viernes, 25 de mayo de 2018

El FMI y el no-liberalismo


Por: Erick Yonatan Flores Serrano
       Coordinador General

Desde hace mucho tiempo, los que estudiamos filosofía política hemos tenido que soportar juicios absurdos y críticas muy elementales sobre lo que es y lo que no es el liberalismo. Muy a menudo, la gran mayoría de personas -bajo la influencia de intelectuales y académicos que poco o nada saben sobre estas cosas- acusan al liberalismo de ser el responsable de la existencia de instituciones como el Fondo Monetario Internacional y/o el Banco Mundial, instituciones que nada tienen que ver con el ideario que John Locke, a través de su Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil, ofreciera al mundo en los últimos años del Siglo XVII. Locke es el padre del liberalismo clásico y, si bien es cierto que existen diversas corrientes de pensamiento dentro del liberalismo, ninguna de estas puede identificarse con las instituciones antes mencionadas.

Cuando uno habla liberalismo, al tratarse de una ideología que alberga muchas corrientes de pensamiento, es imposible hablar del liberalismo como algo uniforme e invariable en el tiempo. El liberalismo clásico de Locke tiene matices bastante marcados frente al liberalismo de Mises. Hayek no defiende necesariamente las mismas ideas que defiende Bastiat. Friedman representa un liberalismo bastante peculiar si lo comparamos al de Ayn Rand. Y así podría seguir mencionando autores que, producto de sus ideas y el contexto histórico donde se desarrollan, varían mucho en varios aspectos. Sin embargo, pese a la enorme diversidad que existe dentro del liberalismo, es posible encontrar -como denominador común y muy en términos generales- que la defensa de la vida, la libertad y la propiedad privada, es el elemento central y característico de todas la corrientes de pensamiento que se precien de ser liberales. Los grados pueden variar pero la defensa de estos tres aspectos son la clave para ir entendiendo lo que es y lo que no es el liberalismo.

Dicho esto -que no tendría que ser ninguna novedad porque con estudiar algún manual sobre historia de las ideas, bastaría para tener claro este asunto-, resulta muy curioso que existan personas que todavía crean que los liberales, por ejemplo, defendemos la existencia del Fondo Monetario Internacional, que en uno de sus últimos informes, menciona que la reserva fiscal del Perú es bastante limitada y -como no podría ser de otra forma- recomienda que el gobierno peruano incremente la recaudación a través del aumento de los impuestos, todo con la única intención de mantener la calidad del gasto social y de infraestructura. El FMI a favor de incrementar el impuesto a la renta, que no es otra cosa que una adaptación de los impuestos progresivos que Marx y Engels recomendaban para hacer estallar el sistema capitalista en el Manifiesto del Partido Comunista.

El FMI puede ser una institución que podemos encasillar en cualquier ideario pero no en el liberalismo. Pero como la gran mayoría de personas siempre encuentra más fácil creen en mitos que informarse y estudiar las cosas, hoy tenemos un grueso número gente que, a la par de indignarse -con justa razón- por las consecuencias que estas instituciones causan en las economías de los países, muestran una profunda ignorancia al tratar de vincularlas con el liberalismo.

Parafraseando a Rothbard, el padre del anarcocapitalismo, no es un crimen ser un ignorante en filosofía política que -después de todo- es una disciplina compleja, lo que sí es bastante irresponsable, es tener una opinión radical y vociferante estando en estado de ignorancia. Este es el gran drama que padecemos a día de hoy pero también representa el gran reto de nuestro tiempo. Es imperativo que nosotros, los luchadores por la libertad, comencemos a derribar todos los mitos que hoy anidan en la mente del buen salvaje para así evitar el surgimiento del buen revolucionario, ese personaje nefasto que -siendo sinceros- nada bueno le ha traído al mundo en toda la historia.

viernes, 18 de mayo de 2018

Memoria y engaño


Escribe: Dante Bobadilla Ramírez

Una vez más pillamos al progresismo en posición adelantada. Esta vez, para variar, en el museo del terrorismo cursimente llamado por la caviarada "Lugar de la Memoria, la Tolerancia y la Inclusión Social" (LUM), donde una guía explicaba todo sobre el "terrorismo de Estado" contando cuentos como que las Fuerzas Armadas habían masacrado campesinos en Uchuracay, además de exigir que los terroristas ya deberían ser liberados por el exceso de carcelería y que Abimael Guzmán también merece un indulto porque está anciano y enfermo, entre otras perlas del más puro progresismo pro terruco.

La guía del LUM fue filmada por el general en retiro y congresista Edwin Donayre, quien ahora está siendo hostigado por las jaurías del rojerío y del progresismo webero. En lugar de indignarse por la tira de mentiras que repite la guía del LUM, el progretariado está indignado por la forma en que el general Donayre la puso en evidencia. Si serán de frescos estos pro terrucos.

Nadie debería sorprenderse de lo que hemos visto. En realidad para eso es que fue creado el LUM, siguiendo el pensamiento guía de la CVR. Todo es parte del plan maestro caviar puesto en marcha para lavarle la cara a la izquierda y convertir al Estado y al gobierno de Fujimori en terroristas. De eso trata el informe de la CVR y los planes posteriores a ese informe buscan asegurar esta visión. Para eso es que fue requerido el Lugar de la Memoria. De hecho, desde la creación del LUM se exige que todo el contenido siga la perspectiva de la CVR. 

