jueves, 25 de junio de 2020

El Comandante Vizcarra



Escribe: Erick Flores.

El presidente Vizcarra, en una nueva muestra de prepotencia y alter ego, amenazó con hacer uso del Artículo Nro 70 de la Constitución Política del Perú para expropiar a las clínicas si estas no acordaban fijar un precio “justo” sobre la atención de pacientes infectados por el virus chino. La respuesta del sector no se ha hecho esperar y en los detalles ofrecidos por Joo Luck, vocero de la Asociación de clínicas particulares del Perú, se desnuda la responsabilidad casi exclusiva del Estado en los problemas que atraviesa el sector salud.

Pero al margen de identificar responsabilidades, este asunto invoca una reflexión mucho más profunda sobre la amenaza totalitaria detrás de las intenciones de Vizcarra y todos los que ven con buenos ojos esta medida. En el supuesto negado que la expropiación tenga las mejores intenciones, sería un tremendo error juzgarla por sus intenciones antes que por sus resultados. Esto nos conduciría a justificar cualquier atrocidad sin mediar razonamiento alguno.

Hace dos días, la Contraloría revelaba que más de 68 mil hogares que no están dentro del estatus de pobreza y pobreza extrema, fueron beneficiarios de los famosos bonos que tienen el objetivo de menguar la necesidad generada por la quiebra económica que han ocasionado el gobierno y el virus chino; por otro lado, en el mismo informe, también se mencionan las más de 214 mil familias que sí debieron de haber recibido el beneficio pero que no fueron incluidas en el padrón.

Otra perla que podemos agregar también, la encontramos en la capacidad de ejecución del Estado en materia de salud. Si el Ministerio de Salud sólo ha conseguido gastar 16 soles de cada 100 soles asignados en la adquisición de medicamentos, estamos hablando de una incapacidad de proporciones cósmicas. Pero si tenemos en cuenta que el gobierno prefiere gastar el dinero de la salud en género y mandiles rosados, creo que tampoco es muy alentador que los oficiales del Estado aprendan a gastar todo su presupuesto.

Dicho esto, la pregunta se cae de madura, ¿en verdad tiene sentido alentar a Vizcarra en el salvaje ataque de expropiación que viene en marcha?, ¿en serio queremos que este Estado se haga cargo de las clínicas cuando no tiene la capacidad de administrar los hospitales que tiene a su cargo? Claramente la respuesta es no. Y de concretarse esto, los únicos cambios importantes son negativos, ya no le vamos a pagar miles de soles a unos apellidos particulares, ahora se lo pagaremos a los oficiales del Estado. También hay que tener en cuenta que esto viene con la ineficiencia natural y la corrupción inherente de un Estado como el que tenemos.

Otra cosa que no se ha dicho hasta el momento, es el hecho de una posible demanda internacional contra el Estado peruano, demanda que seguramente se perderá y el fallo obligará a pagar una millonaria indemnización para las víctimas de las expropiaciones. ¿Quién creen que terminará pagando esa cuenta?, ¿Vizcarra y sus ministros? Pues no, esa cuenta la vamos a pagar nosotros, con nuestros impuestos, la sociedad terminará pagando por los platos que siempre rompen los gobiernos.

Pero no es la ineficiencia y tampoco la corrupción, los aspectos que deben de fundar el argumento para rechazar el regreso del perfecto idiota peruano, sino la inmoralidad detrás de su aplicación. Expropiar no es otra cosa que robar, arrebatarle la propiedad a otra persona por la fuerza. En este sentido, ninguna virtud puede existir en el robo y poco importa si se ampara en la “legalidad”, tampoco si hay una mayoría que lo respalde; porque si esto no fuera así, el nazismo también podría justificarse ya que Hitler tenía una amplia mayoría que lo respaldaba y todo lo que hizo era “legal”.

