Escribe: Dante Bobadilla Ramírez
La mayoría de artículos que apoyan la ley de unión civil gay se fundamentan en el tema de los derechos patrimoniales. Es decir, en una perspectiva netamente abogadil, aunque algunos pretendan meter principios liberales o de otra naturaleza. Las interpretaciones de los "principios" dan para todo, así que dejemos eso a un lado. Los argumentos más sólidos son cuestiones patrimoniales. Todo lo demás, como el hecho de que no pueden beneficiarse del seguro social de su pareja, que no pueden visitarlo en el hospital o que no los dejan sentarse en primera fila en su velorio, son historietas de telenovela.
Una famosa abogada se sorprende de que el 67% de la sociedad rechace la unión civil gay y vuelve a la carga con sus argumentos abogadiles sobre los derechos patrimoniales. Sin duda no hay forma de negar tales derechos pero el tema no se restringe a la visión abogadil. Se trata de una cuestión que tiene una mayor trascendencia social y toca aspectos fundamentales de la concepción sobre la propia cultura. Es muy difícil contradecir el sentido natural de que la sociedad se basa en la unión entre hombres y mujeres. Alegar que hay un grupo de personas a las que "se les ha negado el derecho al matrimonio" es algo que no calza en la concepción cultural y natural del matrimonio, el cual, para empezar, no es ningún "derecho" sino una simple posibilidad u opción libre y hasta fallida y temporal entre personas de sexos opuestos. Nada más que eso.
El hecho de que dos personas del mismo sexo vivan juntas creando una sociedad común, nunca será visto como un matrimonio. Por ello presentar el asunto de los "derechos patrimoniales" de estas personas como un tema de matrimonio es un error de partida. Tales derechos podrían haber sido resueltos hace mucho tiempo si se presentan con la misma frialdad técnica como lo ven y asumen los abogados. Pero meterse a discutir con la sociedad si el matrimonio es tal o cual cosa, que todos somos iguales y patatín patatán, solo generará discordia y retraso. Y no tiene sentido.
Pero hay otros temas patrimoniales -e incluso más graves socialmente- que merecen abordarse con la misma frialdad y que se mantienen de lado por ceguera y cucufatería cultural. Mencionaré por ejemplo el tema de los segundos hogares. Hay muchos hombres que tienen más de un hogar. Digamos al menos dos, pero he conocido quien tiene tres. Tanto en la vida personal como en el trabajo profesional me he encontrado con dramas familiares porque las leyes y la propia estructura cultural niegan estos otros hogares que existen en los hechos, y acaban siendo hogares de segunda categoría, sin derechos de ninguna clase, a pesar de que el hombre cumple con todas sus obligaciones como padre y hasta como marido.
Una señora llega a consulta porque no sabe cómo explicarle a sus dos hijas que son hijas de un segundo hogar. Su padre ha fallecido y no sabe cómo explicarles que no podrán asistir al funeral, llorar a su padre ante su féretro ni recibir las condolencias, ni sentarse en la primera fila de los dolientes porque todo está a cargo del hogar legal de su padre. Tampoco pudieron visitarlo en el hospital como era debido. Por ahora esto es lo que más le preocupa a la señora, pero pienso que habrá otras muchas implicancias que más tarde tendrá que enfrentar, como el de no tener algunos derechos. No lo sé bien.
Otra señora llega a consulta en crisis. Acaba de descubrir que su esposo tiene otro hogar. Y que lo tiene hace más de 20 años, con hijos y todo. Por ahora no sabe qué hacer, pero está tramando su venganza. Por el momento ya lo echó de la casa y no piensa concederle nada. Ni a él ni a "los otros". Ella es la esposa legal y la única que tiene todos los derechos, solloza. Otro día llega una jovencita que vive con su padre en un hogar que no goza del "derecho del matrimonio" porque su padre se separó de su primera esposa y esta nunca le concedió el divorcio. Formó un hogar de hecho empezando de nuevo pero viven en el desamparo legal porque la "otra señora" sigue siendo la esposa. La jovencita no ha logrado superar su sensación de ser una hija de segundo nivel ante sus hermanas en el otro hogar, el "legítimo". Su padre las ha presentado pero ella siempre se siente menos que sus hermanas porque su mamá no es la "esposa legal".
Sin duda en el mundo existen muchos dramas sociales. Las formas de la existencia humana adoptan innumerables figuras en la realidad. Y hay varios escenarios que permanecen en el limbo legal. Las parejas gays no son ciertamente las únicas. La pregunta que debemos formularnos es si la ley debe intervenir en cada uno de los casos que presenta la variada existencia humana, inventando meandros legales para que nadie se quede sin su ley particular y para que sus "derechos" estén preservados. O es que la ley solo debería ocuparse de principios básicos en virtud de los formatos más generales y permanentes de la vida social que definen la esencia de nuestra cultura. O solo atenderemos los casos en los que hay una fuerte tendencia mundial, organizada por lobbys activos.
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