Desgraciadamente los políticos que siguieron al toledato nada hicieron por cambiar esa situación. En la época de Alan García hubo amplia complacencia con la caviarada, al punto de que le crearon como regalo los ministerios de Cultura y Ambiente. Luego vino la era de Ollanta y los caviares ganaron más poder copando todos los ministerios. Desde el Congreso el fujimorismo nunca fue capaz de dar la batalla ideológica. Al contrario, Keyko se caviarizó para postular a la presidencia. Frente a este panorama, la caviarada simplemente afianzó su predominio en todos los escenarios, y muy en especial en aquellos espacios destinados a fortalecer la visión caviar de la historia, como el Ministerio de Educación y el de Cultura, a la que pertenece el LUM.

Desde un punto de vista racional y objetivo, carecía de sentido montar el circo del LUM. ¿Para qué crear un santuario destinado a recordar la época más dolorosa de nuestra historia? El verdadero propósito encubierto de la izquierda es glorificar sus hechos. Nadie les explica a los jóvenes que tras la derrota de Sendero Luminoso, la izquierda trazó una nueva estrategia post conflicto, basado en el mantenimiento de la guerra política e ideológica, junto a la batalla legal contra el enemigo, que siempre siguió siendo el Estado y el gobierno de Fujimori. 

Si bien la izquierda fue derrotada militarmente, nunca renunciaron a la guerra política. ideológica y legal. Por eso crearon varios frentes. Primero las ONG de izquierda como IDL, Aprodeh y la CNDDHH se concentraron en la batalla legal enjuiciando a todos los militares y funcionarios del régimen de Fujimori por todas las causas posibles, apelando a su aliada la CIDH, a sabiendas que el Estado peruano no se iba a defender, pues el Ministerio de Justicia ya había sido tomado desde los días de Toledo, cuando Diego García Sayán se hizo cargo. Por eso el Estado perdía todos los casos en la CIDH y se dedicó a resarcir terroristas sin objeciones, como fue el caso de la familia Huilca, cuyo padre fue asesinado por Sendero Luminoso pero lo hicieron pasar como víctima del Estado.

La batalla política se dio mediante los frentes de defensa dedicados a combatir la minería, el principal recurso económico del país. Si antes los terroristas de Sendero Luminoso se dedicaron a derribar torres de alta tensión y sabotear las instalaciones productivas tratando de poner en jaque la economía del país, sus continuadores fueron los antimineros que se ocuparon de la tarea de sabotear la principal  fuente de ingresos del país, para cortarle la racha de crecimiento. El otro frente político se organizó alrededor de Ollanta Humala con dinero del Foro de Sao Paulo ante la muerte de Chávez.

Pero la guerra ideológica de la izquierda fue aun más fina. En realidad nunca dejó de adoctrinar a los jóvenes en las escuelas a cargo del Sutep, y en las universidades a cargo de profesores marxistas. La captura del Ministerio de Educación fue muy importante para introducir los cambios requeridos en el currículo escolar, contando la historia según la CVR y privilegiando autores de izquierda como referentes de lectura obligada. Esa tarea fue emprendida muy temprano, cuando el rojo Nicolás Lynch fue hecho ministro de Educación por el pusilánime Toledo, quien les regaló el país a la izquierda. 

Nadie en los partidos de derecha (si es que existen) se preocupó de hacer frente a esta arremetida de la izquierda. Se quedaron estúpidamente enfocados en el terrorismo de Sendero Luminoso y en el cargamontón a los viejos terroristas ya conocidos y presos. Nunca vieron más allá. Nunca se percataron de la infiltración caviar ni del cambio de estrategia de la izquierda. Tan inocentes fueron que hasta posaron en el Ojo que Llora y aplaudieron el Lugar de la Memoria. Y es que a los políticos les gana el afán de la pose correcta. Son los tontos útiles del neo terrorismo del siglo XXI.

La izquierda no ha cambiado ideológicamente. Siguen siendo los mismos, aunque hayan dejado de lado la guerra popular y la lucha armada, tal como lo planteaban el siglo pasado. No han renunciado a la violencia y la practican en sus asonadas regionales contra la minería. También en sus marchas por la ciudad los vemos mezclándose con terroristas y causando desmanes, aunque siempre salen con su típica excusa de los "infiltrados". Y hasta tienen el cuajo de culpar a la policía. Es el mismo cuento de siempre. La izquierda no cree en el sistema y busca su destrucción. Han dejado el terrorismo como acción pero su lucha ideológica pasa siempre por reivindicar su pasado violento, lavarle la cara a la izquierda y culpar de todo al Estado y a Fujimori. Tienen su chivo expiatorio y la historia oficial de la CVR. 

La gran pregunta es si los partidos de derecha existen y si están dispuestos a enfrentar la guerra política, ideológica y legal contra la izquierda pro terruca, que hasta ahora sigue copando más espacios en el Estado y ganando más fuerza en los medios. Hagamos algo. Al menos despertemos.

