jueves, 16 de junio de 2016

La miopía de Aldo Mariátegui


Por: Ing. Juan Carlos Vásquez Peña

Aldo Mariátegui volvió a cargar, con justicia, cabe decirlo, contra el sector A-B limeño, afirmando que “…los miopes sectores A y B no se percatan (del muro de contención que es el fujimorismo contra la izquierda) porque son tan tontos que ni siquiera saben defender sus intereses de clase y por eso le odian tanto…". A pesar de que el razonamiento de Aldo Mariátegui sea teóricamente certero; en la práctica ese razonamiento choca con la realidad. La izquierda en el Perú, como en la mayoría de países occidentales, se ha convertido en el partido de las clases altas y medias acomodadas, lo cual no es novedad sino tendencia en Occidente. Las revoluciones nunca las hacen los cholos sino los blanquitos. Lo realmente novedoso de la izquierda peruana (y limeña en particular) es que la misma estructura social y económica de la élite capitalina hace que la opción lógica del segmento A-B, como clase, sea el votar por la izquierda.

Desde los años 60 del siglo pasado, la captura de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP) por sacerdotes jesuitas y profesores marxistas instituyó el adoctrinamiento progresista de las clases altas. La PUCP ya se había convertido en universidad de la élite y la pituquería, en menoscabo de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos que quedó vinculada al pueblo. Así la PUCP creó generaciones de intelectuales de izquierda provenientes de la élite limeña, gente de buenos apellidos y nobles linajes que no tuvo reparo alguno en participar en la revolución de Velasco Alvarado como asesores o funcionarios.

De regreso a la democracia en 1980, varios de esos intelectuales se quedaron trabajando en el Estado como tecnócratas o pasaron a alcaldías ganadas por la izquierda. Mientras que otros descubrían una nueva forma de ganarse la vida mediante ONGs, haciendo investigación y publicando estudios a través de institutos y revistas, desde donde influían en la opinión pública como infalibles referentes de la academia y gurús de la montaña para todos los temas político-sociales, imponiendo su perspectiva y prioridades socialistas. El fortalecimiento del socialismo estatista a cargo de Alan García Pérez llevó al país a la peor crisis económica de su historia. Esto combinado a un furioso actuar de Sendero Luminoso y el MRTA (con varios miembros de la “élite” limeña y provinciana en dicho proyecto criminal) y los cambios globales (caída del muro de Berlín, disolución URSS) terminaron haciendo añicos el proyecto de las élites de izquierda limeñas y peruanas, que sin embargo se las arreglaron para detener la candidatura del liberal Mario Vargas Llosa votando por un desconocido Alberto Fujimori, en lo que fue el primer triunfo del antivoto.

El fujimorismo supuso para esta élite trasnochada una vuelta a los cuarteles de invierno de la PUCP y a su labor de consultores y asesores. A su vez comenzaron a incursionar en las nuevas universidades de élite (U. de Lima, U. Pacífico). Paralelamente explotaron con fuerza el negocio de las ONGs tendiendo contactos y financiación extranjera. Las ONGs de izquierda armaron una vasta red de grupos de presión política, en medios de comunicación y la academia. Fue tan efectiva que el mismo gobierno de Alberto Fujimori fue copado parcialmente por estos inquietos actores del establischment. Bajo su influjo se crearon paraísos burocráticos como el Ministerio de la Mujer, la Defensoría del Pueblo y otras instituciones que fueron inmediatamente copadas por estas élites de izquierda. Incluso participaron en el Programa de Planificación Familiar (el de las famosas “esterilizaciones forzadas”) siguiendo recomendaciones de las ONGs feministas y la OMS, pero que ahora olvidan o callan convenientemente.

Los 2000 finalmente fueron tiempos de cosecha para esta élite de izquierda, con su obra cumbre la CVR, con lo cual lograron proscribir socialmente al fujimorismo. El siguiente paso fue la captura de los medios de comunicación y la generación de “colectivos ciudadanos” que actúan como una guerrilla urbana cada vez que se les necesita para hacer fuerza en las calles. A todo esto le sumaron las redes de Internet, siendo pioneros en este oficio. Esta nueva generación de clase alta y clasemedieros limeños beneficiados por la prosperidad generada al amparo de las reformas de los 90, han sido los que, trabajando ya dentro de las grandes empresas multinacionales, han complotado por lo bajo para el fracaso de sus proyectos; como fue el caso de Yanacocha, donde su equipo de Relaciones Comunitarias fue un activo actor en el fracaso de Conga y desde donde salió el núcleo del original “No a Keiko”.

Actualmente, si un joven clasemediero o de la élite quiere hacer carrera o ascender rápidamente, lo más probable es que comulgue con la izquierda por su juventud y formación. Además de la natural tendencia infantil al izquierdismo, todo su tejido social y educativo, los colegios religiosos, las universidades, los institutos de investigación, las ONGs de cualquier tipo, los medios y buena parte de las empresas ya están infestados con un progresismo activo que sólo selecciona a los de su grupo y eventualmente admite a otros recién llegados, si pertenecen a la misma cofradía de la PUCP, al apellido ilustre, al club social o al vecindario pituco, tal como se aprecia en los medios con roche.

Bajo este sistema sociocultural imperante, es obvio que todo este sector progre-caviar apoyará un gobierno de izquierdas que les asegure trabajo, consultorías, influencia y estatus económico y social, además de presencia en los medios de comunicación y hasta gollerías como embajadas, directorios, ministerios, becas en el extranjero y demás placeres de la política y el compadrazgo caviar. Así es como estamos y tal vez Aldo Mariátegui aún lo ve con los ojos de su abuelo, donde la oligarquía era ultraconservadora y las masas eran de izquierda, tal vez por eso aún no se ha dado cuenta como tan fácilmente lo han encorsetado y aislado como bicho raro en un canal, un periódico y una radio capitalina. 

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