Vizcarra, sin un uniforme militar, quiere evocar la imagen del tirano venezolano felizmente desaparecido, Hugo Chávez. Y salvo por la distancia circunstancial que representa el virus chino, Vizcarra encuentra hoy un escenario parecido al que Chávez tuvo en Venezuela para iniciar la locura estatista que sumió a Venezuela en la pobreza más abyecta, el salvaje ataque en contra de la propiedad privada que se ampara en el mito del bienestar común. Sin dar mucha cuenta de la realidad, nuestro país ha comenzado a transitar el peligroso camino hacia la destrucción sistemática de nuestras instituciones. Estamos advertidos.

viernes, 19 de junio de 2020

Asesino por naturaleza


Escribe: Dante Bobadilla Ramírez

Una vez más, el ya famoso agitador marxista Hugo Blanco Galdós, está en el centro de la noticia. Las redes sociales han estallado en loas y alabanzas en defensa de este personaje siniestro y barato de la historia política peruana, como también en afirmaciones poco precisas de parte de la gran masa de jóvenes que ignoran quién es este controvertido señor. Pero lo más grave es la tanda de mentiras que han salido a contar los progresistas de cafetín y activistas de izquierda, quejándose de una censura que no existe. Así que debemos dedicarle unas lineas a lo ocurrido.

Para empezar, el problema no es que exista una película dedicada a Hugo Blanco. Si miran en Youtube hay decenas de videos dedicados a él desde distintas épocas, pues se trata de un personaje que saltó a la fama a principios de los 60 del siglo pasado. Hugo Blanco no es pues un desconocido. Tiene un amplio historial y hasta prontuario en la política y la justicia peruana. Nadie puede ocultar eso. Así que hablar de censura es un engaño de la izquierda. La gente es libre de hacer las películas que quiera con su dinero o el que puedan conseguir de parte de sus mecenas. También son libres de exhibirlas donde quieran y donde puedan, y de ir a verlas y de opinar. Todo el lío se ha suscitado por el uso fraudulento de fondos públicos para promocionar esta película. Nada más que eso.

El Ministerio de Cultura le ha proporcionado cerca de S/. 200 mil soles de los impuestos de todos los peruanos a los realizadores de la película "Hugo Blanco: Río profundo" para que la promocionen y la exhiban en todo el país, incluyendo centros de estudios. Es decir, el Estado peruano es cómplice del adoctrinamiento socialista, ya que esta no es una película cualquiera sino una apología del personaje y un medio para justificar la violencia política bajo el pretexto de la lucha social. El Estado no puede jugar este rol de ninguna manera. Pero por desgracia, Alan García tuvo el desatino de crear el Ministerio de Cultura siguiendo sus instintos socialistas, y ahora tenemos un monstruo burocrático que es usado para el adoctrinamiento marxista de la sociedad, como si no fuera suficiente con el Ministerio de Educación. La cultura es algo que nunca debe estar en  manos del Estado. 

En segundo lugar hay que hablar de Hugo Blanco, ya que no es ni la mitad del personaje mítico que los activistas quieren montar. Hugo Blanco no fue ni terrorista ni guerrillero, fue un simple y típico agitador de izquierdas, un revoltoso sin oficio ni profesión, que un día de 1962, a los 27 años, se vio envuelto en un asalto a mano armada a una comisaría, que acabó con el asesinato de tres policías, siendo Hugo Blanco autor de una de esas muertes. Según se supo, Blanco y su banda pretendían robar las armas de un destacamento policial para organizar una revolución armada, pero las cosas se salieron de control. Los testimonios dan cuenta de la maldad y salvajismo de Hugo Blanco, quien no dudó en rematar al policía Hernán Briceño, clavándole una barreta en el cráneo. 

Hugo Blanco fue posteriormente capturado, procesado y condenado por un tribunal militar a 25 años de cárcel, como correspondía. Se salvó de la condena a muerte por el alboroto que armaron insignes progresistas de la época, incluyendo Mario Vagas Llosa, alegando que se trataba de un "luchador social", es decir, el viejo truco del héroe que defiende al pueblo de la opresión. Así es como la izquierda encubre a sus criminales envolviéndolos con un manto de romanticismo ridículo, para transfigurarlos en luchadores sociales y héroes populares. Nada nuevo. Lo han hecho con grandes criminales de la historia como Stalin, Mao, Fidel Castro y el Che Guevara, mientras que por el otro lado condenan y estigmatizan a quienes combatieron al comunismo. Son expertos manipuladores de la historia.

