viernes, 12 de junio de 2020

El mal samaritano.


“La solidaridad es espontánea o no lo es, decretarla es eliminarla”. Frederic Bastiat

Escribe: Erick Flores

Una de las consecuencias más preocupantes que ha generado la llegada del virus chino a esta parte del mundo, es que el escenario político se ha convertido en un festín de demagogia y populismo. No es que antes de la tragedia fuera muy diferente que digamos pero parece que la posibilidad de que todo lo que conocemos lo terminen destruyendo está cada vez más cerca.

Escribir sobre cada una de las locuras que se han propuesto desde que comenzó la crisis, da para un ensayo completo pero en esta ocasión sólo vamos a reparar en una de las medidas que más simpatía ha causado entre la gente y es la posible asignación de un bono universal, sin ningún tipo de distinción, para asegurar una especie de contención frente al trágico escenario que hoy padecemos a causa del virus y también del quiebre económico al que nos ha conducido el gobierno.

Desde el punto de vista económico, es sencillo sustentar la inviabilidad de este tipo de medidas, ¿de dónde saldrá el dinero que se requiere?, ¿más impuestos?, ¿un salvaje ataque a las grandes fortunas?, ¿deuda?, ¿austeridad por parte del gobierno para cubrir el hueco?, esto último no es más que un mal chiste porque jamás veremos al gobierno dejando de hacer contratos de miles y miles soles con sus amigos de la prensa, encuestadoras y gente que “apoyó” en la campaña. ¿Alguien puede imaginar un escenario donde Vizcarra cierre unos 4 ministerios inútiles para usar el dinero que cuesta mantenerlos para aliviar la ruina económica de millones de peruanos? Eso jamás, estos prefieren meter la mano en bolsillos ajenos antes que sacrificar sus privilegios.

Sobran razones económicas para rechazar la demagogia y el populismo detrás de estas tonterías: desde la sostenibilidad en el tiempo pese a los intentos oportunistas de hablar de la temporalidad de la medida, todos saben que no hay nada más permanente que las medidas transitorias de los gobiernos; pasando por la eliminación de los incentivos al trabajo y la dependencia que genera en la gente; hasta el origen de la financiación. Sin embargo, el argumento central que permite oponerse a esta medida, tiene su origen en una discusión mucho más profunda y de corte estrictamente moral.

Si el samaritano quiere ayudar al prójimo caído en desgracia, pues lo hace si tiene los medios y la voluntad para hacerlo. Usando el lenguaje cristiano, será un peldaño más que pone en su escalera personal hacia el cielo. Y hemos visto que miles de personas han sacado a relucir su mejor versión y han puesto el hombro para apoyar a los más golpeados. Esfuerzos individuales y empresariales han servido como sostén para que los niños en zonas marginales puedan comer y en ese tipo de acciones podemos ver la moralidad que sobrevive todavía en nuestra sociedad.

¿Pero qué pasa cuando alguien quiere hacer caridad con billetera ajena?, ¿podemos decir que se trata de un acto solidario? Si Juan le roba a Pedro y usa el dinero robado para alimentar a los niños de un albergue, ¿el robo deja de ser robo? Pues no, y esto es lo que tenemos que entender como sociedad. La solidaridad sólo es virtud si aflora en forma espontánea, no si mañana el gobierno usa la mano violenta del Estado para expropiar a la gente de su dinero y lo usa para alimentar al hambriento.

Quizá los niños del albergue puedan ver a Juan como un héroe, su condición no les permite ver la realidad de las cosas. Esto explica la popularidad de medidas como la asignación de un bono universal, las personas despojadas de oportunidades para poder atender las necesidades de sus familias no pueden ver la inmoralidad detrás de su beneficio. Y no es que sean malas personas al estar de acuerdo con estas cosas, sólo son un instrumento que algunos usan para calcular y cosechar réditos políticos.

Habiendo dicho esto, es imposible ignorar la extraordinaria precisión de Nietzsche cuando nos decía que los políticos dividen a la sociedad en dos clases, instrumentos y enemigos. Los pobres, los instrumentos; los que señalamos la inconsistencia económica y moral de su demagogia y populismo, los enemigos.

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