La ideología del subdesarrollo


Escribe: Dante Bobadilla Ramírez

Como ya es oficial y de público conocimiento, el Perú está de regreso a los 80. No es un temor sino una realidad. Solo hay que esperar que la crisis siga creciendo hasta cubrirnos por completo en unos años. Volvió el gran Estado interventor junto al déficit y los paquetazos. No hay otro rumbo cuando se defienden ideas ya fracasadas, como seguir apostando tercamente por la gestión estatal de los recursos y servicios públicos, y por el combate a la empresa privada, mientras se ponen trabas a las inversiones y se estigmatiza la minería que ha sido históricamente nuestra principal fuente de ingresos. La suma de todo esto es la crisis actual y el rumbo al despeñadero. Es el teorema del subdesarrollo.

Somos subdesarrollados no porque nos falten recursos sino porque nos sobran políticos con malas ideas, que solo quieren posar para la foto con discursos buenistas que no enojen a nadie. Nos encanta aplaudir ideas cursis y bienintencionadas, apoyar lo polítcamente correcto, es decir, la hipocresía de apoyar cosas malas porque suenan bien, idolatrar mitos y tótems sagrados, y dejar de lado lo prioritario por preferir lo popular. ¿Cómo hacer reformas sin tocar vacas sagradas como la estabilidad laboral y los derechos laborales? ¿Cómo lograr el desarrollo si se oponen a una carretera por idolatrar el bosque virgen? Son las malas ideas las que nos matan. Pero adoran esas malas ideas. ¿Cómo reducir el déficit sin achicar el Estado eliminando ministerios y organismos públicos ineficientes, redundantes y parásitos, con su consiguiente cuota de despidos? 

Ahora mismo veo candidatos a la alcaldía de Lima posando con lindas frases de cliché como “no al cemento” y aplicar una “una visión humana” a la gestión. ¿Otra vez Susana Villarán? No, es el genio que recortó la principal y más congestionada vía de Miraflores para colocar una absurda ciclovía, que no era necesaria ni prioritaria bajo ningún punto de vista racional, y mucho menos en esa avenida. Pero además eliminó los escasos parqueos. Y creo que es el mismo que impedía la instalación de antenas de telefonía para satisfacción de una turba de chiflados temerosos de contraer cáncer. 

Lima se ahoga en el caos del transporte y nadie tiene coraje para proponer ideas grandes, del tamaño justo de nuestros problemas, que pongan a la capital en un nivel internacional para el bicentenario. Todo lo que tienen es pose y gestión de crisis pero sin soluciones. Cornejo quiere volver a los 70 con turnos de circulación de autos, como en la era de Velasco. Lima tiene más de medio siglo de retraso en infraestructura urbana. Somos últimos en todo. A estas alturas, la ida y vuelta del aeropuerto debería darse mayormente por viaductos elevados. Tanto Faucett como Javier Prado ya debería ser vías elevadas en casi toda su extensión. Hay avenidas como Primavera que requieren al menos siete pasos a desnivel para agilizar el tráfico. Apenas se hizo el del cruce con San Luis. En todo un siglo la Av. Arequipa solo tiene un paso a desnivel cuando ya debería tener diez. Pero como acá tenemos una cofradía de iluminados, enemigos del cemento, que se opone a las obras parece que vamos a hundirnos en el caos sin ningún remedio.

Las obras tardan décadas en el Perú no solo por estos chiflados anti cemento, sino por la incompetencia del Estado y la mezquindad de los políticos. La carretera Central sigue siendo un desastre desde hace medio siglo. De niño odiaba ir al Bosque por el suplicio que era esa carretera, y hoy, medio siglo después está peor. Belaúnde inició la carretera Ricardo Palma para que vaya paralela a la Central hasta Ricardo Palma, pero no la acabó. La dejó en Huachipa y allí se quedó.  Alan García inauguró ese tramo cambiándole de nombre a “Ramiro Prialé”, un líder aprista que acababa de fallecer. Más de treinta años después la carretera básicamente sigue en el mismo punto. Reflejo de la incuria estatal y la ceguera política.

Hace tiempo debieron iniciar la construcción de otra vía que corra paralela a la carretera Central por el lado opuesto del valle, acabar el túnel trasandino, habilitar las vías paralelas de Cañete y Canta, pero nada. Hasta podrían trasladar a la FAP a los arenales de Chincha y utilizar Las Palmas como aeroparque para pequeños aviones comerciales, que ayuden a llegar al centro del país sin tener que usar la tortuosa carretera Central. Uno puede pasarse doce horas atascado allí por cualquier accidente o toma de carreteras. También hace falta habilitar aeropuertos en ciudades de la selva central para vencer su aislamiento.  Sin obras infraestructura vial, el discurso de la descentralización y del desarrollo regional solo sirve para posar. Es imposible descentralizar el país y desarrollar el interior sin vías de acceso. Es hora de que dejen de crear ministerios y se dediquen a hacer obras de verdad. Basta de floro y de poses, queremos cemento.

¿Educación o adoctrinamiento?


Por: Erick Yonatan Flores Serrano
       Coordinador General Instituto Amagi - Huánuco

La infiltración de la ideología de género en la currícula escolar, está dando -nuevamente- mucho que hablar. Y al margen de las intenciones del gobierno y las consecuencias que puede generar en la formación de los niños (esto sí es real, es objetivamente un peligro), es bastante llamativo que a nadie se le haya ocurrido hablar de lo verdaderamente importante en este tema, que es la educación para los niños.