Posteriormente la dictadura militar del general Juan Velasco Alvarado, un precursor del socialismo del siglo XXI, indultó a Hugo Blanco y lo expulsó del país en 1970. Así fue como nació la leyenda de Hugo Blanco. Desde entonces Hugo Blanco inicia su gran vida de refugiado y vive como todo buen parásito de izquierdas, mantenido por las organizaciones socialistas europeas, y es llevado como un mono a ser exhibido en diferentes escenarios, a dar conferencias sobe la realidad latinoamericana. Cuando regresó al Perú en 1977 fue el motor que llevó a la izquierda a ganar un tercio de los votos en las elecciones para la Asamblea Constituyente de 1978. Ya se imaginan la Constitución que salió de esa alianza entre la izquierda y el Apra. 

En resumen, ese es Hugo Blanco. Un don nadie que luego de asesinar a un policía fue convertido por la izquierda en héroe y leyenda. Lo demás es la típica retórica barata del progresismo para justificar a uno de sus criminales. Lo hacen siempre apelando al clásico cuento infantil del luchador social que se subleva ante las injusticias. Nada nuevo. Hasta la CVR justificó el terrorismo de Sendero Luminoso apelando a las condiciones de marginalidad y abandono de los Andes, y otros argumentos clásicos del repertorio marxista. Ahora mismo vemos al progresismo justificando el terrorismo urbano de los vándalos y saqueadores de izquierdas que asolan ciudades en EEUU, Inglaterra y Chile. A nadie debería extrañar que la izquierda justifique el crimen y la violencia como arma política. Son asesinos por naturaleza. Si bien es cierto que el mundo siempre ha tenido muchos problemas, la izquierda marxista nunca ha sido una solución. Al contrario, son un problema más para a humanidad, pues nos han llevado de un genocidio a otro.

En este mundo hay dos clases de criminales: los que asumen su conducta criminal sin excusas y los que se convierten en políticos o activistas de izquierda para justificar su instinto criminal apelando a los cuentos del marxismo. Que no nos vengan a hablar de la justicia social, la pobreza o la desigualdad. Pamplinas. Este mundo ha sido así desde épocas bíblicas y nada lo va a cambiar, menos aun los lunáticos y dementes criminales de la izquierda que carecen de ideas. Denunciar una injusticia no le da una patente de corso a nadie para asesinar. Admitir que alguien puede matar porque se rebeló ante una injusticia nos convierte en una sociedad de asesinos y de víctimas. No en una sociedad más justa.

A lo largo de la historia de la República, y aun durante la Colonia, se denunciaron las condiciones de desigualdad social y, particularmente, la situación de los indígenas, pero también se dieron numerosas medidas de corrección. Se tomaron algunas medidas durante el Virreinato, y luego en la República en diversos gobiernos, empezando por Castilla. No se puede decir pues que no hayan existido mecanismos ni medidas legales para enfrentar el eterno problema de la desigualdad social. A principios del siglo pasado José Carlos Mariátegui también denunciaba la situación de los indígenas. En años posteriores se siguieron dando medidas diversas. En su primer gobierno, Belaúnde inició la reforma agraria, pero los cambios sociales, económicos y culturales toman tiempo. Velasco interrumpió ese proceso de reforma democrática para emprender una reforma agraria abusiva, prepotente, salvaje, confiscatoria. Si las leyes no bastan para corregir problemas socioculturales profundos, la violencia menos. Por eso Velasco no solucionó nada, solo cambió un problema por otro y empeoró la situación.

Luego de Velasco y su brutal reforma agraria todavía aparecieron Sendero Luminoso y el MRTA volviendo a apoyarse en el consabido problema de desigualdad social para justificar sus actos de terrorismo, secuestros y asesinatos. En estos tiempos del siglo XXI todavía vemos a la izquierda justificando sus actos de vandalismo antiminero y ambientalista con casi los mismos argumentos. El mismo Hugo Blanco ha cambiado su discurso. Ya no habla de los campesinos sino del medio ambiente y del calentamiento global posando junto a Greta Thunberg en actos organizados por las oenegés marxistas europeas. Esos son ahora los tópicos que la izquierda mundial tiene para justificar su violencia. 

