miércoles, 16 de noviembre de 2022

La descarada manipulación de la verdad por parte de la izquierda

 


Escribe Dante Bobadilla Ramírez

Si hay algo que la izquierda sabe hacer muy bien es contar cuentos. Es decir, crear una narrativa adecuada a sus intereses para contar la historia a su manera. Son especialistas en la narrativa épica de sus acciones vandálicas convertidas en gestas democráticas que son etiquetadas por los narradores con términos grandiosos y fabulosos. Recordemos el caso de las protestas vandálicas de octubre 2019 en Chile tituladas "El despertar de Chile" o "El estallido social". Las protestas en Perú por la vacancia de Martín Vizcarra, fueron etiquetadas como "lucha por la democracia", cuando en realidad buscaban derribar a un gobierno legítimo por no ser afín a los intereses de la izquierda. Los revoltosos fueron etiquetados candorosamente como "Generación Bicentenario" y sus muertos convertidos en héroes. Al mismo tiempo, la izquierda tiene el arte de desacreditar a sus enemigos políticos convirtiéndolos dictadores, genocidas o corruptos. Así fue como tuvieron el descaro de llamar "dictador" a Manuel Merino, quien asumió el cargo de presidente tras la vacancia de Vizcarra, respetando escrupulosamente las normas constitucionales. Algo que se repitió con Francisco Sagasti tras la caída de Merino. Todo ese penoso episodio solo demostró que la izquierda quería seguir detentando el poder. 

La principal arma que usa la izquierda en su guerra política e ideológica es la desinformación y el relato manipulado. Así es como convierten en héroes a sus delincuentes, en mártires a sus muertos y en gestas democráticas su vandalismo y terrorismo urbano. Ellos se erigen como los dueños de la verdad, la memoria y la moral. Para conseguirlo, la izquierda no tiene ningún rubor para mentir y cambiar los hechos como mejor le parece. Para ellos, la destitución constitucional de Martín Vizcarra es un "golpe", el presidente que asumió siguiendo las reglas constitucionales es un "dictador", y quien vino después siguiendo esas mismas reglas es un "presidente" solo por pertenecer a las filas de la izquierda. Todo esto fue lo que vimos y oímos alrededor de las marchas que se produjeron contra Manuel Merino, tras la vacancia de Martín Vizcarra, quien sí protagonizó un auténtico golpe de Estado al cerrar el Congreso de manera inconstitucional e ilegal, y de manera express, con el único objetivo de impedir el cambio del Tribunal Constitucional de mayorá izquierdista.

Recapitulando los hechos, Manuel Merino fue elegido presidente de un Congreso que resultó electo luego del golpe de Estado perpetrado por Martín Vizcarra cerrando el Congreso inconstitucionalmente. Y no estamos acá cambiando los hechos ni tergiversando la verdad. Martín Vizcarra perpetró un golpe de Estado al cerrar el Congreso sin tener los argumentos constitucionales para hacerlo. Simplemente forzó la figura apelando a una supuesta "denegación fáctica" (que no existe en la Constitución) a una cuestión de confianza írrita interpuesta al caballazo por su premier Salvador del Solar, quien se metió a patadas a un pleno del Congreso tratando de impedir que el Congreso cumpla con su labor eligiendo a los nuevos miembros del Tribunal Constitucional. En buena cuenta, el golpe de Vizcarra tuvo como única finalidad impedir que el Tribunal Constitucional de mayoría izquierdista fuera renovado. Dicho de otro modo, se planteó una cuestión de confianza artificiosa solo para impedir que el Congreso cumpliera con una de sus funciones y atribuciones constitucionales como es elegir a los miembros del TC. Así de absurdo fue todo. Lo evidente fue que Vizcarra no quería que se cambiara al Tribunal Constitucional y cerró el Congreso con una leguleyada, aprovechando el desprestigio de esa institución ante los ojos del pueblo, pero fundamentalmente por el apoyo de la gran prensa comprada a través de la abundante publicidad estatal, así como de los colectivos de izquierda y de sus oenegés que lo mimaban porque era funcional a los intereses de la izquierda. 

Vacado Vizcarra la reacción de la izquierda no se hizo esperar, especialmente porque el accesitario Manuel Merino, era un personaje de derecha y muy lejano a los círculos de la izquierda. Esto significaba la pérdida repentina de todo el poder detentado por parte de izquierda, y muy en especial por la mafia caviar que medra de los favores del Estado mediante consultorías. Asimismo, ponía fin a los procesos de reforma que la izquierda venía impulsado a través de Vizcarra, cuyos objetivos eran liquidar a la clase política y sus liderazgos, en especial al Apra y al fujimorismo, implantando un esquema en el que los partidos eran controlados por agencias del Estado en todos sus aspectos, desde su organización interna hasta su financiamiento. Por todo esto, tras la vacancia de Vizcarra, de inmediato aparecieron en los sectores de la izquierda muestras de rechazo, tanto a la vacancia como al nuevo presidente asumido según las reglas de juego constitucionales. De hecho, no lo iban a permitir. Había demasiado en juego. 

Martín Vizcarra se había convertido en un semi héroe ante los ojos de amplios sectores de izquierda porque durante su gobierno se dedicó básicamente al show. Desde el principio apeló al viejo truco de erigirse como un "luchador anti corrupción", pero esta actitud estaba dirigida simplemente a la guerra contra el Congreso, al cual se le identificó como la fuente de la corrupción por estar dominada por el fujimorismo en alianza con el Apra. En alianza con los medios de prensa más importantes y una casta de periodistas que estimaban a Vizcarra como a un profeta de la salvación, la guerra contra el Congreso fue implacable. Lejos de ocuparse de investigar las acciones del gobierno, esta prensa estaba ocupada día y noche en fiscalizar los actos del Congreso al que rápidamente tildaron de "obstruccionista" sin razón. Todos los días aparecían cuestionamientos al "Congreso obstruccionista" y diversos miembros de este, en particular a los de filiación aprista y fujimorista. La consigna de cerrar el Congreso estaba dada y todos contribuyeron a crear el ambiente favorable atizando el odio popular.

