viernes, 29 de junio de 2018

¡Más libertad individual, menos Estado!


Por: Erick Yonatan Flores Serrano
        Director del Instituto Amagi - Huánuco

Un 28 de junio, en 1969, la policía de New York iniciaba una redada en el barrio de Greenwich Village. El hecho fue el detonante de una serie de manifestaciones en contra de la persecución que sufrían los homosexuales por parte del gobierno de los Estados Unidos. Hoy en día conocemos esta fecha como el día internacional del orgullo LGTB, donde se conmemora la gesta histórica que buscaba un mundo más justo y más respetuoso para las personas que se cuentan dentro de este colectivo.

Si bien es cierto que la conmemoración de este día no puede dejar a ningún defensor de la libertad indiferente porque se trata de una lucha entre la imposición del Estado y la libertad de las personas, resulta evidente que muchas de las cosas que antes podíamos contar como las virtudes de este movimiento, hoy han cambiado y han terminado por pervertir su propósito inicial y se ha perdido el rumbo en la constante lucha contra la opresión estatal. Ya no es la libertad de una persona para escoger con quien compartir su alcoba, la base de la lucha; sino una larga lista de “reivindicaciones” que buscan instrumentalizar el aparato del Estado y la ley, para garantizar una serie de privilegios legales para las personas que conforman este colectivo.

El problema no está en que una pareja de homosexuales se den muestras de afecto en una plaza, tampoco en el hecho de que un hombre se vista de mujer o una mujer se vista de hombre; el problema aparece cuando un colectivo -el que sea- busca romper el principio de igualdad ante la ley para obtener privilegios que luego son otros los que tienen que pagar. Un creyente ortodoxo tiene la libertad de creer que los homosexuales son la encarnación del demonio, tiene la libertad de no establecer ningún tipo de relación cercana a un homosexual, incluso tiene la libertad de no recibir a ningún homosexual en su restaurante o su bar; lo que no puede hacer, es usar al Estado para perseguir a los homosexuales según su código moral.

Pero de la misma forma en que el monopolio de la violencia -el Estado- no puede usarse para perseguir la homosexualidad, tampoco puede usarse para promoverla. Esta es la gran diferencia entre los que defendemos la libertad individual y reivindicamos el propósito fundacional de este movimiento, y aquellos que sólo buscan extender una agenda política a través de los lobbies que han capturado a este colectivo y que no buscan otra cosa que conseguir privilegios legales para vivir a costa de los demás. Una persona que defiende la libertad individual se muestra tolerante frente a lo que no comparte mientras no se afecte físicamente su vida, su libertad o su propiedad. Una pareja de homosexuales no es un peligro para nadie, sí lo es la plataforma de lucha que los lobbies buscan llevar adelante a través del Estado.

Dicho esto y teniendo en cuenta todo lo que hoy existe en materia legal sobre este asunto, es evidente que la lucha de estas personas debe retornar a sus inicios. Si queremos una sociedad libre y justa, el reclamo no puede pasar por exigir más “derechos” al Estado, sino en exigirle más libertad individual. El objetivo final de su lucha debería de ser el expulsar al Estado de la cama y de la vida privada de la gente, no usarlo a su conveniencia por más romántico que sea el propósito.

sábado, 23 de junio de 2018

La doble moral contra Trump


Por: Erick Yonatan Flores Serrano
       Director del Instituto Amagi - Huánuco

Donald Trump, el actual presidente de los Estados Unidos, es uno de los personajes más controversiales en todo el mundo. Siempre está en el ojo de la tormenta. Cualquier cosa que haga -o deje de hacer- genera un revuelo mediático que casi nunca se ha visto con otros mandatarios americanos. Para algunos es un héroe (una escueta minoría de personas) y para otros, villano (la gran mayoría de personas); pero lo cierto es que Trump nunca pasa desapercibido en estos tiempos y es evidente que no se trata de una casualidad.