El hecho real es que en este mundo siempre habrán problemas porque la convivencia es difícil y los seres humanos somos imperfectos. Pero si permitimos que exista una secta de lunáticos que se creen con derecho a usar la violencia para dar solución a los problemas, lo único que vamos a conseguir es más genocidios y nuevos problemas. Esto es algo que ya deberíamos haber aprendido como humanidad. Sin embargo, es difícil que superemos la etapa de salvajismo político bienintencionado si permitimos que nos vendan permanentemente el cuento del héroe social, idealizando el crimen y la violencia con documentales y películas. Gente estúpida que cree en ese camino siempre habrá. Pero no podemos permitir que el Estado sea usado para esos fines. Eso es todo.

El Ministerio de la Basura.

Las diez vidas de Hugo Blanco – Rebelion


Escribe: Erick Flores.

Como no podría ser de otra forma, en plena tragedia ocasionada por la llegada del virus chino, el gobierno de Vizcarra prefiere gastar el dinero de nuestros impuestos, en desplegar todo el aparato político del Ministerio de Cultura para financiar un documental sobre la vida de Hugo Blanco, un personaje sin luces que posa como luchador social ante los ojos de una juventud que no tiene la más mínima idea de las atrocidades que cometió dicho personaje en su oscuro pasado. Después de todo, no sorprende que los jóvenes que hoy lo ven como un símbolo de la lucha social, no sepan quién fue Hernán Briceño, una de las víctimas mortales de la insanía mental de Hugo Blanco. 

Y esta no es una simple denuncia sobre la perversión característica que la izquierda viene haciendo sobre la historia de nuestro país, aunque razones sobran para señalar esto ya que si revisamos a detalle el relato que la izquierda quiere oficializar para colonizar la mente de los jóvenes, vamos a encontrar mentiras descaradas que van desde el indigenismo de Túpac Amaru II hasta la versión que nos narra un conflicto armado interno hacia finales del siglo pasado, todas estafas históricas que tienen buena prensa pero poco rigor. 

Hugo Blanco sólo es eso, el producto comercial de la lucha ideológica y cultural que la izquierda viene ganando desde hace mucho. De ninguna otra forma se puede explicar la lógica detrás de la defensa de este tipo de personajes; lógica retorcida que transforma a un asesino en un héroe siempre y cuando este se identifique con “el pueblo”, mientras que si un militar o un policía liquida a un terrorista, es un violador de derechos humanos. Bastante flexible resulta ser la moral de quienes sólo ven atrocidad cuando el muerto es de sus filas pero cuando no lo es, ni siquiera se inmutan y hasta suelen justificarlo bajo la enferma idea de la lucha de clases o la revolución, las etiquetas de siempre. 

Aunque la indignación esté muy bien fundada en los valores que le permiten a una persona decente, rechazar el culto repulsivo hacia un asesino, no debemos perder de vista el tema central que va más allá de los desvaríos habituales de la izquierda, y es el de la absoluta inutilidad de un Ministerio de Cultura. ¿Qué pasa si mañana a los “genios” que ocupan los cargos en este ministerio, se les ocurre financiar un documental sobre el honor y la gloria de los Comandos Chavín de Huantar?, sabemos que eso es imposible pero si fuera así, ¿acaso la izquierda no saldría de sus desagües y organizaría marchas y vigilias -lo clásico- para rechazar lo que para ellos representa un insulto?, ¿acaso no los veríamos ensuciando las calles como siempre, quemando llantas y tirando piedras? Claro que sí. 

Y ese es el detalle importante, en el supuesto negado que el Ministerio de Cultura tenga alguna utilidad real para la sociedad, no debería de prestarse para trastocar la historia y ponerse una camiseta política. Si lo que se financia se dirige hacia la izquierda o hacia la derecha, no es cultura, es propaganda política. Este tema, muy aparte de permitirnos separar la paja del trigo y marcar la distancia necesaria de aquellos que gustan de admirar a vulgares asesinos, debería motivar una profunda reflexión sobre la “necesidad” de una institución como el Ministerio de Cultura, que a la luz de los hechos, sólo sirve para dos cosas: 1) hacer proselitismo político y 2) darle trabajo a cientos de parásitos afines al gobierno. 

