sábado, 12 de mayo de 2018

Volvieron los paquetazos


Escribe: Dante Bobadilla Ramírez

Para los que sobrevivimos los 70 y los 80 resulta patético ver cómo volvemos a repetir los mismos errores del pasado, y lentamente vamos en camino a convertirnos en el país miserable que fuimos antes de los 90.

Los nefastos gobiernos de este milenio se dedicaron a la pillería y al despilfarro de los fondos públicos, que crecieron como nunca antes en nuestra historia, gracias a la economía saneada y al Estado moderado que heredaron, junto con los frutos de las grandes inversiones mineras hechas en los años 90, época de la reconstrucción nacional.

Desde Alejandro Toledo hasta PPK, lo único que hicieron estos gobiernos fue despilfarrar plata, engrandecer el Estado mediante la creación descontrolada de ministerios y organismos públicos de toda clase. El presupuesto se triplicó en estos últimos 17 años reflejando la incuria de la burocracia, pues el 80% de ese presupuesto es puro gasto corriente.

Al final del gobierno humalista el Estado ya estaba en déficit. Es decir, gastaba más de lo que recaudaba. Y no porque la recaudación haya caído sino porque los gastos se dispararon sin pudor. Por ejemplo, el despilfarro en publicidad estatal llegó a niveles inéditos, así como los fraudes en costosas consultorías inútiles y millonarios alquileres de locales de lujo.

Lejos de enfrentar el déficit presupuestal con una radical reforma del Estado, como haría cualquier empresa privada, reduciendo gastos superfluos, achicando el personal y eliminando oficinas improductivas, el Estado prefiere seguir igual y aumentar los impuestos, es decir, sacarle más plata a los ciudadanos para mantener sus gastos. Es lo más fácil.

Pero la situación no da para más. El Estado ya es una carga demasiado pesada para el pueblo que tiene que trabajar y producir más para mantenerlo. El Estado no nos sirve. Los servicios que presta no han mejorado a pesar del incremento en los ministerios y organismos públicos. Seguimos padeciendo la misma inseguridad de hace 15 años. Los servicios de salud están cada día peor. La educación sigue empeorando sin remedio. ¿De qué nos ha servido que el Estado se haya duplicado y que el presupuesto se haya triplicado?

Hay que ser muy cínico para enfrentar la situación apelando a lo más fácil: meter la mano en los bolsillos del pueblo. Y lo peor es que nos meten el cuento de que es para proteger nuestra salud. Y siempre hay pelotudos que se lo creen y hasta aplauden las alzas.

Este es un gobierno timorato, incapaz de hacer reformas. Ya Vizcarra lo ha dicho: no se va a despedir a nadie. Solo van a recortar los viajecitos de placer de los burócratas que gustan ir a eventos glamorosos como conferencias contra el cambio climático. Ya sabemos que el cuento de la “austeridad” es solo una pose para la foto. Es imposible controlar los gastos de la burocracia a todo nivel. El Estado sufre una sangría de plata que el pueblo paga.

¿Saldrán los indignados a marchar contra el paquetazo de Vizcarra? Parece que no. Es que ni se dan cuenta de que esto es solo el inicio de la debacle. Si nada cambia, la cosa solo va a ponerse peor cada vez. El déficit nunca se controla si no se doma al animal salvaje del Estado. Mientras el Estado siga siendo el monstruo devorador de presupuestos que ya es, solo vamos a tener que mantenerlo con más y más impuestos. Así hasta que al final nos coma.

Esta película ya la vimos. Pero aunque se la contemos a los jóvenes, nunca nos creen. Necesitan vivirlo en carne propia. Vamos camino de la crisis de los 80 y todos celebran porque el Estado está cuidando nuestra salud con más impuestos. ¡Qué pelotudos!

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