viernes, 19 de junio de 2020

Asesino por naturaleza


Escribe: Dante Bobadilla Ramírez

Una vez más, el ya famoso agitador marxista Hugo Blanco Galdós, está en el centro de la noticia. Las redes sociales han estallado en loas y alabanzas en defensa de este personaje siniestro y barato de la historia política peruana, como también en afirmaciones poco precisas de parte de la gran masa de jóvenes que ignoran quién es este controvertido señor. Pero lo más grave es la tanda de mentiras que han salido a contar los progresistas de cafetín y activistas de izquierda, quejándose de una censura que no existe. Así que debemos dedicarle unas lineas a lo ocurrido.

Para empezar, el problema no es que exista una película dedicada a Hugo Blanco. Si miran en Youtube hay decenas de videos dedicados a él desde distintas épocas, pues se trata de un personaje que saltó a la fama a principios de los 60 del siglo pasado. Hugo Blanco no es pues un desconocido. Tiene un amplio historial y hasta prontuario en la política y la justicia peruana. Nadie puede ocultar eso. Así que hablar de censura es un engaño de la izquierda. La gente es libre de hacer las películas que quiera con su dinero o el que puedan conseguir de parte de sus mecenas. También son libres de exhibirlas donde quieran y donde puedan, y de ir a verlas y de opinar. Todo el lío se ha suscitado por el uso fraudulento de fondos públicos para promocionar esta película. Nada más que eso.

El Ministerio de Cultura le ha proporcionado cerca de S/. 200 mil soles de los impuestos de todos los peruanos a los realizadores de la película "Hugo Blanco: Río profundo" para que la promocionen y la exhiban en todo el país, incluyendo centros de estudios. Es decir, el Estado peruano es cómplice del adoctrinamiento socialista, ya que esta no es una película cualquiera sino una apología del personaje y un medio para justificar la violencia política bajo el pretexto de la lucha social. El Estado no puede jugar este rol de ninguna manera. Pero por desgracia, Alan García tuvo el desatino de crear el Ministerio de Cultura siguiendo sus instintos socialistas, y ahora tenemos un monstruo burocrático que es usado para el adoctrinamiento marxista de la sociedad, como si no fuera suficiente con el Ministerio de Educación. La cultura es algo que nunca debe estar en  manos del Estado. 

En segundo lugar hay que hablar de Hugo Blanco, ya que no es ni la mitad del personaje mítico que los activistas quieren montar. Hugo Blanco no fue ni terrorista ni guerrillero, fue un simple y típico agitador de izquierdas, un revoltoso sin oficio ni profesión, que un día de 1962, a los 27 años, se vio envuelto en un asalto a mano armada a una comisaría, que acabó con el asesinato de tres policías, siendo Hugo Blanco autor de una de esas muertes. Según se supo, Blanco y su banda pretendían robar las armas de un destacamento policial para organizar una revolución armada, pero las cosas se salieron de control. Los testimonios dan cuenta de la maldad y salvajismo de Hugo Blanco, quien no dudó en rematar al policía Hernán Briceño, clavándole una barreta en el cráneo. 

Hugo Blanco fue posteriormente capturado, procesado y condenado por un tribunal militar a 25 años de cárcel, como correspondía. Se salvó de la condena a muerte por el alboroto que armaron insignes progresistas de la época, incluyendo Mario Vagas Llosa, alegando que se trataba de un "luchador social", es decir, el viejo truco del héroe que defiende al pueblo de la opresión. Así es como la izquierda encubre a sus criminales envolviéndolos con un manto de romanticismo ridículo, para transfigurarlos en luchadores sociales y héroes populares. Nada nuevo. Lo han hecho con grandes criminales de la historia como Stalin, Mao, Fidel Castro y el Che Guevara, mientras que por el otro lado condenan y estigmatizan a quienes combatieron al comunismo. Son expertos manipuladores de la historia.

Posteriormente la dictadura militar del general Juan Velasco Alvarado, un precursor del socialismo del siglo XXI, indultó a Hugo Blanco y lo expulsó del país en 1970. Así fue como nació la leyenda de Hugo Blanco. Desde entonces Hugo Blanco inicia su gran vida de refugiado y vive como todo buen parásito de izquierdas, mantenido por las organizaciones socialistas europeas, y es llevado como un mono a ser exhibido en diferentes escenarios, a dar conferencias sobe la realidad latinoamericana. Cuando regresó al Perú en 1977 fue el motor que llevó a la izquierda a ganar un tercio de los votos en las elecciones para la Asamblea Constituyente de 1978. Ya se imaginan la Constitución que salió de esa alianza entre la izquierda y el Apra. 

