miércoles, 16 de enero de 2013

La izquierda recibe su propia medicina


Nada como la izquierda peruana para representar el más bajo nivel en la competencia política. Su capacidad para enlodar al oponente con un cúmulo de insultos y acusaciones es simplemente insuperable. Son clásicas sus adjetivaciones y falsas atribuciones como agente de la CIA, lacayo del imperialismo, súbdito del Imperio, asalariado de la oligarquía, mandadero de Roque Benavides, empleado de Yanacocha, felón de la derecha bruta y achorada, etc. La lista es larga. 

Pero más allá del insulto, la izquierda maneja a la perfección el arte del psicosocial. Consiste en fabricar un escándalo sin fundamentos basado en la repetición insistente de falsas acusaciones. No ha pasado mucho tiempo de la última campaña electoral donde la izquierda apeló a los niveles más bajos de mentira, calumnia, racismo y desprecio por el oponente. A Keiko simplemente la enlodaron con todo lo que pudieron, desde llamarla "la hija del ladrón" (César Hildebrandt) hasta el circo histérico de las "200 mil esterilizaciones forzadas" promovida por Rocío Silva Santisteban y la CNDDHH. A PPK lo señalaron casi como extranjero por ser gringo y tener pasaporte norteamericano, como mucha gente en el Perú. 

Por todo eso francamente me complace que esta vez le estén propinando a la izquierda una lección a base de sus propias estrategias. Lo jocoso es que ellos mismo aportan el material debido a que se trata de una plaga de verdaderos incapaces. Esto no es ningún mito ni psicosocial. Es la pura verdad. 

La gente que Susana Villarán lidera en la MML son expertos en nada. Son los típicos izquierdistas confusos que creen que basta tener una hipersensibilidad social por los pobres para ser un actor político válido. Han entrado al Municipio de Lima con las prioridades cambiadas. En lugar de ocuparse de los graves problemas que enfrenta una gran ciudad como Lima, se han dedicado a lo que les gusta: regalar dinero a los pobres. De entrada nomás anunciaron el "bono familia" que pensaban entregar a las familias más pobres del Centro. Se interesaron por el Proyecto Linea Amarilla para forzar un incremento de la asignación a los invasores de la ribera del río Rímac, logrando que la empresa la suba de 5 mil a 25 mil dólares, que todos pagaremos más tarde con nuestro peaje. 

Asimismo han puesto mayor interés por reforzar los cerros con muros de contención y emprendido una furiosa tarea en la construcción de escaleras. Según dicen han hecho 2 mil escaleras en 2 años, pero hasta ahora estamos esperando el mapa de su localización. El tema es que todo esto ayuda en nada a los más graves problemas de la ciudad como son el caos del tránsito, el exceso de unidades de transporte, la mala distribución de las rutas de transporte, la ausencia total de supervisión de la calidad del servicio de transporte público, la necesidad urgente de pasos a desnivel en diversos lugares de la ciudad y de vías elevadas en muchos otros. 

Nada se ha hecho sobre los problemas expuestos. La tan mentada "reforma del transporte" no deja de ser un mito. Lo cierto es que no hay nada en concreto fuera de los diagramas y powerpoints que solo sirven para el discurso.  Dos años y nada. Además del transporte y la vialidad de la ciudad tenemos el grave problema del hacinamiento y el deterioro de las casonas del Centro, la recuperación integral de la Costa Verde y otros grandes proyectos que ya están definidos y hasta iniciados, como el túnel Santa Rosa. Pero lejos de ocuparse de los verdaderos problemas de la ciudad, la caviarada municipal se ha dedicado a las cosas más fáciles como la casa de la mujer golpeada, el apoyo a los minusválidos y gays, la promoción del ajedrez, la premiación de deportistas y artistas, la organización de serenatas, etc. Están ocupados en una gran cantidad de cosas que ellos creen que deben "promover", como los derechos de los trabajadores. 

Su incompetencia es tal que no saben diferenciar las prioridades de la ciudad. Se dejan llevar por su sensiblería social y apelan a su dulce retórica para salvar su imagen de ineptitud. Lima está harta de estos tipos y la revocatoria se justifica plenamente. Lo curioso es que esta figura de la revocatoria, que para ser francos es una aberración, fue un invento de la izquierda para tratar de desestabilizar a democracia representativa. Su inclusión en la Constitución corrió a cargo de Henry Peace. Ahora pues les toca probar una cucharada de su propia medicina.

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