La educación, como es por todos conocido, es un proceso de asimilación de conocimientos a través de la interacción. El individuo se relaciona con su entorno y aprende, este proceso se llama educación y en la edad temprana, representa uno de los momentos más importantes en la vida de la persona porque es ahí donde puede formar un criterio sobre las cosas de la vida. Como podemos ver, la educación es un proceso complejo y lo que habría que preguntarse es si lo que el Estado ofrece es educación o no, porque el proceso es mucho más amplio que lo que se enseñan en las aulas.

Si la educación es un proceso complejo, queda por sentado que el Estado no educa a las personas, sólo se enseñan algunas cosas medianamente interesantes pero no es el todo, en realidad es algo minúsculo, casi irrelevante, si uno comprende la dimensión de todo lo que implica la educación de una persona. En las aulas se enseña literatura, está bien pero qué literatura se enseña; en las aulas se enseña historia, está bien pero qué historia se enseña; en las aulas se enseña geografía, matemáticas, lengua, toda una gama de disciplinas pero lo importante aquí notar que existe una intencionalidad con esto. ¿Por qué los niños tienen que leer Paco Yunque y no Ficciones, de Borges? ¿Acaso una obra es menos literatura que la otra? ¿Por qué los niños deben conocer la revuelta indígena de Tupac Amaru?, ¿fue una revuelta indígena?, ¿por qué no se enseña que Túpac Amaru no se reveló contra el virreinato porque era un indígena y sentía empatía por los indios, sino por las reformas borbónicas que -entre otras cosas- representaban una mayor presión fiscal sobre la actividad económica a la que se dedicaba?, ¿es que esta versión no es parte de la historia? ¿Por qué los niños tienen que ver la llegada de los españoles como el apocalipsis en las “pacíficas” tierras vírgenes del sur?, ¿por qué no verlo como un choque cultural que ayudó a acabar con el imperio incaico que conquistaba y saqueaba a otras culturas más pequeñas?, ¿o la única historia que existe es que la sociedad incaica era el paraíso en la tierra?

Estas son algunas preguntas que valdría la pena responder porque es evidente que lo que el Estado hace, a través de la educación estatal, no es educar a la gente; sino adoctrinarla en una serie de ideas que no necesariamente son ciertas, o que tienen un sesgo bastante marcado. Cantar el himno nacional y formar a los alumnos todos los lunes siempre fue un proceso de formación militar, así formaban a los soldados en disciplina y amor a la patria. Y no hay punto de comparación porque un cuartel se encarga de la formación de los soldados, pero que un colegio tenga reglas semi-carcelarias es algo que debería -por lo menos- llamarnos la atención.

Dicho esto, es imperativo que comprendamos dos cosas. En primer lugar, la educación estatal no es otra cosa que adoctrinamiento porque el diseño de los contenidos educativos son definidos únicamente por el Estado; y en segundo lugar, comprendiendo lo anterior, es más que evidente que la educación es demasiado importante como para dejarla en manos del Estado. El reclamo de las personas no debe girar en torno a la ideología de género solamente, si en verdad existe conciencia de lo que está ocurriendo, lo importante no es exigir que el Estado quite la ideología de género del currículo, sino exigir que el Estado se quite de las aulas.

sábado, 12 de mayo de 2018

Volvieron los paquetazos


Escribe: Dante Bobadilla Ramírez

Para los que sobrevivimos los 70 y los 80 resulta patético ver cómo volvemos a repetir los mismos errores del pasado, y lentamente vamos en camino a convertirnos en el país miserable que fuimos antes de los 90.

Los nefastos gobiernos de este milenio se dedicaron a la pillería y al despilfarro de los fondos públicos, que crecieron como nunca antes en nuestra historia, gracias a la economía saneada y al Estado moderado que heredaron, junto con los frutos de las grandes inversiones mineras hechas en los años 90, época de la reconstrucción nacional.

Desde Alejandro Toledo hasta PPK, lo único que hicieron estos gobiernos fue despilfarrar plata, engrandecer el Estado mediante la creación descontrolada de ministerios y organismos públicos de toda clase. El presupuesto se triplicó en estos últimos 17 años reflejando la incuria de la burocracia, pues el 80% de ese presupuesto es puro gasto corriente.

Al final del gobierno humalista el Estado ya estaba en déficit. Es decir, gastaba más de lo que recaudaba. Y no porque la recaudación haya caído sino porque los gastos se dispararon sin pudor. Por ejemplo, el despilfarro en publicidad estatal llegó a niveles inéditos, así como los fraudes en costosas consultorías inútiles y millonarios alquileres de locales de lujo.

Lejos de enfrentar el déficit presupuestal con una radical reforma del Estado, como haría cualquier empresa privada, reduciendo gastos superfluos, achicando el personal y eliminando oficinas improductivas, el Estado prefiere seguir igual y aumentar los impuestos, es decir, sacarle más plata a los ciudadanos para mantener sus gastos. Es lo más fácil.

