 mil empleados, incluyendo a los empleados fantasmas. Pero todo esto a nadie le interesa. Al contrario, ahora empezamos con las empresas estatales "en defensa de la soberanía".

De manera que seguimos gobernados por la chusma y rumbo al socialismo, inexorablemente. Nadie lo quiere admitir, pero en el Perú no existe un líder político. Todos son monigotes en busca de votos y están dispuestos a colocar sus velas ideológicas de cualquier lado, siempre para aprovechar el viento que las multitudes exhalan. Y nosotros criticando tontamente al chavismo.

lunes, 20 de julio de 2015

Cortinas de humo desde palacio


Escribe: Dante Bobadilla Ramírez

Sumergidos como están en el fango de su desprestigio, ahogándose en los escándalos de corrupción y huyendo de las investigaciones a la primera dama, al nacionalismo no se le ocurrió mejor idea que recurrir a una treta propia de Vito Corleone y Maquiavelo: montar un falso escándalo alrededor del esposo de Keiko Fujimori. El llamado a montar el infundio fue, una vez más, La República, ese diario de izquierda especialista en psicosociales y guerra sucia, además del franelismo oficialista.

La progrería anda con los nervios de punta porque las encuestas colocan a Keiko en el primer lugar de las preferencias, con sólidos 33% de base, además de que el fujimorismo está muy próximo a tomar el control del Congreso. Para colmo, ninguna candidatura de izquierda prende fuego. Todo lo cual evidencia que la sucia campaña montada por la izquierda histérica antifujimorista empeñada en arrojar estiércol a diario, no ha servido para nada. Peor aun, los enfermos mentales de izquierda se han reducido a la nada electoral. Son fantasmas que pese a su patética realidad, no dejan de hacer lo único que saben: guerra sucia contra el fujimorismo. Es ya parte de su ADN.

Como las sospechas sembradas contra Keiko Fujimori se respondieron de forma sencilla: "trabaja para el partido con sueldo que figura en planilla", ahora se han ido contra su esposo. Nadie se explica por qué el señor Mark Vito tiene ser objeto de investigación y análisis, puesto que es un hijo de vecino más, como cualquier otro, y bien puede vivir rascándose las bolas, si así le place. Sin embargo, para los esquizofrénicos de izquierda resulta de vital importancia saber por qué Mark Vito no figura en Infocorp, como si eso fue gran cosa.

Por supuesto, el bulo ha sido rebotado en carambola por otros medios, incluyendo ¡cómo no! a la agencia oficial Andina, que siendo del Estado es usada por el régimen como canal nacionalista. Ahora Andina se presta perfectamente a las campañas dirigidas desde Palacio o la DINI en contra de un grupo político de oposición, como si estuviéramos ya en la Venezuela chavista. Los congresistas del nacionalismo han pedido que se investigue al señor Mark Vito por no tener movimientos bancarios. Es decir, mientras presentan por un lado recursos legales para impedir levantar el secreto bancario de la primera dama, que actúa como funcionaria de este gobierno y maneja recursos públicos, como es obvio y visible, por otro lado piden investigar a un don nadie (porque eso es lo que es el señor Vito: nadie), exigiendo levantarle el secreto bancario. Chavismo puro.

viernes, 20 de junio de 2014

Se impone la consigna


Escribe: Dante Bobadilla Ramírez

La aprobación en el Congreso del informe de la megacomisión sobre los narcoindultos es algo que no debe sorprender a nadie. Se trata, una vez más, del voto por consigna. Y de una consigna que ya viene de muy atrás, incluso desde antes de que el gobierno nacionalista inicie su gestión. La meta es solo una: inhabilitar a Alan García y, si es posible, meterlo preso. Con ello el rojerío y la caviarada tendrían a sus dos mayores enemigos políticos derrotados. Y es que el segmento rojicaviar vive del odio al APRA y a Alberto Fujimori.

La consigna de perseguir a Alan García fue tan evidente que la primera acción del régimen nacionalista, coludido con el rojerío, fue formar la megacomisión que se encargaría de investigar toda la gestión del gobierno alanista bajo la premisa de que Alan García es un delincuente y solo con el propósito de hallar las pruebas incriminatorias. Para tal perverso fin todo servía. La megacomisión fue encabezada sin pudor por el propio régimen, a cargo de un perfecto incompetente como Sergio Tejada. Se le dotó con todos los elementos necesarios para llevar a cabo su patraña: millones en presupuesto, oficina equipada, computadoras y un ejército de asesores y personal auxiliar. Algo inédito en la historia de la república: una comisión parlamentaria encargada de buscar pruebas para acusar al ex presidente.

