jueves, 15 de septiembre de 2022

La naturaleza de la izquierda

 

Escribe: Dante Bobadilla Ramírez

Publicado en El Pollo Farsante el 1 de noviembre de 2021

Todos conocemos la fábula de la rana y el alacrán. Un alacrán quería cruzar el río y le pide a la rana que lo ayude a cruzar sobre su lomo. Pero la rana teme que la vaya a picar con su aguijón mortal, por lo que el alacrán promete no hacerlo. Entonces la rana le permite al alacrán subir sobre su lomo, pero, cuando están cruzando el río, siente el aguijón mortal del alacrán. La rana le pregunta: «¿Por qué hiciste eso, si ambos moriremos?». Entonces el alacrán responde: «¿Qué puedo hacer? ¡Es mi naturaleza!».

Acá tenemos muchas personas confiadas e ingenuas que, al igual que la rana, creen que la izquierda se moderará. Le piden a Pedro Castillo que deje de decir barbaridades que perturban la economía, le exigen que nombre a un premier más dialogante, que deslinde de Cerrón y su ideario marxista-leninista, que se aparte de Sendero Luminoso y del narcotráfico, que no coquetee con el chavismo, etc. En suma, le piden a la izquierda que deje de ser izquierda.

Eventualmente la izquierda cede. Promete que se moderará y no picará a nadie. Concede gestos para que los ingenuos y cándidos se traguen la píldora, le den la confianza y dejen que se suba en el lomo de todos. Una vez arriba, la izquierda vuelve a ser la izquierda.

Hubo una masa de cándidos que aplaudió la designación de Pedro Francke en el Ministerio de Economía, de quien dijeron que era "un moderado". Lo vieron como el cable a tierra de un gobierno delirante, como el guía de un presidente ciego que no sabe dónde está ni adónde va, como la garantía de que la economía seguiría creciendo y de que se respetaría la propiedad privada. Pero hoy nos metió su aguijón. No hay que sorprenderse. Francke es un rojo. Uno más.

El enviado de Verónika Mendoza nos ofreció un avant premiere de sus próximas medidas económicas. Franckeándose, nos dijo que «le pica el ojo y le revienta el hígado» cuando ve un auto de lujo. «Ese señor puede pagar más impuestos», sentenció. ¿Por qué? Porque es rico. Solo por eso. No hay más fundamentación que esa. No importa que ya haya pagado los onerosos impuestos que le cargan a esa clase de autos. El señor es rico y todavía puede pagar más. Hay que seguir exprimiéndolo. La izquierda no tolera a los ricos.

Basta escarbar un poco en el cerebro de un izquierdista para descubrir que el fundamento de toda su prédica política y social reposa en el odio de clase, el revanchismo, la envidia, el rencor, el trauma de ver gente que está mejor en la vida. Eso les parece injusto. No les conmueve la pobreza, sino que les produce envidia la riqueza. No aman a los pobres, sino que odian a los ricos. Su objetivo no es enriquecer a los pobres, sino empobrecer a los ricos. Esa es toda la igualdad que les interesa. Que alguien nos diga en qué país de Latinoamérica la izquierda ha logrado eliminar la pobreza o tan siquiera reducirla. En ninguno. Al contrario, en todos los países donde la izquierda ha gobernado por décadas solo ha generado miseria.

¿Vamos a darle la confianza a un gabinete que no ofrece mejorar la calidad de los servicios que brinda el Estado, ni reducir el gasto público, ni reestructurar el Estado en busca de eficiencia, que ni siquiera tiene un plan de nuevas inversiones, sino que tan solo pretende quitarnos más dinero, solo por un afán recaudador, para seguir manteniendo burocracias doradas e ineptas, y para regalar dinero público a manos llenas? Parece que tenemos muchas ranas en el Congreso dispuestas a permitir que la izquierda se les suba al lomo.

Incluso tenemos un club de ingenuos que han caído rendidos ante la dulce voz de la premier Mirtha Vásquez, a quien ven como una moderada y conciliadora izquierdista, como si tal cosa existiera. Señores, despierten: un izquierdista siempre tiene su veneno listo y no importa cuál sea el discurso que use ni la cara que ponga. Van a empobrecer a todos. Y al igual que el alacrán de la fábula, tampoco les importa morir en la hazaña. Es su naturaleza.

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