Pero la situación no da para más. El Estado ya es una carga demasiado pesada para el pueblo que tiene que trabajar y producir más para mantenerlo. El Estado no nos sirve. Los servicios que presta no han mejorado a pesar del incremento en los ministerios y organismos públicos. Seguimos padeciendo la misma inseguridad de hace 15 años. Los servicios de salud están cada día peor. La educación sigue empeorando sin remedio. ¿De qué nos ha servido que el Estado se haya duplicado y que el presupuesto se haya triplicado?

Hay que ser muy cínico para enfrentar la situación apelando a lo más fácil: meter la mano en los bolsillos del pueblo. Y lo peor es que nos meten el cuento de que es para proteger nuestra salud. Y siempre hay pelotudos que se lo creen y hasta aplauden las alzas.

Este es un gobierno timorato, incapaz de hacer reformas. Ya Vizcarra lo ha dicho: no se va a despedir a nadie. Solo van a recortar los viajecitos de placer de los burócratas que gustan ir a eventos glamorosos como conferencias contra el cambio climático. Ya sabemos que el cuento de la “austeridad” es solo una pose para la foto. Es imposible controlar los gastos de la burocracia a todo nivel. El Estado sufre una sangría de plata que el pueblo paga.

¿Saldrán los indignados a marchar contra el paquetazo de Vizcarra? Parece que no. Es que ni se dan cuenta de que esto es solo el inicio de la debacle. Si nada cambia, la cosa solo va a ponerse peor cada vez. El déficit nunca se controla si no se doma al animal salvaje del Estado. Mientras el Estado siga siendo el monstruo devorador de presupuestos que ya es, solo vamos a tener que mantenerlo con más y más impuestos. Así hasta que al final nos coma.

Esta película ya la vimos. Pero aunque se la contemos a los jóvenes, nunca nos creen. Necesitan vivirlo en carne propia. Vamos camino de la crisis de los 80 y todos celebran porque el Estado está cuidando nuestra salud con más impuestos. ¡Qué pelotudos!

jueves, 10 de mayo de 2018

El Estado terapéutico


Por: Erick Yonatan Flores Serrano
        Coordinador General del Instituto Amagi

Thomas Szasz, afamado psiquiatra norteamericano, nos hablaba de los famosos Estados terapéuticos, aquellos que usando el argumento de cuidar la salud de las personas, establecían todo tipo de guerras legales contra cualquier producto que la clase política dirigente creía que le hacía daño a la gente. A lo largo de la historia, los gobernantes se han “preocupado” por luchar contra la grasa, contra el azúcar, contra las drogas, contra la prostitución y un largo etcétera. Szasz lo comparaba con el Estado teocrático, que atentaba contra la libertad de elección al restringir las ideas que se consideraban peligrosas para la mente de las personas. Y del mismo modo en que los Estados teocráticos cometían una serie de atropellos en contra de las personas que libremente pensaran diferente, los Estados terapéuticos terminan haciendo exactamente lo mismo porque convierten al hombre en un ser incapaz de gobernarse a sí mismo y elegir lo que consume o deja de consumir.

El impuesto selectivo al consumo, así como las prohibiciones que hoy en día encontramos en el comercio del sexo o las drogas, forma parte del entramado legal que el Estado utiliza para someter a la población y hacerse con el monopolio de la moral, para luego reclamar la voluntad de las personas como suya. Este paternalismo no solo es peligroso en términos económicos porque los impuestos y sus relativos incrementos tienen un impacto negativo en el mercado, lo que termina afectando -siempre y al final- al consumidor; sino que despoja a la sociedad del sentido de responsabilidad que siempre debe acompañar a la libertad individual. Bajo el argumento de cuidar la salud, el Estado tendría la potestad de regular todos los aspectos de la vida de las personas sin ninguna excepción. Caminar bajo la lluvia sin paraguas o en shorts, también debería estar regulado por ley porque se trata de una decisión que podría tener consecuencias en la salud de aquellos que lo hagan; de igual forma si alguien quiere ir a correr por las noches también debería de pagar algún tipo de impuesto porque está exponiendo su salud y su seguridad.

Regular la vida de las personas que caminan bajo la lluvia o que salen a correr de noche es algo absurdo, algo que sólo podría tener lugar en la mente de algún dictador con graves problemas mentales; y la paradoja de nuestro tiempo es que este tipo de cosas las estamos viviendo en sistemas democráticos y republicanos, lo cual no deja de ser un detalle muy interesante porque el mismo Szasz también describe esta suerte de contradicción en la clase política dirigente, que encuentra a la gente lo suficientemente capaz y competente para escoger al próximo gobernante, pero completamente incapaz e incompetente para decidir si toma una gaseosa o no.