Lo cierto era que el Congreso nunca obstruyó un solo proyecto del Ejecutivo. Fue un Congreso muy obsecuente y débil, sin un norte ideológico marcado y menos de oposición al gobierno. Tanto así que el fujimorismo y la izquierda se abrazaban dando leyes con enfoque de género. Asimismo, el Congreso no se atrevió a ponerle trabas al referéndum planteado por Vizcarra para perpetrar reformas constitucionales sin ser su función. Esas reformas planteadas mediante referéndum eran sumamente dañinas para la vida política del país y el Congreso no se atrevió a frenarlo pudiendo hacerlo. Fue parte del show al que Vizcarra se dedicaba cada día, buscando la manera de golpear a la clase política y al Congreso. Salía de palacio con sus carpetas bajo el brazo e iba caminando hasta el Congreso escoltado por la prensa. Todo el gobierno de Vizcarra fue un espectáculo permanente. Hizo de la política un show y una guerra.

Pese a que la gran prensa casi no se ocupaba de Vizcarra, poco a poco se fueron filtrando algunos de sus manejos turbios, tanto en su gobierno como de la época en que fue ministro y también gobernador regional. Los escándalos y denuncias contra Vizcarra empezaron a aparecer sin que despertaran el interés de la fiscalía, institución que ya había sido capturada por Vizcarra y la izquierda tras la guerra implacable que le armaron al ex fiscal de la Nación, Pedro Chávarry, hasta destituirlo del cargo por el pecado de no ser funcional a la izquierda. Todos los cargos que se inventaron contra él fueron falsas. Lo echaron únicamente por no ser funcional a la izquierda. Por todo esto se empezó a hablar en algunos círculos de la "mafia caviar", haciendo referencia a esa oscura organización que tras bambalinas accionaba los resortes del poder político, de los medios y de la justicia para controlarlo todo, destruyendo a sus enemigos y protegiendo a sus aliados. Así fue como destituyeron no solo al fiscal de la Nación Pedro Chavarry, sino a otros fiscales supremos que no servían a sus intereses. Así fue como cerraron el Congreso para impedir que cambiara al Tribunal Constitucional. Y así fue como arriaron a las calles a contingentes de jóvenes para crear desmanes hasta conseguir los muertos que hicieran renunciar a Manuel Merino, por el solo hecho de no servir a los intereses de esta mafia.

Pero llegados a este punto, la mafia se hacía cada vez más evidente. Era obvio que estaban accionando palancas y resortes para liquidar a sus enemigos y favorecer a los suyos. Eran una fuerza que operaba al margen de la ley. Habían forzado un golpe de Estado cerrando el Congreso y, luego, se encargaron de desmontar a un presidente legítimo mediante una semana de protestas callejeras muy violentas. Para colmo, se las arreglaron en el Congreso para elegir una nueva mesa directiva solo con gente de izquierdas. ¿Cómo pudieron hacer todo esto? Mediante el chantaje. Así fue como finalmente el caviar Francisco Sagasti resultó ejerciendo el cargo de presidente para complacencia de la mafia. Su primer acto de gobierno fue rendirles tributo a los muertos en las marchas vandálicas que obligaron a renunciar a su antecesor. La consigna de la mafia fue convertir toda esa maniobra golpista dirigida desde sus oenegés, en una "gesta democrática" ejecutada espontáneamente por jóvenes a quienes tildaron candorosamente como "Generación Bicentenario". Los dos muertos resultaron ser delincuentes de poca monta, pirañita uno y paquetero el otro, pero fueron travestidos en "héroes de la democracia" cuyos rostros aparecieron en murales callejeros. Y, desde luego, se acusó al gobierno de Manuel Merino como responsable de esas muertes. Las oenegés de izquierda no tardaron nada en interponer sendos recursos legales para acusar a los mandos policiales, el ministro del Interior, el premier y al presidente Merino por toda la violencia ocurrida durante las marchas convocadas por las oenegés y los medios. 

De este modo se montó una nueva narrativa muy conveniente a la izquierda, convirtiendo en dictador y asesino a Manuel Merino, a quien ya se le acusa de delitos de "lesa humanidad". Mientras tanto, los dos delincuentes muertos son sistemáticamente idolatrados por la izquierda, para cuyos familiares se siguen exigiendo mayores compensaciones que las otorgadas por el gobierno de Sagasti. En su peculiar estilo, la izquierda rememora cada aniversario de la "gesta democrática" que recuperó el poder para la mafia caviar. Y toda esta narrativa llena de convenientes etiquetas y rótulos candorosos, acompañada de ceremonias y rituales de homenaje, salpicada de entrevistas y romerías, tiene gran éxito en las masas porque muy pocos se oponen a esas campañas de desinformación y manipulación de los hechos y de la memoria histórica. La izquierda se adueña de todos esos espacios de moral y verdad porque pocos les salen al frente a desmentirlos y recordar los hechos como en verdad fueron. Es tiempo de que salgamos al frente de estos mendaces manipuladores de masas. Ya bastante daño han hecho contándonos la historia del terrorismo a su manera y capturando los espacios de la verdad y la memoria sobre los años del terror de izquierdas. 

jueves, 15 de septiembre de 2022

¡Fuera Pedro Castillo!


Escribe: Dante Bobadilla Ramírez

Publicado en El Pollo Farsante el 25 de noviembre de 2021

No hay semana que no salte un nuevo escándalo en este gobierno. Tras el despelote internacional generado por la premier Mirtha Vásquez, al amenazar con cerrar cuatro minas manu militari, le siguió la bochornosa noticia de que la Fiscalía halló 20 000 dólares ocultos en un baño de Palacio de Gobierno, de cuya procedencia se ha especulado mucho en estas horas, pero que no deja duda de que algo sucio se escondía en ese baño.

La verdad es que la paciencia de la población empieza a colmarse. Incluso en sectores de izquierda hay muestras de fastidio y hasta pedidos de vacancia. Claro, hablamos de la izquierda pensante, porque la otra, la izquierda bruta y achorada, sigue invocando la corrupción de Fujimori para cubrirlo todo, como han venido haciendo en los últimos veinte años, que es la época de mayor corrupción de toda la historia y cuyo cénit estamos viendo ahora.

