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jueves, 24 de julio de 2014

La histeria liberal anti AFP


Escribe: Dante Bobadilla Ramírez

Las administradoras de fondos de pensiones, conocidas como AFP, son blanco permanente del progresismo y de un batallón de políticos figuretis que no cesan en criticar al sistema privado de pensiones (SSP), diciendo cuanta sandez cruza por sus mentes, dejando ver en cada ocasión su penosa ignorancia sobre el fondo del asunto. Para colmo, en estos tiempos se han sumado al griterío anti AFP los independientes afectados con el descuento obligatorio. Y hasta se está organizando un plantón contra la AFP Habitat. 

Todo esto solo refleja el grado de histeria al que se puede llegar en medio de campañas de desinformación y ataques sistemáticos, motivados básicamente por el fanatismo ideológico en contra de la empresa privada. El principal argumento contras las AFP es que "ganan demasiado". Las últimas reformas han tenido el objetivo central de reducir sus comisiones, no en mejorar las pensiones ni asegurar o aumentar la rentabilidad de los fondos. No, nada de eso. La obsesión de los críticos y reformistas es que las AFP ganan dinero. Algo que no pueden concebir. En Argentina incluso lograron eliminarlas y el Estado se apropió de los fondos. Eso es sin duda lo que persiguen acá los anti AFP.

Lo ridículo del griterio anti AFP es que en el Perú existen dos sistemas de pensiones: el público, a cargo de la ONP; y el privado, a cargo de las AFP. Ambos subsisten en abierta competencia y la gente puede elegir libremente entre los dos. En ambos casos el descuento es obligatorio. La pregunta obvia es ¿por qué si hay dos sistemas de libre elección -público y privado- los quejosos están siempre en contra a las AFP, a pesar de que el sistema del Estado es notablemente peor? Es solo porque no soportan que las empresas ganen. Es todo. Y no es poco. Esa tara mental es en parte  responsable de nuestra mediocridad como país.

En el griterío anti AFP hay ahora varios periodistas muy connotados, a quienes no les ha gustado nada tener que desprenderse de una parte de sus honorarios. Pero pese a que pueden optar por irse al sistema público, se han dedicado a llorar despotricando contra las AFP como si estas hicieran las leyes. Lo que debieron haber hecho hace tiempo es confrontar a los magníficos legisladores que inventaron la famosa reforma, liderados por el progresista Daniel Schydlowsky hace más de año y medio. Pero se limitaron a discutir obsesivamente el tema de las comisiones, que es todo lo que les importa. Se discute más por las comisiones de las AFP que por el grotesco robo del Estado a todo aquel que no completa 20 años de aportes, por ejemplo.

Hoy resulta que el descuento pensionario obligatorio es injusto, abusivo y prepotente. Ahora es cuando todos se vuelven liberales y defienden el derecho del ciudadano a tomar sus propias decisiones. Curiosa y repentina transformación de la mentalidad de muchos, porque en el Perú el descuento pensionario ha sido obligatorio desde hace casi un siglo. Y nunca nadie dijo nada jamás. Claro, porque se trataba de trabajadores en planilla. Pero ahora afecta a los señoritos de la cuarta categoría tributaria y entonces la cosa se transforma en abuso totalitario. A nadie le importa la calidad de la soga hasta que se la ponen al cuello.

Me parece adecuado entrar en el debate de la libertad del ciudadano para decidir sobre su propio bienestar y su futuro, imponiendo límites a la intervención y potestad del Estado. Pero este debe ser un debate amplio que incluya otros aportes obligatorios como ESSALUD, e incluso los que se imponen a los empleadores, como el de la CTS, que es un freno para la empleabilidad de millones. Lo que no podemos hacer es seguir cogiendo de piñatas a las AFP, haciéndole el juego al progresismo delirante. 

El SPP fue una gran solución al pesado lio de las pensiones en manos del Estado. No fue, como ha dicho un despistado comentarista, "un invento de Boloña para hacer caja". Eso no tiene sentido. No se hace caja desprendiéndose del dinero. El SPP fue inventado en Chile y copiado por más de 30 países. Evita la enorme corrupción estatal que siempre, indefectiblemente, acababa despilfarrando los fondos y pagando miserias a los jubilados, quienes deben emprender interminables trámites y hasta juicios. Debemos pues tener muy en claro que el SPP es una gran solución. Además resulta indispensable defenderlo del ataque progresista que pretende aniquilarlo, como se hizo en Argentina. Se trata del ahorro de más de cinco millones de peruanos que debemos proteger.