Evidentemente, luego de tres años de investigación y circo, la megacomisión tenía que cumplir con el fin para el cual había sido creado: inculpar a Alan García. Y así lo hizo. No les importó que los informes estuvieran siendo cuestionados por sus irregularidades y que el propio Poder Judicial hubiera declarado nulo todo lo actuado por haber trasgredido las formas mínimas del debido proceso, empezando por determinar desde un principio de qué se le acusa concretamente a Alan García. Pero la megapayasada de Tejada es un proceso ejemplar de la jurisprudencia rojicaviar en el Perú, ya famoso en el terreno político, pues empieza con la condena y luego va en busca del sustento de la acusación. La megacomisión es un disparate del derecho. 

Lo penoso del espectáculo que vimos es que el fujimorismo decidió no votar. De este modo le devolvían los favores al aprismo por haber apoyado la extradición y su silencio en el linchamiento de Alberto Fujimori por parte de las mismas hordas de izquierda. El fujimorismo olvida que Alberto Fujimori persiguió a Alan Gacía, pero no legalmente sino físicamente, rodeando su casa con tropas al día siguiente de dar el golpe. Fujimori le dio a Alan García el pretexto perfecto para huir, luego de pedir asilo en la embajada de Colombia. Si Alan García nunca pudo ser procesado por la justicia fue por esa torpe maniobra de Fujimori, pues Alan se quedó afuera todo lo que duró el fujimorismo, y sus posibles delitos prescribieron. 

De todos modos el rojerío y la caviarada oenegienta nunca descansaron en sus intentos de incriminar a Alan García. Se la tenían jurada por acciones como las del Frontón, donde la Marina pulverizó a un centenar de terroristas amotinados que no quisieron rendirse. En el pizarrón del rojerío pro terruco siempre estarán los rostros de Alan García y Alberto Fujimori como los enemigos a quien cobrarles la venganza a cualquier precio. El antiaprismo es una condición mental de la izquierda desde los días de Mariátegui y Haya, pues el APRA contuvo el crecimiento de la izquierda marxista y la redujo a una expresión delirante. A eso se ha sumado en el presente siglo el antifujimorismo, que es hoy la esencia de la izquierda moderna, post CVR.

El antiaprismo y el antifujimorismo definen a la izquierda pues ellos siempre se definen por condiciones anti: son antimperialistas, anti EEUU, anti liberalismo, anti empresa, anti libre mercado, anti ricos etc. En esencia no saben bien lo que son pero si saben a quiénes combaten y odian. Ahora bien, es una lástima que frente a un escenario en el que están siendo agredidos por esa izquierda delirante y rencorosa que se ha pasado la vida tratando de traerse abajo todas nuestras instituciones, los fujimoristas pretendan hacerse los ciegos. 

Todo esto demuestra la chatura de la política peruana. Los políticos carecen de una visión de país y de futuro. Andan más preocupados por revanchismos idiotas y venganzas por el pasado antes que ocuparse de conseguir alianzas duraderas mirando el futuro. Los fujimoristas prefieren concederle a la izquierda una victoria antes que ganar un aliado para luchas futuras. La política no consiste en una lid de chaveteros de partido sino en un tarea de conjunciones y alianzas. Los estúpidos de la política crean divisiones y pretenden erigirse como los únicos salvadores de la patria luchando contra todos los demás que son los enemigos. Así actúa el chavismo y la izquierda en general, así actuaba también el APRA germinal y así actúa hoy el ollantismo. 

La política consiste en construir puentes mirando el futuro y no linchando o ayudando a linchar a los únicos que quizá puedan ser los aliados democráticos del mañana. Hay que saber diferenciar a los amigos y a los enemigos no por cómo te miraron ayer sino por los valores que defienden. La política se hace en base a principios y no a vendetas. Un político es un constructor y no un chavetero. Se define por metas y valores democráticos y no por posiciones anti.

Quienes han convertido el Congreso en el callejón de las siete puñaladas son los mismos que viven combatiendo el Estado de derecho y que hacen lo posible por destruir el sistema, no solo dinamitando torres sino desprestigiando instituciones y personas. Hay que detener este deporte indigno de armar una pira con el gobernante anterior. Si hay algo de qué acusarlo, dejemos que la justicia haga su trabajo. La política es otra cosa. Y los peruanos estamos esperando hace tiempo que los políticos estén a la altura de las circunstancias. Ya estamos hartos de estos mediocres que hoy dominan el escenario.