En definitiva, la vacancia por incapacidad moral es una salida que cada día cobra más fuerza. Y habría que ponerse a trabajar seriamente en ese proyecto. El asunto es preparar el escenario, porque no se trata solo de pararse en el estrado y pedir a gritos la vacancia ante el pleno, como hizo la congresista Patricia Chirinos motu proprio —un arrebato que, lo más probable, acabe en nada y deje mal parada a la oposición—. Esa no es la manera. Incluso de prosperar ese exabrupto hasta la vacancia efectiva, podría generar reacciones adversas.

No se trata de incendiar la pradera con un acto de guerra política de parte del Congreso y agravar la crisis, sino de darle al país una salida a la crisis política generada por el Gobierno, de manera que la población sienta un alivio y no un encono contra el Congreso. Para esto hay que trabajar preparando el cadalso, aprovechando cada error que comete el Gobierno para sumarlo a la lista de acusaciones que le serán leídas el día de su ejecución, pero, sobre todo, haciendo una campaña de divulgación que instale en la mente de los peruanos la necesidad de vacar a este presidente por incapaz e inmoral, para recuperar el buen rumbo de la nación.

Cada semana se hunde más Pedro Castillo. Es algo inevitable, pues se trata de un sujeto básico, sin mayor preparación. El pobre hombrecillo no sabe dónde está parado. Cree que gobernar consiste en seguir el oficio de charlatán de plazuela y agitador de masas. Su única experiencia en la vida es la del activista sindical, como parte de una mafia de extorsión que busca ganar su propia parcela de poder en el magisterio. De hecho, ese sigue siendo su entorno en el poder. Las consecuencias de rodearse de esa gentuza es vivir de escándalo en escándalo. No hay, pues, manera de que el país aguante cinco años con este lumpen en Palacio de Gobierno.

La pregunta es qué va a pasar luego de la vacancia de Pedro Castillo, pues le correspondería asumir a Dina Boluarte, que no significa nada mejor. Se pueden hacer dos cosas: primero, conminar a Dina Boluarte a que renuncie y que se nombre un gobierno de transición, emanado del Congreso, con un amplio consenso, el cual —luego de hacer las reformas indispensables a las normas electorales y al régimen de partidos— convoque a nuevas elecciones. Incluso podría reformarse previamente la Constitución para crear un Senado.

La segunda opción es que Dina Boluarte asuma, pero formando un gobierno de consenso con los principales partidos representados en el Congreso. Es decir, no sería un gobierno de Perú Libre —que hace rato dejó de ser el partido de gobierno—, sino de todos los partidos. Es lo que se llama un gobierno de ancha base. El problema de esta opción es que no habría liderazgo, porque la señora Boluarte no es precisamente alguien con carisma e inteligencia. Pero eso podría resolverse con facilidad dejando el Gobierno en manos del presidente del Consejo de Ministros, el cual tendría que ser alguien de mucha valía y experiencia, elegido por consenso.

Lo cierto es que Pedro Castillo ya debería ir poniendo sus barbas en remojo. Su salida más honorable sería renunciar a la Presidencia, habida cuenta de su incapacidad y desprestigio moral. Los tambores de la vacancia resuenan cada vez con más fuerza, porque han empezado a tocarse en diferentes sectores. La gente misma se lo grita en su cara. Incluso por amor propio, Pedro Castillo ya debería ir pensando en la posibilidad de renunciar antes de que lo echen del cargo. Que se conforme con haberse puesto la banda presidencial que jamás soñó tener.

La barbarie del vizcarrismo


Escribe: Dante Bobadilla Ramírez

Publicado en El Pollo Farsante el 16 de noviembre de 2021 

Se ha recordado el primer aniversario de la barbarie desatada en las calles de Lima tras la vacancia del dictador Vizcarra. Es una fecha que la izquierda no desaprovecha para contar su versión de la historia, llamando «golpe» a la vacancia de Vizcarra, «dictador» a Merino y «antidemocrático» a su breve régimen. De la misma manera, declaran «héroes» a un par de delincuentes muertos en las trifulcas contra la Policía. ¿Qué fue lo que en realidad pasó?

La manipulación de la verdad empezó mucho antes, cuando inventaron el cuento de hadas de que Martín Vizcarra era «el padre que el país necesita». El viejo cuento de la «lucha contra la corrupción» fue utilizado una vez más para engañar a los incautos y combatir a los enemigos. Ni en la Rusia de Stalin ni en la Alemania nazi se había visto tanto engaño colectivo. La gente estaba tan idiotizada por la prensa y el show de Vizcarra que terminaron idolatrando al fantoche moqueguano como a un dios, pese a que Vizcarra nunca se ocupó de gobernar.

El país estuvo a la deriva mientras Vizcarra se ocupaba de la guerra política contra el Congreso. Ganaba popularidad mediante el discurso y el gesto populista, con su pose de luchador anti corrupción, sus alardes reformistas para purificar la política y sus payasadas efectistas, como caminar hacia el Congreso llevando personalmente las reformas. Mientras tanto, poco a poco extendía sus tentáculos controlando todas las instituciones con apoyo de la mafia.

Martín Vizcarra encarnó muy bien su personaje de Mr. Show para convencer a las masas de que era el dios de la justicia que limpiaría el Perú del mal. Un burdo montaje para deshacerse de los opositores y capturar el poder. Así fue cómo liquidaron a Pedro Chávarry y capturaron la Fiscalía de la Nación, crearon la Junta Nacional de Justicia para manejar al Poder Judicial, hicieron reformas para liquidar a los partidos políticos y dieron un golpe de Estado cerrando el Congreso al caballazo, para impedir que se cambie al Tribunal Constitucional. Todo eso, más el control de la prensa, fue la estrategia para que una mafia tenga el poder absoluto.

La rápida y desesperada vuelta de Martín Vizcarra del Brasil para defender a los fiscales Vela y Pérez, removidos de sus cargos por Pedro Chávarry, fue una descarada intromisión que delató la existencia de una maquinaria tenebrosa montada ya para la guerra política. Fiscales y jueces eran piezas de esa maquinaria del terror judicial, junto a una prensa prostituida y una ONG que generaba los escándalos mediáticos, como el de Los Cuellos Blancos, con audios que soltaba oportunamente para liquidar a personajes incómodos.