Hace un par de días, a través de la publicación de unas fotografías que mostraban a varios niños encerrados en los famosos centros de detención familiar -espacios que diseñó el gobierno para tratar de controlar el número de inmigrantes- se generó una manifestación de indignación a nivel mundial. El rechazo y el repudio que se generó a partir de este hecho recayeron sobre los hombros del actual presidente norteamericano, que ante la presión mediática internacional, finalmente firmó una orden ejecutiva para que cese la separación niños y padres en la frontera.

Al margen de la forma en que se ha conseguido este hito (lo ideal hubiera sido que Trump decidiera tomar acciones al respecto sin la necesidad de la presión internacional), resulta muy curioso que la indignación mundial solo se haya fijado en Trump y no así en sus antecesores, porque tanto la política migratoria de los Estados Unidos, así como la existencia de estos centros de detención familiar, no son exclusivas de la administración de Trump. Su origen está mucho más atrás en la historia pero parece que hay una especie de moda en culpar al presidente de los Estados Unidos de todos los males del mundo.

Quizá no haya ningún problema cuando la gente muestra su indignación frente a la política migratoria de los Estados Unidos, es comprensible que a muchos no les guste, pero no deja de llamar la atención lo selectiva que puede ser la indignación mundial porque hoy el mundo llora por los niños que han sido separados de sus padres pero ayer no importaba mucho que digamos. Durante el periodo de Obama, por ejemplo, este asunto casi no despertó ninguna molestia en la gente y, paradójicamente, Obama fue el presidente de los Estados Unidos que más inmigrantes deportó en toda la historia. Así lo confirman los datos del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de los Estados Unidos, que contabiliza más de 2 millones y medio de personas deportadas entre el 2009 y el 2016.

¿Con qué moral alguien que defiende a los inmigrantes detenidos en los Estados Unidos hoy puede indignarse y odiar a Trump, cuando nada decía respecto a Obama, el responsable del mayor número de deportados en toda la historia de los Estados Unidos? La hipocresía y la doble moral parecen ser el pan de cada día, a estas personas no es que les moleste la política migratoria de los Estados Unidos, lo que les molesta es Trump. No luchan, ni se indignan por los inmigrantes separados de sus hijos, se indignan porque se trata de Trump. Y dejando la hipocresía y la doble moral de lado, estas personas deberían de estar contentas porque el gobierno que detestan, hoy ha tomado cartas en el asunto y ha decidido encarar un problema que los gobiernos anteriores jamás se atrevieron ni siquiera a mirar.

A final de cuentas no es un pecado estar en contra de Trump, creo que sobran motivos para rechazar muchas de las cosas que él representa y este servidor se cuenta entre sus detractores; lo que es vergonzoso es que, con la excusa de la defensa de los inmigrantes en los Estados Unidos, se termine vendiendo una insana manifestación de odio hacia los Estados Unidos y, específicamente, hacia Donald Trump.

jueves, 14 de junio de 2018

¡No son las flores, son los impuestos!


Por: Erick Yonatan Flores Serrano
        Director del Instituto Amagi - Huánuco

Hace algunos días, una turba de delincuentes (porque eso es lo que son) quemó un patrullero en el marco de las protestas contra los gastos superfluos que nuestro Congreso de la República hace con el dinero que nos extraen -por la fuerza- a través de los impuestos. Al margen del salvajismo de los hechos, lo que resulta muy llamativo es el móvil de la indignación. ¿Por qué la sociedad se indigna cuando estos señores se gastan nuestro dinero en arreglos florales o en pantallas LED, y no lo hacen cuando lo usan para los programas sociales o algún tipo de subsidio? Es decir, creo que nadie ha visto una marcha contra el Estado porque se va construir un colegio, ¿verdad? Entonces, ¿de qué trata este asunto?