También es bueno iniciar un debate alturado, tratando de crear ciudadanos responsables de su propio destino. El mundo ha cambiado y ya no estamos en los años 30 del siglo pasado. Estamos en una nueva cultura y tenemos mejores instituciones y sistemas financieros. No hace falta que el Estado se inmiscuya en la vida privada de las personas. Debemos rechazar el cientificismo liberal que pretende probar que el ser humano es incapaz de tomar decisiones a futuro, usándolo como justificación para el intervencionismo estatal en la vida de las personas. Pero defender la libertad del individuo y ponerle freno al Estado no pasa por combatir a las AFP.  

sábado, 31 de mayo de 2014

Liberales de catecismo


Escribe: Dante Bobadilla Ramírez

El liberalismo es una corriente de pensamiento que se fundamenta en la libertad. Pero básicamente en la libertad del pensamiento. No solo en la libertad de mercado. Esta libertad de pensamiento implica, como es obvio, la libertad para expresarlo, lo que deriva en la libertad de expresión y prensa. La defensa de la libertad de pensamiento no solo consiste en rechazar la censura sino que empieza por rechazar cualquier sistema de creencias dogmáticas. Lo que incluye ideologías políticas y cualquier otra que pretenda erigirse como guía en la vida y el pensamiento de las personas. No importa si vienen disfrazadas como ideologías salvadoras, liberalizadoras, éticas y morales, pues todas se disfrazan así. 

Dicho esto debemos preguntarnos cuál debe ser la posición de un liberal frente a las religiones, ya que todas ellas son ideologías de salvación fundadas en dogmas, rituales y códigos de ética y moral que van más allá de lo privado, abarcando muchas formas de expresión social y pública que llegan hasta la política. Siempre se defienden las religiones alegando que se trata de la "libertad religiosa", es decir una especie de libertad personal para abrazar un dogma y vivir bajo su sistema de creencias. El problema es que las religiones han traspasado la esfera de lo privado para llegar a lo público y hoy hacen política abiertamente.

Desde luego un liberal tendrá que defender la "libertad religiosa" como se defienden otras libertades, pero ¿qué pasa si estas religiones actúan en el ámbito político oponiéndose a ciertas libertades (y derechos derivados de tales libertades) que el Estado pretende reconocer? El liberal tendrá que decidir entre las libertades y los dogmas de fe religiosos. Llegados a este punto ¿puede considerarse liberal quien prefiere defender los dogmas de fe por encima de las libertades y derechos ciudadanos? 

El nacimiento del liberalismo tuvo mucho que ver con desembarazarse de la influencia religiosa en la política. Un gran logro de los padres de la patria norteamericana fue establecer la separación del Estado y la Iglesia, básicamente -y felizmente- porque en EEUU no había Iglesia rectora. Los colonos había escapado del totalitarismo religioso en busca de libertad para ejercer su fe a su manera. Tras doscientos años EEUU es hoy una feria de sectas religiosas unidas mayormente por la Biblia y el cristianismo, donde algunas han logrado ya un fuerte posicionamiento político haciendo peligrar los fundamentos liberales de su nación. 

En el Perú jamás existió separación entre Estado e Iglesia y hoy dicha separación no es más que pura retórica. Pero mientras que el liberalismo propugna dicha separación en los hechos, existen sectores religiosos interesados en reforzar la influencia de la Iglesia en el Estado y la política. Lo curioso es que estos defensores de la Iglesia, quienes actúan como acólitos de la curia y comulgan con los dogmas de fe son los que hoy pretenden darnos lecciones de liberalismo. Por supuesto que carecen de firmes ideas liberales y solo actúan impulsados por su instinto de adoración y adulación a sus jerarcas clericales. 