La prensa vizcarrista tenía un staff de guaripoleras y opinólogos dedicados a alabar a Vizcarra, aplaudir su «lucha contra la corrupción» y atacar día y noche al Congreso, al que le pegaron la etiqueta de «obstruccionista». Luego vino el espectáculo morboso de la captura y prisión de Keiko Fujimori. Más tarde, la persecución, captura y muerte de Alan García, para el orgasmo de una generación amamantada con el odio y la mentira. Todo un espectáculo montado mediante burdas artimañas legales, como aportes de campaña o discursos remunerados.

En resumen, la época de Martín Vizcarra fue de una vendetta política permanente en busca de copar todas las instituciones, liquidar al fujimorismo y al APRA y debilitar a los partidos. Fue una época que pasará a la historia como la era del terror político, del abuso fiscal y judicial, de las sucias campañas de prensa y de las prisiones preventivas, utilizadas como espectáculo público en reemplazo del cadalso, mientras se idolatraba a un patán con ínfulas de dictador.

Pero también fue una época de mediocridad total, pues Vizcarra prefirió rodearse de lo más elemental, de su gentita provinciana de Moquegua, de los adulones, trepadores y traidores que le hacían reverencias a su paso, como Gloria Montenegro o Daniel Salaverry; de tontos útiles, como Salvador del Solar; de notables caviares, como Tuesta y Tanaka, que se prestaron como papagayos para adornar las reformas políticas. Vizcarra prefirió el show de la paridad de género en su «gabinete paritario», el espectáculo de la lucha contra el patriarcado uniformando con mandiles rosados a los generales del Ejército, la pantomima del mensaje a la nación con arengas a la unidad nacional, la exhibición del «juntos sí podemos», mientras se vacunaba en secreto y nos encerraba sometiéndonos a las reglas más absurdas del planeta en la peor gestión de la pandemia.

La caída de Vizcarra tiraba por los suelos todo ese andamiaje nefasto montado por una mafia para hacerse del poder absoluto, ponía en riesgo toda esa estructura mafiosa de poder repartido en varias instancias corruptas y desestabilizaba muchos negocios con el Estado y desde el Estado. Pero, sobre todo, arriesgaba la impunidad de una mafia que —pese a todo el circo fiscal— no ha sido tocada gracias a oscuros y secretos «acuerdos de colaboración».

El Congreso resultante del golpe de Vizcarra fue un potro difícil de domar. Las reformas de Vizcarra aseguraron la mediocridad, pero no la lealtad al régimen. Vizcarra se sentía emperador y se comportaba como tal gracias a la seguridad que le daba su maquinaria mafiosa y —principalmente— la prensa. En el primer intento de vacancia, se presentó al Congreso muy campante, se encaramó al estrado de la mesa directiva para dar un breve mensaje por toda defensa y salió riendo. Felizmente, en medio de toda esa feroz maquinaria de propaganda oficial en que se había convertido la gran prensa, aparecieron unos medios pequeños que empezaron a revelar la corrupción detrás del régimen, hasta provocar su caída.

La vacancia de Martín Vizcarra fue un acto justo y necesario; se sacaba así del poder al personaje más nefasto de este siglo. Pero, por supuesto, iba a costar muy caro, pues toda la mafia que había estado soportando al régimen reaccionó de inmediato. Los mismos tontos útiles que sirvieron al dictador saliendo a marchar en numerosas ocasiones —ya sea para defender a los fiscales Vela y Pérez, o para pedir la expulsión del fiscal de la nación Pedro Chávarry, o para pedir el cierre del Congreso y aplaudir el referéndum amañado— volvieron a salir a las calles en defensa del corrupto defenestrado.

Desde luego que no fueron marchas originales ni mucho menos espontáneas. Son los mismos contingentes que la izquierda sabe sacar a las calles en cada ocasión, pero con diferentes pancartas. Jóvenes arriados por la prensa, las oenegés y las universidades detentadas por la izquierda. Ya desde antes había una férrea oposición a la vacancia con el argumento de la pandemia, como si Vizcarra hubiera hecho algo positivo más allá de su show diario en televisión. La reacción contra la vacancia alcanzó niveles de violencia inusitada, hasta que cosecharon los muertos que estaban buscando. Por supuesto, eran muertos que no pertenecían a la gentita.

El objetivo de esas marchas era recapturar el poder para la mafia. El resto es cuento para bobos. Nunca hubo una defensa de la democracia. No solo consiguieron hacer renunciar al débil régimen de Merino, sino que arrinconaron a los 105 congresistas que votaron por la vacancia de Vizcarra y les impidieron formar parte de la nueva mesa directiva. Fue, pues, un feroz contragolpe de la mafia. No solo recuperaron el poder, sino que iniciaron la narrativa oficial de los sucesos con discursos de gratitud y homenaje a los vándalos caídos.

Tantas veces Pedro


Escribe: Dante Bobadilla Ramírez

Publicado en El Pollo Farsante el 21 de diciembre de 2021

Una vez más, la Fiscalía allana Palacio de Gobierno en busca de pruebas del delito. Algo que no se había visto en ningún otro gobierno anterior. Pedro Castillo alcanza otro récord.  Esta vez los fiscales tendrán que ingresar incluso al despacho presidencial y revisarle los cajones a Pedro Castillo, principal sospechoso de las corruptelas que se han convertido en práctica común por parte del profesor y de toda la gentuza con que comparte el poder.

Ya me parecía rara esa ocurrencia inverosímil de convertir Palacio de Gobierno en museo, expresada por el chotano en su discurso de asunción de mando. Ahora queda clarísimo lo que pretendía: despachar desde su guarida de Breña para eludir los controles y dedicarse libremente a sus fechorías de sindicalista experto en extorsión y tráfico de influencias, además de otras artes. Pero insistió en eso en repetidas ocasiones, amparado en la oscuridad de la noche y confiando en su disfraz para distraer a los fisgones, cual delincuente consumado. Por menos que eso han caído presidentes.

Está claro también que nada de esto es improvisado ni casual, sino que todo ha sido fríamente planificado con astucia y premeditación. No solo el convertir palacio de gobierno en museo para eludir los controles, sino incluso antes, apenas cuando ganó la presidencia y se vio rodeado de oportunidades sin fin, corrió a palacio a convencer a Sagasti de dar una norma para rebajar hasta el suelo los requisitos para el cargo de secretario general de palacio, de modo tal que pudiera poner allí a su carnal Bruno Pacheco, compinche de correteos y malas artes en los bajos fondos del mundillo sindical. Ahora ya sabemos la clase de joyita que es ese sujeto.