Si algo no es útil en nuestras vidas, lo tiramos a la basura. Y esa es la conclusión a la que se llega si analizamos lo que ha venido haciendo el Ministerio de Cultura desde su creación en Julio del 2010, es el Ministerio de la Basura. Y si alguien quiere hacer gala de sus filias personales y vender la vida de un asesino como un ejemplo a seguir, pues que lo haga con su dinero que nadie se lo podría impedir ya que todavía vivimos en una sociedad relativamente libre que no censura el pensamiento; generaría desprecio y algo de asco por parte de quienes tenemos la suficiente solvencia moral para llamar las cosas por su nombre pero hasta ahí, pero que se haga desde el Estado, usando nuestro dinero y encuentre justificación en una parte de la población, habla del avanzado estado de descomposición moral en la que se encuentra nuestra sociedad.

viernes, 12 de junio de 2020

El mal samaritano.


“La solidaridad es espontánea o no lo es, decretarla es eliminarla”. Frederic Bastiat

Escribe: Erick Flores

Una de las consecuencias más preocupantes que ha generado la llegada del virus chino a esta parte del mundo, es que el escenario político se ha convertido en un festín de demagogia y populismo. No es que antes de la tragedia fuera muy diferente que digamos pero parece que la posibilidad de que todo lo que conocemos lo terminen destruyendo está cada vez más cerca.

Escribir sobre cada una de las locuras que se han propuesto desde que comenzó la crisis, da para un ensayo completo pero en esta ocasión sólo vamos a reparar en una de las medidas que más simpatía ha causado entre la gente y es la posible asignación de un bono universal, sin ningún tipo de distinción, para asegurar una especie de contención frente al trágico escenario que hoy padecemos a causa del virus y también del quiebre económico al que nos ha conducido el gobierno.

Desde el punto de vista económico, es sencillo sustentar la inviabilidad de este tipo de medidas, ¿de dónde saldrá el dinero que se requiere?, ¿más impuestos?, ¿un salvaje ataque a las grandes fortunas?, ¿deuda?, ¿austeridad por parte del gobierno para cubrir el hueco?, esto último no es más que un mal chiste porque jamás veremos al gobierno dejando de hacer contratos de miles y miles soles con sus amigos de la prensa, encuestadoras y gente que “apoyó” en la campaña. ¿Alguien puede imaginar un escenario donde Vizcarra cierre unos 4 ministerios inútiles para usar el dinero que cuesta mantenerlos para aliviar la ruina económica de millones de peruanos? Eso jamás, estos prefieren meter la mano en bolsillos ajenos antes que sacrificar sus privilegios.

Sobran razones económicas para rechazar la demagogia y el populismo detrás de estas tonterías: desde la sostenibilidad en el tiempo pese a los intentos oportunistas de hablar de la temporalidad de la medida, todos saben que no hay nada más permanente que las medidas transitorias de los gobiernos; pasando por la eliminación de los incentivos al trabajo y la dependencia que genera en la gente; hasta el origen de la financiación. Sin embargo, el argumento central que permite oponerse a esta medida, tiene su origen en una discusión mucho más profunda y de corte estrictamente moral.

Si el samaritano quiere ayudar al prójimo caído en desgracia, pues lo hace si tiene los medios y la voluntad para hacerlo. Usando el lenguaje cristiano, será un peldaño más que pone en su escalera personal hacia el cielo. Y hemos visto que miles de personas han sacado a relucir su mejor versión y han puesto el hombro para apoyar a los más golpeados. Esfuerzos individuales y empresariales han servido como sostén para que los niños en zonas marginales puedan comer y en ese tipo de acciones podemos ver la moralidad que sobrevive todavía en nuestra sociedad.

¿Pero qué pasa cuando alguien quiere hacer caridad con billetera ajena?, ¿podemos decir que se trata de un acto solidario? Si Juan le roba a Pedro y usa el dinero robado para alimentar a los niños de un albergue, ¿el robo deja de ser robo? Pues no, y esto es lo que tenemos que entender como sociedad. La solidaridad sólo es virtud si aflora en forma espontánea, no si mañana el gobierno usa la mano violenta del Estado para expropiar a la gente de su dinero y lo usa para alimentar al hambriento.