El problema es que la indignación de la gente obedece a un juicio basado solo en la utilidad, cuando lo sustancial tiene que ver con la justicia y lo vamos a ver en el siguiente ejemplo: Supongamos que un asaltante le roba el dinero de la pensión a un jubilado, todos estaremos de acuerdo en que el acto de robar es deleznable en todos los sentidos posibles, peor todavía si se trata de un anciano; pero qué pasa si tenemos algo más de información, ¿qué pasa si el asaltante resulta ser Jesucristo y el dinero robado es para alimentar a los niños pobres del África? ¿Esto cambia en algo nuestro juicio moral sobre el robo? Vamos a cambiar un poco el ejemplo, la víctima del robo ya no es un anciano jubilado sino un importante empresario dueño de una transnacional y Jesucristo, en aras de cumplir su noble labor de ayudar a los niños pobres del África, le roba el dinero de sus cuentas. ¿Esto cambia en algo nuestro juicio moral sobre el robo?

Si somos personas coherentes y tenemos solidos principios morales, vamos a tener el mismo juicio moral sobre el robo en cualquier caso. Poco importara si el ladrón es Jesucristo o algún delincuente de los Barracones del Callao, como también es irrelevante si el dinero robado se usa para darle abrigo para los niños de Puno o para pagar una fiesta con juegos de azar, drogas y prostitutas.

Ahora vamos a llevar este ejemplo a un plano mucho más cercano. Imaginemos que yo tengo una pequeña bodega y Jesucristo, con saco, corbata y una credencial que dice: SUNAT, llega a mi negocio y me exige que le entregue el 20% del dinero de mis ventas, me dice que ese dinero irá al fondo nacional para la lucha contra la pobreza y que, si me niego, van a cerrar mi bodega. Sin ningún tipo de alternativa porque mi bodega es el sustento de mi familia, le entrego parte del dinero que me he ganado en forma honrada y luego Jesucristo se retira. ¿Qué es lo que hemos visto en este caso? Lo que ha pasado es que el Estado, a través de la SUNAT, me ha quitado mi dinero bajo la amenaza de cerrar mi negocio y ha justificado este acto porque es necesario luchar contra la pobreza. Si al ladrón le llamamos Estado y el dinero robado lo usa para luchar contra la pobreza, ¿cambia en algo nuestro juicio moral sobre el robo?, ¿se puede justificar el robo solo porque la finalidad quizá sea un acto noble?

Y esta es la pata coja en la indignación de la gente, gente que está muy consciente de que se trata del dinero que se le ha robado a través de los impuestos pero que encuentra en unos casos atenuantes y en otros agravantes. Justifican el robo si es que el dinero robado se usa para ofrecer desayunos escolares pero lo rechazan si es que se usa para comprar frigobares para el Congreso. Lo que debe de indignarnos no son las flores que se compran, sino la forma en que consigue el dinero para comprarlas. La indignación debe ser por el robo, no por la utilidad que luego le dan al dinero robado.

miércoles, 6 de junio de 2018

El golpismo pulpín


Escribe: Dante Bobadilla Ramírez

Una vez más los tontos útiles del rojerío, los pulpines aprendices de progres, salieron a marchar a las calles para seguir en el mismo vicio de siempre: acosar al fujimorismo que hoy domina el Congreso. Es decir, ahora la marcha es contra el Congreso, lo que hace más peligroso este circo. En un exceso de majadería y estupidez piden nada menos que el cierre del Congreso, sin advertir en su afiebrado cerebro lo que eso significa. Me pregunto ¿dónde están los padres de estos infantes que se dejan llevar por las malas juntas de la izquierda? ¿Por qué no los educan mejor? Caer en las garras de la izquierda es peor que caer en el vicio de las drogas.

La marchita de anoche acabó en vandalismo. Ahora dirán que fueron "infiltrados", la excusa de siempre, pero sabemos que esas marchas están repletas de lacra social, malvivientes y parásitos que salen a desahogarse siguiendo consignas sin saber siquiera en dónde están parados. Les tomas un examen básico de lo que sea y no sacan ni 05. Se han tragado todos los cuentos del rojerío y repiten como loros todos los mitos y mentiras del antifujimorismo patológico pro terruco.