Todos los pasos que ha dado Pedro Castillo desde que ganó la presidencia, han estado encaminados a montar su organización criminal de tráfico de influencias y aprovecharse del cargo. No ha dado puntada sin hilo. Ha preparado el escenario específicamente para tales fines. No le funcionó lo de eludir palacio de gobierno, pero pudo contar con su socio Pacheco y otros contactos eficientes, pudo escaparse a su guarida bajo un atuendo que pasaba por disfraz usando un auto corriente. ¿Cuántos negociados turbios concretó bajo esa modalidad de escape nocturno?

Esta semana, como ya es costumbre, otro escándalo de corrupción salpica a Pedro Castillo. Al menos ahora la Fiscalía no se ha tomado su tiempo para actuar. Tras las críticas a la escandalosa lenidad con que actuaron los fiscales frente al escándalo de Breña, las torpezas cometidas en el primer allanamiento de palacio y las burlas recibidas cuando Bruno Pacheco y Karelim López les entregaron celulares nuevos, parece que esta vez los fiscales están decididos a limpiar su imagen. Veremos.

Me parece que ya tenemos bastante como para llegar a la conclusión de que estamos frente a un maestro de la corruptela del más alto nivel. Este gobierno no solo está podrido en ineptitud, improvisación y demagogia, sino que además se ha dedicado al tráfico de puestos y favores y quién sabe cuántas cosas más. Y francamente a mí no me sorprende en lo más mínimo. Desde que vi a Pedro Castillo dirigiendo la huelga magisterial, supe de inmediato la clase de gentuza que es.

Una lástima que la izquierda -según su relamido y ridículo discurso- haya esperado doscientos años en llegar al poder para hacer este papelón histórico. Creo que la vacancia ya se cae de madura. Este gobierno ya no da para más, y el país tampoco.

El referendum bajo candado


Escribe: Dante Bobadilla Ramírez

Publicado en El Pollo Farsante el 19 de enero de 2022

El referéndum es un mecanismo de consulta popular muy apetecido y manoseado por dictadores, charlatanes y populistas autoritarios para legitimar sus tropelías y caprichos, incluyendo su permanencia en el poder. Esa es la mejor definición de referéndum, sacada de la experiencia histórica reciente del Perú y Latinoamérica.

El referéndum ha sido ampliamente utilizado por todos los dictadores del socialismo del siglo XXI, desde Hugo Chávez hasta Evo Morales. No hay un dictador al que no le encante convocar a un referéndum, incluyendo al tiranuelo de Martín Vizcarra, quien lo usó con descaro en su afán de legitimar su autoridad y golpear a la oposición. Gracias a ese referéndum en el que Vizcarra aleccionó al borreguismo nacional a marcar «sí, sí, sí, no», se convirtió en líder.

Tampoco es casualidad que esta nefasta figura del referéndum aparezca recién en nuestra constitución de 1993, bajo el régimen de Alberto Fujimori, al que muchos califican de dictadura. De hecho, Alberto Fujimori planteó la idea del referéndum para ratificar la nueva constitución de 1993, como si eso fuera necesario. Nunca lo fue, pero Fujimori necesitaba un referéndum para fortalecer su gobierno.

En ninguna de nuestras anteriores constituciones existió el referéndum. Esta es una novedad de la del 93, en la que aparece apenas en su capítulo primero, como uno de los derechos fundamentales de la persona, en un título repleto de demagogia populachera, tomada como herencia de la constitución del 79 y aumentada en el capítulo tercero como derechos políticos. Allí se institucionaliza esta funesta figura del referéndum, nada menos que para aprobar reformas a la Constitución (totales o parciales, sigue el absurdo), leyes y hasta ordenanzas municipales.

Quién sabe si Hugo Chávez se inspiró en Fujimori para iniciar su frenética era de transformaciones a punta de referéndums. Nada mejor que convocar a las masas ignorantes e histéricas a una consulta popular directa, para hacerlas «participar» y legitimar así las ideas y consignas de un líder populista, carismático, parlanchín y excesivamente eufórico. Solo para eso han servido los referéndums en Latinoamérica.

Hoy, el país está en ascuas gracias a esa nefasta figura del referéndum, introducida de manera absurda e irresponsable en nuestra constitución. Se la quiere usar para «consultarle al pueblo», como si tuviésemos un pueblo culto, pero lo cierto es que esa masa llamada pueblo ignora mayormente lo que es una constitución. Ya en el referéndum convocado por Martín Vizcarra, para legitimar sus cambios a la Constitución, pudimos observar que la gente no tenía la menor idea de lo que estaba decidiendo. En muchas comarcas alejadas del interior del país, la fórmula del «sí, sí, sí, no», ordenada por Vizcarra, ganó con el 100 %, sin que nadie supiera el significado.

Tenemos uno de los pueblos más ignorantes del planeta, víctima de un sistema educativo paupérrimo controlado por el comunismo, desde la escuela hasta la universidad. ¿Alguien cree que a este pueblo se le puede preguntar qué forma debe tener el Estado? ¿Qué instituciones deben ser autónomas? ¿Qué tipo de Congreso debemos tener? ¿Cómo debe ser el equilibrio de poderes entre las instituciones del Estado? ¡Ya pues! Paren de joder.

Una constitución es en esencia eso: definir el tipo de república, monarquía o tiranía que seremos, nombre y símbolos, definir el Estado con todas sus instituciones básicas y, por último, ponerle algunos frenos al poder político en un capítulo final (no inicial) llamado derechos de los ciudadanos. Nada más que eso es una Constitución. Pero para nuestra izquierda criolla, compuesta por una casta de limítrofes que aún delira con consignas trasnochadas, una constitución es la madre de toda la demagogia barata con que sueñan. Haciendo gala de su charlatanería hueca, llegan a decir que nuestra constitución «no garantiza los derechos a la salud y a la educación». Es decir, ni ellos la han leído y quieren consultarle al pueblo si desean cambiarla, luego de engañarlos con esta clase de afirmaciones.