En este sentido y parafraseando a Evelyn Beatrice Hall, escritora del Reino Unido y una de las mejores biógrafas de Voltaire, es imperativo decir que: “No estoy de acuerdo con lo que usted toma pero defenderé hasta la muerte su derecho a tomarlo”. Y este debería ser el juicio común en la clase política dirigente antes de aventurarse a disponer el uso de la violencia institucional del Estado para “protegernos” de nuestra voluntad; lastimosamente el buen juicio parece ser un elemento cada vez más escaso entre las personas que reclaman autoridad sobre nuestras vidas. El Estado terapéutico no es otra cosa que un constante agresor para el individuo y su propiedad; y los resultados que de esto se generan jamás han sido positivos para el grueso de la población, sino para aquellos que encuentran en el impuesto selectivo al consumo, así como en el resto de gollerías legales que tenemos a día de hoy, formas cada vez más creativas para seguir viviendo de los impuestos que unos pocos cobran y el resto pagamos por la fuerza.

domingo, 6 de mayo de 2018

Otra marcha por la iglesia


Escribe: Dante Bobadilla Ramírez

Una vez más se desarrolló la llamada "Marcha por la vida", el corso organizado por el Episcopado de Lima, es decir, por el propio cardenal Juan Luis Cipriani, y cuenta con el apoyo de varias iglesias evangélicas o cristianas. En la marcha puede verse la experiencia y capacidad de organización que tienen las iglesias, además de fondos, y que involucra parroquias, conventos, colegios religiosos, etc. Gran parte de la marcha se compone de jóvenes y niños, además de activistas vinculados a la iglesia. Según informa el cardenal, la marcha de este año ascendió milagrosamente a 800,000 personas. No dudamos que el próximo año anunciarán un millón.

Pero hablemos de lo que significa esta marcha. En primer lugar es una manifestación religiosa. De eso no hay que dudar. Es una manifestación callejera que la derecha clerical lleva a cabo para hacer alarde de su número frente a las izquierdas, y mostrarse como una potencial fuerza electoral. Así es como lo plantean en sus anuncios de las redes sociales. Incluso ya han dado a conocer un manifiesto claramente político, donde advierten que no votarán por candidatos que no se declaren pro vida y pro familia. Así que estamos advertidos.

Leyendo con calma el histérico "Manifiesto por la vida, la familia y los valores del Perú", debemos preguntarnos si estas personas están cuerdas, porque eso de plantear que el Estado claudique ante la iglesia y adopte los fines y principios que dicta la religión, es como si volviéramos a la Edad Media. Aunque no dudo que toda esta gente aun permanece en esa época. He visto a varios alucinando ser cruzados en sus imágenes de perfil. 

Me parece bien que hagan alarde de su número en la marcha, pero tendrían que tomar en cuenta que más de la mitad son adolescentes y niños que no votan. El otro factor es que la iglesia en realidad carece de poder para inducir al voto. Eso ya está demostrado históricamente. Recordemos cuando el cardenal Vargas Alzamora sacó a pasear al Señor de los Milagros para que no voten por Fujimori. Al final, el candidato impulsado por un puñado de evangélicos salió elegido, pese a las invocaciones del cardenal y de la poderosa iglesia católica. Demás está mencionar las veces en que ganaron candidatos apoyados por la izquierda, pese a las misas y cadenas de oración del rebaño de la iglesia.

Son evidentes pues las intenciones políticas de la Iglesia Católica, o por lo menos del sector liderado por el cardenal Cipriani. El manifiesto pobremente redactado y publicitado por el Episcopado, es una clara declaración política de este sector que pretende imponernos su ideología de la vida y la familia, con sus consignas de fe basadas en la Biblia. 

Desde un punto de vista liberal, debemos considerar a estos sectores extremistas de derecha como  otra versión totalitaria y colectivista, que pretende controlar el Estado para imponer a toda la sociedad sus pautas de vida, de acuerdo a una moral social derivada de la religión. No hay pues en este sentido, diferencia alguna con la izquierda dogmática, totalitaria y colectivista. Ambos pretenden imponerle a la gente sus modos de vida y su moral social. A nadie le interesa un pepino la libertad de las personas y su libre albedrío para decidir por su propia cuenta y peculio acerca de su propia vida, cuerpo, salud y destino como seres humanos. 

No estamos interesados en apoyar a ninguna masa de histéricos que pretende decidir por nosotros. Sean de izquierda o de derecha. Menos aun si ambos sectores procuran pervertir la educación para introducir sus mitos, doctrinas y evangelios. Ya hemos visto cómo ambos manipulan a los niños, adolescentes y jóvenes, a quienes embaucan con dulces propuestas como "defendamos la vida". Un eslogan que es tan simplón como ridículo, pero sirve como anzuelo para pescar incautos, del mismo modo en que la izquierda utiliza lemas como "equidad de género". Ambos sectores se disputan a los pobres, a los que menos tienen, a los sin voz, a los más indefensos, a los inocentes, etc.

Para un liberal la única causa que importa es la libertad. Hay que respetar no solo la vida de las personas sino su libertad, y en particular, su libertad para decidir sobre si mismo y sobre su destino. No valen cuentos y excusas que invocan derechos y valores. A nadie le pueden obligar a ser o hacer lo que no quiere con su propia vida. El totalitarismo de izquierda y de derecha pretende decidir por todos, y quitarles a las personas la capacidad de decidir, apelando a subterfugios y supuestos valores superiores extraídos de una ideología colectivista o metafísica. Es decir, sacrificar al individuo en aras de un supuesto bien común o de un valor ideal exaltado desde la doctrina idolatrada.