De este modo llegamos a observar en el segmento liberal el penoso espectáculo de columnistas que no se diferencian en nada de los clásicos escuderos de nuestros partidos chicha, donde los personajes más destacados lo son porque se limitan a defender a su líder contra viento y marea. El franelismo al cardenal no se diferencia en nada del que observamos en los diversos chupamedias de jerarcas políticos de medio pelo convertidos en dioses por una costra de trepadores carentes de valores democráticos y liberales. Está muy bien que quieran ser franeleros y dogmáticos de fe, pero que no vengan a darnos lecciones de liberalismo.

viernes, 27 de septiembre de 2013

No aflojen muchachos!


Por: Elvis Occ


El 30 de Septiembre de 1938 se reunieron en Munich los Ministros de Gran Bretaña, Francia, Italia y Alemania, para acordar el anexamiento de la provincia de Sudetenland a la Alemania Nazi comandada por Hitler. La arrogancia del Ministro britanico Neville Chamberlain, el miedo del Ministro francés Edouard Daladier y el carácter ególatra del "Duce" italiano Benito Mussolini, fueron los ingredientes que Hitler necesitaba para llevar a cabo su plan expansionista. La arrogancia, miedo y egoísmo de sus antagonistas le confirmaron a los Nazis que podían ir por mas y por mas fueron. Y esto también porque aunque los Ministros europeos estaban de acuerdo en ceder ante el reclamo Nazi, estaban divididos en cuanto a su tratos secretos con los alemanes.

Después de esa reunión en Munich, las tropas Nazis invadieron Austria, Polonia, Checoslovaquia, Francia, Italia, estuvo cerca de apoderarse de Rusia y bombardeo la isla británica a voluntad. El Ministro británico tuvo que renunciar en favor de Winston Churchill, Daladier fue apresado por los Nazis y enviado a una prisión en Alemania. Mussolini fue ejecutado por sus paisanos italianos. Esta historia supuestamente esta allí para servir de un antecedente preventivo a futuras generaciones pero desafortunadamente en la práctica suele no ser así.

La izquierda reclama, empuja y arrancha so pretexto de derechos y nuestra derecha cede una vez y dos y tres veces. Nuestros mas representativos personajes en la derecha, claudican y apoyan por miedo a ser llamados anti esto o anti aquello. Algunos liberales cegados por su arrogancia acusan de alguna fobia a los demás liberales por no ceder a los caprichos de caviares y sus asociados. Pero los más peligrosos son aquella pléyade de intelectuales en la derecha que están más preocupados por su imagen e intereses profesionales o electorales y pecan de egoístas mostrándose permeables a cualquier reclamo, a sabiendas inclusive de su fundamento relativista e igualitarista. Serán hordas de liberales en lo económico y caviares para lo demás? Liberales progres? Con Dios y con el diablo?

De continuar por la misma ruta y con la misma actitud, es probable que muchos de los hoy arrogantes, temerosos y egoístas liberales (y el resto de intelectuales de derecha) terminen como los ministros que cedieron ante los nazis: derrotados y desaparecidos por sus propios pecados. Basta de ceder a las arremetidas disfrazadas de "derechos" o "demandas justas" de la izquierda y sus convenidos aliados. Superemos nuestras diferencias superficiales y unámonos para hacer fuerza y recuperar el territorio perdido frente a los rojos infiltrados en el estado peruano, de las ONGes de izquierda, los proTerroristas, los políticos marxistas y esas asociaciones con dirigencias marxistas. Amigos de la derecha, divididos perdemos, unidos triunfaremos sobre ellos y la derrota de Hitler es la prueba contundente.

www.elvisocc.org 

miércoles, 19 de junio de 2013

La crisis del servicio militar


Por: Dante Bobadilla Ramírez

Algo malo debe ocurrir en este país para que la progresía y cierto tipo de liberales festejen juntos, tal como ha ocurrido luego de la suspensión judicial del sorteo para el Servicio Militar. En este país mucha gente se alegra simplemente porque al otro le va mal, aunque a si mismo le vaya peor. Es parte de la mentalidad subdesarrollada que nos mantiene en el atraso. Se trata de impedir a toda costa que el otro tenga éxito. Algo de esto ocurre en el lío en torno al SM. Unos se sienten ganadores cuando en realidad todos hemos perdido. Y vamos a decir por qué.