Si hay algo que tiene en demasía nuestra constitución son derechos. No nos falta ninguno. Hasta le agregaron el derecho al agua, que nadie sabe para qué sirve. Ahora Verónika Mendoza quiere agregarle el derecho a la internet. Podemos seguir por ese camino hasta llenar varios capítulos de «derechos». Como el derecho a tener perros, el derecho a disfrutar de la primavera, el derecho a un mundo feliz, etc. Esa es la agenda infantil de la izquierda.

Lo cierto es que todo eso no pasa de ser pura charlatanería. Salvo el freno que le pone al Estado para no meterse en la economía y el respeto por la propiedad privada y los contratos, nuestra constitución es bastante mala. Hasta debilita la democracia con un Congreso mamarracho de una sola cámara. Y ya vimos lo inútil que resultó tras el golpe de Vizcarra. Pero, aun así, es mejor que abrirle las puertas a una asamblea constituyente repleta de ignorantes, demagogos, charlatanes, saltimbanquis, equilibristas y payasos que quieren refundar la patria, como lo están haciendo en Chile.

No solo hay que poner la figura del referéndum bajo llave, obligando a que pase por la aprobación del Congreso, sino que incluso habría que eliminarla de la Constitución de cuajo. Así le cerramos el paso a los candidatos a dictador.

La naturaleza de la izquierda

 

Escribe: Dante Bobadilla Ramírez

Publicado en El Pollo Farsante el 1 de noviembre de 2021

Todos conocemos la fábula de la rana y el alacrán. Un alacrán quería cruzar el río y le pide a la rana que lo ayude a cruzar sobre su lomo. Pero la rana teme que la vaya a picar con su aguijón mortal, por lo que el alacrán promete no hacerlo. Entonces la rana le permite al alacrán subir sobre su lomo, pero, cuando están cruzando el río, siente el aguijón mortal del alacrán. La rana le pregunta: «¿Por qué hiciste eso, si ambos moriremos?». Entonces el alacrán responde: «¿Qué puedo hacer? ¡Es mi naturaleza!».

Acá tenemos muchas personas confiadas e ingenuas que, al igual que la rana, creen que la izquierda se moderará. Le piden a Pedro Castillo que deje de decir barbaridades que perturban la economía, le exigen que nombre a un premier más dialogante, que deslinde de Cerrón y su ideario marxista-leninista, que se aparte de Sendero Luminoso y del narcotráfico, que no coquetee con el chavismo, etc. En suma, le piden a la izquierda que deje de ser izquierda.

Eventualmente la izquierda cede. Promete que se moderará y no picará a nadie. Concede gestos para que los ingenuos y cándidos se traguen la píldora, le den la confianza y dejen que se suba en el lomo de todos. Una vez arriba, la izquierda vuelve a ser la izquierda.

Hubo una masa de cándidos que aplaudió la designación de Pedro Francke en el Ministerio de Economía, de quien dijeron que era "un moderado". Lo vieron como el cable a tierra de un gobierno delirante, como el guía de un presidente ciego que no sabe dónde está ni adónde va, como la garantía de que la economía seguiría creciendo y de que se respetaría la propiedad privada. Pero hoy nos metió su aguijón. No hay que sorprenderse. Francke es un rojo. Uno más.

El enviado de Verónika Mendoza nos ofreció un avant premiere de sus próximas medidas económicas. Franckeándose, nos dijo que «le pica el ojo y le revienta el hígado» cuando ve un auto de lujo. «Ese señor puede pagar más impuestos», sentenció. ¿Por qué? Porque es rico. Solo por eso. No hay más fundamentación que esa. No importa que ya haya pagado los onerosos impuestos que le cargan a esa clase de autos. El señor es rico y todavía puede pagar más. Hay que seguir exprimiéndolo. La izquierda no tolera a los ricos.

Basta escarbar un poco en el cerebro de un izquierdista para descubrir que el fundamento de toda su prédica política y social reposa en el odio de clase, el revanchismo, la envidia, el rencor, el trauma de ver gente que está mejor en la vida. Eso les parece injusto. No les conmueve la pobreza, sino que les produce envidia la riqueza. No aman a los pobres, sino que odian a los ricos. Su objetivo no es enriquecer a los pobres, sino empobrecer a los ricos. Esa es toda la igualdad que les interesa. Que alguien nos diga en qué país de Latinoamérica la izquierda ha logrado eliminar la pobreza o tan siquiera reducirla. En ninguno. Al contrario, en todos los países donde la izquierda ha gobernado por décadas solo ha generado miseria.

¿Vamos a darle la confianza a un gabinete que no ofrece mejorar la calidad de los servicios que brinda el Estado, ni reducir el gasto público, ni reestructurar el Estado en busca de eficiencia, que ni siquiera tiene un plan de nuevas inversiones, sino que tan solo pretende quitarnos más dinero, solo por un afán recaudador, para seguir manteniendo burocracias doradas e ineptas, y para regalar dinero público a manos llenas? Parece que tenemos muchas ranas en el Congreso dispuestas a permitir que la izquierda se les suba al lomo.

Incluso tenemos un club de ingenuos que han caído rendidos ante la dulce voz de la premier Mirtha Vásquez, a quien ven como una moderada y conciliadora izquierdista, como si tal cosa existiera. Señores, despierten: un izquierdista siempre tiene su veneno listo y no importa cuál sea el discurso que use ni la cara que ponga. Van a empobrecer a todos. Y al igual que el alacrán de la fábula, tampoco les importa morir en la hazaña. Es su naturaleza.

sábado, 11 de junio de 2022

Se cae la farsa progresista contra Merino


Escribe: Dante Bobadilla Ramírez

La progrería se le fue encima al pobre congresista Alejandro Cavero por haberse atrevido a archivar el pedido de la fiscal Zoraida Ávalos para que Manuel Merino, Antero Flores Araoz y Gastón Rodríguez, sean procesados por el Poder Judicial por homicidio y lesiones graves, en relación a la muerte de los revoltosos Inti Sotelo y Bryan Pintado, y otras 77 personas heridas en las trifulcas que se armaron tras la vacancia de Martín Vizcarra. Así termina toda esa farsa montada por la izquierda caviar desde sus oenegés, para tratar de ajusticiar a Manuel Merino y sus ministros, elegidos como símbolos y objetivos de la venganza por la pérdida repentina de poder que les ocasionó la vacancia de Martín Vizcarra. Esta denuncia obviamente no buscaba hacer justicia sino dar una lección política y una advertencia a futuro. No nos engañemos. 