En resumen, ese es Hugo Blanco. Un don nadie que luego de asesinar a un policía fue convertido por la izquierda en héroe y leyenda. Lo demás es la típica retórica barata del progresismo para justificar a uno de sus criminales. Lo hacen siempre apelando al clásico cuento infantil del luchador social que se subleva ante las injusticias. Nada nuevo. Hasta la CVR justificó el terrorismo de Sendero Luminoso apelando a las condiciones de marginalidad y abandono de los Andes, y otros argumentos clásicos del repertorio marxista. Ahora mismo vemos al progresismo justificando el terrorismo urbano de los vándalos y saqueadores de izquierdas que asolan ciudades en EEUU, Inglaterra y Chile. A nadie debería extrañar que la izquierda justifique el crimen y la violencia como arma política. Son asesinos por naturaleza. Si bien es cierto que el mundo siempre ha tenido muchos problemas, la izquierda marxista nunca ha sido una solución. Al contrario, son un problema más para a humanidad, pues nos han llevado de un genocidio a otro.

En este mundo hay dos clases de criminales: los que asumen su conducta criminal sin excusas y los que se convierten en políticos o activistas de izquierda para justificar su instinto criminal apelando a los cuentos del marxismo. Que no nos vengan a hablar de la justicia social, la pobreza o la desigualdad. Pamplinas. Este mundo ha sido así desde épocas bíblicas y nada lo va a cambiar, menos aun los lunáticos y dementes criminales de la izquierda que carecen de ideas. Denunciar una injusticia no le da una patente de corso a nadie para asesinar. Admitir que alguien puede matar porque se rebeló ante una injusticia nos convierte en una sociedad de asesinos y de víctimas. No en una sociedad más justa.

A lo largo de la historia de la República, y aun durante la Colonia, se denunciaron las condiciones de desigualdad social y, particularmente, la situación de los indígenas, pero también se dieron numerosas medidas de corrección. Se tomaron algunas medidas durante el Virreinato, y luego en la República en diversos gobiernos, empezando por Castilla. No se puede decir pues que no hayan existido mecanismos ni medidas legales para enfrentar el eterno problema de la desigualdad social. A principios del siglo pasado José Carlos Mariátegui también denunciaba la situación de los indígenas. En años posteriores se siguieron dando medidas diversas. En su primer gobierno, Belaúnde inició la reforma agraria, pero los cambios sociales, económicos y culturales toman tiempo. Velasco interrumpió ese proceso de reforma democrática para emprender una reforma agraria abusiva, prepotente, salvaje, confiscatoria. Si las leyes no bastan para corregir problemas socioculturales profundos, la violencia menos. Por eso Velasco no solucionó nada, solo cambió un problema por otro y empeoró la situación.

Luego de Velasco y su brutal reforma agraria todavía aparecieron Sendero Luminoso y el MRTA volviendo a apoyarse en el consabido problema de desigualdad social para justificar sus actos de terrorismo, secuestros y asesinatos. En estos tiempos del siglo XXI todavía vemos a la izquierda justificando sus actos de vandalismo antiminero y ambientalista con casi los mismos argumentos. El mismo Hugo Blanco ha cambiado su discurso. Ya no habla de los campesinos sino del medio ambiente y del calentamiento global posando junto a Greta Thunberg en actos organizados por las oenegés marxistas europeas. Esos son ahora los tópicos que la izquierda mundial tiene para justificar su violencia. 

El hecho real es que en este mundo siempre habrán problemas porque la convivencia es difícil y los seres humanos somos imperfectos. Pero si permitimos que exista una secta de lunáticos que se creen con derecho a usar la violencia para dar solución a los problemas, lo único que vamos a conseguir es más genocidios y nuevos problemas. Esto es algo que ya deberíamos haber aprendido como humanidad. Sin embargo, es difícil que superemos la etapa de salvajismo político bienintencionado si permitimos que nos vendan permanentemente el cuento del héroe social, idealizando el crimen y la violencia con documentales y películas. Gente estúpida que cree en ese camino siempre habrá. Pero no podemos permitir que el Estado sea usado para esos fines. Eso es todo.

1 comentario:

  1. Interesante su análisis y comentario, igualmente a su interés, a propósito quien es usted....quizá otro demente, como califica a las personas en su artículo...

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