El proceso del SM ha estado rodeado de escándalo de izquierda y de derecha, sectores que no han hecho propuesta alguna sino simplemente defender sus trincheras ideológicas y sus iconos sagrados. Por un lado, la progresía se dedicó a combatir la "discriminación" y por el otro, los extremistas liberales se ocuparon de venerar la sacrosanta "libertad". Las propuestas que se han dado son realmente inauditas. En pocas palabras se plantea que el servicio militar sea no solo voluntario sino que se convierta prácticamente en una carrera técnica pero con sueldo y hotel incluido. Solo faltaba incluir un viaje de promo a Orlando.

Por supuesto también hay quienes se oponen solo por cuestiones políticas, esperando que al gobierno o al ministro Cateriano en particular, les vaya mal. Mentalidad peruana que le dicen. En la que caben también quienes se oponen solo por oponerse, pues esto está en la genética del peruano, aparentemente. Para todo hay una legión de opositores. Pero ¿hay razones para oponerse al SM? Mi impresión es que se trata solo de histeria y estupidez, que es lo que lamentablemente suele primar en los debates de nuestro país. Cada quien anda más ocupado defendiendo su santuario ideológico que atendiendo a la realidad.

El SM es una necesidad de cualquier país. Su sentido es tener tropas preparadas para defender a la nación. En muchos países es una obligación general y no se salva nadie, debido a las condiciones de su existencia, como ocurre en Israel o Corea del Sur. Entonces hay que entender, en primer lugar, que es una necesidad para la propia nación. Todo ciudadano tiene la obligación moral de defender a su país. Y si esta obligación se convierte en legal, no tiene nada de discriminatorio ni atentatorio contra otros principios porque se trata de una necesidad vital para la nación. La vida de la nación es el principal valor que debemos defender.

Cuando se admite la existencia de un Estado, como todos lo hemos hecho, desde la izquierda hasta la derecha, (aunque los extremos en ambos lados quieran traérselo abajo), tenemos que aceptar la autoridad que emana de ese Estado y su gobierno democráticamente elegido. Sin este principio rector sería imposible la existencia organizada y civilizada de nuestra sociedad. Esto quiere decir que debemos aceptar que ciertas cosas sean obligatorias, como por ejemplo pagar impuestos. Se puede discutir cuáles si o cuáles no y cuánto más o cuánto menos, pero no su obligatoriedad. Hay cosas que el Estado puede hacer obligatorias para todos o para algunos de los ciudadanos. Podemos discutir -antes de la ley- qué clase de cosas, pero no podemos poner en duda la autoridad del Estado para hacerlo obligatorio o sobreviene el caos.

Curiosamente quienes se oponen al SM por ser "obligatorio" nunca han protestado contra muchos otros actos que son obligatorios. Ni siquiera contra el absurdo "voto obligatorio" que también amenaza con multa y muerte civil a los ciudadanos que no cumplen con  votar. Nadie ha hecho marchas ni campaña alguna en contra de esta barbaridad. Tampoco nadie se ha opuesto a que cierto tipo de ciudadanos estén obligados a realizar un servicio civil para poder acceder a su título profesional, como ocurre con médicos y psicólogos, ni han protestado por la propina miserable que les asignan y las condiciones deplorables en que prestan sus servicios a lo largo del país. Y no sigo con más ejemplos para no cansar, pero los hay.

De modo que los histéricos de "causas justas" podrían asumir la defensa de sus sagradas escrituras y de sus iconos ideológicos en muchas de estas causas. Pero como viven en la ignorancia solo se ocupan de salir a la luz cuando hay hechos llamativos como el SM. Desde luego que tampoco hay un atentado contra la libertad, como claman algunos de estos histéricos, llegando incluso a afirmar cojudeces como "se le priva del libre desarrollo de su personalidad". No puedo llamar de otra manera a semejante estulticia. Obligar a un joven a prestar un servicio militar no es llevarlo preso, es hacerlo cumplir con un deber cívico. La libertad se defiende contra la opresión, no contra un servicio que deriva de una necesidad vital para la nación y de una obligación moral de todo ciudadano.