La sociedad solo será mejor cuando cada persona tome las decisiones que más le convenga para sí misma. En cambio la sociedad empeora y se degrada cuando es el colectivo o la asamblea la que decide por todos, eliminando a las personas su carácter individual para convertirlos en simples piezas de una maquinaria social que funciona en masa. Este es el peligro al que nos llevan las posturas dogmáticas de la izquierda marxista y de la derecha cristiana. Unos veneran al Estado poderoso que rige la vida de la sociedad con fines altruistas para el bien común, y otros veneran a la Iglesia que es el otro Estado que rige la vida de la sociedad con fines altruistas para complacer a Dios. ¿Cuál es la diferencia? Desde el punto de vista de la libertad, ninguno.

sábado, 5 de mayo de 2018

Dictaduras buenas y malas


Escribe: Dante Bobadilla Ramírez

Se ha vuelto viral la respuesta que Mario Vargas llosa le diera a Axel Kaiser sobre las dictaduras. En realidad ni siquiera fue una respuesta porque no le dejó formular la pregunta, lo interrumpió apenas acabado el planteamiento del punto, cuando Axel se refirió a "dictaduras menos malas". Fue entonces cuando el Nobel frunció el ceño para interrumpirlo señalando que no le aceptaba esa pregunta porque partía del supuesto de que puede haber dictaduras menos malas que otras, es decir, buenas y malas. Mario aseguró enfáticamente que "todas son malas sin distinción". El público aplaudió.

Hasta allí los hechos que se han viralizado, junto con toda clase de comentarios y artículos sobre el tema. Así que meteré mi cuchara porque no veo reflejado mi punto de vista en ninguna de esas posiciones. En primer lugar me gustaría establecer sobre qué supuestos se puede afirmar una cosa u otra. Es decir, que todas las dictaduras son malas por igual o que hay unas buenas y otras malas. A mi no me atarantan con poses moralistas, que es la que Mario Vargas Llosa acostumbra usar, más allá del frío razonamiento. De hecho estoy cansado de que muchos intelectuales se excusen de dar razones parapetándose tras una pose moralista. Eso me parece una farsa moral.

Apelar a la moral para justificar una posición política es justamente lo que ha hecho la izquierda a lo largo del último siglo. Todos los genocidios perpetrados por los movimientos de izquierda fueron justificados por el altruismo de sus intenciones. Lo hizo incluso la CVR en el Perú para justificar el terrorismo de Sendero Luminoso debido a las condiciones de pobreza de Ayacucho. Así que usar la pose moral para justificar una posición es algo que, por lo menos a mi, no me convence. Es más, me parece inmoral.

Y me sorprende que Mario Vargas Llosa haya hecho la curiosa distinción de que las dictaduras de derecha son brutales porque no persiguen ideales, pero que las dictaduras de izquierda "vienen acompañadas del mito". ¿Será que por eso ya no son brutales? Claro que reconoce que "muchas veces" han sido muy brutales. ¿Y cuándo es que no lo han sido?

Axel Kaiser tiene toda la razón al afirmar que hay dictaduras que pueden ser menos malas. Desde luego que sí es posible. Todo depende del cristal con que se le mire. Si uno solo apela al lente de la moral y la pose democrática, obviamente tachará a todas como malas. Pero Axel Kaiser trata de elaborar un argumento que Mario Vargas Llosa no tolera por principismo moral, y lo interrumpe. Se gana los aplausos de un público que adora las poses morales y la cucufatería democrática. Pero no porque tenga la razón sobre el incompleto planteamiento de Axel Kaiser, quien apela al juicio de la sociedad para determinar la bondad o maldad de las dictaduras. El ejemplo es claro y simple: "¿cuántos preferirían vivir en la dictadura de Maduro y cuántos en la de Pinochet?" La respuesta es bastante obvia, pero Mario Vargas Llosa no la permite. Se lanza sobre el adversario para taparle la boca con su postura moral: ¡No! ¡Todas son malas! ¡Igual de malas!

Evidentemente eso es falso. Axel Kaiser le demuestra con datos que la población prefiere regímenes autoritarios y hasta dictaduras, siempre que el régimen le garantice suficiente libertad, sus derechos, su propiedad, empleo y posibilidades reales de progreso. Nada más le interesa al pueblo. El resto es una mera discusión académica ociosa. En los hechos, si un régimen le proporciona bienestar a la sociedad puede ser calificado de bueno, sin importar su naturaleza jurídica o académica. El fin último de la política es gobernar un pueblo para llevarlo al progreso. Eso no significa que no existan algunas restricciones que a juicio del poder político vigente, resultan necesarias para garantizar precisamente las libertades y los derechos que amparan el progreso.

Los juicios de los intelectuales suelen estar, como en este caso, muy alejados del sentir popular. Tal como lo admite el propio Mario Vargas Llosa, quien parece lamentar esta preferencia de los pueblos. La gente común y corriente no tiene las inquietudes metafísicas y la cursilería moral de los intelectuales. Le importa poco si el régimen que lo gobierna califica como dictadura o democracia, todo lo que le importa es si puede encontrar empleo y progresar, si su dinero no se volatiliza sino que tiene capacidad de compra, si tiene seguridades garantizadas por el Estado, etc. Más allá de esas condiciones que son los fines últimos de la política, las discusiones académicas solo sirven para los foros. Y fue una lástima que Axel Kaiser no le diera la estocada final al Nobel, luego de que este reconociera que los pueblos prefieren regímenes con autoridad, si es que al final viven mejor.

