sábado, 25 de agosto de 2018

La hora de los miserables


Escribe: Dante Bobadilla Ramírez

La migración venezolana que llega masivamente al Perú, empezó a sacar de sus agujeros a los xenófobos, chauvinistas, racistas y hasta falsos liberales. No son pocas las penosas expresiones de miseria humana que se ven en las redes sociales contra los venezolanos. Es la ocasión perfecta para que muchos silentes atormentados expongan sus miserias y sentimientos innobles dirigidas contra esta masa de migrantes desesperados. Allí están, a la vista de todos vomitando sus insultos.

No es la primera vez. Ha ocurrido siempre en la historia de la humanidad. Es parte de las taras del ser humano. Es el sentimiento tribal que mira al extraño con desconfianza y enojo, buscando la manera de echarlo de su territorio y cerrarle las puertas, aun cuando se trata de seres desesperados que buscan refugio. Ni siquiera piden ayuda. Solo piden un espacio y una oportunidad para salir adelante por sus propios medios. Pero la xenofobia les niega todo. Es un sentimiento primitivo de rechazo al otro.

Claro que los miserables están llenos de buenas razones para encubrir su odio. Nunca faltan excusas para ocultar las bajas pasiones. Dicen, por ejemplo, que el Estado no debe ayudar a los venezolanos porque hay miles de peruanos con frío, hambre y abandono; que mientras haya un peruano necesitado no se debe ayudar a ningún extranjero. Son meras excusas. Son poses para ocultar su miseria humana, alardes de nacionalismo chauvinista que revelan su pobreza humana. Y son los mismos que en otras ocasiones se muestran como furibundos homofóbicos. 

No vayan a creer que estos chauvinistas xenófobos que insultan a los venezolanos y piden expulsarlos de nuestro territorio, alegando razones nacionalistas y hasta humanistas en favor de nuestros compatriotas, son buenas personas con nobles intenciones. No lo son. En lo absoluto. Son hipócritas que usan estas razones para camuflar su xenofobia. En realidad estas personas son incapaces de ayudar a nadie. Siempre tienen buenas razones para no hacerlo. 

Entre las muchas mentiras y barbaridades que repiten los xenófobos está el consabido "gasto del Estado". No quieren que el Estado gaste en venezolanos porque hay muchos peruanos que necesitan esa ayuda. Bueno, primero tendrían que protestar por todos los gastos inútiles que hace el Estado y por la incompetencia de su ayuda social, frente a lo cual están callados. Luego hay que aclarar que el Estado no gasta un sol en los venezolanos. Al contrario, les cobra por todo trámite que estos realizan. Migraciones ya debe haber incrementado sus ingresos en un 45% en estos últimos años, porque el Estado no mueve un dedo si antes no pagas en la ventanilla del Banco de la Nación.

Esta situación sirve también para descubrir a los falsos liberales. Incluso aquellos que se precian de ser "liberales en lo económico y conservadores en lo social". La economía nunca se ha visto afectada por las migraciones. Esta no es la primera vez que ocurre una migración. En el Perú ya hemos soportado la migración masiva del campo a la ciudad en los años 70 y 80, cuando miles de campesinos arruinados por la debacle de la reforma agraria de Velasco tuvieron que buscarse un futuro en las ciudades de la costa. Y luego volvieron a salir empujados por la izquierda terrorista. 

Todos los migrantes que llegaron de la sierra se incorporaron a la economía limeña. Al principio hubo caos y desorden, pero paulatinamente todo se fue ajustando por su propia dinámica, y por la respuesta puntual de las autoridades ediles. El gran emporio comercial de Gamarra no hubiera surgido jamás sin el impulso de estos migrantes serranos. Fueron ellos los que empezaron como ambulantes en La Parada y hoy son dueños de edificios e industrias exportadoras, generando miles de puestos de trabajo que antes no existían.

Así es como operan las migraciones. No hay por qué alarmarse. La migración de cubanos a Miami desde los años 60 impulsó la economía del sur de La Florida. Claro que hay migraciones tóxicas como las que pretendió generar Fidel Castro enviando presos, locos y enfermos a las costas de EEUU, o las que se producen en Europa por la llegada de lumpen, militantes o gente en condiciones de pobreza extrema que acaban siendo una carga para esos países. Algo similar a lo ocurrido en Chile con el traslado masivo de haitianos por una curiosa política de Michelle Bachelet. Pero este no es el caso de la migración venezolana al Perú.

Más de la mitad de venezolanos que arriban a nuestro país son profesionales calificados. Además se trata de personas que comparten nuestra cultura, historia y valores, hablan nuestro idioma y vienen dispuestos a aportar. Es totalmente irrelevante para la economía si un puesto de trabajo es asumido por un peruano o un venezolano. Lo importante es que el puesto sea cubierto por el más capacitado. El mundo es siempre una competencia. Para todo puesto hay que competir. Nada importa el sexo, la religión, la raza, la procedencia o la nacionalidad. Solo importa ser el más calificado para el puesto.

Los autodenominados "liberales económicos" ya deberían conocer los efectos de esta clase de migración en la economía y en la sociedad. Todo en la sociedad se acomoda por sus propios mecanismos. El ajuste toma un tiempo pero al final todos salimos ganando. Solo hay que tener la disposición para ayudar a nuestros semejantes, especialmente en situaciones extremas como las que atraviesa el pueblo venezolano ahora. No dejemos que los miserables nos contaminen con su estupidez y odio. Hay que demostrar que los peruanos de bien somos mayoría y que tenemos valores humanos.

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