Antes de analizar el caso, vale preguntarse: ¿Dónde están ahora todos esos borregos que salieron con el cuento de "luchar contra los corruptos" y a "defender la democracia"? ¿Dónde están ahora los ñaños que marchaban burlándose de Merino por ser provinciano y no saber hablar? ¿Dónde están los indignados por el gabinete Flores Araoz, al que acusaron de todo? Ahora callan ante los gabinetes basura de Pedro Castillo, llenos de prontuariados e incapaces. ¿Dónde están ahora todos esos que salieron a poner el pecho porque vacaron a un sinvergüenza y corrupto como Vizcarra? ¿Por qué no salen ahora a luchar contra los verdaderos corruptos que hoy nos gobiernan? ¿Por qué no se indignan contra el ignorante y analfabeto que nos gobierna sin darle cara a la prensa? ¿Por qué no se ponen las zapatillas ahora? 

Por una simple razón: porque todos esos jóvenes bobos no saben dónde están parados en política. Son solo masa idiota manipulada por la izquierda, son los que siempre salen a marchar al servicio de la mafia caviar, los típicos tontos útiles de la izquierda, arriados como borregos desde las universidades por los centros federados eternamente rojos, las oenegés pro terrucas, los medios progresistas y los periodistas que se vistieron como guaripoleras de Vizcarra. Son los mismos jóvenes incautos que en los 60 eran llevados a la sierra a pelear como guerrilleros, que en los 80 eran adoctrinados y reclutados por Sendero Luminoso en las universidades públicas y que hoy siguen tragándose los cuentos de la izquierda, porque la juventud siempre fue y siempre será el contingente de idiotas que la izquierda necesita para sus aventuras radicales, acá y en todo el mundo. Así fue siempre y así será. Las marchas contra Merino no fueron diferentes. Solo fue otra ocasión en que la izquierda arrió a los jóvenes bobos del bicentenario a exponer su vida por los intereses políticos de la izquierda y sus ansias de poder.

Pero vayamos al caso del informe Cavero. Como ya dije: acá no se trata de justicia. Para nada. El único interés que tienen alrededor de los dos delincuentes muertos en las marchas es utilizarlos como símbolos y pretextos en sus luchas políticas. Los han convertido en héroes y en santos. Pero eran delincuentes. Fueron parte de las barras bravas, el lumpen y los delincuentes convocados para convertir la marcha en una guerra a fuego abierto contra la policía, a la que atacaron con bombardas y bengalas, tratando de llegar a palacio de gobierno. Obviamente la policía tenía que resistir y enfrentar a esos revoltosos. Para eso están. ¿Qué hubiera pasado si la policía no resistía y los vándalos llegaban a palacio de gobierno? ¿De qué estaríamos hablando ahora? Resulta pues ridículo culpar a la policía por cumplir con su deber. Y más ridículo aun culpar a quienes ejercían los cargos de presidente y primer ministro, por las muertes que ocurrieron en las trifulcas callejeras organizadas por la izquierda para recuperar el poder. Quienes deberían ser denunciados son los que alentaron a esas marchas. 

La denuncia hecha por la nefasta fiscal Zoraida Avalos en contra de Manuel Merino y sus ministros, es una farsa política, un acto de venganza y un intento de escarmiento. Sabemos bien que la fiscal Zoraída Ávalos era un títere de la mafia caviar, puesta allí por la caviarada luego de una asquerosa campaña de demolición contra Pedro Chávarry. ua de las campañas más sucias de la historia, organizada por IDL, con la complicidad de la prensa prostituida por Vizcarra y hasta de fiscales corruptos que se prestaron para sacar a Chávarry a toda costa. Fue durante la época más negra de nuestra reciente historia, cuando bajo el apoyo del sinvergüenza Martín Vizcarra, la caviarada llegó a copar todas las instituciones, apelando a sucias campañas de difamación, a un referendum amañado y hasta un golpe de estado. Así fue como la mafia caviar llegó a controlar todas las instituciones. La repentina vacancia de Vizcarra fue un golpe muy fuerte para ellos. Por eso arriaron a los jóvenes a las calles. Tenían que recuperar el poder a toda costa, incluso con muertos de por medio. Como ya vimos, la mafia nunca ha tenido límites en sus maniobras políticas para controlar el poder. Lo han hecho todo y con impunidad.

La rápida e insólita denuncia de la fiscal de la Nación, Zoraida Ávalos, contra Merino y sus ministros, era una prueba más que evidente de que el Ministerio Público estaba al servicio de la mafia caviar. Paralelamente se montó el operativo psicosocial convirtiendo a los dos delincuentes muertos, Inti y Bryan, en santos y héroes, con altares y murales en la vía pública, pancartas con sus rostros en las marchas, y llamando a los jóvenes marchantes "generación bicentenario". La ridiculez y huachafería de la izquierda progresista tampoco tiene límites. La manipulación es su mejor arma.

La intención de acusar, juzgar y -eventualmente- condenar, al presidente ocasional Manuel Merino, su premier Antero Flores Araoz y al ministro del Interior Gastón Rodríguez, por los muertos y heridos en las marchas de protesta, buscaba sentar un precedente nefasto para intimidar a cualquiera que ejerza esos cargos en contra de la voluntad de la izquierda mafiosa caviar. De haber prosperado esta maniobra, nadie en el futuro hubiera podido sentirse capaz de ejercer el control ante las marchas de protesta organizadas por la izquierda. La intención es obvia: amedrentar a las autoridades para tener las calles a su disposición, sin riesgos de represión policial. Con la segura condena de Merino y sus ministros en el Poder Judicial manejado por la izquierda, ya nadie hubiera podido contener las marchas de protesta. El siguiente paso era organizar una asonada vandálica en las ciudades, como la ocurrida en Chile, para obligarnos a convocar una Asamblea Constituyente.