Lo curioso es que quienes más afectos son a las poses moralistas en política, son los intelectuales de izquierda, que por décadas han dado soporte moral a la dictadura sangrienta y vergonzosa de Fidel Castro en Cuba, a la cual incluso tenían el cuajo de defender mostrando cifras estadísticas que nadie cree, porque las dictaduras comunistas son hábiles en ocultar y cambiar su información, tal como tantas veces ha sido denunciado por organismos internacionales. Incluso regímenes "democráticos" como el de Cristina Kirchner llegaron a la desfachatez de tratar de engañar al mundo con sus cifras de inflación. 

La defensa que los intelectuales de izquierda hacen de las dictaduras comunistas y los elogios que prodigan a los dictadores de izquierda, desde Stalin hasta Castro o Chávez, contrasta con su cucufatería moral para condenar dictaduras de derecha, que han sido mucho menos crueles que las de izquierda, y que han reportado beneficios reales a su población antes que miseria y pobreza. Para no hablar de las libertades que toda dictadura de izquierda conculca plenamente. Por lo tanto, no me parece que debamos caer en la tontería de concederle a la izquierda la gentileza de condenar todas las dictaduras por igual, cuando es obvio que nada es igual en este mundo. Yo prefiero mantenerme en la posición racional de utilizar criterios objetivos para juzgar las dictaduras, antes que asumir una pose moral para hacerle el juego a la izquierda, mientras estas siguen en su postura de defensa de sus dictaduras fracasadas, criminales y longevas. Desde cualquier punto de vista, las dictaduras comunistas han sido las peores de la historia. 

jueves, 3 de mayo de 2018

Vargas Llosa y las dictaduras


Por: Erick Yonatan Flores Serrano
       Coordinador General – Instituto Amagi

“Todas las dictaduras son inaceptables”. Es la sentencia de Vargas Llosa que despertó mucha admiración en la última conferencia que dio en Chile. Pone sobre la mesa una vieja discusión en las filas del liberalismo sobre el juicio que debe tener un liberal frente a los procesos políticos de corte dictatorial que han existido en la historia. ¿Todas las dictaduras son iguales?, es la pregunta de fondo en este asunto y responderla no es tan simple como hace parecer el ganador del premio Nobel de Literatura del año 2010.

Desde la filosofía moral, creo que todos estaremos de acuerdo en que una dictadura es algo deleznable. Aquí no puede haber medias tintas entre liberales y libertarios, una dictadura es una forma de gobierno donde el poder político se concentra en una persona y prácticamente no hay límites. Liberales y libertarios son enemigos de la concentración del poder sin que haya atenuante que valga. En este sentido, la superioridad moral frente a aquellos que reniegan de la dictadura de Pinochet pero callan con los más de cincuenta años que los Castro gobernaron en Cuba, es indiscutible.

Hasta aquí pareciera que la afirmación de Vargas Llosa es incuestionable y en términos morales lo es, pero esto no se resume sólo a la filosofía moral. Dentro de esta discusión, los resultados que se presentan en cada proceso político también son importantes para el análisis. Objetivamente hablando, la dictadura de Pinochet en Chile, generó las condiciones para que la sociedad chilena pueda iniciar un proceso político y económico que hoy lo presenta como el país más desarrollado y rico en la región; la dictadura de los Castro en Cuba, sin embargo, ha terminado de destruir los valores de la sociedad cubana y ha partido a la población en dos, por un lado está la gente oprimida que la dictadura ha condenado a vivir en la pobreza más abyecta; y por otro lado está la casta política que vive engolfada en los privilegios que otorga ser parte del poder político que gobierna la isla.

En un escenario mucho más cercano, los resultados de la dictadura de Velasco Alvarado son diametralmente distintos a los que se derivan de la dictadura de Alberto Fujimori. Mientras que en el primer proceso se inició con el crecimiento descomunal del aparato del Estado y una cruenta persecución contra la empresa privada, proceso que tuvo como corolario la crisis política y económica que estalló en el primer gobierno de Alan García; en el segundo, se pueden destacar aciertos en el terreno económico y político, ya que el Perú se recuperó de la inflación y escasez producida en periodos anteriores, y se pudo derrotar militarmente a las organizaciones terroristas que -en nombre del socialismo y el comunismo- nos dejaron un saldo de más de 30 mil personas muertas.

Afirmar que los resultados de algunas dictaduras son distintos en comparación de otras, no significa que caigamos en el juego de afirmar que existen dictaduras buenas y dictaduras malas, como erróneamente entiende Vargas Llosa. Quedarnos sólo con el juicio de condenar todas las dictaduras,  pese a que moralmente es lo correcto, nos priva de un análisis mucho más rico en términos políticos, económicos y sociales. No existe una dictadura buena en términos morales, lo que existen son dictaduras que -comparativamente- terminan por presentar mejores resultados que otras; y en los ejemplos citados los hechos así lo demuestran. A final de cuentas, llevar la discusión al terreno moral no sirve de nada porque cualquier persona decente tiene que rechazar la dictadura de los Castro de la misma forma en que rechaza la dictadura de Pinochet; pero si queremos ampliar el horizonte de nuestro pensamiento, debemos entender que las dictaduras tienen sus peculiaridades y -a la luz de la evidencia- no son todas iguales.