Los jóvenes que van al servicio militar tienen oportunidades para aprendizajes muy valiosos y para la buena formación precisamente de su "personalidad", la que nada tiene que ver con una carrera específica sino con los valores que reciben en su instrucción. La gran mayoría de jóvenes que pasan por el servicio salen felices, y hoy gozan de mayores ventajas cuando se reincorporan a su vida civil. Ser un licenciado de las FFAA debería ser motivo de orgullo para cualquier ciudadano. Lástima pues que estemos en un país donde prima la histeria y la estupidez, y donde muchos se limitan a venerar conceptos abstractos que no entienden en lugar de prestar atención a la realidad que no ven.

domingo, 14 de octubre de 2012

Liberales, socialconfusos y neosocialistas


Pablo Quintanilla, el filósofo PUCP que saltó a la fama al disertar sobre el concepto "caviar", calificando de ignorante a todo aquel que lo emplea, hoy es una de las estrellas del Diario Chicha16 donde sigue conmoviendo a sus discípulos de cuando en cuando. Hace poco se atrevió a pontificar sobre liberalismo en el mismo estilo basado en el empleo del sancochado criollo como sustento de la alta cocina académica. El título era "¿Cuáles liberales?" y allí nos revela una vez más el grado de confusión reinante en estos sectores de intelectuales PUCP aquejados por un esnobismo literario cada vez más intenso. No tuvimos tiempo de confrontar esa disparatada columna pero es menester hacerlo. 

Hoy parece que todos quieren ser liberales. Ya ha pasado de moda ser socialista, comunista o marxista, que era el sueño de todo académico snob hasta hace solo un par de décadas. Todavía sigue vigente declararse de izquierda o incluso "progresista". Aunque los progresistas están más congelados que pavo en navidad. Otros prefieren definirse con la ridícula etiqueta de "liberal de izquierda". Pero más allá de las etiquetas y los ropajes con que se recubren estos travestis de la polìtica, es necesario aclarar los embrollos conceptuales que perpetran en su afán de defender su socialismo camuflado. 

Pablo Quintanilla fabrica una ensalada retórica para acabar defendiendo en última instancia la intervención del Estado en la vida social. Y dice que eso es ser liberal. Miente citando mal a Locke cuando asegura que este pide la intervención del Estado en defensa de los derechos, cuando lo que hace Locke es apartar al Estado, especialmente de la vida religiosa de los ciudadanos. Quintanilla ataca encarnizadamente al mercado clamando la regulación del Estado y asegura que eso es ser liberal. Dice textualmente y sin descaro: "Para un liberal, si el abuso de alguno de los derechos mencionados amenaza a los otros, el Estado debe intervenir". Pero a continuación se contradice cuando escribe que "El liberalismo surgió para fortalecer la autonomía de las personas de modo que sean estas y no el Estado quienes elijan el tipo de vida que deben vivir". ¿Entonces como es? ¿El Estado debe o no debe intervenir? Hay que ser claros.

Quintanilla mezcla confusamente los peligros que para él constituyen el Estado y el mercado. Pero al final se declara a favor de que el Estado determine todo. O sea, después de tanta retórica inútil acaba en el mismo punto de todo socialista. Podría haberse ahorrado toda la palabrería y afirmar directamente lo que quiere decir al final: que el Estado lo resuelva todo, e incluso ¡garantice los derechos de las personas! Lo cual constituye el mayor ejemplo de estupidez política, pues equivale a pedirle al zorro que cuide de las gallinas. Así dice este filósofo "Por ejemplo, si la libertad de propiedad (el mercado) genera una concentración de poder que amenaza a los otros derechos individuales, el Estado debe actuar". Esto no es liberalismo por ningún lado. Se llama estatismo, socialismo del siglo XXI, neocojudez, lo que sea, pero no es liberalismo. El Estado es como un dique: basta que se le abra una compuerta para que se desborde inundándolo todo y ahogando en primer lugar las libertades.

Quintanilla se escusa afirmando que el liberal debe serlo en lo económico, lo político e ideológico, y critica a quienes sólo defienden un liberalismo económico "como si estos fueran separables". ¡Claro que no lo son! Por eso mismo no se entiende por qué él se empeña en separar el mercado de la sociedad, como si fueran dos instancias distintas o dos universos paralelos. Alguien debería explicarle a nuestro filósofo que sociedad y mercado son exactamente lo mismo, visto desde diferentes ángulos. Permitir que el Estado intervenga en el mercado es dejar que sea este "y no los individuos quienes elijan el tipo de vida que deben vivir". Quintanilla se contradice en cada linea precisamente porque separa mercado y sociedad. El individuo es el mismo consumidor y agente de mercado. Es el individuo el que con su poder de decisión y compra determina las tendencias del mercado. No se puede defender la sociedad y atacar el mercado sin caer en contradicción. 