No seamos ingenuos ante los planes de la izquierda. Ellos controlan las principales instituciones. Lo que no pueden controlar es el Congreso, por lo que siempre tratan de cerrarlo o desprestigiarlo con sus campañas mediáticas y encuestas amañadas. Ahora pretenden que el Congreso no haga reformas "porque tiene alta desaprobación". Y han llegado al ridículo de asegurar que el congresista Alejandro Cavero ha tirado por la borda todo su futuro político por negarse a los requerimientos de la mafia. Lo dudo mucho. Por el contrario, la valentía de Alejandro Cavero será recompensada. Hay que tener mucho valor en este país para enfrentarse a toda esa mafia de izquierdas que van desde los partiduchos rojos y las oenegés pro terrucas, hasta la prensa caviar y sus opinólogos que se creen guías morales de la nación. Felicitaciones a Alejandro Cavero y gracias por sus servicios a la nación.

sábado, 29 de enero de 2022

Pedro Castillo da vergüenza



Escribe: Dante Bobadilla Ramírez

Pedro Castillo se ha convertido en la pesadilla de todos los peruanos. Cada vez que sale al extranjero y abre la boca nos avergüenza. Lo mismo cuando concede entrevistas. El sujeto es incapaz de emitir pensamientos estructurados y coherentes. Todo lo que sale de su boca es una cháchara insustancial, hecha de frases de cliché y conceptos huecos pegados con retórica barata. Es incapaz de una sola idea original. Ni siquiera de una idea propia.

¿Qué hacer con este sujeto? ¿Lo vamos a tener que aguantar cinco años? Y no solo es él sino la banda de impresentables que lo acompaña en su penoso gobierno. Nadie se quejaría de tener un gobierno de izquierdas si es que ganaran limpiamente las elecciones y tuviesen los cuadros necesarios para conducir al país con transparencia y probidad. Pero no es el caso. El gobierno de Pedro Castillo ha padecido desde el primer día para encontrar cuadros. Sus ministros han sido cuestionados por su pasado terrorista o su filiación senderista, además de falta de idoneidad para ejercer un cargo.

Estamos en manos de un sujeto que carece del más elemental nivel cognitivo para gobernar, además de contar con una gavilla de ministros sacados de los bajos fondos del izquierdismo más radical, entre familiares, amantes y visitadoras de terroristas, quienes tienen su propia agenda para imponer su particular visión de la historia. Ellas han tenido el cuajo de convertir el “Ojo que llora” en un patrimonio cultural, sabiendo que ese monumento tiene amplio rechazo ciudadano, porque padecimos el ataque despiadado de huestes terroristas de izquierda que ese monumento trata de convertir en “víctimas”.

El famoso “Ojo que llora” es una huachafada caviar que pretende rendir homenaje a todas las “victimas del conflicto armado interno”, mezclando en ese concepto a las víctimas de Sendero Luminoso y el MRTA, con los terroristas abatidos por las fuerzas del orden. ¡Qué tal cuajo de estos comunistas! De este modo tratan de imponer su falaz concepto de que acá no hubo una agresión terrorista a la sociedad por parte de dos agrupaciones criminales de izquierda sino “un conflicto entre peruanos”. Algo que debemos rechazar de plano.

Hay que estar atentos con cada movimiento que hace este gobierno. Está claro que Pedro Castillo es un militante de la facción senderista magisterial. Su agenda es la de esa facción. Con su cara de tonto, su verbo barato y su sombrero, Pedro Castillo quiere pasar como el inocente campesino ignorante puesto en el poder por el pueblo. Pero sus acciones y expresiones denotan la agenda de esa izquierda a la que pertenece. Prueba de ello es su deseo -expresado en la entrevista a CNN- de otorgarle mar a Bolivia, así como eliminar las fronteras, no para crear mercados más abiertos sino para crear lo que llaman “la patria grande”, un espacio regional manejado por la izquierda. 

El proyecto de “patria grande” fue esbozado en el Foro de Sao Paulo y llevado a la práctica por Hugo Chávez, aprovechando su abultada billetera cargada de petrodólares. Así dilapidó buena parte de la fortuna venezolana, comprando estados caribeños y apoyando candidatos de izquierda en Sudamérica. La creación de la CELAC fue parte de ese mismo proyecto, que era una especie de OEA sin EEUU, donde Venezuela sería el país dominante junto a Cuba. Pero tras la muerte de Hugo Chávez y la debacle económica de Venezuela todos esos grandiosos proyectos quedaron en el tacho.

Lula pretendió tomar la posta de Hugo Chávez posicionando a Brasil como líder del socialismo regional, para lo cual empleó el poder de sus empresas corruptas. Sin embargo, el proyecto naufragó con la caída en desgracia de Lula en Brasil y el escándalo Lavajato que acabó salpicando a todo el continente (menos en el Perú donde Odebrecht cuenta con el apoyo de la izquierda oenegera que maneja a la fiscalía). Acto seguido, Evo Morales apareció entre los escombros del socialismo del siglo XXI, retomando el poder perdido tras el fraude descubierto en Bolivia. El triunfo del MAS acabó dándole a Bolivia la representación regional del proyecto socialista. Las cercanías al Perú y el espacio común formado por la “nación aymara” facilitaron que Evo se convierta en líder regional en una amplia zona del sur del Perú. No se puede negar que hay mutuos intereses en el negocio narcococalero.

Para nadie es un secreto que el triunfo de Perú Libre se debe a las maniobras electorales emprendidas en el interior del país con asesoría boliviana, resumidas en alterar las actas de aquellas mesas en donde el partido de izquierda tiene todo bajo control. No hay manera de probar ese fraude, salvo que existan cámaras de seguridad en cada mesa. Pero están los testimonios de quienes asesoraron y recibieron esa asesoría, además de un resultado electoral que era estadísticamente improbable. 

Como sea, Pedro Castillo y Perú Libre saben que tiene una deuda con el MAS de Bolivia y con Evo Morales. Les toca devolver ese favor y lo harán manipulando la cuestión marítima de Bolivia, que siempre ha sido el principal ingrediente político y electoral en ese país. Lo que debemos preguntarnos es si Pedro Castillo está dispuesto a entregar soberanía marítima a Bolivia para apoyar al MAS y devolverles el favor de un triunfo impensado en el Perú, además de integrarnos en el proyecto de la “patria grande”.