viernes, 19 de junio de 2020

El Ministerio de la Basura.

Las diez vidas de Hugo Blanco – Rebelion


Escribe: Erick Flores.

Como no podría ser de otra forma, en plena tragedia ocasionada por la llegada del virus chino, el gobierno de Vizcarra prefiere gastar el dinero de nuestros impuestos, en desplegar todo el aparato político del Ministerio de Cultura para financiar un documental sobre la vida de Hugo Blanco, un personaje sin luces que posa como luchador social ante los ojos de una juventud que no tiene la más mínima idea de las atrocidades que cometió dicho personaje en su oscuro pasado. Después de todo, no sorprende que los jóvenes que hoy lo ven como un símbolo de la lucha social, no sepan quién fue Hernán Briceño, una de las víctimas mortales de la insanía mental de Hugo Blanco. 

Y esta no es una simple denuncia sobre la perversión característica que la izquierda viene haciendo sobre la historia de nuestro país, aunque razones sobran para señalar esto ya que si revisamos a detalle el relato que la izquierda quiere oficializar para colonizar la mente de los jóvenes, vamos a encontrar mentiras descaradas que van desde el indigenismo de Túpac Amaru II hasta la versión que nos narra un conflicto armado interno hacia finales del siglo pasado, todas estafas históricas que tienen buena prensa pero poco rigor. 

Hugo Blanco sólo es eso, el producto comercial de la lucha ideológica y cultural que la izquierda viene ganando desde hace mucho. De ninguna otra forma se puede explicar la lógica detrás de la defensa de este tipo de personajes; lógica retorcida que transforma a un asesino en un héroe siempre y cuando este se identifique con “el pueblo”, mientras que si un militar o un policía liquida a un terrorista, es un violador de derechos humanos. Bastante flexible resulta ser la moral de quienes sólo ven atrocidad cuando el muerto es de sus filas pero cuando no lo es, ni siquiera se inmutan y hasta suelen justificarlo bajo la enferma idea de la lucha de clases o la revolución, las etiquetas de siempre. 

Aunque la indignación esté muy bien fundada en los valores que le permiten a una persona decente, rechazar el culto repulsivo hacia un asesino, no debemos perder de vista el tema central que va más allá de los desvaríos habituales de la izquierda, y es el de la absoluta inutilidad de un Ministerio de Cultura. ¿Qué pasa si mañana a los “genios” que ocupan los cargos en este ministerio, se les ocurre financiar un documental sobre el honor y la gloria de los Comandos Chavín de Huantar?, sabemos que eso es imposible pero si fuera así, ¿acaso la izquierda no saldría de sus desagües y organizaría marchas y vigilias -lo clásico- para rechazar lo que para ellos representa un insulto?, ¿acaso no los veríamos ensuciando las calles como siempre, quemando llantas y tirando piedras? Claro que sí. 

Y ese es el detalle importante, en el supuesto negado que el Ministerio de Cultura tenga alguna utilidad real para la sociedad, no debería de prestarse para trastocar la historia y ponerse una camiseta política. Si lo que se financia se dirige hacia la izquierda o hacia la derecha, no es cultura, es propaganda política. Este tema, muy aparte de permitirnos separar la paja del trigo y marcar la distancia necesaria de aquellos que gustan de admirar a vulgares asesinos, debería motivar una profunda reflexión sobre la “necesidad” de una institución como el Ministerio de Cultura, que a la luz de los hechos, sólo sirve para dos cosas: 1) hacer proselitismo político y 2) darle trabajo a cientos de parásitos afines al gobierno. 

Si algo no es útil en nuestras vidas, lo tiramos a la basura. Y esa es la conclusión a la que se llega si analizamos lo que ha venido haciendo el Ministerio de Cultura desde su creación en Julio del 2010, es el Ministerio de la Basura. Y si alguien quiere hacer gala de sus filias personales y vender la vida de un asesino como un ejemplo a seguir, pues que lo haga con su dinero que nadie se lo podría impedir ya que todavía vivimos en una sociedad relativamente libre que no censura el pensamiento; generaría desprecio y algo de asco por parte de quienes tenemos la suficiente solvencia moral para llamar las cosas por su nombre pero hasta ahí, pero que se haga desde el Estado, usando nuestro dinero y encuentre justificación en una parte de la población, habla del avanzado estado de descomposición moral en la que se encuentra nuestra sociedad.

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