Muchos socialistas del ayer disfrazados hoy de "liberales de izquierda" justifican la intervención del Estado en el mercado con la escusa de proteger a los más débiles. Pero invariablemente lo que terminan haciendo es perjudicar a todos. La tentación paternalista del Estado es dañina porque pervierte la evolución natural de los procesos económicos llevándolas por un cauce artificial. Eso no funciona. Nunca ha funcionado.

Más allá de los principios doctrinales del liberalismo, e incluso del socialismo, en el Perú ya deberíamos haber aprendido lo nefasto que resulta el Estado. Tenemos un Estado mal manejado, siempre repleto de advenedizos del partido de turno, plagado de ignorantes, corruptos e irresponsables. Carecemos de vida institucional, no tenemos políticas de Estado y en cada gobierno se improvisa todo de nuevo. El Estado es incapaz de proveer los servicios más elementales como seguridad y educación. No puede ni manejar los penales. Proponer que ese Estado intervenga en el control del mercado para imponer una especie de "justicia económica" no es ser liberal. Ni siquiera es ser socialista. Es ser un simple idiota de la política.

Debemos evitar lo más que se pueda la intervención del Estado. Más bien es hora de quitarle atribuciones para salir del despeñadero al que hemos llegado en la educación. ¿Qué estamos esperando? Lo mejor es, como ha dicho el mismo Quintanilla en medio de su confuso artículo, fortalecer al individuo y a la sociedad. Esto se consigue apoyando las formas sociales organizadas, como, por ejemplo, asociaciones de usuarios y consumidores. El mercado debe autorregularse a través del equilibrio de sus propias fuerzas, a través del entendimiento directo entre productores y consumidores. Lo mejor que el Estado puede hacer es promover y fortalecer estas organizaciones civiles dotándolas de prerrogativas legales para que sean ellos mismos los que resuelvan sus asuntos, tal como se hace con los sindicatos laborales y las asociaciones de padres de familia. Hay que entender que el Estado no es un dios que puede estar presente en todos lados para aplicar fórmulas mágicas. El Estado peruano es todo lo contrario: es la encarnación del mal. Creer que el Estado es la gran solución es tan solo la fantasía política de un sector de intelectuales intoxicados que nunca despegan las narices de los libros.

Lo que en realidad leemos en el discurso de muchos columnistas es un estatismo ramplón apenas asolapado, un añorado y recóndito socialismo, un encono irracional y un trauma doloroso contra el capitalismo que hoy se disfraza como condena al mercado. Parece que acá ya nadie quiere mostrar su carnet de comunista o socialista del siglo XXI. Prefieren la etiqueta "liberal" al estilo norteamericano. Han cambiado a Marx por Locke o Mises. Se hacen llamar "liberales de izquierda" y apelan aun discurso socialconfuso que es una especie de arroz con mango, lleno de citas y autores, pero ajenos a toda realidad y pragmatismo. No han aprendido nada de la experiencia ni de la historia.

Debemos condenar a todos los que en estos tiempos aún sigan pidiendo la intervención del Estado. En cada uno de ellos hay un totalitario escondido. Llaman al Estado para regular la vida de las personas de algún modo. A veces para imponer determinadas pautas morales propias de ciertas creencias religiosas, a veces para imponer prohibiciones según éticas de otra índole, obligando a la sociedad a vivir de acuerdo a sus normas, creencias, gustos y visiones. Quintanilla nos ofrece un típico ejemplo de miseria e hipocresía intelectual al condenar a quienes usan las leyes para imponer su moral, pero clamando al mismo tiempo por la intervención del Estado en el mercado (sociedad) y, peor aún, ¡para proteger los derechos humanos! Parece que Quintanilla ignora que es precisamente el Estado el principal violador de los DDHH. Justamente por eso nació el liberalismo: ¡para defender al individuo del Estado!


lunes, 27 de agosto de 2012

Apoyar la ley del negacionismo


Si la derecha es hoy un sector reducido y arrinconado, casi oculto detrás de un velo de vergüenza que cubre su rostro como una burka por temor a ese insólito estigma social regado por la izquierda, es precisamente porque toda la vida le han dejado a la izquierda entera libertad para actuar, total libertad para jugar con la ley y utilizar los valores de la democracia a su antojo, sin que nadie en la derecha les diga nada precisamente por respeto a esos principios sacrosantos de libertad que defienden. 

