sábado, 5 de mayo de 2018

Dictaduras buenas y malas


Escribe: Dante Bobadilla Ramírez

Se ha vuelto viral la respuesta que Mario Vargas llosa le diera a Axel Kaiser sobre las dictaduras. En realidad ni siquiera fue una respuesta porque no le dejó formular la pregunta, lo interrumpió apenas acabado el planteamiento del punto, cuando Axel se refirió a "dictaduras menos malas". Fue entonces cuando el Nobel frunció el ceño para interrumpirlo señalando que no le aceptaba esa pregunta porque partía del supuesto de que puede haber dictaduras menos malas que otras, es decir, buenas y malas. Mario aseguró enfáticamente que "todas son malas sin distinción". El público aplaudió.

Hasta allí los hechos que se han viralizado, junto con toda clase de comentarios y artículos sobre el tema. Así que meteré mi cuchara porque no veo reflejado mi punto de vista en ninguna de esas posiciones. En primer lugar me gustaría establecer sobre qué supuestos se puede afirmar una cosa u otra. Es decir, que todas las dictaduras son malas por igual o que hay unas buenas y otras malas. A mi no me atarantan con poses moralistas, que es la que Mario Vargas Llosa acostumbra usar, más allá del frío razonamiento. De hecho estoy cansado de que muchos intelectuales se excusen de dar razones parapetándose tras una pose moralista. Eso me parece una farsa moral.

Apelar a la moral para justificar una posición política es justamente lo que ha hecho la izquierda a lo largo del último siglo. Todos los genocidios perpetrados por los movimientos de izquierda fueron justificados por el altruismo de sus intenciones. Lo hizo incluso la CVR en el Perú para justificar el terrorismo de Sendero Luminoso debido a las condiciones de pobreza de Ayacucho. Así que usar la pose moral para justificar una posición es algo que, por lo menos a mi, no me convence. Es más, me parece inmoral.

Y me sorprende que Mario Vargas Llosa haya hecho la curiosa distinción de que las dictaduras de derecha son brutales porque no persiguen ideales, pero que las dictaduras de izquierda "vienen acompañadas del mito". ¿Será que por eso ya no son brutales? Claro que reconoce que "muchas veces" han sido muy brutales. ¿Y cuándo es que no lo han sido?

Axel Kaiser tiene toda la razón al afirmar que hay dictaduras que pueden ser menos malas. Desde luego que sí es posible. Todo depende del cristal con que se le mire. Si uno solo apela al lente de la moral y la pose democrática, obviamente tachará a todas como malas. Pero Axel Kaiser trata de elaborar un argumento que Mario Vargas Llosa no tolera por principismo moral, y lo interrumpe. Se gana los aplausos de un público que adora las poses morales y la cucufatería democrática. Pero no porque tenga la razón sobre el incompleto planteamiento de Axel Kaiser, quien apela al juicio de la sociedad para determinar la bondad o maldad de las dictaduras. El ejemplo es claro y simple: "¿cuántos preferirían vivir en la dictadura de Maduro y cuántos en la de Pinochet?" La respuesta es bastante obvia, pero Mario Vargas Llosa no la permite. Se lanza sobre el adversario para taparle la boca con su postura moral: ¡No! ¡Todas son malas! ¡Igual de malas!

Evidentemente eso es falso. Axel Kaiser le demuestra con datos que la población prefiere regímenes autoritarios y hasta dictaduras, siempre que el régimen le garantice suficiente libertad, sus derechos, su propiedad, empleo y posibilidades reales de progreso. Nada más le interesa al pueblo. El resto es una mera discusión académica ociosa. En los hechos, si un régimen le proporciona bienestar a la sociedad puede ser calificado de bueno, sin importar su naturaleza jurídica o académica. El fin último de la política es gobernar un pueblo para llevarlo al progreso. Eso no significa que no existan algunas restricciones que a juicio del poder político vigente, resultan necesarias para garantizar precisamente las libertades y los derechos que amparan el progreso.

Los juicios de los intelectuales suelen estar, como en este caso, muy alejados del sentir popular. Tal como lo admite el propio Mario Vargas Llosa, quien parece lamentar esta preferencia de los pueblos. La gente común y corriente no tiene las inquietudes metafísicas y la cursilería moral de los intelectuales. Le importa poco si el régimen que lo gobierna califica como dictadura o democracia, todo lo que le importa es si puede encontrar empleo y progresar, si su dinero no se volatiliza sino que tiene capacidad de compra, si tiene seguridades garantizadas por el Estado, etc. Más allá de esas condiciones que son los fines últimos de la política, las discusiones académicas solo sirven para los foros. Y fue una lástima que Axel Kaiser no le diera la estocada final al Nobel, luego de que este reconociera que los pueblos prefieren regímenes con autoridad, si es que al final viven mejor.

Lo curioso es que quienes más afectos son a las poses moralistas en política, son los intelectuales de izquierda, que por décadas han dado soporte moral a la dictadura sangrienta y vergonzosa de Fidel Castro en Cuba, a la cual incluso tenían el cuajo de defender mostrando cifras estadísticas que nadie cree, porque las dictaduras comunistas son hábiles en ocultar y cambiar su información, tal como tantas veces ha sido denunciado por organismos internacionales. Incluso regímenes "democráticos" como el de Cristina Kirchner llegaron a la desfachatez de tratar de engañar al mundo con sus cifras de inflación. 

La defensa que los intelectuales de izquierda hacen de las dictaduras comunistas y los elogios que prodigan a los dictadores de izquierda, desde Stalin hasta Castro o Chávez, contrasta con su cucufatería moral para condenar dictaduras de derecha, que han sido mucho menos crueles que las de izquierda, y que han reportado beneficios reales a su población antes que miseria y pobreza. Para no hablar de las libertades que toda dictadura de izquierda conculca plenamente. Por lo tanto, no me parece que debamos caer en la tontería de concederle a la izquierda la gentileza de condenar todas las dictaduras por igual, cuando es obvio que nada es igual en este mundo. Yo prefiero mantenerme en la posición racional de utilizar criterios objetivos para juzgar las dictaduras, antes que asumir una pose moral para hacerle el juego a la izquierda, mientras estas siguen en su postura de defensa de sus dictaduras fracasadas, criminales y longevas. Desde cualquier punto de vista, las dictaduras comunistas han sido las peores de la historia. 

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