jueves, 17 de diciembre de 2020

El reino de la mentira progresista


Escribe: Dante Bobadilla Ramírez

Como nunca antes, en estos últimos cuatro años la política en el Perú se ha envilecido al punto de ser el escenario de la mentira y el odio. Nada más que eso es hoy la política. Principalmente de parte del progresismo, quienes lejos de analizar los hechos con objetividad y en busca de la verdad, viven en una competencia permanente de fabulación, creando mitos y mentiras para engañar a la gente. Básicamente viven en la cacería permanente de “culpables”. La izquierda nunca tiene la culpa de nada. Hasta sus corruptos y vándalos son disfrazados como héroes y víctimas. No debe extrañarnos ya que esa es la escuela del comunismo.

Los hechos y las cifras que se manejan a nivel internacional, dicen que el Perú es el país donde peor se manejó la pandemia. Eso nadie lo puede cambiar. Es una realidad que todos vivimos. El gobierno de Vizcarra se dedicó a montar un espejismo mediante el uso de la prensa, para hacerle creer a los peruanos que se estaba controlando la pandemia. Todo fue un show diario. El primero gesto de Vizcarra fue cambiar a la ministra de Salud para poner a un comunista del Frente Amplio a cargo de la pandemia, como si fuera el salvador. Lo que hizo Víctor Zamora fue seguir el manual del comunista en el poder. De inmediato contrató médicos cubanos que nadie necesitaba y nombró comisiones repletas de comunistas, dedicados a diseñar planes descabellados, sin pies ni cabeza, con el nombre de “protocolos”. Algunos tan absurdos que tuvieron que cambiarse apenas al día siguiente, como el uso de guantes.

De allí nacieron los famosos confinamientos con enfoque de género para luchar contra el patriarcado. Ningunearon al sector privado, culparon a las farmacias por la falta de stock de medicamentos, luego de que el público arrasara los estantes. Culparon a las clínicas privadas cuando ni los hospitales del Estado estaban preparados con camas UCI. Armaron una campaña contra las clínicas privadas para tratar de estatizarlas. Copiando la estrategia de Hugo Chávez, montaron el show diario del “Aló presidente” en versión Vizcarra, para dar largos mensajes repletos de retórica y cinismo, solo para hacerle creer a la gente que estaban controlando la situación, cuando todo estaba fuera de control. Los muertos se ocultaron. 

En julio empezaron a hablar de las vacunas y Vizcarra nos aseguraba que estas llegarían. De pronto volvió a cambiar de ministro en plena pandemia y nombró a la Dra. Mazetti. Las cosas empezaron a mejorar en el aspecto sanitario, pero la economía seguía en picada porque al comunismo nunca le interesó este aspecto. Para ellos fue muy fácil paralizar totalmente la economía y cerrar empresas. Posaban como salvadores pero lo cierto era que el país languidecía. La gente perdió sus empleos o redujo drásticamente sus ingresos, mientras la ayuda prometida del gobierno a los más pobres llegaba tarde, mal y nunca. Todo el Estado era un total desbarajuste. Ni siquiera sabían cuántos eran los pobres ni dónde estaban.

Pero Vizcarra salía al mediodía asegurando que todo iba viento en popa. Las vacunas iban a llegar en diciembre. Por lo menos un lote de 50 mil que ya estaba compradas. Felizmente sus palabras están grabadas. Y ahora resulta que no tenemos nada. Ni una sola vacuna.

Frente a la vergüenza mundial de quedarnos sin vacunas, empezó la operación Pilatos por parte del progresismo, en busca de lavarle las manos a Vizcarra. Resulta que toda la culpa es de Merino. El Mismo caradura de Vizcarra salió a los medios a culpar al Congreso por vacarlo. En el colmo del cinismo asegura que justo en esa semana se iban a firmar los contratos de compra. Pero no tienen ni un borrador de contrato que mostrarle a la gente. Ni un cheque girado. Nada. Pero Vizcarra no es el único embustero en busca de eludir sus culpas. Tiene todo un ejército de fieles seguidores que han hecho coro para culpar de todo a Merino.  ¿De dónde sale tanto amor de la izquierda por un incompetente y corrupto embustero? 

La clase política ha desaparecido. Quedan unos pocos a punto de extinguirse, y ni siquiera están en el escenario sino en los palcos, y sus opiniones no resuenan. Quienes ocupan los principales roles de la política nacional ahora, no pasan de ser meros trepadores sin oficio ni altura intelectual, dispuestos a decir cualquier mentira barata sin remordimiento. Allí están copando las portadas y los principales programas de la prensa prostituida por Vizcarra, en busca de culpar de todo al Congreso por haber vacado al corrupto. Piden sanción para Merino y los 105 congresistas. Declaran héroes a dos vándalos muertos enfrentando a la policía. Piden reparaciones para las víctimas del “abuso policial” durante las marchas de protesta por la vacancia del coimero de Moquegua, en las que atacaron salvajemente a la policía. 

El Perú es una farsa política. Todo es mentira y fábula. Quienes tienen el poder político y el control de los medios llenan a la población de cuentos y embustes. Ellos tienen el poder para convertir a cualquiera en culpable, víctima y héroe. Los hechos no interesan sino las portadas y los mensajes desaforados de los entrevistados favoritos de la prensa corrompida. Repetir las mismas mentiras todos los días hasta que la gente se lo crea. Esa es la estrategia. Ya no quedan políticos probos ni periodistas decentes. Los pocos están en el retiro o son censurados.