En pocas palabras, la derecha se ha pasado la vida ofreciendo la otra mejilla, convencida de que la paz y la tolerancia es el fundamento de la vida democrática. Mientras tanto, la izquierda nos ha rociado con kerosene y nos ha prendido fuego. Así de estúpidos hemos sido siempre. Y hoy estamos a un paso de repetir esa historia frente a la ley del negacionismo que se discutirá en el Congreso.

Hoy salimos muy campantes al frente de ese proyecto para oponernos enarbolando los principios de la libertad de expresión y defendiendo los derechos de los terroristas a contar la historia que les venga en gana para convencer, como lo están haciendo, a los jóvenes de que en el Perú nunca hubo terrorismo. ¿Pero se puede ser tan estúpido y tan ciego ante la historia? No nos cansamos de tropezar con la misma piedra.

A principios de los 80 el Estado peruano tuvo que dar una ley contra la apología del terror como parte de su lucha contra el terrorismo. Era necesaria para acallar los medios que alentaban el terrorismo y adoctrinaban a los jóvenes a través de medios como "El diario de Marka" o "Cambio". Desde luego, en aquel momento la izquierda se levantó en contra de esta ley alegando el supuesto peligro en contra de la libertad de expresión. No faltaron los desubicados de la derecha que secundaron la comparsa de izquierda en nombre de los sagrados principios de la libertad. 

Hoy vemos exactamente lo mismo. La historia es algo diferente. El terrorismo de Sendero Luminoso fue derrotado hace 14 años pero ya amenaza con volver a instalarse en la mente de los jóvenes. MOVADEF tiene una historia distinta que niega la existencia del terrorismo. Hasta emplea partes del informe de la CVR donde se justifica la violencia por la situación de pobreza y miseria de los Andes. Ya hay un contingente de jóvenes asegurando que nunca hubo terrorismo en el Perú y que Abimael Guzmán es un preso político. 

El mundo está repleto de lunáticos y estúpidos que son capaces de inventar y de creer cualquier barbaridad. Están los que afirman que EEUU nunca llegó a la Luna y que el alunizaje de Apolo 11 fue un montaje de Hollywood para engañar al mundo y a la URSS. Están los idiotas que aseguran que los ataques del 9/11 fueron planificados por la CIA. Y desde luego, están los delirantes que niegan que haya habido un exterminio nazi de judíos. Lo que hoy se conoce como negacionismo del holocausto, y que tiene representantes tan indignos como Noam Chomsky, esa basura intelectual de la izquierda mundial.

En suma, hay una gran cantidad de historias aberrantes difundidas y creídas por multitud de gente insensata y estúpida. Hay tanta gente estúpida en este mundo que se puede formar fácilmente un ejército de lunáticos para emprender la causa más aberrante. Así está el mundo. Y en el Perú no estamos libres de esta clase de gente. Al contrario, tenemos una izquierda muy amplia y variopinta, y sobre todo muy activa. Frente a esta realidad nada es más sensato que prever lo que ya ha ocurrido en el mundo y lo que vemos que está ocurriendo con los jóvenes. Hay que impedir que se les infecte la mente. Eso es todo. Es una medida de prevención y protección social.

¿Se puede saber qué coño estamos esperando para apoyar la ley del negacionismo? Se trata de una ley muy simple que penaliza al que niega que haya habido terrorismo en el Perú. Eso es todo. ¿Tan difícil es? ¿O se repetirá la historia de los tontos útiles de la derecha que favorecen a la izquierda? Ahora es cuando debemos estar atentos para que la izquierda no prostituya el proyecto y no acabe tergiversando su sentido. Están ansiosos por cambiarle su sentido y convertirlo en una ley que admita el terrorismo de Estado. Nos quieren voltear la tortilla. Hay que impedirlo.


DB