Quizá los niños del albergue puedan ver a Juan como un héroe, su condición no les permite ver la realidad de las cosas. Esto explica la popularidad de medidas como la asignación de un bono universal, las personas despojadas de oportunidades para poder atender las necesidades de sus familias no pueden ver la inmoralidad detrás de su beneficio. Y no es que sean malas personas al estar de acuerdo con estas cosas, sólo son un instrumento que algunos usan para calcular y cosechar réditos políticos.

Habiendo dicho esto, es imposible ignorar la extraordinaria precisión de Nietzsche cuando nos decía que los políticos dividen a la sociedad en dos clases, instrumentos y enemigos. Los pobres, los instrumentos; los que señalamos la inconsistencia económica y moral de su demagogia y populismo, los enemigos.

jueves, 4 de junio de 2020

1984. La nueva convivencia social.


«Habría amado la libertad, creo yo, en cualquier época, pero en los tiempos en que estamos me siento inclinado a adorarla». Alexis de Tocqueville

Escribe: Erick Flores

El gobierno de Vizcarra, en una de sus ya características metidas de pata, viene desarrollando reuniones de alto nivel con los famosos “científicos sociales”, una especie de “élite intelectual” que ha sido reclutada para ofrecer sugerencias sobre la nueva convivencia social que el presidente considera necesaria en el marco de la lucha contra el virus chino. 

¿De qué trata exactamente esta medida? No es otra cosa que imponer una serie de protocolos que debemos de incorporar a nuestra vida diaria. Quizá una pequeña muestra de lo que nos espera la podemos ver en la actitud de los oficiales del Estado frente a la gente que sale a trabajar para poder llevar el pan a sus hogares. El desprecio hacia estas personas se ha traducido en una persecución legal que trata como criminales a ambulantes e informales, los que -a los ojos de Vizcarra, su gabinete y sus admiradores- son vistos como los nuevos enemigos de la sociedad. 

Este es el peligro que se esconde detrás de esta nueva convivencia social, el autoritarismo de quienes pretenden imponer una forma de vida al resto. ¿Cuál es la base de este criterio?, ¿creen acaso que un grupo de “expertos” puede cuidar mejor de la salud de la gente que la propia gente?, ¿desde cuándo la vida en sociedad debe regirse de acuerdo al designio de algunas personas en una oficina del Estado? Estamos hablando de lo que Friedrich von Hayek, ilustre académico y uno de los precursores de la Escuela Austriaca de Economía, llamaba La Fatal Arrogancia. 

El argumento de Hayek se basa en que es imposible que el Estado pueda hacerse con toda la información necesaria para poder planificar desde arriba, desde el poder. Y aunque su obra está centrada en aspectos económicos, se puede aplicar la misma lógica para advertir no sólo el fracaso anticipado de cualquier diseño político como el que hoy nos quieren vender como la nueva y necesaria convivencia social, sino también los peligros inminentes que vienen detrás de esto. Si estamos ante una situación de excepción que amerite medidas de urgencia, lo que jamás debemos olvidar es que no hay nada más permanente que una medida transitoria del gobierno. 

En este sentido, creo que las señales son claras. Existe una intención bastante agresiva por parte del Estado para colonizar la vida de las personas. Lo peor de todo es que esta intención no está a la vista de la mayoría, una mayoría paralizada por el miedo al virus chino y a la vez adormecida por medios que han creado una realidad paralela donde Vizcarra es Dios y la creencia de la infalibilidad del gobierno está cada vez más generalizada. Y si a esto le sumamos que cualquier información que circula en las redes y que genere pánico en la población, está penada hasta por 6 años de cárcel según el artículo Nro 315-A del código penal, es evidente que estamos ante un grave atentado en contra de la libertad de las personas.

En la praxis, comenzamos a vivir una pesadilla orwelliana. La primera piedra de la tragedia social que tuvo que vivir Winston Smith, protagonista de la famosa novela de Orwell, 1984, ha sido puesta ante los ojos de una sociedad ciega. De este escenario al ideal del Gran Hermano, no queda mucho trecho por recorrer. Los últimos bastiones de una sociedad medianamente libre están por ceder y en medio de esta delicada situación, es imperiosa la necesidad de confrontar esta afrenta a través de la historia y la evidencia que esta ofrece. Los enemigos de la libertad han dado un gran paso, en la espalda de quienes defendemos la libertad del hombre recae el peso de contener su avance.