Desde luego que a estos vándalos del progresismo infantil no les interesa un pepino la democracia ni la economía del país. Mucho menos les interesa la corrupción. Se han pasado los últimos 15 años apañando a gobiernos hiper corruptos como Toledo, Ollanta-Nadine y el lobista de PPK. Nunca han dicho ni pio contra estos gobierno corruptos a los que apoyaron. Nunca han protestado por el robo en megaproyectos inútiles como la refinería de Talara o los Panamericanos que nos costarán un ojo de la cara en pleno déficit. No salen a protestar contra el alza de impuestos. Nada de eso les importa a estos desquiciados enfermitos del antifujimorismo patológico. Todo lo que les importa en la vida es salir a fregar al fujimorismo esté donde esté. Si eso no es una enfermedad mental no sé qué otra cosa puede ser.

La cosa en el Perú no está para armar circos ni corsos de infantes idiotizados. El Perú está en una senda muy peligrosa, y no es porque el Congreso compre flores o televisores, esas son cojudeces que la presa basura saca para engatusar a los ignorantes y débiles mentales. El Perú está en la senda del déficit porque el Estado es demasiado grande y nos falta plata para alimentar al elefante. Se han tirado la plata en mega proyectos inútiles como la refinería de Talara o fiestas deportivas como los Panamericanos cuando estamos con las arcas vacías. Los mayores gastos del Estado son responsabilidad del Ejecutivo. Todo lo que representa el Congreso en el presupuesto de la nación apenas llega al 0.4%. Así que armar escándalos por los gastos del Congreso y no por los grandes despilfarros del gobierno es francamente propio de idiotas. Pero estos son los que nos sobran en este país. 

Demás está decir que lo que prima en la izquierda ahora mismo es el golpismo. Y eso que Keiko no ha ganado la presidencia. Bastó que el fujimorismo ganara la mayoría del Congreso para que todos los malvivientes del rojerío le pusieran la puntería al Congreso. Desde el 2016 ya no se habla del gobierno sino del Congreso. La mayor parte de los titulares de la  prensa mermelera se han dedicado a fregar al Congreso y a magnificar los lios que allí se dan. Han llegado al ridículo de armar lío por la compra de flores. Se han pasado todos estos meses investigando uno por uno a los congresistas de Fuerza Popular solo para armar sus titulares, dejando de lado a los terrucos que están metidos allí por cortesía del Frente Amplio. 

El jueguito del antifujimorismo es hacer naufragar al país. Al rojerío el Perú no le interesa. Nunca les ha importado fregar la economía o la educación o la salud con tal de salirse con la suya. Un rojo solo vive para satisfacer sus bajos instintos, es un violador permanente de la Constitución y del Estado de Derecho, un saboteador del sistema democrático, un demoledor de países. Eso es la izquierda. Y para cumplir sus propósitos siempre usan de tontos útiles a los jóvenes. De allí sacan sus contingentes de terroristas y vándalos. Abusan de los derechos humanos y llevan al extremo a la policía para sembrar el caos social. Su ideología es de odio y división. Su práctica es de terror. Eso es la izquierda. Y en estos días ya se les acabaron los cuentos. Ahora salen directamente a destruir la democracia sin que les importe nada. Solo quieren cerrar el Congreso sin mirar más allá porque el cerebro no las da para más. Están guiados por sus odios y limitaciones mentales. 

Esperemos que el gobierno sepa manejar la situación porque si no cambia de chip lo que se nos viene de vuelta es el terrorismo de la izquierda camuflado de protesta social. Ya se dieron cuenta de que la dupla Vizcarra-Villanueva son un par de peleles medrosos que se orinan ante la menor protesta. Es el escenario perfecto para que los malvivientes de izquierda empiecen a sembrar el caos. Esto recién empieza. Apenas ha sido un ensayo. Prepárense. Estamos por conocer a la izquierda del nuevo milenio.